El dragón altanero

21/10/2010
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Tengo predilección por China. He conocido al pueblo chino. He visto cómo vive y piensa. Y cómo mira y sonríe.
 
Por ese especial aprecio he seguido con preocupación, especialmente en los últimos años, la progresiva transformación de un gran país que, por avatares de la historia, se está convirtiendo en la mayor potencia capitalista de la tierra.
 
Desde hace mucho tiempo vengo insistiendo en el error, la afrenta al pueblo chino y la grave desestabilización a escala planetaria que supone haber convertido a China en la “fábrica del mundo” por una deslocalización productiva guiada por la codicia, para ganar más sea como sea. Además, todas las ganancias van directamente al Estado, sin reparar en las condiciones laborales ni en el respeto a los derechos humanos más elementales.
 
Culpables en buena medida, los países más poderosos de la Tierra han sabido mirar exquisitamente hacia otro lado. No sabemos cuál es la realidad de este gran país tras su permanente y tradicional sonrisa. No nos deja observar lo que acontece. Tratándose de China, que nos compra deuda, que nos produce nuestras marcas, mejor no hacer preguntas. ¿Sabemos el número de penas capitales que se llevan a la práctica cada año? Amnistía Internacional calcula que son varios miles... pero las autoridades chinas no facilitan datos. ¿Sabemos cómo pueden defender sus derechos los centenares de millones de ciudadanos chinos?
 
Es imprescindible transparentar tantas opacidades. La concesión del Premio Nobel de la Paz 2010 a Liu Xiaobo, encarcelado por disidente, ha demostrado hasta qué punto las autoridades pueden actuar arbitrariamente. Han puesto todo tipo de obstáculos a la difusión del flamante reconocimiento, para que el pueblo no se contagie, e impidiendo restricciones a que su propia mujer le comunicara la noticia para, acto seguido, recluirla en su propio domicilio.
 
Deben darse cuenta de que hay límites a las ambiciones económicas de sus clientes, que les han encumbrado de modo tan interesado, pero también a sus actitudes frente al mundo, frente a las gentes que, en tan gran número, son consumidores de sus productos.
 
Es necesario llegar a un gran acuerdo, sin imposiciones violentas de nadie, para que, en un plazo razonable, China se comporte de otra manera. Y los que han ofrecido tantas ventajas relativas a China a cambio de pingües beneficios, que sepan también que su actuación debe modificarse sustancialmente.
 
Está claro que el único lenguaje que se entiende es el económico. “Made in China” no puede seguir amparando la discrecionalidad monetaria, laboral y social que hoy llena de interrogantes este origen.
 
China es capaz, con la raíces seculares de su cultura, de realizar cambios espectaculares. Ahora es el momento de dar un paso importante... descendiendo desde la cúpula hacia las bases. Mostrando su rostro progresivamente. Haciendo partícipes de su realidad a los demás países, ninguno de los cuales está moralmente autorizado a tirar la primera piedra.
 
Por su propia naturaleza, el dragón no puede ser sumiso. Pero si escucha a su ilustre compatriota Liu Xiaobo y a todos los que representa, y escucha así mismo las voces de todos los que reconocemos y estimamos la cultura china, dejará de ser altanero. Y nos gustará su sonrisa. La de hoy no nos gusta.
 
- Federico Mayor Zaragoza es Presidente de la Fundación Cultura de Paz y ex Director General de la UNESCO
https://www.alainet.org/pt/node/145015
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