La niña soldado

05/06/2010
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En un mundo caracterizado prioritariamente por la barbarie, aunque con algunos islotes civilizatorios, precarios, inestables y transitorios, la batalla principal para comenzar a pensar siquiera en su superación, es la de la impunidad. Aún cuando arribe tardía, la derrota y caída en la cárcel de algún impune agrega algunos ladrillos al fisurado e insuficiente dique de contención del terror, el crimen y la humillación. Lo ha demostrado el pueblo judío y el alemán con su incansable búsqueda de los ocultos verdugos nazis aún hasta nuestros días. Y hasta el propio Mosad que, además de cometer crímenes aberrantes, logró por ejemplo la captura del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, sin soslayar la colaboración para ello de Simon Wiesenthal y otros grandes luchadores por la verdad y la justicia. Lo que no parece es haber sacado enseñanzas de su ambivalente derrotero pendular entre la caza de nazis y la construcción de su propia malla de indemnidad ética, política y jurídica. Parece concluir que el problema no está en el propi crimen sino sólo en el bando que lo acomete.
Retomando, entonces, se trata de un mundo que no es acabadamente moderno, sino sólo tautológicamente contemporáneo, de modernidad sólo insular, inconclusa, vacilante y amenazada. Algo más preocupante que la mera caracterización de “líquida” que, aunque complementaria con la esbozada, realiza el sociólogo Zygmunt Bauman.
Son batallas que se libran a lo ancho del planeta y en las cambiantes grietas de las coyunturas históricas nacionales e internacionales, donde la cuenta regresiva del reloj biológico de los criminales es un factor más en contra. Una de ellas tiene lugar, por ejemplo, en estos días en Buenos Aires, donde se somete a juicio oral y público la causa del campo de concentración y exterminio “Automotores Orletti”, verdadero nodo de la red terrorista estatal del plan cóndor. Una contribución interesante a esta batalla modernizadora es el estímulo y organización de la asistencia a los juicios que mi universidad está haciendo a través de las cátedras con todos sus docentes y estudiantes. El juzgamiento y condena no debe ser sólo un procedimiento burocrático a cargo exclusivamente de un poder del estado como es el judicial, sino un ejercicio de construcción ciudadana de la memoria activa, que requiere el sustrato de la atención pública, aún en la polarización polémica extrema.
Por eso me llamó la atención el énfasis crítico que algunos compañeros uruguayos me hicieron llegar por mail respecto a la reciente publicación de la posición del Sr. Embajador de Israel en Uruguay en este diario sobre el caso de la reciente masacre del mediterráneo. El contrapunto permanente de opiniones, la oposición de argumentos e ideas no sólo es un medio fundamental para el avance del conocimiento y la configuración de una opinión pública crítica, sino además la frontera de diferenciación entre un medio de comunicación de masas y un periódico parroquial. Tampoco es novedoso el pluralismo efectivo aquí. Obturar la expresión de algunas opiniones, aún extremas, como se reclamaría en este caso aparentemente, es exactamente idéntico, aunque ideológicamente inverso, al procedimiento de censura y violencia que impera en el parlamento israelí. Un claro ejemplo es el de la diputada Hanin Zoabi quien intentó infructuosamente transmitir desde su banca a sus colegas de la Knesset su experiencia a bordo del barco turco “Mavi Marmara”, cuando intentaba llegar con centenares de personas a las costas de Gaza para romper el bloqueo de su propio gobierno. Los gritos y abucheos, e inclusive la violencia física lo impidieron. La trataron de “traidora”, “puta” y “solterona de 38 años” hasta que el presidente del parlamento levantó la sesión y le asignó dos guardaespaldas. En suma, primero la atacaron las fuerzas de élite de la marina israelí y después sus compañeros diputados, aunque fue la primera tripulante de la llamada “flotilla de la libertad” en ser liberada del secuestro de todos los pasajeros el martes pasado, precisamente por sus fueros parlamentarios.
Lejos de considerar inoportuna la opinión del embajador israelí Dori Goren, me parece un punto de referencia ineludible para el debate, justamente por ser expresión oficial de un polo del conflicto, aunque en este caso resulte una muestra extrema de descomposición ética y de apología criminal con propósitos distractivos y encubridores. Precisamente de aquel polo del que se esperan explicaciones concretas debido al rol activo en la resultante. Hay civiles muertos y heridos. Inversamente, siempre me pregunté por qué los medios no incluían espacios regulares en los que los representantes diplomáticos pudieran expresar las posturas oficiales. De lo contrario nunca hubiéramos podido imaginar un cinismo tan extremo ante este asesinato de indefensos, sin la oportunidad de leerlo directamente de la pluma del vocero.
El Sr. Goren parte del reconocimiento elemental de que “se trata de una campaña de espectro global, que actúa en cuatro campos principales: mediático, político, jurídico y económico, y cuya finalidad es intentar corroer en una primera etapa la legitimidad en el uso de las Fuerzas Armadas israelíes…”. Del mismo modo que lo es la “campaña” de Israel aunque sumándole un quinto campo que es el específicamente militar y cuya finalidad es reforzar la impunidad absoluta de las Fuerzas Armadas israelíes en toda la región mientras someten por la fuerza y el terror a todos sus vecinos que no se allanen al reconocimiento del expansionista e invasor statu quo actual. La molestia es, sin embargo, insólita. No hay nada de malo en desarrollar luchas políticas, económicas y jurídicas. Al contrario, es algo muy moderno y civilizado. Más aún lo es la lucha mediática tal como también la emprende el Sr. Embajador, según se deduce del hecho de que se tome el trabajo de escribir en un diario de circulación nacional. Pero algo tan elemental como una movilización pacífica de denuncia y solidaridad, en este caso marítima, es presentada por esta interpretación oficial como una “campaña organizada de forma estratégica, coherente, constante, sofisticada y prolongada en el tiempo, orquestada por países y organizaciones islámicos en connivencia con determinadas ONG occidentales”. Todo porque 6 barcos entre pequeños y medianos con manifestantes de diversas nacionalidades, culturas ideologías y trayectorias se dirigen directo a Gaza, que, bueno es recordarlo, no es Israel, sino uno de sus territorios ocupados.
La esgrima retórica de Goren pasa por dos movimientos tan simples como argumentalmente inofensivos, comenzando por la grosera apelación a la transfiguración de los victimarios en víctimas producto de misteriosas, complejas y enrarecidas circunstancias internacionales conspirativas. Aunque no sepamos cuáles son, producen el raro fenómeno lógico-formal de que “las explicaciones de Israel parecen condenadas a caer en saco roto, sin importar los argumentos esgrimidos, las pruebas exhibidas o las advertencias expresadas con antelación”. Pero aunque puedan caer en saco roto, lo que su exposición desaprovecha es el espacio concedido para dar esas explicaciones, sobre todo en este caso en lo concerniente a por qué se aborda con militares armados un barco de pasajeros y carga en aguas internacionales, por qué se asesinan civiles indefensos o armados con palos y cuchillos de cocina en el procedimiento, se “desaparecen” tripulantes y se secuestra y encarcela a manifestantes internacionales para luego deportarlos. El segundo paso no es menos cándido, aunque le retorna como un bumerang, ya que consiste en disimular la gravedad diluyéndose en el conjunto de los terroristas. Atribuye una particular inquina a la opinión pública en desmedro de otros crímenes contra inocentes, como los perpetrados (en varios casos por “amigos” de Israel) en otras latitudes como Afganistán, Paquistán, el Tibet o Chechenia. Pero sucede que señalar el horror generalizado no ayuda a expurgar el ejercicio del propio.
El escrito del Sr. Embajador no desmiente en ningún momento la generalizada impresión de que la franja de Gaza constituye el nuevo y mayor gheto de la historia humana, una suerte de cárcel a cielo abierto, muy particularmente ratificado en la contrapropuesta de requisar la ayuda humanitaria y canalizarla por los mecanismos de distribución de los ocupantes, tal como lo hacían los carceleros en las prisiones de nuestros estados terroristas. Eso mismo proponían y ejecutaban las fuerzas, también de ocupación (en este caso alemanas), a partir del 16 de noviembre de 1940 en Varsovia cuando cerraron el acceso al gheto acorralando definitivamente a la población judía, primero con alambres de púa y luego con un muro de 18 km de largo y 3 metros de alto permanentemente custodiado. ¿Cuál es la razón para condenar aquel gheto y glorificar el actual? ¿Cómo se compadece la celebración del levantamiento armado del de Varsovia en 1943 y la condena y aplastamiento del actual, incluyendo las manifestaciones de solidaridad y crítica de la ocupación? Tal vez lo explique el hecho de que las víctimas de entonces parieron a los actuales victimarios.
El toque emotivo no podía dejar de coronar la ausencia de toda sustancia argumental y explicativa. Los chicos que con 18 años aún no culminaron su adolescencia, son incorporados compulsivamente al ejército israelí a cumplir las tareas de ocupación y sometimiento. Entre ellos se encuentra la hija adolescente de Goren, para orgullo de su padre. Sin embargo, son particularmente conocidas y denunciadas las tremendas consecuencias dañinas de tan temprana exposición al sadismo y al horror. Algunas de las cuales supo mostrar el director de cine documental israelí Yoav Shamir tanto en su film “Checkpoint” como en “Flipping Out”, que narra las excursiones de jóvenes ex soldados al mundo de las drogas pesadas en la India, una experiencia de tal magnitud proporcional que hasta fue necesaria la creación de instituciones israelíes de salvataje en el propio territorio hindú.
Espero sinceramente que la niña soldado no sufra esos trastornos una vez liberada de sus responsabilidades militares, que pueda en consecuencia ser mochilera tal como lo sugiere el mandato paterno y que no tenga que optar entre sus raíces familiares perseguidas por los nazis o encubrir un presente neonazi.
- Emilio Cafassi es Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano.  http://www.larepublica.com.uy/contratapa/412719-la-nina-soldado
https://www.alainet.org/pt/node/141968
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