Visita a los presos del MST
30/10/2003
- Opinión
El jueves 23 fui a visitar a los militantes del MST que están presos
en el Pontal do Paranapanema. Yo también estuve preso y sé qué
importante resulta recibir una visita amiga, sentir que no estamos
olvidados ni desamparados.
Acompañado por el abogado Marcos Rogério de Souza y por José
Batista, dirigente del MST, fuimos desde Presidente Prudente a la
delegación de Piquerobi, donde está presa Diolinda Alves de Souza.
Allí se unió a nuestra comitiva Juan Pablo, el hijo de diez años de
José Rainha y Diolinda. En una celda construida para 18 personas se
encentran actualmente 48. El mismo delegado deploró las condiciones
en que se ve obligado a mantenerlas. Diolinda ocupa una celda
pequeña, en compañía de seis mujeres acusadas de prostitución y
tráfico de drogas. Apenas tiene espacio para tomar el sol y leer. La
noté con buen ánimo, consciente de que no cometió ningún crimen,
pero emocionalmente debilitada por estar separada de sus hijos, en
especial de Sofía, que a sus dos años llora mucho por la ausencia de
la madre.
En Dracena estuve con Zé Ramona y Felinto Procopio dos Santos.
Aunque son bien tratados por el director de la cárcel, están
obligados a vestir uniforme y a compartir la celda con otros diez
presos, todos reos de crímenes comunes.
Tanto a Diolinda como a Zé Ramona y a Felinto les hablé de mi
experiencia de cárcel, previniéndolos de caer en el peligro de tener
el cuerpo dentro y la cabeza fuera. La advertencia de Jesús, "mi
yugo es leve y mi carga ligera", sólo se entiende yendo más allá de
la aparente paradoja, cuando asumimos como normal la situación
adversa en que nos encontramos. Les sugerí que hicieran estudios
formales, lecturas temáticas y ejercicios físicos. En la cárcel de
Dracena eso es posible porque tiene biblioteca, salas de clase y
patio; para Diolinda de momento se hace difícil por falta de
espacio.
Oramos juntos, hablamos de la coyuntura nacional e internacional, y
les di el abrazo enviado por el presidente Lula. Ellos contestaron
enviando cartas al presidente.
En Brasil la cárcel fue hecha para los pobres. Todo parece cambiado
de lugar, como en las pinturas surrealistas de Salvador Dalí. El
verdadero reo, el latifundio, continúa en libertad; los
terratenientes y sus escoltas se pasean exhibiendo armas; el fraude
fiscal impera en el campo. Sin embargo se trata de criminalizar al
movimiento que lucha por una causa justa, la reforma agraria;
mantiene a más de 170 mil familias acampadas, evitando aumentar la
favelización urbana y la violencia en las calles; educa a más de 100
mil niños y jóvenes, iniciativa que logró para el MST el premio
Itaú-Unicef.
Las élites coloniales trataron a los esclavos, a los no-libres, como
hoy una parcela de la élite rural trata a los sin-tierra. Pero la
historia es implacable. Aunque tardía, la justicia se cumple. Y
todos confiamos en que de manera pacífica, gracias al empeño del
gobierno de Lula en la reforma agraria. Como declaró el mismo
presidente en la apertura del Congreso de las Ciudades, el mismo día
en que yo visitaba a los presos, "gobierno que no cumple sus
promesas corre el riesgo de caer". Y la reforma agraria es más que
una promesa; es un compromiso histórico de todas las fuerzas
sociales y políticas que llevaron a Lula a la presidencia.
* Traducción de José Luis Burguet.
https://www.alainet.org/pt/node/108696
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