La búsqueda de alternativas a la militarización

30/06/2009
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Contribución a los debates sobre “Integración regional: una nueva oportunidad frente a la crisis”.

La crisis general que hoy atraviesa el sistema político y social imperante es también una buena oportunidad para discutir estrategias de los pueblos destinadas a avanzar desde la soberanía y la integración en la búsqueda de alternativas a los problemas más urgentes de las mayorías populares.

Esta búsqueda que ha de extenderse a todos los campos de la vida económica, política, social y cultural es particularmente válida en lo que se refiere a las acciones y estrategias destinadas a enfrentar las políticas imperiales de guerra y militarización que venimos denunciando como parte inseparable de la estrategia integral de dominación y explotación de nuestros pueblos.

Y la pregunta que nos planteamos es en qué medida los actuales procesos de integración regional ofrecen mayores posibilidades para enfrentar la estrategia imperial en el plano militar y abrir nuevos caminos para la denuncia y rechazo de las doctrinas de seguridad y defensa elaboradas por el Pentágono y que se vienen aplicando desde hace décadas en nuestro continente a contramano de los verdaderos intereses de nuestros pueblos y países.

El Consejo de Defensa Sudamericano, creado por Unasur es un buen ejemplo a analizar. Lo es también la defensa de la institucionalidad democrática en Bolivia, y la investigación de la masacre de Pando, resuelta asimismo por Unasur. Otras medidas adoptadas por países de la región como la determinación del gobierno ecuatoriano de poner fin al uso por el gobierno de Estados Unidos de la base de Manta, o la decisión del gobierno argentino de re-estatizar la Fábrica Militar de Aviones en la provincia de Córdoba (que con la anterior política de privatizaciones había sido concesionada a la empresa norteamericana Lockheed Martín una de las principales proveedoras del Pentágono) deberían ser parte de nuestra reflexión.

Consignar estos hechos positivos y reconocer las posibilidades de avance y diálogo constructivo con los gobiernos de la región de ninguna manera presupone renunciar al reclamo por otras situaciones pendientes. Por el contrario, para seguir avanzando es imprescindible insistir, por ejemplo, en el rechazo a  las maniobras conjuntas de fuerzas latinoamericanas bajo la dirección del Pentágono yanqui como las Panamax (relacionadas con el control militar del canal interoceánico), o las realizadas recientemente en Mayport, Florida en la sede de la IV Flota.  E insistir asimismo en el retiro de las tropas extranjeras de Haití y el desmantelamiento de todas las bases militares imperialistas emplazadas en nuestros países.

Las maniobras conjuntas en la sede de la IV Flota

Por su magnitud, complejidad, lugar de emplazamiento y oportunidad de realización, estas maniobras merecen una atención especial.

Identificadas como Unitas Gold 50-09, Partnership in the Americas y Tradewind 2009, tuvieron lugar desde el  20 de abril al 5 de mayo del 2009 y fueron consideradas por el Comando Sur del Pentágono como una verdadera “Cumbre Militar de América” en las que participaron, bajo la dirección del Comando Sur y en coordinación con el Comando Norte, diez países de la región  (Argentina –en calidad de observadora según aclaró el Ministerio de Defensa- , Brasil, Canadá, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, México, Perú, Uruguay) y unidades de las Armadas de Francia y Alemania.

Según indica el investigador  cubano Antonio J. Guardado Azaret, (ver el trabajo publicado en: http://www.ceid.cubaweb.cu/cumbre_militares_amer.htm) son, en la historia de los operativos Unitas, las más complejas maniobras realizadas hasta la fecha por la magnitud, la multi integración de ejercicios, los componentes militares y la participación multinacional y, significativamente, comenzaron un día después de concluida la V Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago (abril de 2009).

Las maniobras, desarrollaron tres ejercicios en uno, con la participación de más de 30 buques de superficie, dos submarinos, cerca de medio centenar de aeronaves y más de 10.000 hombres, en operaciones de: combates navales, interdicción marítima, defensa aérea,  desembarcos anfibios, misiones de operaciones especiales, simulacros de incendios y rescate de embarcaciones en dificultades y operaciones humanitarias.

Son sin duda una muestra de la continuidad de la política de fuerza de los Estados Unidos para mostrar a la región y al mundo cuáles son sus prioridades en materia de  seguridad y defensa. Igualmente significativo es que tengan como escenario la sede de la IV Flota y el Mar Caribe en proximidad de las costas de Cuba y Venezuela.

Diversos  analistas visualizan estas maniobras como un desafío a la voluntad expresada por los gobiernos de Unasur al constituir el Consejo de Defensa Sudamericano con el expreso objetivo de tomar distancia de las estrategias de seguridad del Pentágono y establecer los intereses propios de seguridad de los países de la región.

En camino al Consejo de Defensa Sudamericano

Aunque la voluntad de crear el Consejo de Defensa Sudamericano tomó cuerpo en la reunión constitutiva de Unasur que tuvo lugar en Brasilia el 23 de mayo de 2008, ya desde años anteriores empezó a circular entre los gobiernos de América del Sur la idea de una alianza militar sin Estados Unidos. Y existen  estudios sobre el tema que, analizando los antecedentes del CDS, se remiten a la contradicción objetiva entre la política de expansión e intervencionismo  de los Estados Unidos y los intereses de los países y pueblos de la región sometidos a la dependencia y el saqueo imperial.

Preguntándose si está en marcha una nueva concepción de la Defensa en Sudamérica,
el investigador argentino Gustavo Lahud hace notar que existe “una creciente tendencia hacia la desinstitucionalización de las relaciones político-diplomáticas hemisféricas, cuyo principal indicador ha sido la progresiva erosión del papel desempeñado por la Organización de Estados Americanos (OEA) en el proceso político regional”. Esto que hace pocos años aparecía como una tendencia, hoy está a la vista de todo el mundo con lo ocurrido en la XXXIX Asamblea General de la OEA en San Pedro Sula donde, mediante una histórica resolución, fue anulada la inmoral exclusión de Cuba que las sucesivas administraciones estadounidenses impusieron durante 47 años. Al respecto el sociólogo Atilio Borón subraya que “la resolución es un síntoma de los grandes cambios que han tenido lugar en el panorama sociopolítico de América Latina y el Caribe en los últimos años (y) cuyo signo distintivo es la persistente erosión de la hegemonía norteamericana en la región”.

Aquí es oportuno recordar que, desde hace décadas, existe en el esquema institucional de seguridad interamericano una agencia llamada Junta Interamericana de Defensa (JID), anterior incluso a la creación de la OEA; y que mucho más adelante, en 1995, apenas seis meses después de la I Cumbre de las Américas (Miami, diciembre de 1994) Washington instaló la  primera reunión de Ministros de Defensa del continente (Williamsburg, Virginia, julio de 1995) como un foro bianual de consulta y concertación a través del cual lleva adelante sus políticas de seguridad asociadas a la promoción del ALCA. Políticas que fueron profundizadas por la administración Bush, especialmente a partir del 11 de septiembre de 2001 (atentado a las torres gemelas) con la llamada Doctrina de Seguridad Preventiva que estipula la necesidad de responder a nuevas amenazas  relacionadas con la lucha contra el terrorismo como uno de los grandes desafíos políticos y militares a encarar por los EE.UU..  En ese contexto –señala Lahud- el centro del vínculo estratégico militar con el Hemisferio estuvo protagonizado por el Comando Sur y las reuniones bianuales de Ministros de Defensa del continente.

En tiempos más recientes fue creado el denominado Comando Norte con sede en suelo estadounidense y con despliegue y operatividad sobre el conjunto del espacio geopolítico del América del Norte, a la vez que se produjo un redimensionamiento de la estrategia político-militar del Comando Sur con la consolidación de fuerzas de despliegue rápido (Forward Locations Operations) con presencia de personal militar y civil fundamentalmente vinculados a la áreas de Inteligencia militar y policial, con importantes bases militares, un fuerte financiamiento y signos evidentes de militarización de la vida político institucional de la región.

Entre los hechos ocurridos en el período previo a la decisión de Unasur de establecer sus propias políticas de seguridad y defensa, es necesario además anotar, por una parte el creciente despliegue militar del Pentágono en la región que incluye las maniobras conjuntas, los operativos “humanitarios”, la reactivación en julio de 2008 de la IV Flota de Guerra, el Plan Colombia con inversiones considerables de los EE.UU. en el aparato militar y de seguridad colombiano, la incursión colombiano-estadounidense en territorio ecuatoriano; pero también, por otra parte, es importante evaluar las históricas diferencias existentes entre los países latinoamericanos y los Estados Unidos, a lo que se agrega una desconfianza creciente de los gobiernos ante las amenazas y las intervenciones directas de los Estados Unidos en la región que ponen en duda el sistema mismo de seguridad implementado según las concepciones del Pentágono. Un ejemplo concreto de a quién protege esa “seguridad hemisférica” estuvo a la vista durante la Guerra de Malvinas cuando, haciendo caso omiso del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), Washington se alineó con la Corona Británica contra los derechos soberanos de Argentina en los archipiélagos del Atlántico Sur.

¿Qué propone el CDS?

El Consejo de Defensa Sudamericano, creado en diciembre de 2008, se constituye con los ministros de Defensa de los doce países de Unasur (Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Surinam, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela)  con el objetivo declarado de fortalecer la confianza mutua mediante la integración, el diálogo y la cooperación en materia de defensa buscando avanzar en una política común de Defensa para el continente”.

El CDS, según declaraciones del Ministro de Defensa de Brasil, no supone una alianza militar convencional, como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sino un foro para promover el diálogo entre los ministerios de Defensa de la región.  La propuesta es crear un mecanismo de integración que permita discutir las realidades y necesidades de Defensa de los países suramericanos; reducir los conflictos y desconfianzas, y  garantizar la estabilidad en una región codiciada por sus importantes reservas de agua, recursos energéticos y alimentos, así como "prevenir" situaciones como la crisis provocada por la reciente incursión de tropas de Colombia en territorio ecuatoriano.
En opinión del ministro de Defensa de Chile, anfitrión de la primera reunión del CDS en marzo de 2009, la creación del Consejo de Defensa Sudamericano marca un "hito histórico" en las relaciones entre los países de la zona y agregó además que no será una alianza militar clásica ni organizará un Ejército propio.  Chile también ha propuesto, junto con Argentina, transparentar la información sobre gastos e indicadores económicos de la Defensa, uno de los aspectos más controvertidos tomando en cuenta la desconfianza que provoca en algunos países el aumento del presupuesto militar de algunos de sus vecinos.
Por su parte la ministra argentina de Defensa ha señalado entre los principios hasta ahora consensuados que se espera guíen la actuación del CDS, la ratificación de la plena vigencia de las instituciones democráticas, el respeto irrestricto a los derechos humanos y el ejercicio de la no discriminación en el ámbito de la Defensa; el reconocimiento de la subordinación constitucional de las instituciones de la Defensa a la autoridad civil legalmente constituida, así como el fomento de la defensa soberana de los recursos naturales de nuestras naciones. Ha propuesto además fomentar el intercambio en materia de formación y capacitación militar, facilitar procesos de entrenamiento entre las Fuerzas Armadas de los países de Unasur y promover la cooperación académica de los centros de estudios de defensa.

Al respecto es muy interesante la iniciativa del gobierno Argentino, presentada a los Ministros de Defensa de Unasur de crear un Centro Sudamericano de Estudios Estratégicos para la Defensa. Un Centro que tenga como objetivo primario la generación y difusión de un pensamiento geoestratégico auténticamente sudamericano, que contribuya a la construcción de una identidad sudamericana y a la consolidación de la región como una Zona de Paz; que Asimismo,  estaría conformado por expertos civiles y militares de nuestros países y funcionaría bajo la directiva y al servicio del Consejo Sudamericano de Defensa.

El gobierno argentino también considera necesario promover el establecimiento de un Colegio Sudamericano de Defensa. De concretarse esta idea ya no habría argumentos para que los países de la región siguieran enviando sus efectivos a capacitarse a la tristemente célebre Escuela de las Américas, escuela de asesinos a la que ya algunos países, entre ellos Argentina, han dejado de concurrir.

Por lo dicho hasta aquí es razonable concluir que se ha inaugurado una nueva perspectiva de lucha contra la estrategia imperial de guerra y militarización; una posibilidad de avanzar, por ejemplo, en la resolución pacífica de los conflictos  sin renunciar a la soberanía de los pueblos y países del área. Así lo demostró el exitoso tratamiento de la controversia entre Ecuador y Colombia en la reunión del Grupo de Río a raíz de la incursión militar colombiana en territorio ecuatoriano en marzo de 2008.
 
La fortaleza militar en Malvinas y la descolonización del Atlántico Sur

En ese contexto, creemos que es el momento de llevar a cabo una fuerte ofensiva político-diplomática -como la que plantea Ecuador al anunciar su retiro del CIADI- ofensiva que seguramente contaría con el compromiso de las fuerzas populares de Argentina y de toda Latinoamérica para acabar con esa rémora del siglo XIX que es la ocupación colonial de las Islas Malvinas y otros archipiélagos del Atlántico Sur por parte de la Corona Británica.

Y en virtud de los objetivos declarados por Unasur, así como por la práctica desplegada en su corta existencia, es probable contar con el apoyo de esta nueva experiencia latinoamericana de integración, y no solamente por solidaridad, sino además porque la gran Fortaleza militar con aptitud nuclear, instalada por la OTAN en 1985 en nuestras Malvinas constituye un peligro real para todos los países de la región y una violación flagrante de la resolución de la Asamblea General de la ONU que insta a hacer del Atlántico Sur un océano de paz. No tenemos duda de que también nos apoyarán los gobierno del ALBA y los países latinoamericanos que integran el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas.

Y esperamos asimismo contar con la solidaridad activa de la Red internacional No Bases y de las Redes y Campañas continentales de lucha contra el ALCA, la deuda y la militarización que confiamos compartirán nuestra esperanza de llegar al bicentenario del primer grito de independencia de Nuestra América con la recuperación pacífica de los archipiélagos usurpados en el Atlántico Sur y el desmantelamiento de la Fortaleza Malvinas.

La lucha contra la militarización y la guerra no acabó

Como queda dicho, al hablar de estas nuevas posibilidades para la batalla por la paz, no estamos pensando en esperar que la situación evoluciones por sí misma, sino todo lo contrario. Es el momento de ir por más. Porque el imperialismo no abandona su estrategia. La política de guerra, y saqueo de nuestros pueblos es inherente a su propia naturaleza.

El gobierno de los Estados Unidos acaba de sufrir una histórica derrota en la OEA y muy poco después el Presidente Obama pronuncia un discurso en El Cairo con muchas palabras de paz que jamás hubiéramos escuchado de su antecesor. Pero, por ahora sólo se trata de buenas palabras.

Los hechos indican que la militarización sigue siendo “la herramienta privilegiada de la política estadounidense en el siglo XXI, para garantizar el acceso y monopolización de los recursos naturales estratégicos, para disuadir o reprimir las resistencias, para enfrentar la formación de bloques hegemónicos alternativos y para promover un cambio de normatividades que favorezca los intereses de los grandes capitales y de las estrategias globales del Estado norteamericano” según señalan las conclusiones del VI Encuentro Hemisférico de Lucha Contra los TLCs y por la Integración de los Pueblos, realizado en La Habana, Cuba, del 3 al 5 de mayo 2007.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton tuvo que asistir a la derrota del imperio en la OEA, pero en esa misma gira va a América Central para reafirmar el militarista plan B para el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que George Bush rebautizó pocas semanas antes de terminar su mandato como “Caminos para la Prosperidad en las Américas”, como bien lo señala una reciente declaración de la Red Mexicana contra el Libre Comercio. La REMALC  denuncia que dicha iniciativa que Washington presenta como “una plataforma estratégica para ampliar las oportunidades económicas, promover la justicia social, y generar una competencia sana a fin de promover un progreso real”, contiene el mismo proyecto de la Alianza de Prosperidad y Seguridad de América del Norte (ASPAN) que los tres mandatarios del TLCAN firmaron en el rancho de Bush junior en agosto de 2005. Su contenido real es libre comercio más doctrina yanqui de la “seguridad hemisférica” y según la definición de la REMALC, se trata de un “nuevo” acuerdo político-estratégico para asegurar los intereses del capital trasnacional y la hegemonía estadounidense. Esto es lo que ahora Washington de la mano de Hillary Clinton quiere expandir a todo el continente.

“En suma, bajo la ASPAN se trata de profundizar el modelo neoliberal (esta es la
prosperidad) y escalar y expandir la militarización de la región (esta es la seguridad) que, dado el desprestigio y rechazo a los tratados de libre comercio o al ALCA, no pasa por una negociación ni verificación de congresos, sino en una imposición política que violenta el llamado Estado de Derecho que tanto pregonan de manera retórica”.

En definitiva, el ALCA es un cadáver pero hasta ahora no pudimos enterrarlo. Derrotamos al imperio en la OEA, pero Cuba sigue soportando el inmoral y anacrónico bloqueo. La integración regional avanza y algunos enclaves militares extranjeros deben buscar nuevo emplazamiento. Pero la IV Flota de guerra de EEUU sigue patrullando nuestras costas. Todavía hay mucho por hacer. El desafío es grande. La lucha continúa. No hay otra forma de defender la vida.

https://www.alainet.org/pt/node/134710?language=es
Subscrever America Latina en Movimiento - RSS