Tribulaciones universitarias

26/07/2009
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  • Opinión
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El debate público que ha desatado el Anteproyecto de Ley Orgánica de Educación Superior elaborado por la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES) amerita una revisión -aunque sea impresionista- del proceso educativo ecuatoriano en conexión con sus determinaciones económicas.
 
1. El legado del colonialismo español
 
La pesada herencia colonial se proyecta largamente en el Ecuador republicano; específicamente es lo que acontece en los ámbitos de la educación, la ciencia y la técnica por cuanto la matriz económica del naciente Estado creado en 1830 se mantiene sustentada en la vieja hacienda de corte señorial y feudalizado, refractaria a todo cambio económico/social en la medida que su racionalidad estaba fundada en la sobreexplotación de la mano de obra indígena asentada en el altiplano andino. Hubo de acontecer de esta manera por cuanto la emancipación de nuestro país no fue producto de un profundo movimiento popular y revolucionario, sino más bien de una exitosa insurrección de marqueses y condes criollos contra la España invadida por los ejércitos napoleónicos.
 
Consiguientemente, consolidada la autonomía política mal podía esperarse que los nuevos grupos dominantes –la aristocracia terrateniente y el militarismo extranjero- promovieran la educación, premisa para el avance científico-técnico y el mejoramiento de las condiciones de vida del grueso de la población.
 
Factor coadyuvante del marasmo educacional del Ecuador decimonónico habría sido la simplicidad del esquema productivo, tanto de la Sierra como de la Costa; es decir,   una agricultura y una artesanía que no suponían mayor complejidad teórica, sino únicamente la repetición de técnicas empíricas.
 
Igual incidencia desfavorable habría tenido la penuria fiscal: no hay que olvidar que el Ecuador nació pobre y endeudado.
 
De otro lado, como proyección del pasado colonial predomina virtualmente a lo largo del siglo XIX una concepción filosófica idealista, reñida con los postulados de la ciencia moderna.
 
Este conjunto de factores determinará que en las primeras décadas de vida republicana lo único que pueda percibirse sea un lento avance de una educación formal y elemental, dogmática y acrítica.
 
Rasgos que no se constriñen únicamente a la escuela y el colegio. Hacia mediados del siglo XIX, la Universidad Central –la única existente en el país- contaba únicamente con tres facultades: jurisprudencia, medicina y teología, en las cuales, obviamente, predominaba ese espíritu escolástico. Aún más, la prometedora reestructuración de la educación promovida por Gabriel García Moreno, con la creación de la Facultad de Ciencias en la Universidad Central y la fundación de la Escuela Politécnica Nacional, no sobrevivió a la muerte de su inspirador en 1875.
 
En síntesis, a lo largo del XIX y en un contexto de predominio de los terratenientes serranos, cuyo horizonte ideológico no iba más allá de la defensa de sus intereses de explotación a través de coacciones económicas y extraeconómicas de la mano de obra adscrita a sus latifundios,  la educación y menos la ciencia y la técnica modernas –paradójicamente con la excepción del período garciano- no llegaron a constituir preocupación significativa del Estado.
 
Recién a fines de ese siglo, con el triunfo de la Revolución alfarista, se produce un cambio de actitud de la dirigencia política y económica nacional. Expresión de los intereses del impetuoso capitalismo mercantil agrario de la Costa, la Revolución del 95 dio paso a cambios notables en la educación nacional: laicismo, creación de planteles primarios y medios, fundación de los institutos normales, incorporación de la mujer a los procesos formativos, apertura de nuevas áreas de enseñanza/aprendizaje (como la agronomía), talleres para la instrucción técnica.
 
Esta orientación de la educación ecuatoriana se origina en el hecho de que a la emergente clase comercial y financiera de la Costa sí le interesaba incrementar la productividad de sus haciendas y plantaciones mediante el concurso de una mano de obra de mayor calificación, actitud diferente a la de los terratenientes conservadores serranos, para quienes la miseria y la ignorancia de los campesinos constituía el principal factor de su seguridad material y hasta de su prestigio social. Percepciones que se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX.
 
2. La Revolución liberal y la educación
 
Las reformas liberales en la educción no llegaron a significar un sólido soporte para la constitución de un sistema científico-técnico en el Ecuador.
 
La explicación de que esto aconteciera se tiene que localizar en que las universidades, principales instancias para impulsar ese sistema mediante la investigación académica, únicamente experimentan cambios formales en los tiempos de hegemonía del liberalismo.
 
No obstante que se introducen posiciones más cercanas a la ciencia como el positivismo y el racionalismo, tales inclusiones resultan por lo general en un discurso grandilocuente y retórico que termina por reinsertar el espíritu escolástico y dogmático de la universidad colonial. A escala latinoamericana, este fenómeno ha sido acertadamente identificado como “escolasticismo cientificista” (Oscar Maggiolo).
 
Nuevamente la falta de demandas del aparato productivo jugará un papel paralizante. Conforme se conoce, la exportación de cacao se inició en la época del colonialismo ibérico y se dinamizó en el último tercio del siglo XIX mediante la utilización extensiva de recursos naturales y mano de obra. Por su lado, la expansión del cultivo del banano después de la II Guerra Mundial, si bien requirió de mayores inversiones en tecnología, no es menos cierto que esta podía ser provista por la mecánica de la importación, según la pauta básica del liberalismo y la primera división internacional del trabajo implantada a escala internacional por Inglaterra desde fines del siglo XVIII.
 
Esta matriz económica e ideológica predominará en el Ecuador hasta la década de los 60 del siglo pasado, habituando a nuestra sociedad al consumo de manufacturas producidas externamente y, por lo mismo,  virtualmente sin ninguna contribución de la inventiva nacional. Si de algún cambio puede hablarse en las universidades en tiempos del predominio del modelo agroexportador, este correspondería al incremento de carreras para la formación en profesiones liberales, útiles para el funcionamiento y reproducción de una sociedad esencialmente estática y la consolidación del status de sectores sociales medios.
 
Por lo demás, conviene recordar que la República liberal, convertida después de la entente del liberal manabita Leonidas Plaza con los terratenientes serranos en un órgano funcional a esos intereses coaligados, mal podía auspiciar, salvo en términos de excepción (como la nueva fundación de la Politécnica Nacional por José María Velasco Ibarra), un verdadero proyecto de autonomización científica y tecnológica.
 
Bajo estas circunstancias, el largo funcionamiento de la economía ecuatoriana dentro de un esquema económico centrado en la agroexportación más bien terminó reinsertando en los institutos superiores viejos vicios de la enseñanza/aprendizaje fundada en el magister dixit: dogmatismo, memorismo, generalismo, acriticidad.
 
3. El modelo cepalino y la educación
 
Las aludidas deformaciones de la educación superior no se resolverán de manera significativa en el marco de la estrategia de sustitución de importaciones preconizada por la CEPAL e impulsada en el Ecuador especialmente en el decenio de los 70 del pasado siglo a la sombra del boom petrolero de esos años.
 
Y sucedió de este modo porque las acciones decididas para apoyar tal proceso –específicamente las instrumentadas por el gobierno del general Guillermo Rodríguez Lara (1972-76) y la tecnocracia cepalina de la época-  no desbordaron el ámbito de la política económica convencional: elevación de aranceles; construcción de infraestructura física y energética; tipo de cambio favorable para la adquisición de maquinaria, repuestos e incluso materia prima; créditos preferenciales para la industria; capacitación de la mano de obra a través del SECAP… Medidas proteccionistas y de fomento sin duda necesarias desde el enfoque desarrollista/intervencionista prevaleciente, aunque insuficientes para una ampliación y tonificación duradera del mercado interno que solo podía provenir de una reforma agraria radical que liquidara al latifundismo parasitario.
 
No obstante, podría decirse  que el modelo industrialista sustitutivo tuvo algún impacto favorable en las universidades al proveerlas de sustento para la creación de nuevas carreras, como la ingeniería industrial y la petrolera, cuya implantación permitió que cuadros profesionales ecuatorianos se familiarizaran con la gestión de tecnologías necesarias. Pese a ello, cabe subrayar que el país siempre estuvo distante de la constitución de la “masa crítica” académica desde la cual los países centrales despegaron a su conversión en entidades económicas y políticas centradas y autodeterminadas.
 
4. Fundamentalismo liberal y funcionalización de las universidades   
 
Al analizar la educación universitaria en Latinoamérica, el investigador argentino Jorge Sábato encontró que esta logra sus mejores resultados cuando surge de acciones coordinadas y al mismo tiempo paralelas del Estado, la empresa privada y los institutos superiores. El elemento articulador entre esas instancias solo puede ser un genuino proyecto nacional y democrático vinculado a esquemas regionales/subregionales de integración/integradora.
 
¿Qué ha acontecido en el Ecuador en las tres últimas décadas signadas por la hegemonía del neoliberalismo y sus fórmulas extranjerizantes y desinstitucionalizadoras?
 
Agotados los auges petroleros de los 70 con su deriva desarrollista/ intervencionista, a partir del “shock” continental de la deuda de 1982 las distintas administraciones ecuatorianas –con independencia de sus etiquetas político/ideológicas- emprenderán por la ruta de los ajustes fiscales recesivos sugeridos/impuestos por el FMI, una de cuyas víctimas principales fueron los presupuestos para la educación en general y para las universidades en particular; línea de política económica complementada con las reformas estructurales de corte capitalista y promonopólico preconizadas por entidades como el Banco Mundial y la OMC, con eje en la privatización de las empresas públicas rentables y en el aperturismo comercial y financiero.
 
Desde ambas vertientes, el objetivo cardinal de las agencias multilaterales no ha sido otro que favorecer al capital imperialista o “subimperialista” presionando a países periféricos como el Ecuador para que abandonen toda iniciativa de autocentramiento y se adapten de modo irrestricto al redivivo “modelo inglés” de división internacional del trabajo, es decir, a una condición de proveedores al mercado mundial de bienes primarios agrícolas, minerales, energéticos (particularmente petróleo y gas natural) y bioderivados. En suma, a un modelo neocolonial extractivista, excluyente y contaminante.
 
Esta estrategia/modelo regresivo tendrá su correlativo impacto en el desenvolvimiento de las universidades y politécnicas ecuatorianas.
 
Al respecto, en nuestro trabajo “El desembarco invisible.- Ensayo sobre la funcionalización de las universidades” (www.alainet.org/active/23016&lang=es), elaborado el año 2006, apuntábamos:
 
“El desdibujamiento del último proyecto nacional –el industrialista impulsado por Rodríguez Lara- ha dado paso a una paulatina implantación del paradigma neoliberal y reprimarizante, en primer término en la esfera económico/financiera y posteriormente en ámbitos como el educativo universitario. Las consecuencias en/para este sector habrían sido del tenor siguiente:
 
·        Crecimiento inusitado de las universidades, la matrícula y las carreras en atención a las denominadas “señales del mercado”… Mercado que, en su dimensión laboral, denota una irresistible contracción en razón de la propia lógica excluyente del modelo transnacional
·        Carencia o improvisación de los soportes académicos y de infraestructura en la mayoría de universidades nuevas
·        Sustitución de la investigación académica por la consultoría
·        Evaluación de los docentes y estudiantes con criterios cuantofrénicos
·        Precaria o inexistente actividad editorial
·        Frecuentes casos de mercantilización de calificaciones, diplomas y títulos
·        Precarización del empleo para los profesionales tanto en el sector público como en el privado
·        Éxodo masivo de profesionales, fenómeno que en la práctica supone una forma oculta de subsidio que provee el país a empresas y estados extranjeros…”
 
Este orden de orientaciones y consecuencias sería convalidado para el sistema universitario mediante la aprobación y puesta en marcha por el CONESUP,   a partir del 2005, del Proyecto Tuning-Ecuador, con eje en la denominada educación por competencias.
 
5. La propuesta de la SENPLADES: una fuga hacia adelante
 
El régimen de Rafael Correa, a través del antedicho Anteproyecto de Ley de Educación Superior de la SENPLADES, un farragoso texto inspirado en una variante del fundamentalismo liberal denominada neoinstitucionalismo, elaborada por autores neoclásicos como Douglas North y Joseph Stiglitz, pretendería perpetuar la lógica integrista del mercado también en nuestros centros superiores.
 
Cosas de nuestro anecdotario histórico, este intento “correísta” ha puesto a tramitarse cuando la Revolución Ciudadana -envuelta en innumerables e irresolubles conflictos- hace aguas por todos sus costados.
 
- René Báez, economista ecuatoriano, es catedrático de la Universidad Central e integrante del Foro Mundial de Alternativas.
Exposición en la mesa redonda sobre el tema “El Anteproyecto de la SENPLADES”, evento organizado por la Dirección de Investigación y Posgrados de la Universidad Central y cumplido en el Paraninfo de la Facultad de Economía el 22 de julio del 2009. 
https://www.alainet.org/pt/node/135326
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