Prensa y escándalos de corrupción en Costa Rica 2004

30/05/2007
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Notas para una lectura sociológica desde la Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermas[1]

Porque si una función económica de la fotografía es llevar a las masas, por medio de elaboraciones de moda, elementos que se hurtaban antes a su consumo (la primavera, los personajes célebres, los países extranjeros), una de sus funciones políticas consiste en renovar desde dentro el mundo tal y como es.


Con otras palabras, en renovarlo según la moda
.


Walter Benjamín, El autor como productor

 
 
Axis mundi
 

Entre abril y noviembre del 2004 la prensa nacional costarricense, especialmente el grupo Nación S.A. y Teletica S.A., se encargaron de desmembrar ante un público (en ocasiones perplejo, en otro morboso y en otro desesperanzado) las complicidades de algunos “políticos-empresarios” de renombre en el país (incluyendo figuras ex-presidenciales). Dichas complicidades han sido el manejo de influencias, el pago astronómico de comisiones, etc.; a las cuales llama la vox populi: “corrupción”.

 Es en este panorama marcado por el desprestigio de la “clase política”, de los partidos mayoritarios nos abocamos en una crisis (entendida como transformación) del sistema democrático (descomposición) y más grave en presencia de una cada vez más apremiante tendencia a la descomposición social[2].
 
Las preguntas se deberían estar anunciado desde las instancias epistémicas de la población, no obstante no se articulan o si se dan no se escuchan.
 
En términos sociológicos deberíamos preguntar al menos: ¿Vivimos una decadencia de “nuestro” proyecto societal? ¿Qué intereses se articulan bajo las apariencias de “limpieza” potenciadas por las actitudes periodísticas? ¿Cuál es la ética del discurso dominante? ¿Cuál el contestatario?
 

En otras palabras, ante la vorágine existen (al menos) dos actitudes posibles (a) asumir críticamente, (b) ir a la deriva. Esta última seduce. Como acusa el crítico de la modernidad:

“...la sensación de estar atrapado en una vorágine en que todos los hechos y los valores se arremolinan, explotan, se descomponen, se recombinan; la incertidumbre básica sobre lo que es fundamental, lo que es valioso, hasta lo que real; el estallido de las esperanzas más radicales en medio de sus radicales negaciones” (Berman; 1991: 119)

 
Por ende, en las siguientes páginas el o la lector(a) encontrará algunas huellas que le puedan servir como corolarios para asumir críticamente el material digerido de manera conciente y/o inconsciente. Para ello, se utilizará como marco de análisis la propuesta de la Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermas.
 
Cabe aclarar que este artículo pretende plasmar elementos conceptuales que le permitan al o la lector(a) hacerse de algunas herramientas categoriales para de-construir (y reconfigurar críticamente) la batería informativa generada por la prensa nacional. Así, el presente escrito no tiene carácter restrictivo, si no, didáctico y propositivo[3] que permita reconstruir (comprender) dicho material periodístico. 
 
Oxímoros
 
¿Qué papel juegan los medios de comunicación, en especial la prensa escrita en la generación y despliegue de representaciones sociales? Más aún ¿Median en la articulación de una ética discursiva crítica frente al material “periodístico”? ¿Qué nos aporta Habermas para la resolución de estas interrogantes?
 
En primer lugar Habermas acusa:
 

“El perfeccionamiento de las técnicas de comunicación y tránsito tiene una importancia muy distinta para el cambio a largo plazo del horizonte de nuestra experiencia cotidiana. Los viajeros que emplearon, en 1830, los primeros ferrocarriles habían narrado ya sus nuevas percepciones del espacio y el tiempo. En el siglo XX, el automóvil y la aviación civil aceleraron todavía más el tráfico de personas y el transporte de bienes de consumo y redujeron también —de modo subjetivo— las distancias. Nuestra conciencia del tiempo y el espacio ha sido transformada de otro modo por las nuevas técnicas de transmisión, acumulación y procesamiento de datos e informaciones. En la Europa de fines del siglo XVIII la impresión de libros y periódicos contribuyó al nacimiento de una conciencia histórica global y dirigida al futuro. A fines del XIX, Nietzsche se lamentaba del historicismo de una élite ilustrada que todo lo convertía en presente. Mientras tanto, la separación entre el presente y un conjunto de pasados, que nuestra vista cosifica, se ha apoderado de las masas de turistas ilustrados. El periodismo masivo es también resultado del siglo XIX; pero el efecto "máquina del tiempo" que producen los medios impresos se ha incrementado por la fotografía, el cine, el radio y la televisión. Las distancias espaciotemporales ya no se "superan": desaparecen sin dejar huella en la presencia ubicua de realidades virtuales. La comunicación digital supera finalmente a todos los otros medios en alcance y capacidad. Cada vez más individuos pueden obtener más rápido cantidades diversas de información, procesarlas e intercambiarlas simultáneamente a través de grandes distancias. Todavía no podemos apreciar las consecuencias intelectuales de Internet, que se opone de modo más decisivo a las costumbres de nuestra vida diaria que un nuevo aparato electrodoméstico” (Habermas, Nuestro Breve siglo, texto extraído de la web, ver bibliografía)

 

Habermas nos indica en la cita anterior a tres fenómenos sociológicos propios de la modernidad y que a nuestro juicio operan aún, a inicios del siglo XXI:

            1.      La percepción homogénea del tiempo y el espacio donde cada vez el proceso de aceleración es mayor y crea perplejidad al     ciudadano medio que es bombardeado y saturado.


2.      La sociedad basada en la información gesta experiencias ansiógenas y de incertidumbre que potencian y reoperan en las capacidades críticas de su pensamiento, dando como resultado una población consumista de información pero con criterios pobres para tal recepción[4].

3.      La noticia se petrifica y se transmuta en mercancía informativa, que adquiere su valor de signo sobre el de cambio y uso[5].

 Así, frente al bombardeo mediático dado entre abril-noviembre 2004, respecto a los escándalos de corrupción y dádivas exorbitantes de políticos-empresarios, nos encontramos ante la capacidad de sugestión de las masas vivenciada en la fórmula de la anti-corrupción a través de la denuncia periodística.
Esta presenta una estatización de la corrupción política y una alternativa en la politización de los medios periodísticos, que permite la recepción colectiva predispuesta a la dirección burocrática de su conciencia en esta denuncia mediática y masificada a través de un goce social, instructivo y crítico.
 
Al denunciar los actos de corrupción se asiste a la vez a una deslegitimación de las bases materiales de la democracia sustantiva y la cancelación simbólica valorativa de la sensibilidad democrática. Se gesta una doble pérdida: su carácter de testimonio sociohistórico y la demolición del mito democrático costarricense.

Esta banalización de la democracia costarricense gestada desde la palestra periodística hace que se sustituyan los valores solidarios y democráticos por un nuevo valor: el expositivo. Es decir, hay una transformación de la experiencia cultural política. Una readecuación sustantiva de la percepción y la recepción sociopolítica del Estado costarricense en su institucionalidad (la política/poder constituido) y aún más profundo una resignificación de la sociabilidad fundamental (lo político/poder constituyente).

 La noticia se presta al goce fetichista. Las noticias sobre corrupción son cosificadas y adquieren un carácter expositivo; otra mercancía entra en la competencia de su propia economía política, a saber, la informativa.

¿Qué nos aporta Habermas para la resolución de estas interrogantes? En primer lugar, Habermas aspira con su Teoría de la Acción Comunicativa (TAC) a una reflexión no parcelaria de lo social histórico[6].

 La TAC de Habermas se puede expresar, sucintamente, como una teoría crítica de la sociedad. Su modelo es la relación “Sujeto-Sujeto”, es decir, intersubjetiva. Rompe con el modelo cartesiano donde un sujeto establece una relación monológica con el objeto; apelando, más bien, a la estructura dialógica del lenguaje como fundamento del conocimiento y de la acción.
 
De allí surge el concepto de acción comunicativa donde la racionalidad está dada por la capacidad de entendimiento entre “sujetos competentes de lenguaje y acción” mediante actos de habla cuyo trasfondo es un “Mundo de la Vida” de creencias e intereses no explícitos y acríticamente aceptados por las comunidades de comunicación.
 
Lo cual permite al investigador escapar de la objetivación cosificante y apostar por un juego epistémico comprensivo y cooperante. En otras palabras, TAC aspira una ciencia óntica dirigida por principios éticos del discurso, tanto de los sujetos involucrados en relaciones sociales que se estudian como de la actitud e implicaciones del investigador (sus precomprensiones)
 
¿En qué consiste esta “acción comunicativa”\' y cuál es su utilidad para el presente artículo? Dice Habermas:

"Este concepto de racionalidad comunicativa encierra connotaciones que, en su esencia se fundan en la experiencia central del discurso argumentativo que produce la unión sin coacción y que crea el consenso, proceso en el cual los diversos participantes logran dejar atrás sus creencias, primeramente solo subjetivas y, gracias a la experiencia común del convencimiento motivado racionalmente adquieren la certeza, simultáneamente, de la unidad del mundo objetivo y de la intersubjetividad del contexto en que desarrollan sus vidas." (Habermas; 1987: vol. I, pág.28.)

 En otras palabras, para Habermas el lenguaje[7] adquiere tres alcances indispensables en su TAC a) es objetivo, b) con él los interlocutores se transmiten información; permitiendo un análisis estructural de los enunciados y sus intencionalidades, es decir, su sintaxis y semántica] y c) se encuentra entronizado en el Mundo de la Vida[8].

Por otra parte, Habermas especifica cuatro tipos de “acción” que suelen intervenir en la teoría social (a) la acción teleológica[9], (b) la acción regulada por normas, (c) la acción dramatúrgica, y (d) la acción comunicativa (Habermas; 1987:122ss).
 
Así, para el autor de la TAC, las acciones comunicativas son aquellas “orientadas al consenso” (verständigungsorientiert), donde dos sujetos capaces de lenguaje y acción entablan una relación interpersonal.
 
Acerbo Líquido
 

Sociológicamente el espacio público se comprende como un espacio epistémico donde se edifica colectivamente opinión pública. Todos los sujetos hablantes están potencialmente convidados a participar, pero cada sujeto aporta cuotas diversas de opinión que se ven estructuralmente constituidas por tramas sociales asimétricas. Toda conversación en la que los individuos se reúnen como público se constituye una porción de espacio público (reuniones familiares, el almuerzo en la oficina, un café en una soda, una mesa de discusión, una mesa de tragos, una fiesta, un acto religioso, etc.) Dicho comportamiento se da cuando se reúnen y acuerdan libremente, sin presiones y con la garantía de poder manifestar y publicar libremente su opinión, sobre las oportunidades de actuar según intereses generales (i.e. la corrupción en Costa Rica, la selección nacional, etc.) Por eso el espacio de la opinión publica[10] se comprendería como un contexto de interacciones simbólicamente mediadas. Donde cada sujeto constructivamente se identifica y posee identidad. La opinión pública conquista diversos caracteres y alcances: políticos, literarios, ociosos, libidinosos, estéticos, científicos, etc.


El carácter político de la opinión pública dice sobre las disputas públicas tienen que ver con objetos que dependen de la praxis del Estado, primordialmente. Por ello, cuando el ejercicio del dominio político se subordina efectivamente a la demanda pública democrática, logra el espacio público político una influencia institucional en el gobierno. Adquiere con ello la noción de “opinión pública” tareas críticas y de control, que el público de los ciudadanos de un estado ejerce de manera informal frente al dominio estatalmente organizado. Acusa Habermas:
 

La «publicidad» propiamente dicha hay que cargarla en el haber del ámbito privado, puesto que se trata de una publicidad de personas privadas. En el seno del ámbito reservado a las personas privadas distinguimos, por consiguiente, entre esfera privada y publicidad. La esfera privada comprende a la sociedad burguesa en sentido estricto, esto es, al ámbito del tráfico mercantil y del trabajo social; la familia, con su esfera íntima, discurre también por sus cauces. La publicidad política resulta de la publicidad literaria; media, a través de la opinión pública, entre el Estado y las necesidades de la sociedad. (Habermas; 1981:68)

En otras palabras el antagonismo entre sociedad civil y estructura estatal impulsa una dialéctica en la que la prensa y los medios de comunicación social tienen un papel protagonista, al mismo tiempo que convierten los mensajes en mercancía y la función social de la comunicación, en instrumento de creación de riqueza y de influencia política. Es decir, se da un proceso de estatalización de lo público y una amenazante intromisión en todos los ámbitos de la vida del ciudadano que se ha apoyado en la transformación paulatina de los medios de comunicación en instrumentos de entretenimiento y dominación de las masas.
 
De la publicidad como información y manifestación de opinión ante un público lector que discute, se ha pasado a una situación en la que el público se ha escindido en minorías de especialistas no públicamente raciocinantes, por un lado, y en la gran masa de consumidores receptivos, por el otro. Con ello se ha minado definitivamente la forma de comunicación específica del público. ¿Medios de comunicación o medios de propaganda?[11] La noticia crítica es desplazada por la publicidad fabricada:
 
Como es natural, el consensus fabricado tiene poco en común con la opinión pública, con la unanimidad final resultante de un largo proceso de recíproca ilustración; porque el «interés general», sobre cuya base […] podía llegar a producirse libremente una coincidencia racional entre las opiniones públicamente concurrentes, ha ido desapareciendo exactamente en la medida en que la autopresentación publicística de intereses privados privilegiados se lo iba apropiando. (Habermas; 1981: 222)
 
Sin embargo, acercándonos críticamente a Habermas hemos de advertir que todo contenido transmitido en el espacio de opinión pública recobra significado a nivel de las acciones comunicativas concretas, y es allí donde los fines no son simplemente unilaterales [i.e. de los medios hacia el ciudadano] Sería ingenuo considerar el sentido unilateral técnico-intervencionista de los actos informativos negando la capacidad reflexiva del sujeto receptor.
 
En realidad se producen un efecto socializante entre los medios, su mensaje y el tamizaje intersubjetivo de personalidades nodos que decantan los contenidos recibidos. En otras palabras, las noticias de corrupción son filtradas por los medios y los ciudadanos las reciben y comentan con sus congéneres. En cada espacio epistémico hay “líderes locales de opinión” que influyen sobre la opinión de los oyentes [i.e. el jefe en la oficina, la madre, el amigo, el tabernero, el pulpero, el taxista, etc.] y como cada sujeto interactúa [en diversos espacios epistémicos] éste decanta y reflexiona el material, con lo que va gestando su propia cuota de grafía en la construcción de la representación socia. En algunos casos el sujeto “Juana” será oyente y en otros será “líder de opinión” ello dependerá de del estatus y rol social que juegue y el acceso a diversas interacciones sociales., con lo que las relaciones comunicativas se potencian significantes para las acciones humanas e involucran al sujeto con su estructura de personalidad, sus deseos, sus necesidades y sus puntos de vista.
 

Así el espacio de opinión pública se acusa a un proceso dinámico de gestación y despliegue de “razón crítica”. Siguiendo a Habermas, ésta sería la capacidad discursiva que surge de las razones de las personas privadas que piensan y expresan sus ideas, es decir, de los sujetos informados, con criterio. Por ello, la publicidad política no es algo aislado, sino que constituye una parte del proceso de sabiduría general posible por el intercambio comunicativo.

 
Codas
 

Antes de finalizar el presente escrito se ha de advertir una mirada crítica a la TAC de Habermas, pues:

  1. La acción comunicativa admite una disposición en el hablante a circunscribir la exploración de sus propios fines hasta no pasar por el beneplácito de los otros.
  2. Para ello el hablante debe tener alguna razón y esta sería el sentirse parte de una comunidad con aquellos de los cuales espera el anhelado consentimiento. Sentirse parte de una comunidad implica haber realizado ya un juicio de valor i.e. seguir siendo parte de dicha comunidad . Es decir, si la comunidad debe considerarse un fin por sí mismo, para ello se debe generar un espacio dialógico mediado por las normas de la comunidad a la que se avoque el hablante i.e. la familia, el barrio, la comunidad “costarricense” 
  3. Por lo tanto, si la acción comunicativa depende de este tipo relación social sería erróneo sostener que todas las relaciones sociales están constituidas por acciones comunicativas. Es erróneo pues considera las acciones comunicativas como suficientes del amalgama societal. El error habermasiano estriba en el abandono las consideraciones materiales de subsistencia de los entramados sociales y presupone sociedades modernas avanzadas. Por ello, su propuesta debe ser replanteada [no desechada] en el caso latinoamericano.
  4. Finalmente la TAC se quiere como un modelo ético universal cuyo trasfondo antropológico son hombres racionales. Para Habermas decir “hombre racional” implica únicamente su capacidad de argumentación. Esto es un problema dentro de nuestro análisis de la corrupción, pues la argumentación es estrictamente un discurso. Eso significa que Habermas cree que una persona prácticamente no puede usar el lenguaje en forma racional si no es en un proceso de argumentación, y si lo hace es como una derivación, de lo que él cree que es la argumentación en su sentido primario, y eso sería la argumentación discursiva entre diferentes personas. Obvia que en sentido pragmático las personas utilizan el lenguaje con alcances no argumentativos, lo cual niega las implicaciones del arte, o bien, del sentido orientador de mundo de las precomprensiones teológicas [i.e. Teología Latinoamericana de la Liberación]. Pero dentro del juego de representación de mundo corrompido en Costa Rica niega los alcances teleológicos que mueven las argumentaciones de los medios informativos, las reacciones irracionales-ansiógenas de la población media, la defensa de los implicados y sus estrategias de negociación con la fiscalía para obtener beneficios, etc.

Por tanto, una teoría crítica de acción comunicativa evidenciaría dentro de las situaciones informativas de corrupción dadas en Costa Rica entre abril-noviembre 2004 el carácter teleológico de las intervenciones en el mundo objetivo, por parte de grupos de interés [dentro de la asimétrica relación de fuerzas] donde algunos medios informativos como el Grupo Nación (i.e.) se avocan a conseguir una meta no clara para la población, sin embargo, con una metodología que les hace eficaces. Dicha consideración de acciones teleológicas en disputa dentro del espacio de la opinión pública implica tres niveles interpretativos:

 


a.         La independencia de los medios informativos, o bien, la tributación de los gacetistas a la maquinaria de la industria periodística, es decir, su dependencia hacia los intereses de los accionistas dueños de los medios de producción de los medios informativos

b.         El estado de cosas que hay que producir causalmente, es decir, la cadena causal de hechos periodísticos que adquieren un carácter pétreo fetichizado i.e. la noticia sobre la corrupción

c.         Su contraste con el mundo objetivo y su representación, o bien, la capacidad crítica frente a las representaciones de corrupción.

 

En resumen, la Costa Rica de inicios del siglo XXI es plural, donde coexisten estilos de vida diferentes que pueden causar fricción pero no incompatibilidad. En nuestra comunidad política no hay dioses ni demonios sino convicciones que pueden contradecirse unas a otras pero no son incompatibles, todas pueden (¿deben?) decidir los asuntos comunes [sin embargo hemos de tener en cuenta las mutilaciones de la apatía por lo político, es otra discusión

No podemos [ética, ni políticamente] sustraernos de la participación en el debate acerca de aquellas ideas-valores que son “válidas y socialmente aceptadas”, el no hacerlo es rendir tributo a una sensibilidad dominante[12]. ¿Vivimos engañados? ¿Una teoría crítica de la sociedad nos ayudaría a descubrir los intereses neoconservadores que se expresan y ocultan a través de ciertos medios de comunicación, que potencian un ethos basado en la satisfacción individual garantizada por los avances tecnológicos y las prácticas sociales hedonistas, animando los deseos de la libido polimorfo-perversa [por ello el recurso al escándalo político]?
 
Lo anterior desenfoca en la pregunta ¿La “masa” (el ciudadano medio) sucumbe al poder de la propaganda y la publicidad? Excediendo los límites de este artículo podemos decir que no es cierta la creencia en el poder absoluto de los medios de comunicación frente a sus receptores. Más bien los contactos personales son más macizos que los medios de comunicación. Además las lealtades políticas son en Costa Rica bastante estables en el tiempo y no modificables fácilmente [sin embargo, se percibe una tendencia al abstencionismo]. Por otra parte, las personas tienden a consumir aquellos contenidos que los medios de comunicación que confirman sus preferencias políticas previas. En otras palabras los mensajes se filtran a través de diversos mecanismos refractarios desde los medios a las personas a través de diversos intermediados denominados “líderes de opinión” con quienes mantenemos relaciones interpersonales de comunicación [i.e. amigos, profesores, familiares, vecinos, etc.]
 
En definitiva son las relaciones interpersonales nodos de opiniones, actitudes, hábitos y valores constituyentes de la estructura del mundo de la vida intersubjetivamente compartido. El carácter y alcances de dichas relaciones son las que dictan la recensión y reacción crítica o no de los costarricenses frente a los actos denunciados por los medios de comunicación entre abril-noviembre del 2004.
 
Notas


[1] Texto originalmente presentado en el curso Habermas y Teoría Social dictado por Roberto Fragomeno en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica entre agosto-diciembre 2004. Sede Rodrigo Facio.

  [2]Intolerante, in-solidaria, con tintes xenofóbicos
 
 [3] Las siguientes aseveraciones tienen un carácter hipotético provisional y no pretenden agotar la explicación de los fenómenos estudiados. El propósito es didáctico, a la vez, que una invitación hacia el examen en futuras investigaciones sobre estos tópicos. Lo neural en estas páginas es el potencial heurístico de esta herramienta analítica
 
 [4] Para una lectura sintética de la denominada Estética de la Recepción confrontar: Presas, Mario “La recepción estética” En: Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía: Estética. Vol. 25. Editorial Trotta. Consejo Superior de Investigación Científica. Madrid, 2003 (pp. 123-144) y; Sánchez Ortiz, Ricardo “La recepción de la obra de arte” En: Historia de las Ideas Estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas. Vol. II. La Balsa de Medusa-Visor. Segunda Edición. Madrid, 1999 (pp. 213-228)
 
[5] Ver mi artículo “Info-mercancía
 

[6] “(…) las ciencias sociales han intentado entender las modalidades, al parecer específicas, de la amplificación y de las prácticas asignativas y autoritarias de tal modo que establecen una separación entre el análisis de éstos ámbitos y la investigación de las otras relaciones sociales. Las subdivisiones de las disciplinas sociologicaza ahondado el foso entre la «economía», la política burocrática y otras relaciones sociales. Las teorías más generales, y en especial la Theorie des Kommunikativen Handels de Jürgen Habermas, han intentado de nuevo reunir y aglutinar de nuevo los fragmentos dispersos del análisis social, aunque reconociendo casi siempre las peculiaridades delas subesfereas relativamente autónomas” (Wagner; 1997: 318-319)

  [7] El lenguaje, en Haberlas, responde a una «pragmática universal» del lenguaje en relación con los tres ámbitos vitales de la realidad (siguiendo a Popper). A saber: «el mundo objetivo», que se refiere al mundo de la naturaleza exterior; «el mundo social», que alude al mundo normativo y al de la interacción, y «el mundo subjetivo». El último incluye las vivencias internas. No obstante, Habermas no considera el lenguaje cruzado por tensiones o fuerzas sociales como sí lo hacen otros autores (i.e.) Bajtin, Foucault.
 

[8] Al conectar el concepto de lenguaje con el de sociedad, y este con el de mundo de la vida como su horizonte, se abre la posibilidad de una teoría del lenguaje que concilie la acción con la interpretación. Habermas pretende que la noción de la racionalidad comunicativa está contenida implícitamente en la estructura del habla humana como tal y que significa el estándar básico de la racionalidad que comparten los hablantes competentes al menos en las sociedades modernas. Esto significa que aquél que comprende la relación interna entre los requisitos de validez y el compromiso respecto a dar y recibir argumentos se está comportando racionalmente. Y no solamente en una dimensión de relaciones lógicas entre proposiciones y acciones (coherencia) sino en una dimensión de relaciones dialógicas entre diferentes hablantes. Esto también implica que la racionalidad comunicativa es también una actitud racional específica que los individuos adoptan hacia otros y hacia sí mismos como una actitud de reconocimiento mutuo. Baste lo dicho para advertir que para Habermas el rasgo característico de los seres humanos es la racionalidad manifestada objetivamente en el lenguaje.

  [9] Las acciones teleológicas Habermas las distingue como acciones orientadas al éxito, las cuales al ser individuales son instrumentales y si son de carácter colectivas estratégicas. Para su TAC el autor considera estas acciones de un orden político, por ende, Strictu Sensu no aparecen de forma central en su modelo ético discursivo. No obstante, en el caso de América Latina las acciones estratégicas forman parte orgánica de los procesos de empoderamiento de movimientos sociales i.e. como el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil. Para el presente artículo estribaremos en el glaciar de una teoría crítica (la habermasiana) adaptada hacia el consenso y con una base material primer mundista (Europa) contrastada con nuestro espacio de producción sociohistórico, con sus asimetrías estructurales (cuyos ejes son político-económico, libidinales y de producción y apropiación de sentido), a saber: Costa Rica.
 
 [10] La sociología empírica que se ocupa de la opinión pública emplea métodos cuantitativos y estadísticos con los que se delimita la realidad en función de los parámetros de medida accesibles desde este tipo de metodología. Sin embargo, es obvio que no se pueden confundir estos límites con la amplia y densa trama del espacio público y de la multiplicidad de intercambios que se producen en él. Es decir, la diversidad de fenómenos aludidos por dicha expresión, así como su estrecha relación con la dinámica del poder y de los procesos políticos, de una manera mucho menos obvia y más compleja de lo que suele pensarse por parte de esta sociología especializada.
 
[11] Ver mi artículo “Propaganda: una lectura sociológica” .
 

[12] Ello sería como en la ficción de Orwell: 1984, donde se describe una Inglaterra Socialista e Imperial, generada por un nuevo orden alcanzado por violentas guerras internas y externas, dicho orden social se mantiene, en parte, por el miedo que infunde a la población el recuerdo (histórico-mítico) de la anarquía reinante antes de la consolidación del sistema.

 
Bibliografía

Berman, M (1991) Todo lo sólido se desvanece en el aire: La experiencia de la modernidad. Editorial Siglo XXI. 5ta. Edición. Colombia.

 

Habermas, J  (1981). Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural  de la vida pública. Barcelona: G. Gili.

 

(2000) Perfiles filosófico-políticos. Editorial Taurus. 1era Edición. España.

 

(1987) Teoría de la Acción Comunicativa. Dos tomos, Taurus, Madrid

 

NUESTRO BREVE SIGLO. Nota y traducción de José María Pérez Gay.

 

http://www.nexos.com.mx/internos/saladelectura/habermas_c.htm

 

Wagner, P (1997) Sociología de  la Modernidad: Libertad y disciplina. Editorial Herder. 1era. Edición. Barcelona


Javier Torres Vindas

Sociólogo y linotipista
 
 
https://www.alainet.org/pt/node/121460
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