Semana por la paz después de una semana de guerra

05/09/2010
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En la última semana se produjeron más de 10 acciones de guerra que dejan un saldo trágico de, por lo menos, 37 policías, soldados y guerrilleros abatidos y más de treinta heridos, algunos mutilados por acción de las minas antipersona. De acuerdo con la información de los medios el promedio de edad de los servidores públicos (y tal vez de los guerrilleros) muertos en estas acciones de guerra apenas supera los 25 años. Sobra decir que todos pertenecían a los estratos uno, dos y tres y que provienen, en su mayoría, de zonas rurales.
 
El nuevo gobierno, que anunció la continuidad y consolidación de la política de seguridad democrática y que ha dado la orden a la Fuerza Pública de “arreciar, arreciar, arreciar”, busca con afán nuevas victorias militares, especialmente, capturar o dar de baja a algún miembro importante de las guerrillas.
 
Las FARC y el ELN, tratan de mostrar que no están derrotadas y que tienen capacidad de realizar acciones que implican mover tropas, hacer inteligencia y probar su capacidad ofensiva en zonas altamente militarizadas.
 
En ambos casos, se impone la idea de que las urgencias tácticas y estratégicas de la confrontación no dejan espacio para proteger a la población civil ni para observar las normas humanitarias que regulan la contienda. Mientras el país y el mundo no salen del horror de las ejecuciones extrajudiciales conocidas como “falsos positivos”, en Antioquia vuelven las masacres de civiles indefensos, en el Guaviare, hay un pueblo indígena confinado, en el Cauca se sigue hostigando a la población civil, en Caquetá las autoridades sostienen que los policías fueron ultimados con tiros de gracia y luego incinerados, en el Meta, Nariño y Putumayo hay denuncias de reclutamiento de niños y niñas y en todo el país crecen las zonas minadas y, por supuesto, el desplazamiento forzado.
 
El presidente Juan Manuel Santos había dicho que “la puerta del diálogo no está cerrada con llave” y Alfonso Cano propuso conversar mientras que las FARC solicitaron ser escuchadas en Unasur. Hay quienes sostienen que el recrudecimiento de las acciones de guerra responde a la posibilidad de diálogos y a la necesidad de unos y otros de posicionarse en el campo militar, antes de cualquier intento de negociación.
 
La guerra es más fácil y menos creativa que encontrar un camino seguro hacia la paz. La iniciativa política debería ser escuchada y tenida en cuenta por los contendientes. Es urgente que hablen los que persisten en el guerra y reconozcan los nuevos escenarios políticos: una izquierda latinoamericana en el poder que no respalda la lucha armada de la guerrilla colombiana, un presidente que propone restitución de tierras, ley de víctimas y respeto a la oposición, una sociedad civil que se sigue movilizando por la paz, una Corte Constitucional que declaró inexequible el Acuerdo de Cooperación con Estados Unidos para el uso de bases militares colombianas, un replanteamiento de la política antidrogas en Washington.
 
Este conflicto no tiene solución militar y eso lo saben los que hacen la guerra. Hay condiciones objetivas para reinventar el diálogo e insistir en una negociación exitosa. Los gestos de paz deben ser de ambos lados y deben estar acompañados de propuestas políticas
 
Es muy cómodo desde una columna de opinión condicionar el diálogo a la superación de la guerra y proponer la desmovilización bajo el precepto de la derrota o cerrar las puertas a la salida política desde el Ministerio de Defensa para mantener al país en una guerra inútil, en nombre del “fin del fin” que no llega.
 
Es absurdo e inaceptable para la sociedad colombiana pedir conversaciones de paz en un video y seguir matando jóvenes con uniforme de policía y de soldado, en nombre de una insurrección sin futuro. 
 
La semana por la paz es una buena oportunidad para hablar de la inutilidad de la guerra.
 
- Fuente: Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES)
https://www.alainet.org/pt/node/143890?language=es
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