En memoria de Paul Samuelson

16/12/2009
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Pocos economistas estadounidenses han gozado del prestigio, el reconocimiento y la influencia que tuvo – y mantiene- Paul Samuelson. Su obra contribuyó a difundir los planteamientos keynesianos de manera didáctica en su célebre Economía: análisis introductorio, que si bien data de 1948, es el libro de texto sobre la ciencia económica más vendido de todos los tiempos, traducido a más de 40 idiomas y que ha servido como base para la formación de economistas de diversos países del mundo.
 
Paul Anthony Samuelson nació en Gary, Indiana, Estados Unidos, el 15 de mayo de 1915, en plena primera guerra mundial. Cuando tenía 16 años, EU estaba sumido en la gran depresión, y el joven Samuelson ingresaba a la Universidad de Chicago, donde se graduó en 1936. Continuó con estudios de maestría, mismos que concluyó un año después. A continuación ingresó a la Universidad de Harvard en la que obtuvo su doctorado en 1941. Los maestros que influyeron en su formación en Harvard incluyen al célebre Joseph Schumpeter y Alvin Hansen, éste último considerado la versión estadounidense del británico John Maynard Keynes. Para Samuelson, los gobiernos autoritarios que se instauraron en diversos países en la década de los 30 y la resultante segunda guerra mundial, son prueba de que las naciones fracasaron en torno al manejo apropiado de la gran depresión, siendo igualmente incapaces de garantizar niveles mínimos de bienestar en las sociedades.
 
 Samuelson retomó su tesis doctoral de Harvard en su célebre libro Fundamentos del análisis económico, publicado en 1947 y en el que aplica métodos matemáticos a diversas ramas de la ciencia económica. En este libro es posible encontrar un capítulo dedicado a la economía del bienestar (welfare economics).
 
Profesionalmente fue docente en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) desde 1966, donde trabajó en torno a la economía del bienestar, la teoría de las finanzas públicas, la economía internacional, la macroeconomía y la teoría del consumo –que de hecho fue la base para medir el comportamiento de los consumidores. Durante su estadía en el MIT, el instituto ganó fama mundial, atrayendo a otra serie de prestigiados economistas como Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Robert Merton y Robert Solow. Samuelson tuvo además la oportunidad de ser asesor del gobierno de Estados Unidos durante las administraciones de John F. Kennedy y Lyndon Johnson, amén de que también fue consultor del Departamento del Tesoro.
 
Samuelson naturalmente tuvo una fuerte confrontación intelectual con Milton Friedman, porque mientras que el primero defendía el keynesianismo y la intervención del Estado en la economía, el segundo, apostando a la libertad económica, pugnaba por el Estado mínimo sobre la base de que sólo permitiendo el libre juego de las fuerzas del mercado es que una economía podía funcionar apropiadamente.
 
Paul Samuelson fue el primer estadounidense en obtener el Premio Nobel de Economía en 1970 y, curiosamente, seis años después, el galardón le fue adjudicado a Milton Friedman. El enfrentamiento entre ambos perduró incluso tras la muerte del segundo (16 de noviembre de 2006), como queda de manifiesto en una reflexión muy dura de Samuelson que data de octubre de 2008 cuando textualmente afirmó:
 
¿Qué es entonces lo que ha causado, desde 2007, el suicidio del capitalismo de Wall Street? En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación. Ésta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran…
 
¿Cómo se las arreglaron el benévolo presidente Roosevelt y el pérfido Adolfo Hitler para restaurar casi el pleno empleo en los seis largos años que siguieron a 1933? Lo que finalmente resolvió el problema fue un enorme gasto deficitario que aumentó la deuda pública. Esta historia, tal y como yo acabo de contarla, no se encuentra en casi ninguna de las tesis doctorales de las grandes universidades privadas después de 1970 (evidentemente, la ciencia mejora y empeora).
 
Por si fuera poco, Samuelson, sin piedad, y con la madurez de alguien que está más allá del bien y el mal, presenta en siete puntos las razones por las que la economía internacional se encuentra en crisis, a saber:
 
    * No olvidemos nunca las idioteces que ha hecho George Bush en geopolítica. La historia futura documentará ese aspecto.
    * Desde que Ronald Reagan fue elegido para ocupar la Casa Blanca, en 1980, Estados Unidos se ha ido convirtiendo gradualmente en un país de derrochadores en los planos familiar, empresarial y público, como buenos derechistas radicales partidarios de la oferta.
    * En una fecha futura incierta, cuando se produzca un ataque mortal y desordenado contra el dólar como divisa, los gestores de fondos de cobertura que sobrevivan en Estados Unidos serán los principales vendedores al descubierto de dólares. Esos legados de Reagan habrán desempeñado una función crucial.
    * Los programas de "conservadurismo compasivo (sic)" prometidos por George Bush resultaron ser un programa de enormes recortes tributarios exclusivamente para gente como mis prósperos vecinos.
    * El fomento deliberado de la desigualdad no aceleró la productividad total de los factores en Estados Unidos. Por el contrario, el obsceno aumento de los privilegios de los altos directivos volvió disfuncional todo el sistema de gobernanza empresarial. Los directores generales de carrera lo hicieron muy bien contando mentiras sobre los verdaderos beneficios de las empresas. Incluso después de que los descubrieron, se fueron al banco con una sonrisa de oreja a oreja.
    * De hecho, los candidatos de Bush para la Comisión de Control del Mercado de Valores, como el primer presidente que nombró, Harvey Pitt, fueron elegidos sólo porque liberalizarían el sistema, en lugar de mantener una sensata regulación centrista. Pitt fue escogido principalmente porque había sido abogado de las cuatro empresas contables principales, que a su vez estaban fabricando nuevas formas engañosas de medir la verdadera rentabilidad.
    * Pongan a estos contables en el estrado de los testigos. Les pagan aquellos a quienes se supone que deben vigilar, una violación flagrante en el que la vigilancia y la reglamentación son una necesidad fundamental.
    * Dejen sitio en el juzgado para las tres grandes agencias de clasificación: Fitch, Moody's y S&P-McGraw Hill. Se supone que sólo dan aprobaciones AAA al material seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se quedarían con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses. Que tome nota el Congreso.
    * Por ahorrar espacio, pasaré a los nuevos "diabólicos monstruos Frankenstein" de la nueva "ingeniería financiera". Puede que yo y otros compañeros del MIT de Chicago, de Wharton, Penn y otras universidades, lo pasemos mal cuando nos enfrentemos a San Pedro en las puertas del cielo.
    * ¿Cuál es el problema? Es verdad que los derivados y los créditos recíprocos pueden proporcionar un reparto racional del riesgo y, por consiguiente, reducir el riesgo total, pero también pueden destruir por completo cualquier transparencia.
 
Y para cerrar con broche de oro, en un escenario que seguramente le ha provocado noches de insomnio a Obama, debido a la magnitud del problema que heredó de la administración Bush, Samuelson sentenciaba el año pasado lo siguiente:
 
Lo primordial es que la mayoría de las pérdidas será permanente, como entre 1929 y 1932. Sin embargo, si la Reserva Federal y el Tesoro de EU crean suficiente dinero nuevo, la recuperación y la estabilidad serán posibles. De haber seguido la línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton, podrían haberse evitado el caos y las quiebras de hoy. Los académicos siguen debatiendo si Colón introdujo la sífilis en el Nuevo Mundo o fue al revés. Pero no cabe duda de que la crisis mundial de 2008 lleva en su etiqueta las palabras made in USA.
 
Habría sido muy interesante que Samuelson asesorara a la administración de Barack Obama. Sin embargo, tras una breve enfermedad, el connotado economista falleció el pasado 13 de diciembre a la edad de 94 años. Su legado y discípulos, con todo, están ahí, esperando la oportunidad para seguir adelante con el debate frente a los neoliberales, en torno a la mejor manera de enfrentar la crisis global.
 
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
https://www.alainet.org/pt/node/138415
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