Los modelos para la transición

17/11/2003
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Más allá de las formalidades del resultado electoral de octubre del año próximo, ya se advierten elementos de una transición hacia el recambio de la llamada "clase política" que, sería deseable, por más que tendrá un componente obviamente traumático, fuera lo más ajustada a las reglas democráticas. Sin embargo algunos signos son preocupantes. Sobre estas transiciones hay ejemplos de todo tipo, desde los totalmente pacíficos, de colaboración serena, inteligente y civilizada, como la ocurrida en Brasil entre Fernando Henrique Cardoso y Luis Inacio (Lula) Da Silva, hasta otros, como el ocurrido en Perú, donde el mandatario renunciante debió escapar a Japón y algunos de los funcionarios salientes depredaron hasta el mobiliario de las oficinas que ocupaban Hay una vieja fotografía paradigmática que de alguna manera ilustra una expresión extrema de ese proceso, tomada en Cuba en el momento de la caída de Fulgencio Batista y de la asunción del gobierno encabezado por Fidel Castro, donde se ve a un extraño personaje saliendo del Palacio de Gobierno con un sillón sobre su cabeza. ¿Cuál de esas opciones viviremos en Uruguay? ¿La responsable y democrática o la depredadora? Esperemos que la transición uruguaya sea lo más civilizada posible, pese a que ese deseo se puede encontrar cuestionado por las actitudes de algunos burócratas, especialmente en el área del Poder Ejecutivo y vinculados a la economía, que más bien funcionan como una cohorte de desnacionalizados que – parafraseando al economista Theotonio Dos Santos – abandonaron la tradición teórica de alto nivel en la región latinoamericana para transformarse en "tránsfugas del gran capital financiero" A esta altura podríamos recordar a todos los economistas formados en las aulas de los organismos de la CEPAL, muchos de ellos participes del impulso teórico que le dio a la formación económica el ILPES (Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social), cuyos cuadros docentes estuvieron integrados por prestigiosos técnicos uruguayos, la mayoría provenientes de la SIDE. En general esas generaciones, además de una formación profunda en lo técnico, recibieron una elementos para fundamentar una convicción ética sobre la qué, en primer lugar, se sustentaba la vigencia de las instituciones, la solidaridad con los pueblos y, en lo estrictamente económico, la necesidad del desarrollo para mantener y generar una mejoraría en los niveles de vida, condición básica para que los logros a alcanzar fueran permanentes. La economía y el humanismo entrelazados en una teoría para el progreso. Hubo otras generaciones posteriores, arrulladas por los cantos de sirena del capitalismo transnacional, formadas – en algunos casos – en universidades como la de Chicago, en las cuales solo aprendieron lo que bien se llama "capitalismo de manual". Son esos los cohortes de los que habla Dos Santos, sin sentido patriótico y sin una ética que valore al conjunto de la sociedad. En general, su baja calidad profesional y la "ciencia" económica descalificada que manejan, no para servir a los pueblos, sino al capital transnacional , contrasta dramáticamente con la calidad profesional de los llamados economistas de formación cepalina, casi todos ellos de cuño neokeynesiano. Esta disquisición histórica es para que intentemos con el lector compartir una conclusión, porque estos últimos –los economistas de manual – son los que tienen en sus manos los resortes de la economía del país y, por supuesto, los que estarán actuando desde el Ministerio de Economía, el Banco Central, la OPP, otros ministerios y resortes del poder, tratando de vender cara su derrota electoral e intentando, cumplir con todas y cada una de las exigencias impuestas por sus mentores, los representantes del capitalismo transnacional. Es evidente que estos señores, apuntalando al doctor Jorge Batlle, que es el más radical de los destructores de los parámetros que le permitirían a Uruguay seguir funcionando como Nación, tienen en sus manos – en alguna medida – el futuro del país. Y ya están actuando. Lograron transferir para el primer año del nuevo gobierno los pagos de vencimientos de la deuda, por un piso de 2035 millones de dólares (520 millones de intereses y 1.515 millones como amortización), sabiendo que la economía del país, por más que se viva un incipiente reacomodamiento de los valores - que para algunos es "crecimiento" - no está en condiciones de recaudar esa suma para cumplir con esas exigencias. Y hablamos de una cifra que seguramente se incrementará porque los vencimientos de los servicios de la deuda del año que corre y del próximo se financiarán con nuevos préstamos. El déficit fiscal que todavía se vive es el 4.5 % del PBI, cifra que está muy lejos del superávit primario acordado con el FMI, del 3% . Esta situación desmiente – obviamente – a la claque que aplaude algunas cifras de crecimiento del comercio exterior, que son reales pero incomparables con las del deterioro nacional. Por ejemplo las de la marginalidad y de la miseria. en las cuales, cientos de personas día a día se sumergen. Para colmo, el propio presidente de la República, anunció la decisión del gobierno – aunque caiga el 7 de diciembre la ley de ANCAP – de mantener su agenda. ¿Qué quiso decir Batlle? Que se continuará aplicando el manual de las privatizaciones, aunque los mismos organismos multinacionales de crédito ya adviertan, en sus propios informes, que existe poco campo para esta carrera alocada que propone Batlle y los cohortes se concrete. Es aquello de la huída hacia delante. ¡verdad! (*)Carlos Santiago. Periodista. Secretario de redacción de Bitácora.
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