Reducir la pobreza: ¿Nuevo negocio para el crecimiento?
05/03/2006
- Opinión
Hacer que el crecimiento sea más favorable a los pobres de América Latina, es la sugerencia de cinco economistas del Banco Mundial en el estudio “Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos”. Los cinco economistas observan que el nivel de pobreza en la región ha disminuido poco durante las últimas décadas y que en muchos países los pobres no han sabido aprovechar el crecimiento económico, siendo el punto más importante del estudio el reconocimiento de que la propia pobreza es un factor que conduce a niveles de bajo crecimiento, creando así un círculo vicioso entre alta pobreza y bajo crecimiento. Por otra parte, relacionan la persistencia de la pobreza con los altos niveles de desigualdad presentes en los países latinoamericanos.
Para mucha gente de América Latina estas observaciones pueden ser obvias, pero lo que llama la atención es el giro del Banco Mundial: de su creencia absoluta en las políticas de crecimiento económico hacia la aceptación de que la reducción de la pobreza debe ser intervenida de forma más directa. Poco a poco, reducir la pobreza parece digno de ser un objetivo principal para el Banco Mundial y no un camuflaje para perseguir el crecimiento, aunque desde hace años viene siendo uno de los más importantes Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El estudio afirma que invertir en los pobres es un buen negocio para la sociedad en su conjunto, no solo para los pobres, lo que hace suponer que el Banco Mundial está calificando la pobreza como pasivo público, que justificaría una mayor intervención gubernamental.
Analizando nuestro país, es preocupante el alto nivel de pobreza en el área rural que afecta al 79,2% de su población, mientras que en el sector urbano la proporción es del 52% (CEPAL, 2002). Por otra parte la brecha de la pobreza indígena creció, o sea la distancia del ingreso promedio de las familias indígenas a la línea de pobreza aumentó, peor aun si diferenciamos ingreso rural y urbano.
Estos datos nos muestran que la lucha contra la pobreza en Bolivia debería dar prioridad al fortalecimiento económico-social de los pueblos campesinos-indígenas, a la reducción de brechas de desigualdad –sobre todo rurales– y a la generación de estrategias urbano–rurales, sean agropecuarias o no, para la generación de ingresos y aumento de la participación en la toma de decisiones.
El Banco Mundial a pesar de que sueña un mundo sin pobreza, todavía valora sus políticas basadas en los ingresos, con énfasis en la acumulación y la especialización de la producción, conceptos y prácticas que no son totalmente compartidos por los productores campesinos e indígenas. Para muchos de ellos, la acumulación no es su estrategia de vida ni de crecimiento porque se tienen otras concepciones de bienestar, otros contextos, cosmovisiones y relaciones con la tierra y los recursos naturales; ante todo buscan garantizar su seguridad alimentaría.
Podemos adherirnos a varias de las propuestas para la reducción de la pobreza de los economistas del Banco Mundial, tal como mejorar la calidad de la educación, estimular la inversión en infraestructura o redirigir las políticas gubernamentales más a favor de los pobres. Sin embargo, dada la realidad de la pobreza en Bolivia, nos parece de suma importancia dar prioridad al desarrollo rural, partiendo de la realidad de los pobres, respetando y analizando las variadas estrategias de vida en sus economías, tomando más en cuenta a las mismas personas y sus capacidades, no tanto el crecimiento comparado de los países.
En el reciente estudio “Composición de los Ingresos Familiares de Campesinos Indígenas”, CIPCA investiga las estrategias de vida de las familias campesinas-indígenas en base a una muestra encuestada de más de 900 familias en seis regiones de Bolivia, concluyéndose que las condiciones de vida, que implican la generación de mejores ingresos familiares, requieren un mayor nivel de acceso a los recursos naturales.
La generación de ingresos de campesinos-indígenas está relacionada directamente al factor tierra-territorio y mano de obra. En este sentido, las políticas orientadas a superar la pobreza y mejorar los ingresos de campesinos-indígenas deben plantearse seriamente la redistribución de la tierra y los recursos naturales como condición ineludible si se quiere superar las condiciones actuales.
Las estrategias de campesinos-indígenas para generar sus ingresos son diversas, aunque las actividades relacionadas al predio y a su sistema productivo proporcionan la mayor cantidad de recursos a las familias de este sector. Sus actividades prediales no se contraponen con la migración y la venta de fuerza de trabajo; estos forman parte de su sistema económico diversificado. Tampoco las estrategias de autosuficiencia se contraponen a su vinculación al mercado, por lo que políticas de mayor y mejor acceso a los mercados nos parecen también importantes.
Concluimos con algunos criterios que nos gustaría hacer llegar a nuestros colegas economistas del Banco Mundial. Primero, insistir que para alcanzar un mundo más equitativo, la reducción de la pobreza debe ser el principal objetivo en las estrategias de desarrollo y el crecimiento económico sólo uno de los instrumentos para lograrlo.
Segundo, para combatir la pobreza debemos acercarnos a la realidad de los pobres, hay que tomar en cuenta que de país a país las condiciones para esta lucha pueden ser muy diferentes y tercero, puesto que no todos pensamos en el mismo desarrollo, debemos priorizar políticas diferenciadas en base a nuestras propias visiones, ritmos y estrategias.
* Turkel Castedo, Bishelly Elías, Susana Mejillones, Tom Pellens y Coraly Salazar son 5 economistas de varias oficinas regionales de CIPCA.
CipcaNotas
Boletín Virtual No 146, Año 5. Marzo de 2006.
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