De la banca y sus nocivas consecuencias

04/11/2010
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Estalló la crisis financiera en 2008 cuando la poderosa banca Lehman Brothers entró en bancarrota en un primer acto de catástrofe mundial. El Tesoro de EEUU acudió al rescate y se frenó la caída. Entonces muchos partidarios fervientes del capitalismo se acojonaron. ¡Cielo santo, el apocalipsis financiero! Y se entonaron solemnes mea culpa más severos propósitos de enmienda. Incluso se proclamó que el capitalismo tenía que ser refundado: nunca más un capitalismo y un sector financiero que actuarán sin ley ni freno.
 
Pero era mentira. Hoy sigue la ley de la selva y la moral del gángster como pauta ética en el sector financiero. Y estamos mucho peor. Salvo los bancos y similares, claro.
 
¿Qué tal dos años después del estallido de la crisis? El Nobel Stiglitz ha diagnosticado que “el crecimiento se mantiene débil, el desempleo es elevado, siguen las ejecuciones hipotecarias y no se ha recuperado la oferta de crédito, aunque revitalizar el crédito fue la razón alegada para justificar los rescates bancarios multimillonarios”. Y Nouriel Roubini, profesor de economía de la universidad de Nueva York que predijo la crisis financiera, asegura que “la banca es la semilla del problema, el ojo del huracán, y todo cuanto se haga por dar una vuelta de tuerca para regular la actividad bancaria será poco”.
 
Por su parte, el profesor de economía Juan Torres ha denunciado que “los bancos y entidades financieras que causaron la crisis han salido de ella reforzados, sin que se hayan puesto en cuestión sus privilegios, con mucho más poder económico y financiero y con ayudas multimillonarias gracias a gobiernos y bancos centrales, pero ninguna sanción por su actuación irresponsable”.
 
Banca, bancos, mercados, sector financiero... Los mismos perros con distintos collares. Los causantes del problema y quienes no cesan de poner palos en la rueda para que la crisis no se resuelva. Porque la maldita crisis es un gran negocio para ellos. Trapicheando y especulando con deuda pública, por ejemplo.
 
No hay crédito para activar la economía real, muchas empresas van mal o cierran y el desempleo es excesivo. Aumentan los pobres en el mundo, más las dolorosas secuelas de la pobreza, y en todas partes se recortan logros sociales conseguidos con sangre, sudor y lágrimas. Conquistas que no son más que una aproximación a la justicia social. Y en Estados Unidos se deja sin vivienda mensualmente a cien mil personas. ¿Qué más da? Todo sea por la pasta.
 
¿Frenan los bancos su actuación predadora? Sacan pasta de debajo de las piedras y recurren a numerosas trapacerías para conseguir cuanto puedan de todo el mundo. No dan créditos o los dan con cuentagotas; pero aumentan el coste de comisiones diversas; más el incremento de las comisiones por apertura créditos hipotecarios o no hipotecarios; más un mayor coste por tarjetas de crédito; más nuevas tasas por servicios (que eran gratuitos); más créditos más caros (cuando los conceden), porque el dinero obtenido de gobiernos y bancos centrales es para especular...
 
Juan Torres recuerda que “en los dos últimos años docenas de miles de personas, pequeñas y medianas empresas han sido engañados por los bancos que les ocultaban la letra pequeña de los contratos y las condiciones leoninas de préstamos o créditos. Cientos de miles de personas han perdido sus viviendas o se enfrentan a obligaciones de pago insostenibles de las que nunca fueron advertidas. El poder desmesurado de la banca es incompatible con una sociedad democrática.
 
Y Thomas Jefferson, tercer presidente de los EEUU, en el lejano 1802 ya denunciaba que “las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados, y todas las instituciones que florecen en torno de ellos, controlen su moneda, privarán a la gente de toda posesión hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo sobre la tierra que sus padres conquistaron”. Fue profético.
Emulando al narrador uruguayo Monterroso, sepamos que “cuando despertó, la depredadora banca estaba allí”.
 
Los ciudadanos votan cada cuatro años, pero los “mercados” y la banca, actúan todos los días. Sin compasión, sin reglas, sin freno. Hasta que la ciudadanía se subleve y diga basta.
 
- Xavier Caño Tamayo es Periodista y escritor
https://www.alainet.org/pt/node/145281
Subscrever America Latina en Movimiento - RSS