Una época que llega a su fin

La impaciencia de Batlle

31/10/2003
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¿Sería posible un gobierno del Encuentro Progresista -Frente Amplio, o de su denominación última: Nueva Mayoría, sin gobiernos "amigos" en Argentina y Brasil? Obviamente que es una difícil incógnita de esta magnitud para despejar fácilmente, porque la interrelación de Uruguay con los países vecinos es de tal magnitud que solo un insolente, como es el presidente de la República, es capaz de sostener que Uruguay está en condiciones de firmar por si solo un tratado de libre comercio con EE.UU., despegándose del MERCOSUR. Brasil es, además del mayor país del continente y una de las potencias de la semiperiferia del mundo. Lo que ocurre allí, las decisiones que se adoptan en Brasilia, tienen grandes consecuencias en el ámbito geopolítico y en la estructura de la economía del mundo. Qué en Uruguay, como hace el gobierno, se desconozca esa realidad, coloca al país en una posición difícil, casi suicida, especialmente cuando se actúa además sumándose a la estrategia de los EE.UU., desconociendo el esfuerzo de los vecinos para modificar alguna reglas de juego que siempre han afectado negativamente a la región. Es que el imperio de la irrealidad es una constante y por eso son las rabietas que se verifican en el 7mo piso del Edificio Libertad, cuando los representantes del gobierno de George W. Bush informan que la firma de los tratados de libre comercio se postergarán en el tiempo, porque, obviamente, Uruguay puede ser un eslabón estratégico para EE.UU., pero de ninguna manera el país del norte está dispuesto a resolver - como quisiera Batlle y la cúpula del Partido de gobierno - la apertura de su mercado de un día para otro. Claro, Batlle reclama el pago inmediato de sus "favores", intentando que esa "soñada" apertura del comercio sea un espaldarazo para mejorar su imagen ante la opinión pública, guarismo que ha llegado a mínimos insólitos. Las incógnitas a revelar Claro, el escenario estará mucho más claro en el 2004, cuando la polémica que recién está tomando forma en Brasil, comience a resolverse. La estrategia de Luiz Inácio da Silva (Lula) difiere en forma y contenido de la tradicional prédica de los más aguerridos militantes del Partido de los Trabajadores (PT), que luego de años de militancia coherente y con un lenguaje clasista, llevaron por la vía democrática a Lula al poder. Sin embargo ahora, casi un año más tarde a su asunción, los análisis de los analistas brasileños y extranjeros son muy variados. Por otra parte se verifica una rebelión manifiesta en los núcleos más duros del PT cuyos representantes, a nivel legislativo, son la más clara oposición del gobierno que los representa. Immanuel Wallerstein plantea una interesante interrogante: ¿Es posible mantener en un país de América del sur un gobierno de izquierda que lleve a cabo una política de oposición a las fuerzas del neoliberalismo? ¿Son demasiado fuertes las contrapresiones de EE.UU., el FMI y las grandes fuerzas capitalistas en esa lucha por la hegemonía? ¿Podrá Lula avanzar más en la dirección que el PT ha representado históricamente en Brasil? Eso depende, en parte, de en qué medida tenga éxito con el MERCOSUR. También depende, y pocos lo saben, de cuántos problemas tenga el propio George W. Bush. Si los EE.UU. atraviesan dificultades políticas y económicas, el margen de maniobra de un gobierno como el de Lula aumentará considerablemente. El escenario estará mucho más claro en 2004. La controversia en Brasil está planteada por dos grandes decisiones económicas adoptadas por el gobierno de Lula durante los diez primeros meses de su mandato. Ha mantenido una tasa de interés extremadamente alta sobre sus bonos (aunque los ha bajado de un 26% a un 22%) y ha llevado a cabo una reforma de la seguridad social con reducciones considerables en el sistema público de pensiones. Ambas medidas han sido duramente criticadas por intelectuales de izquierda, pero también por algunos sectores empresariales que consideran que las altas tasas de interés les imposibilitan extender su papel económico frente al jugado por los bancos extranjeros y las grandes empresas brasileñas vinculadas a éstos). Los citados intelectuales de izquierda proponían, por el contrario, un "shock productivo" a través de una disminución radical de las tasas de interés. Uno de ellos, Emir Sader, habla de una "oportunidad perdida" que tendría de acuerdo a su visión, en un cercano futuro, efectos muy negativos. Pero, más allá de los escarceos internos que se irán encaminando enancados a los éxitos o fracasos de la política económica, Brasil ha abierto otro frente que lleva adelante con decisión política y una visión estratégica que supera en su amplitud a los cuatro países que integran el MERCOSUR y que se expresara, con una fuerza infrecuente, en la reunión de la ONC que se realizó en el balneario mexicano de Cancún, contando para ello con un grupo de aliados que le dieron al reclamo una fortaleza que descolocó a las naciones ricas. La insolencia de Uruguay Dejando el análisis de lo que está ocurriendo en la Argentina, desde donde recibimos sorpresa tras sorpresa de un presidente, Néstor Kichner, que no solo "pisa fuerza", sino que tiene la decisión de romper en mil pedazos el poder mafioso imperante en el país vecino, para lo cual aplica casi a diario medidas que tienen dos objetivos: el primero, destruir el poder mafioso, que fue la característica más sobresaliente de la Argentina y, como segundo, iniciar una nueva estructura de distribución del ingreso, apuntalando a la destartalada burguesía nacional y, de alguna manera, colocando en la picota a las expresiones más evidentes de la globalización financiera, que son las empresas de servicios que, con un modismo argentino, se denominan: "privatizadas". Todos los avances que ha tenido el neoliberalismo rampate, impuesto en la Argentina, están siendo cuestionados por el gobierno de Kichner, que plantea ese "capitalismo de cuño nacional", tratando de concretar una política exterior en conjunto con Brasil que sirve para apuntalar con aliados más allá de las fronteras de la región a esa política de reafirmación nacional. En este marco, Uruguay, aparece como el país díscolo, descolocado en un ámbito geográfico en donde está perdiendo hasta su peso negociador. Hasta hace un tiempo el país tenía una voz audible en los ámbitos del acuerdo regional, pero con el gobierno de Batlle le entró una diafonía que hace que los intereses más caros del país, incluso en materia de comercio regional, comiencen a deteriorarse. Mientras Argentina y Brasil firman un acuerdo, llamado "Consenso de Buenos Aires", el insolente de Batlle se atreve a embarcar al país en la discusión de acuerdos "secretos" con EE.UU., con el fin de establecer un tratado de libre comercio. Sin embargo Batlle, además de tener que superar los problemas lumbares que son producto de su política, se enoja con el ritmo impuesto a la negociación por el país del norte, que difiere al que desearía nuestro presidente que, antes de que EE.UU. pueda establecer el ALCA, quisiera acordar poner en marcha el acuerdo de libre comercio. Batlle sabe que, en definitiva, la esperanza está derrotando al miedo. Por ello le urge cambiar la pisada porque hay una fecha que lo aterra, el mes de octubre de 2004, donde se puede estar definiendo el destino político del país, comenzándose a cuestionar el poder también mafioso que impera, bien lo sabemos, en este lado del Río de la Plata. * Carlos Santiago es Secretario de redacción de Bitácora (Uruguay)
https://www.alainet.org/pt/node/108695
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