Transgénicos, salud y contaminación
22/03/2004
- Opinión
Prácticamente todas las familias de un pequeño pueblo de Mindanao,
Filipinas, que viven alrededor de campos de maíz transgénico,
comenzaron a tener problemas respiratorios e intestinales, con
fiebre y reacciones en la piel, durante el periodo de mayor cantidad
de polen de maíz en el aire. El centro de salud de la zona les dijo
que era la época de gripe y que seguramente era más contagiosa que
de costumbre. Cuatro de las familias que salieron por un tiempo a
otras zonas se curaron totalmente, pero al regresar a sus casas
volvieron a tener los síntomas. La organización civil filipina
SEARICE, que acompaña a los campesinos en proyectos de conservación
de semillas criollas, se alarmó y contactó a Terje Traavik, director
del centro científico Norwegian Institute for Gene Ecology. Traavik,
que desde hace varios años estudia en su laboratorio los posibles
efectos de los transgénicos en la salud, viajó a Filipinas y tomó
pruebas de sangre de las familias afectadas.
El 24 de febrero de 2004, durante las negociaciones del Protocolo de
Cartagena sobre Bioseguridad en Malasia, Traavik, junto con varios
otros científicos independientes de la industria (una especie en
peligro de extinción), presentó resultados preliminares de estos
estudios. Las muestras de sangre contenían anticuerpos IgA, IgC y
IgM, indicadores de respuesta inmunológica a la presencia de la
toxina Bt (Bacillus thuriengiensis), que es la que contiene el maíz
transgénico sembrado en los campos aledaños.
En lenguaje común: los síntomas de las familias campesinas se
deberían a alergias producidas por el polen de maíz transgénico Bt
que inhalaron en los campos.
Traavik agregó que hace años muchos científicos señalan que existe
una alta probabilidad de que los cultivos transgénicos generen
alergias. En el Reino Unido, las alergias a la soya aumentaron en 50
por ciento luego de que se comenzó a importar soya transgénica. Sin
embargo, no se hicieron estudios para confirmar el vínculo. En
diciembre de 2003, un grupo de científicos rusos anunció que los
síntomas de alergia se habían multiplicado por tres en los recientes
tres años, y que el consumo de productos transgénicos podría ser la
causa principal. En Estados Unidos, con alto consumo de productos
transgénicos, también aumentan las alergias.
Un estudio financiado por el gobierno de Estados Unidos en 1999
reportó que agricultores que usaban Bt en aerosol como insecticida,
mostraron síntomas de sensibilidad en la piel, y se les encontró la
presencia de anticuerpos IgE y IgC, considerados parte de una
respuesta alérgica. La reacción fue mayor cuando había mayor
exposición al aerosol Bt. En estos casos, la cantidad y el periodo
de exposición al Bt fue relativamente poco. Los cultivos Bt por otra
parte, crean un equivalente de cantidad de exposición de 10 a 100
veces mayor. Y, según el comunicado del Institute for Gene Ecology,
algunas semillas Bt multiplican esta última proporción otras 10 a
100 veces más.
El 23 de febrero, la Unión de Científicos Preocupados de Estados
Unidos, presentó un informe que muestra que altos porcentajes de las
semillas convencionales de soya, maíz y canola de ese país, están
contaminados con ADN transgénico. Alertan sobre el riesgo de
desaparición futura de las semillas libres de transgénicos y la
amenaza de contaminación de la cadena alimentaria con transgénicos
modificados para producir farmacéuticos y productos industriales.
El primero de marzo, el diario The New York Times retomó con
preocupación este informe en un editorial y concluyó: "Contaminar
las variedades de cultivos tradicionales es contaminar el reservorio
genético de las plantas de las que ha dependido la humanidad en gran
parte de su historia". Refirieron como ejemplo grave la
contaminación del maíz en México, "hogar ancestral del cultivo y
sitio de la mayor diversidad de éste".
Apremiaron a que el gobierno encare estudios amplios sobre el tema,
y agregaron: "ya es tiempo de que los cultivos genéticamente
modificados sean sometidos a un sistema de pruebas más riguroso y
coherente. La escala del experimento en el que se ha embarcado a
este país (Estados Unidos) -y los efectos potenciales sobre el medio
ambiente, la cadena alimentaria y la pureza de las semillas
tradicionales- demanda vigilancia en la misma escala".
En la misma semana, los representantes de la Secretaría de
Agricultura de México, en el Protocolo de Bioseguridad, apoyados por
sus homólogos de Brasil, presionaban por medidas menos restrictivas
en la identificación de transgénicos, "para no perturbar el comercio
internacional".
En ambos países se discuten leyes de bioseguridad en el Congreso,
que parecen ignorar todos estos datos y muchos más que cada día
evidencian nuevos peligros de los transgénicos.
A espaldas de los intereses de sus poblaciones, de campesinos,
indígenas, consumidores y de responsabilidad por la enorme
biodiversidad de ambos países, estas propuestas son, sobre todo, una
puerta legal para el aumento de la proliferación transgénica. Lo que
necesitamos ya no son leyes de bioseguridad -la única seguridad que
garantizan es la de las inversiones del puñado de empresas
multinacionales que producen y comercian transgénicos.
La contaminación ya existe y por este camino será peor. Lo que
necesitamos es un no a los transgénicos de la misma escala del
experimento a que nos han sometido.
* Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC
https://www.alainet.org/pt/node/109635
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