Guerra avisada

05/09/2009
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Quito

Cuando en el Congreso la mayoría expulsa sin juicio a dos diputadas de Sociedad Patriótica; pretende desconocer la norma constitucional para designar al Fiscal General y se reúnen en Guayaquil Nebot, Álvaro Noboa y Lucio Gutiérrez, escribo un artículo cibernético titulado “Guerra Declarada” pues es evidente que, más allá de los límites del Congreso, se confabulan los perdedores del 27 de noviembre para tratar de derrotar la convocatoria a Asamblea Constituyente y, si es del caso, derrocar al recién elegido, Rafael Correa.

La guerra se declaró y la batalla por desalojar de la Presidencia del Tribunal Supremo Electoral al insurrecto Jorge Acosta Cisneros, llegó a límites desquiciados de atropello a toda norma legal.

Paralelo, se pone a prueba al Presidente Correa para ver si respeta o no la oferta de campaña de admitir que los peninsulares de Santa Elena tramiten su pedido de provincialización, oferta que también habían hecho todos los candidatos nacionales y seccionales para ganar votos. Y, a la hora de la verdad, como es habitual en los de doble discurso, se rasgaron las vestiduras cuando Correa cumplió su palabra y firmó el decreto para solicitar el Congreso resuelva la petición: un gesto simbólico de consecuencia con su palabra, porque en definitiva el Congreso es quien debe resolver el pedido.

Se acumulan las acciones y presiones y el Presidente Correa tiene el “atrevimiento” de decir en público lo que casi todos pensamos: Otra vez los vivos de las fuerzas vivas, embaucando a unos cuantos ingenuos, salen a proteger sus intereses, haciendo y diciendo lo que no hicieron y dijeron cuando los bancos arrasaron con el ahorro nacional y se beneficiaron de algunas cuevas de raterías de alto nivel, como EMELEC, PACIFICTEL, AGD, Aduanas, Comisión de Tránsito, etc. etc.

La guerra, cuando es anunciada, no mata gente, pero sí, entre otras virtudes, obliga a los combatientes a desnudarse, a sacarse las máscaras, a usar uno de los dos discursos que acostumbran tener.

Hoy se sienten heridos los que se refocilaban cuando el dueño del país mandaba al carajo a tirios y troyanos, monos y serranos y hasta a gente de su propio coturno: Agachaban la cerviz y no pasaba nada.

Cuando Correa dice con palabras claras y tono airado lo mismo que siente la mayoría del pueblo respecto a la derecha oligárquica y sus acostumbrados desplantes, sus manipulaciones, entonces aparece el terror, el crujir de canillas y mandíbulas y el histerismo por el acercamiento con Chávez, cuando nunca dijeron nada ante la sumisión por años frente al intervencionismo descarado de la embajada norteamericana.

Que se recupere la honestidad, que se respete lo que queda de norma constitucional y de procedimiento legal y que se permita al soberano expresarse en las urnas para ver si quiere un nuevo orden de cosas.-
https://www.alainet.org/pt/node/119906

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