Las dos muertes de Sergio Vieira de Mello
28/08/2003
- Opinión
La muerte de Sergio Vieira de Mello en Bagdad remite a dos versiones
totalmente incompatibles, como si su vida y su muerte permitiesen dos
lecturas totalmente excluyentes.
Por un lado, podemos ver inmediatamente después de su muerte, la intervención
de George Bush, buscando capitalizar este nuevo atentado para involucrar a
otros países en su "lucha contra el terrorismo". Sergio Vieira de Mello
habría muerto como si fuese un hombre más en el combate de Washington contra
lo que considera el enemigo de la "civilización occidental". Varios
gobernantes occidentales, en general aliados de los Estados Unidos, repetirán
esa versión reduccionista de la muerte de Sergio Vieira de Mello.
Se trata de una reafirmación de la "guerra de civilizaciones", en la que
Occidente estaría bajo ataques de otras civilizaciones, islámicas en este
caso, movidas por el fanatismo y la envidia, según algunos, por el rencor, de
acuerdo a otros. Sergio Vieira de Mello habría sido apenas una víctima más
de una lista que incluye a los muertos de los atentados de septiembre de 2001
y a todos los muertos en la invasión de Irak, cuyas bajas no cesan de
aumentar.
Esta versión da un sentido determinado a la muerte de Sergio Vieira de Mello
y de alguna forma a su propia vida, como si se tratase de un diplomático
incorporado a la estrategia norteamericana de guerra preventiva y unilateral.
Con esto se desconoce su trayectoria profesional en Timor Oriental y el
papel digno cumplido por Vieira de Mello en la reconstrucción de aquel país,
como recordó Xanana Gusmao.
Pronunciarse, como hicieron tantos gobernantes, es expresar una verdad
aparente, que revela una absoluta falsedad, si analizamos más a fondo lo que
Sergio Vieira de Mello y el personal de la ONU hacían en Irak. Todo aparece
apuntar hacia otra vida y otra muerte.
En realidad, la invasión de Irak que, como se ve con claridad ahora, tan solo
aumentó los riesgos y los enfrentamientos violentos, fue realizada
desconociendo a la ONU, rompiendo su Carta, violando sus principios,
debilitando el organismo y todas las normas del derecho internacional. En el
caso de que se hubiese respetado al Consejo de Seguridad de la ONU, habría
sido posible verificar que las armas de destrucción masiva no existían y
habría sido posible también dar otro tipo de solución al conflicto, diferente
a la de la invasión y a todas las muertes que produjo y sigue produciendo.
La misión enviada por la ONU y presidida por Sergio Vieira de Mello fue un
intento desesperado de recuperar espacio para la organización en Irak y para
intentar reconquistar capacidad de acción para la ONU. No era una misión
suicida, pero acarreaba consigo todos los riesgos de una misión extranjera,
asimilada a los enemigos invasores del país, sin que tenga, por ejemplo, el
prestigio que la misión en Timor Oriental preservó para la ONU, a pesar de
los graves errores cometidos en aquel país asiático, que permitieron las
masacres por parte de los militares indonesios antes de abandonar el país.
En todo caso, la misión de la ONU llegaba a Timor Oriental a consolidar la
independencia, ya sin tropas invasoras, lo que no aconteció en Irak.
Aquí la ONU quedó totalmente identificada con los Estados Unidos de América,
a tal punto que los periodistas han reportado que los iraquíes odian a la ONU
tanto o igual que a los Estados Unidos. Por eso, la sede la ONU, mucho menos
protegida que las instalaciones militares norteamericanas y británicas ?y que
los pozos petroleros- fue el blanco del ataque.
Dirigiendo la misión de la ONU, Sergio Vieira de Mello dijo con claridad,
desde el primer momento, que su objetivo era la salida, en el menor plazo
posible, de las tropas de ocupación y la entrega de la reconstrucción del
país a un poder democrático elegido por los iraquíes. Fue en ese intento que
él murió, pagando el precio de ser asimilado a los invasores que combatía y
de la responsabilidad que la ONU tenía en Irak puesto que su trabajo de
vigilancia y de destrucción de parte de su armamento, debilitaba al país,
facilitando el ataque de los Estados Unidos y Gran Bretaña, sin que la ONU
garantizase en contrapartida que el país no sea invadido.
No hay, por tanto, dos vidas de Sergio Vieira de Mello, de la misma forma que
su vida y su muerte fueron coherentes. Él muere luchando contra la doctrina
del uso de la fuerza como tentativa de imponer el orden imperial, en defensa
del multilateralismo y de la resolución pacífica y justa de los conflictos
mundiales. Quien no entienda eso y no se pronuncie en esa dirección, no
estará haciendo justicia a su sacrificio y no estará en condiciones de dar
continuidad a su obra.
https://www.alainet.org/pt/node/109246
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