Estados Unidos y los procesos de integración regional
21/10/2003
- Opinión
La lógica de los pragmatismos
Desde los tiempos de la monarquía, Brasil nunca aspiró a tener
injerencia en los países latinos de América del Norte, que siempre
consideró área de influencia de Estados Unidos. Empero, Brasil
siempre estuvo dispuesto a tener una relación especial con EEUU en
la medida exacta en que éste deseara lo mismo con Brasil.
Esa dirección es todavía válida en la política exterior brasileña.
Visto de cerca, un buen entendimiento entre los dos países también
conviene por igual a ambos presidentes. Se trata, ante todo, de un
dato cartográfico: son dos masas territoriales con enormes
dimensiones y grandes contingentes poblacionales que necesitan
mantener lazos estrechos, a pesar de las divergencias.
Tal como la «secular rivalidad» con la Argentina, la «tradicional
amistad» de Brasil con Estados Unidos constituye, en gran medida, un
estereotipo ideológico manipulado las más de las veces con el
objetivo de influir en la política exterior y pautar, de acuerdo con
determinados intereses, la marcha de las relaciones internacionales
dentro del hemisferio.
En realidad, las relaciones entre Brasil y EEUU no fueron siempre
tan amistosas, ni las relaciones con la Argentina tan ásperas. En el
siglo XIX, el gobierno brasileño suspendió tres veces (1827, 1847 y
1869) las relaciones diplomáticas con EEUU pese a que desde 1848 ya
destinara a ese mercado la mayor parte de sus exportaciones,
principalmente de café. Las relaciones entre ambos países mejoraron
después de 1870, y el alineamiento con EEUU durante la primera mitad
del siglo XX fue reflejo de una complementariedad económica en la
que las ventas de Brasil dependían entre 60% y 70% de las
exportaciones de café y, en igual proporción, del merca-do
norteamericano. Sin embargo, así como en el siglo XIX Brasil
reaccionó frente al predominio de Gran Bretaña, con la que entró en
conflicto desde 1844 al rechazar las presiones para reanudar el
Tratado de Comercio de 1827, tampoco aceptó pasivamente la hegemonía
de EEUU, sobre todo a partir de 1951 cuan-do Getúlio Vargas, al
volver al poder, intentó completar su tarea previa consolidando el
proceso de industrialización promovido desde 1930 como un proyecto
de Estado.
Geografía y políticas de Estado
Acertadamente, el periodista argentino Mariano Grondona 1 observó
que no puede hablarse de una política externa de Fernando Henrique
Cardoso u otra de Luiz Inácio Lula da Silva, puesto que Brasil,
cualquiera sea su gobierno, desarrolla sus relaciones exteriores
como política de Estado, manteniendo una línea de continuidad aun
dentro de los cambios que puedan producirse. Por cierto, el país
pone énfasis en América del Sur, aunque no a causa de dar por
«perdido» su proyecto hegemónico en América Latina del Norte
(México), América Central y el Caribe –con excepción de Cuba, en
manos de EEUU–, como sugiere Grondona añadiendo que, fuera de
Colombia, «América del Sur es el área donde Brasil puede aspirar aún
a un papel hegemónico, dividiéndose de este modo el hemisferio
occidental en dos porciones: el Norte 'norteamericano', y el Sur
'brasileño'». Más bien, Brasil no da por «perdido» su proyecto
hegemónico en América Latina del Norte, porque, desde el tiempo de
la monarquía, en el siglo XIX, nunca aspiró a tener injerencia en
esa región, siempre considerada área de influencia de EEUU. El
concepto de América del Sur estuvo latente en todo momento en la
política exterior brasileña, al contrario de la noción de América
Latina, demasiado genérica y sin consistencia respecto de los reales
intereses económicos y políticos brasileños, que siempre se
restringieron, particularmente, a los países de la Cuenca del Plata,
o sea Argentina, Uruguay y Paraguay. Conforme ha señalado João
Augusto de Araújo Castro, embajador en Washington (1971-1975),
Brasil jamás consideró sus relaciones con EEUU como un capítulo de
las relaciones entre EEUU y América Latina.«Brasil desea cooperar
con todos los países del hemisferio, pero no quiere ser confundido
con ninguno de ellos, ni siquiera admitiría ser confundido con la
'totalidad' del hemisferio»2 . Esto reflejaba no solo la resistencia
brasileña a diluirse dentro de América Latina, sino también el
rechazo a tal concepto, difundido por otra parte durante la
ocupación de México (1862-1867) por las tropas de Napoleón III,
cuando instalaron y sostuvieron a Maximiliano de Austria.
La percepción de dos Américas, distintas no por sus orígenes étnicos
o diferencia de idiomas sino por la geografía, fue lo que siempre
modeló la política exterior de Brasil, que desde el siglo XIX se
abstenía de cualquier involucramiento en América del Norte, América
Central y el Caribe mientras resguardaba a América del Sur como su
área de influencia.
En 1849, cuando Inglaterra anexó la Costa de Mosquitos, en
Nicaragua, Brasil apoyó la protesta estadounidense, pero dejando en
claro que no participaría en una guerra y reservando su «facultad de
obrar conforme a sus intereses y a la dignidad de la Corona
Imperial»3 . También en 1861 no aceptó la invitación del secretario
de Estado norteamericano, W.H. Seward, para intervenir junto con
EEUU contra la ocupación de México por las fuerzas de Napoleón III,
aunque el emperador Don Pedro II personalmente no aprobase la
instalación de un régimen monárquico bajo la dominación de Francia 4
; se alegó que no había mayor interés en la cuestión. De manera que
los intereses de Brasil se restringían primordialmente a la Cuenca
del Plata y, en cierta medida, a los demás países de América del
Sur.
La política exterior del barón de Río Branco (1903-1912),
continuando la tendencia de la diplomacia del Imperio (1822-1889),
siguió orientaciones similares, al considerar las Américas como una
especie de condominio en el que Brasil ejercería libremente su
influencia sobre el Sur, mientras EEUU mantendría bajo su tutela el
Norte, el Centro y el Caribe. Cuando en 1903 Panamá se separó de
Colombia con el apoyo estadounidense, Río Branco, no obstante
lamentar el acontecimiento, en lugar de protestar reconoció la nueva
República, en acuerdo con la Argentina y Chile, para mantener la
unidad con los cuales pretendió establecer un pacto de cordial
inteligencia, conocido por las iniciales de éstos como ABC. En 1910,
Brasil no atendió a un pedido de buenos oficios de Nicaragua para
impedir que un barco de guerra norteamericano continuara.
Apoyando una insurrección local 5 . Pero en 1908 reaccionó
enérgicamente contra la actitud de EEUU, que estaba a punto de
favorecer a Perú en el litigio sobre los territorios de Purus y
Juruá. En esa oportunidad afirmó el «derecho nuestro (brasileño) a
operar en política en esta área sin tener que pedir licencia o dar
explicaciones» al gobierno norteamericano, que no debía involucrarse
«para aumentar desacuerdos nuestros, en las cuestiones en que
estamos empeñados»6
En 1909 Brasil estaba dispuesto a romper relaciones con EEUU si el
presidente William Howard Taft ejecutaba el ultimátum dado a Chile
para el pago de un millón de dólares, reclamado por la empresa
norteamericana Alsop & Co.7
En 1935, al constatar que Brasil era excluido de una conferencia
económica sobre la cuestión del Chaco, Oswaldo Aranha, entonces
embajador en Washington, advirtió al secretario de Estado que «nada
explica nuestro (brasileño) apoyo a EEUU en las cuestiones de
América Central, sin una actitud recíproca de apoyo al Brasil en la
América del Sur»8 . Posteriormente, como canciller de Getúlio Vargas
(1930-1945) firmó con Enrique Ruiz-Guiñazú, par de la Argentina, el
Tratado del 21 de noviembre de 1941, con el objetivo de «establecer
en forma progresiva un régimen de intercambio libre, que permita
llegar a una unión aduanera ... abierta a la adhesión de los países
limítrofes»; o sea, a la adhesión de los países de América del Sur.
Ese Tratado no se concretó porque pocas se-manas después, en
diciembre de 1941, Japón atacó la base norteamericana en Pearl
Harbor, dando al presidente Roosevelt el pretexto para vencer las
tendencias aislacionistas e involucrar a EEUU en la guerra contra el
Eje, «como una cruzada, con el lema de que América irá a liberar a
Europa del yugo alemán»9
Intentos de integración
Pese a las diferencias o dificultades, la idea de integración
económica entre Brasil y Argentina siempre se ha reanuda-do. En la
primera mitad de los años 50, el presidente Perón in-tentó negociar
con el presidente Vargas el Pacto ABC, para la creación de una unión
aduanera entre Argentina, Brasil y Chile, lo que fue obstaculizado
por factores políticos. Y en 1967, por encargo del presidente
Humberto Castelo Branco, el ministro de Planeamiento, Roberto
Campos, propuso a Adalbert Krieger Vasena, ministro de Economía
argentino bajo el gobierno del general Juan Carlos Onganía, que
Brasil y Argentina formaran una unión aduanera 10, que incluyera
separadamente a los sectores siderúrgico, petroquímico y agrícola
10, a concretarse en un plazo de cinco años (con una reducción anual
de 20% en los aranceles hasta llegar a cero) y abierta a la adhesión
de otros países, con diferentes calendarios de integración 11 .
Los factores políticos y económicos de nuevo impidieron que ese
entendimiento avanzara. Pero en 1986 los presidentes Raúl Alfonsín
(1983-1989) y José Sarney (1985-1990) decidieron integrar los dos
países en un mercado común abierto a otras naciones de la región 12
, renovando, sin conocerlo, la iniciativa de 1941.
Ese objetivo fue cimentado, en noviembre de 1988, por el Tratado de
Integración, Cooperación y Desarrollo, por medio del cual ambos
países se compro-metieron a formar un espacio económico común, en el
plazo de 10 años, que los presidentes Carlos Menem (1989-1990) y
Fernando Collor de Melo (1990-1992) decidieron reducir a 5, hasta
diciembre de 1994, adaptando los objetivos del Tratado de 1988 a las
políticas de apertura económica y reforma arancelaria, de modo de
acelerar en ambos países la liberalización comercial.
El proceso de integración, hasta entonces más o menos adelantado por
medio de protocolos sectoriales, asumió un carácter librecambista,
de apertura general, sin protección sectorial y sin comercio
administrado (salvo el automotriz), aunque con excepciones. Uruguay
y Paraguay, en marzo de 1991, se unieron con la celebración del
Tratado de Asunción, que determinó la constitución del Mercado Común
del Sur (Mercosur), mediante la eliminación automática de los
gravámenes y demás restricciones al comercio, y el establecimiento
de un arancel común a más tardar el 31 de diciembre de 1994.
El proyecto no era formar una simple área de libre comercio, sino
constituir la raíz de un futuro mercado común, base de un Estado
supranacional como la Unión Europea.
De ahí que Brasil, bajo la conducción del canciller Celso Amorim, en
1993 iniciara negociaciones para armar una red de acuerdos de libre
comercio con los países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y
crear en un plazo de 10 años el Área de Libre Comercio Sudamericana
(Alcsa). Este proyecto desarrolló y amplió la Iniciativa Amazónica,
que Brasil lanzara en 1992, tras la celebración del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (Tlcan). Y probablemente el anuncio
del presidente Itamar Franco (1992-1995), en octubre de 1993, haya
incidido, entre otros factores, para que el presidente Bill Clinton
(1993-2001) procurase revitalizar la Iniciativa para las Américas
lanzada por George Bush (1989-1993) en 1990, proponiendo a fines de
1994 la formación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA),
de hecho una ampliación del Tlcan que abarcaría todo el hemisferio
para 2005.
La cuestión ALCA/Mercosur se tornó así el principal nervio de la
rivalidad entre Brasil y EEUU, por involucrar profundas
contradicciones y entrelazamientos de intereses económicos,
políticos y estratégicos. El establecimiento del Alcsa, teniendo
como núcleo el Mercosur, no convenía a EEUU, representaba un gran
obstáculo a su proyecto de integración hemisférica subordinada y
otorgaría más bargain power a Brasil y los demás Estados de la
región del que tendrían individualmente en cualquier negociación que
fuesen a encarar hacia el ALCA 13 , en el cual por otro lado Brasil
no tenía interés, ya que no podía permitir, como lo hizo Argentina,
que su parque industrial se desmantelara y quedara convertido en
chatarra bajo una devastadora reducción de aranceles y soportan-do
crecientes saldos negativos en su balanza comercial. El embajador
Samuel Pinheiro Guimarães, uno de los encargados de las
negociaciones de los acuerdos de integración Brasil-Argentina, en
1986-1987, cuando aún era consejero-jefe de la División Económica de
Itamaraty, denunció el ALCA como parte de la estrategia de
mantenimiento de la hegemonía política y económica de EEUU, «que
realizaría su designio histórico de incorporación subordinada de
América Latina a su territorio económico y a su área de influencia
político-militar»14 e insistió en que Brasil debía abandonar los
entendimientos para su implementación: «El ALCA llevará a la
desaparición del Mercosur», advirtió.
Dada la preocupación de gran parte del empresariado brasileño frente
a los riesgos de la propuesta norteamericana y las crecientes
dificultades del Mercosur, desencadenadas por la devaluación del
real en 1999, el presidente Cardoso comenzó a hacer énfasis en la
idea de América del Sur y en el proyecto del Alcsa, promoviendo una
reunión de los jefes de Estado, a realizarse en Brasilia en
septiembre de 2000. Antes del encuentro, lo definió como una
«reafirmación de la propia identidad de la América del Sur como
región», donde la democracia y la paz permitirían una integración
cada vez más intensa entre países que conviven en vecindad. Y
realzó: «La vocación de la América del Sur es la de ser un espacio
económico integrado, un mercado ampliado por la reducción o
eliminación de trabas y obstáculos al comercio, y por el
perfeccionamiento de las conexiones físicas en transportes y
comunicaciones»15 .
El fundamento para esa integración económica sería el Mercosur, y
dentro de éste el Brasil, que lo impulsaba no solamente por motivos
económicos y comerciales sino también por razones políticas y
geopolíticas. «Mercosur es más que un mercado; es, para Brasil, un
destino», dijo Cardoso en 2001 16 . Y esta frase, expresando la
continuidad esencial de la política exterior brasileña, repercutió
en EEUU 17 , lo que llevó a Henry Kissinger a constatar que el
Mercosur tendía a presentar los mismos rasgos de la UE, que buscaba
definir una identidad política distinta de EEUU, si no una
manifiesta oposición. «Especialmente en Brasil hay líderes atraídos
por la perspectiva de una América Latina políticamente unificada que
choca con EEUU y con el Tlcan», observó Kissinger. Según percibió,
mientras se concebía el ALCA como un área de libre comercio, el
Mercosur representaba una unión aduanera, que por su naturaleza
tendría un arancel externo común más alto que el vigente entre los
Estados asociados, buscando evolucionar hacia un mercado común;
señalaba que ello no sería conveniente, porque probablemente
afirmaría la identidad latinoamericana como separada y, de ser
necesario, opuesta a EEUU y al Tlcan. «... Todo esto ha creado un
potencial de disputas entre Brasil y EEUU sobre el futuro del Cono
Sur del hemisferio occidental», reconoció Kissinger. 18 .
Brasil posee uno de los 10 mayores parques industriales del mundo,
relativa-mente eficiente y diversificado en sus exportaciones,
compuestas en más de 50% por manufacturas y productos de tecnología
avanzada, que suplantaron al azúcar, el café, el cacao y otros
commodities de escasa elaboración.
El esfuerzo de integración con Argentina, teniendo como base el
Mercosur, apunta a la ampliación de su espacio económico, favorecido
por la contigüidad geográfica, a lo largo de la plataforma
continental, cuyo eje Río de Janeiro-San Pablo-Córdoba- Rosario-
Buenos Aires, constituye la región de mayor desarrollo del
subcontinente.
La perspectiva brasileña es que la unión aduanera evolucione hacia
un mercado común, unificando las políticas macroeconómicas y
articulando las bases de un Estado supranacional, como la UE. Esto
permitiría a Brasil concretar su destino de potencia mundial, no
aisladamente sino integrado con los demás países de América del Sur.
Es un proyecto distinto del ALCA, dentro del cual circularían
solamente mercancías y capitales, no la fuerza de trabajo, y por
consiguiente se contrapone a los propósitos tanto económicos como
políticos de EEUU.
La crisis que se abatió sobre Brasil, Argentina y otros países de la
región a fines de los años 90, afectó la consolidación del Mercosur.
Fue una crisis preexistente a la ejecución del programa neoliberal
del Consenso de Washington. Pero las condiciones económicas,
sociales y políticas que en los años 60 y 70 habían derivado en los
movimientos de insurgencia, se agravaron al final de una década de
políticas neoliberales, ejecutadas por gobiernos democráticamente
electos.
La deuda externa continuó siendo un problema para toda América
Latina.
Al finalizar 2001, según un informe del SELA, la deuda alcanzó la
«alarmante» cifra de 784.000 millones de dólares, cerca de 30.000
millones más que en 2000, con tendencia al crecimiento, acercándose
a los 800.000 millones, dependiendo del aumento que tuviera la deuda
argentina 19 . A lo largo de los años 90, casi todos los países de
Sudamérica (Argentina desde 1992, Brasil a partir de 1994)
convivieron con el déficit de la balanza comercial como
consecuencia, sobre todo, de la desregulación económica y la
apertura unilateral de los mercados, intensificada mediante los
acuerdos de la Ronda Uruguay del GATT, sin que las barreras para-
arancelarias (cuotas, técnicas, sanitarias, etc.) fuesen instituidas
dificultando las importaciones, como hacía EEUU y otros integrantes
de la OCDE.
Sin contar a Venezuela y Ecuador 20 , únicos con superávit debido a
las exporta-ciones petroleras hacia EEUU, el saldo negativo
acumulado de todos los demás países de América del Sur, entre 1995 y
2002 (cuatro meses 21 ), alcanzó el total de 68.100 millones de
dólares. Solamente el déficit acumulado de los cuatro socios del
Mercosur, en su comercio con los países del Tlcan fue de 44.540
millones, en el mismo periodo. Por otro lado, las remesas de
intereses, regalías y transferencias clandestinas aumentaron como
consecuencia de la desnacionalización de las empresas, sobre todo
estatales, cuyo control fue a manos de capitales extranjeros.
Dado que pasaron a tener déficit comercial y las inversiones
directas prácticamente cesaron después de las privatizaciones, se
hizo cada vez más difícil para los países del Cono Sur, en tales
circunstancias, cumplir con el servicio de la deuda externa hasta
entonces alcanzado, cubierto en parte con el saldo positivo de la
balanza comercial, con inversiones directas y créditos externos.
Brasil y el ALCA
Si se implantara el ALCA esta situación se agravaría aún más, pues
el principio subyacente de la política comercial de Washington
siempre fue «apoyar la prosperidad 19. y los puestos de trabajo de
EEUU y la riqueza de las empresas estadounidenses», conforme las
propias palabras de la embajadora Charlene Barshe-fsky,
representante comercial en el segundo gobierno de Bill Clinton 22 .
En su opinión, con el fin de la Guerra Fría las alianzas comerciales
tendrían en el siglo XXI un papel crecientemente importante en la
definición de las relaciones entre los Estados; y del mismo modo que
los pactos militares en el siglo XX, modelarán el sentido esencial
de las relaciones globales 23 . Al pedir a la Cámara de
Representantes, en 1997, una rápida aprobación del fast track, dijo
que gobiernos de países con mercados en rápido crecimiento de Asia y
América Latina acordaban entendimientos y establecían nuevas y
exclusivas alianzas comerciales en «potencial detrimento de la
prosperidad y del liderazgo de EEUU»24 . La entonces secretaria de
Estado, Madeleine Albright, dejó también en claro que el objetivo
expreso del ALCA y de la APEC (Asociación de Cooperación Económica
de Asia y del Pacífico), como de la red de más de 200 acuerdos
comerciales, entre ellos la Ronda Uruguay, era modelar el sistema
económico global de mane-ra que funcione en beneficio de EEUU. Tales
acuerdos permitieron un aumento de 34% en la exportaciones
norteamericanas y la creación de 1,6 millón de puestos trabajo,
desde 1993 (ibíd.). Según Albright reafirmó en el Senado, la primera
obligación («primary obligation») del gobierno norteamericano era
para con sus propios ciudadanos 25 . De donde se concluye que el
proyecto del ALCA no apunta a beneficiar a otros países del
Hemisferio, sino sobre todo a EEUU. Brasil siempre tuvo conciencia
de las pérdidas que podría sufrir con la implantación del ALCA, de
ahí su resistencia a seguir con las negociaciones.
El MERCOSUR representa 10% del comercio de la región y, dentro del
Mercosur, Brasil responde con cerca de las dos terceras partes 26 .
A pesar de la gran asimetría, en el sur del hemisferio occidental
Brasil es el único país en condiciones de rivalizar con EEUU, debido
a su extensión territorial, masa demográfica, parque industrial
diversificado (el más grande del así llamado Tercer Mundo), volumen
del PIB, posición estratégica en la subregión, fronterizo con todos
los países excepto Chile y Ecuador, y su confrontación con la costa
occidental de África 27 . Brasil es, también, el país con estructura
económica menos complementaria con la de EEUU, Canadá y México. Los
productos manufacturados constituyen cerca de 80% de lo exporta-do a
los países sudamericanos 28 . Por otro lado, con excepción de
Argentina, de donde importa 50% de productos industrializados 29 ,
como autopartes y material de transporte, Brasil compra,
principalmente, granos, carne y otros commodities de Uruguay y
Paraguay, minerales de Chile, Perú, Bolivia y Colombia, petróleo de
Venezuela y Ecuador, al mismo tiempo que ven-dea ellos equipos de
transporte, maquinaria y varios tipos de manufacturas 30 . Es decir,
este cuadro comercial dentro de la subregión es similar al
intercambio entre potencias industriales y países en vía de
desarrollo, cuyas economías se asientan predominantemente en la
producción primaria. En tales circunstancias, los intereses de
Brasil vis-à-vis EEUU, en las negociaciones del ALCA, se diferencian
de los de otros Estados sudamericanos, aunque sean también
coincidentes como en la oposición a los subsidios agrícolas y trabas
no arancelarias.
Un estudio de mayo de 2002, elaborado por la Secretaría Federal de
Impuestos y Aduanas (Secretaria da Receita Federal), señala que
EEUU, México y Canadá serían los países más beneficiados con la
formación del ALCA, cuyo comercio estaría concentrado en empresas
multinacionales, que modifican los precios las más de las veces para
transferir ganancias o pérdidas de un país para otro. La Federación
de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), a su vez, demostró
que Brasil perdería 1.000 millones de dólares por año en su comercio
exterior, desde el 1º de enero de 2006, fecha prevista para la
implantación del ALCA 31 .
También la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) ha
concluido que el ALCA trae más amenazas que oportunidades para
Brasil, con una pérdida de mercado dentro del hemisferio para 176
productos exportados por sus empresas, principalmente en los
sectores manufactureros (máquinas y equipos, autos 27, papel y
celulosa, y productos químicos) en virtud de la concurrencia de EEUU
y Canadá 32 . Y un estudio realizado por investigadores de la
Universidad de Campinas, a pedido del Ministerio de Desarrollo,
Industria y Comercio Exterior durante la gestión de Cardoso, llegó a
la misma conclusión: tras analizar 18 cadenas productivas –los
sectores que dan cuenta de 53,1% de la producción industrial, 57% de
las exportaciones y 68,4% de las importaciones totales del país, la
implantación del ALCA incrementaría las importaciones brasileñas e
inhibiría las exportaciones hacia América Latina, además de alejar
las inversiones extranjeras, de promover la «desindustrialización y
desnacionalización» económica, y de aumentar el desempleo y la
demanda de dólares 33 .
Los objetivos de Estados Unidos con el ALCA no se reducen solamente
a la remoción de aranceles y trabas no arancelarias al comercio
dentro de las Amé-ricas, sino que abarca entre otros temas los
servicios, inversiones, compras gubernamentales y propiedad
intelectual. Las propuestas buscan defender los sectores poco
competitivos de la economía norteamericana, razón por la cual no
quieren colocar en la agenda sus instrumentos proteccionistas, como
la ley antidúmping y los subsidios agrícolas. Lo puso en evidencia
el Congreso al aprobar, en agosto de 2002, la Trade Promotion
Authority (Ley de Promoción Comercial), concediendo al presidente
Bush un mandato restringido para negociar acuerdos comerciales,
limitando las negociaciones sobre el ALCA fundamentalmente a los
temas de interés estadounidense. El Congreso norteamericano mantuvo
los subsidios a la agricultura y la legislación antidúmping, que
tanto afecta las ventas de productos manufacturados, entre ellos los
siderúrgicos brasileños, que a su vez fueron obstaculizados por los
aumentos arancelarios aprobados por Bush. No sin razón el presidente
Cardoso declaró que «si las condicionantes fueran implementadas al
pie de la letra, ello significaría la inexistencia del ALCA».
En realidad, a Brasil no le interesa participar de áreas de libre
comercio con potencias mucho más desarrolladas y poderosas que
presentan ventajas estructurales, como EEUU, cuyas empresas
multinacionales y megaempresas son las más fuertes del mundo y a
favor de las cuales funcionaría el proceso de concentración de la
riqueza. La coincidencia produciría efectos destructivos en la
industria brasileña 32, especialmente en los sectores más
sofisticados, como bienes de capital, componentes electrónicos,
química, electrónica de consumo, software y computadoras, y tendería
a desarticular su economía y retrotraerla a una condición agrícola o
agroindustrial, productora de bienes industriales livianos o
tradicionales.
El presidente Cardoso declaró en la 3 a Cumbre de las Américas, en
Québec (abril de 2001), que el ALCA sería «bienvenido» si su
creación fuese un paso para dar acceso a los mercados más dinámicos;
si efectivamente fuese el camino para normas compartidas sobre
antidúmping; si redujera las trabas no arancelarias; si evitara la
distorsión proteccionista de las buenas normas sanitarias; si, al
proteger la propiedad intelectual, promoviese, al mismo tiempo, la
capacidad tecnológica de los pueblos; y si fuese más allá de la
Ronda Uruguay corrigiendo las asimetrías entonces cristalizadas,
sobre todo en el área agrícola. «Si no fuera así, sería irrelevante
o, en la peor de las hipótesis, indeseable»34 . Algunos meses
después, durante un evento sobre «Desafíos, oportunidades y riesgos
de la globalización para el país», promovido en Río de Janeiro por
el Colegio de Abogados brasileño, Cardoso reconoció que era más
fácil, «ideológica y políticamente», negociar acuerdos comerciales
con la UE que con EEUU, pues el poder norteamericano representaba un
riesgo mayor a la soberanía de los otros países 35 . En la última
campaña presidencial de 2002, Luiz Inácio Lula da Silva, entonces
candidato del Partido de los Trabajadores (PT), no solo criticó la
política externa de estadounidense diciendo que de cada diez
palabras de Bush, nueve se refieren a la guerra; dijo también que la
pro-puesta del ALCA, como está formulada por EEUU, «no es una
propuesta de integración sino una política de anexión, y nuestro
país no será anexado»36 .
Sin embargo, más por conveniencias políticas que por intereses
comerciales, Brasil siguió con las negociaciones sobre la
implantación del ALCA. De acuerdo con ello el presidente Lula, si
bien tuvo duras críticas a la propuesta estadounidense durante la
campaña electoral, todo indica que, como ha declarado,defenderá con
mayor firmeza los intereses brasileños. El énfasis ha sido puesto en
la consolidación y profundización del Mercosur, mientras ha tratado
de des-plegar esfuerzos agresivos para la construcción de alianzas
con países vecinos, mediante la concesión de líneas de crédito para
exportación a la Argentina, Venezuela y otros. La prioridad es
formar una unión política asentada en el Mercosur, que hacia fines
de 2003 debe firmar un acuerdo bilateral con la CAN, para la
formación de una zona de libre comercio. Esa unidad empieza por
convergencia, con una perspectiva de integración, de esos dos
grandes agrupamientos comerciales de la subregión –el Mercosur
ampliado y la CAN–, con un acercamiento creciente a la Guyana y
Surinam, y se hace necesaria para reforzar el poder negociador no
solo de Brasil, sino sobre todo de los demás países de la región,
que tienen aún menor peso económico y político vis-à-vis EEUU,
Canadá y México.
El mencionado embajador Araújo Castro, dijo en su momento que Brasil
estaba dispuesto a ir hacia una «relación especial» con EEUU en la
medida exacta en que EEUU deseara una «relación especial» con Brasil
37 . Esa dirección es todavía válida en la política exterior
brasileña. Una buena relación entre ambos países conviene no solo a
Lula sino también a Bush. Así como Richard Nixon (1969-1974)
percibió que su país estaba con las manos atadas, excluyendo sus
opciones diplomáticas, frente a un país de la magnitud de China,
parece que la administración Bush entendió que no puede prescindir
de Brasil, pese a todas las divergencias, en sus relaciones con
América del Sur. La cooperación entre los dos países no es sólo una
necesidad económica, política o diplomática; antes que todo, como
subrayara Araújo Castro, es un dato cartográfico. El mapa del
hemisferio muestra la enorme dimensión de esas dos masas
territoriales, con grandes contingentes poblacionales y que
necesitan mantener lazos estrechos, a pesar de las divergencias. En
1962, Kennedy mostró el mapa de América del Sur a los periodistas,
al advertirles del error de hostilizar a Brasil cuando el gobernador
de Rio Grande do Sul, Leonel Brizola, nacionalizó la ITT 38 .
Es necesario mantener el sentido de las proporciones, dijo. Lo que
le importaba era toda la nación brasileña, que era una llave vital y
con la cual EEUU debía tener las más íntimas relaciones. Su asesor
Arthur Schlesinger Jr., señaló que «así como el futuro de la
democracia en Asia depende considerablemente del ejemplo de India,
el futuro de la democracia en la América Latina depende
considerablemente del ejemplo de Brasil»39 . En 1971, Nixon declaró
que el resto de América Latina iría adonde fuese Brasil 40 ; y en
1976, Kissinger, entonces secretario 37de Estado, interrogado en el
Congreso sobre si no estaba dando a Brasil estatus de potencia por
haber firmado un memorando consultivo con el canciller brasileño,
contestó: «Brasil tiene una población de 100 millones de habitantes,
vastas fuentes de recursos económicos, un rápido índice de
crecimiento económico. Brasil se está volviendo una potencia mundial
y no necesita aprobación de nadie, y es nuestra obligación en la
conducción de la política exterior trabajar con las realidades que
existen»41 . Los americanos son muy pragmáticos.
Si no consiguen evitar que América del Sur se unifique bajo el
liderazgo de Brasil y adquiera su propia identidad, tienden a
aceptar la realidad. El mismo Kissinger escribió que no hay razón
para que EEUU se oponga al Mercosur, en la medida en que funcione
parejo al ALCA.
El ALCA sin el Mercosur, y especialmente sin Brasil, es irrelevante
para EEUU.
Brasil es el décimotercer destino de las exportaciones de EEUU, y
éste el Segundo comprador de Brasil, después de la UE. Tras el
fracaso de los programas neoliberales aplicados durante los años 90,
las políticas en la región tienden hacia la izquierda, a favor de un
Estado más fuerte e intervencionista. En tales circunstancias, EEUU
necesita tener un mejor entendimiento con Brasil, apoyando al
gobierno de Lula en su intento de aliviar la pobreza, con el
objetivo de evitar una crisis profunda que dañaría las perspectivas
de recuperación de toda la región y afectaría, incluso, a la
superpotencia. El encuentro de tres horas entre los presidentes Bush
y Lula, el 20 de junio de 2003, no fue meramente protocolar y usual,
como lo demostró el hecho de que estuvieran acompañados por 10
ministros, para examinar y discutir los problemas que afectan las
relaciones entre los dos países y hacer un balance maduro de sus
divergencias y convergencias, en la búsqueda de soluciones
consensuadas. Pero existen profundas diferencias entre los dos
países en el trato comercial, difíciles de resolver porque no
dependen de la voluntad de Bush. Las concesiones hechas hasta ahora
por EEUU respecto del acceso al mercado en igualdad de condiciones
no son consideradas suficientes por el gobierno brasileño. De
cualquier modo, ese encuentro demostró que para ser prestigiado por
EEUU, un país no necesita mantener «relaciones carnales» ni
renunciar a su política externa, uno de los atributos de la
soberanía, como lo hizo la Argentina bajo el gobierno de Carlos
Menem.
* El análisis del columnista permanente de La ONDA digital,
catedrático Dr. Moniz Bandeira, fue publicado inicialmente también
por la revista venezolana Nueva Sociedad Nº 186, editada por la
Fundación Friedrich Ebert.
* Luiz Alberto Moniz Bandeira: politólogo e historiador brasileño, ha
sido catedrático de la Univer-sidad de Brasilia y visitante en las
universidades de Heidelberg y Colonia. Autor de más de 20 obras
sobre relaciones económicas e internacionales, entre ellas: Presença
dos Estados Unidos no Brasil. Dois Séculos de História; Brasil-
Estados Unidos: A Rivalidade Emergente; Conflito e Integração na
América do Sul. Brasil, Argentina e Estados Unidos (Da Tríplice
Aliança ao Mercosul).
Palabras clave: integración, ALCA, Mercosur, Estados Unidos, Brasil.
1. M. Grondona: «Kirchner, entre Lula, Chávez, Powell y Lagos» en La
Nación, 15/6/03, Buenos Aires.
2. «Exposição aos Estagiários da Escola Superior de Guerra»,
Washington, 22/6/1974; «Exposição aos Estagiários da Escola Superior
de Guerra», Washington, 17/6/1975, en J.A. Araújo Castro: Araújo
Cas-tro(Coletânea de Discursos), Editora da Universidade de
Brasília, Brasilia, 1982, pp. 283-284 y 315-316.
3. Despacho, Soares de Sousa a Teixeira de Macedo, AHI - MDB -
235/1/17.
4. Oficio, Lisboa a Taques, Washington, 20/10/1861, AHI-MDB -
23/3/11; Despacho, Taques a Lis-boa, Río de Janeiro, 7/11/1861, AHI
- MDB - 235/2/1.
5. Telegrama de Rio Branco a la embajada de Brasil en Washington,
16/6/1910, Telegramas expedi-dos- AHI - 235/4/1.
6. Telegrama de Rio Branco a Joaquim Nabuco, embajador de Brasil en
Washington, 10/11/1908, ibíd.
7. Entrevista con el embajador José Joaquim de Lima e Silva Moniz de
Aragão, que fue secretario particular del barón de Rio Branco, Río
de Janeiro, 1971.
8. Carta de Oswaldo Aranha a Getúlio Vargas, Washington, 9/4/1935,
AGV - doc. 18, vol. 18.
9. Carta de Carlos Martins, embajador de Brasil en Washington, a
Getúlio Vargas, Washington, 18/6/1940, doc. 97, vol. 33, AGV.
10. Roberto Campos: A Lanterna na Popa: Memórias, Topbooks, Río de
Janeiro, 1994, p. 749.
11. Entrevista de Roberto Campos con el autor, Brasilia, 10/3/1990.
12. Comunicado conjunto de prensa, 30/7/1986, ibíd., pp. 65-68.
13. Declaración del embajador Celso Amorim, ministro de Relaciones
Exteriores de Itamar Franco, publicadas por Business Week año II Nº
18, en Fundação Alexandre de Gusmão: Política Externa. De-mocracia.
Desenvolvimento. Gestão do Ministro Celso Amorim no Itamaraty
(agosto 93 a dezembro 94), Brasilia, 1995, p. 297.
14. Entrevista del embajador Samuel Pinheiro Guimarães a Valor
Econômico, 2/2/2001.
15. Fernando Henrique Cardoso: «O Brasil e uma nova América do Sul»
en Valor Econômico, 30/8/2000.
16. Discurso del presidente Cardoso en la Reunión de la Cumbre del
Mercosur, en ocasión de la Reu-nión del Consejo del Mercado Común,
Asunción, 22 de junio de 2001.
17. Larry Rohter: «South American Trade Bloc Called Mercosur Under
Siege» en The New York Times, Nueva York, 24/3/01.
18. Henry Kissinger: Does America need a Foreign Policy? (Toward a
Diplomacy for the 21 st Century), Si-mon& Shuster, Nueva York, 2001,
pp. 152-163. Secretaría Permanente del SELA (Sistema Económico
Latinoamericano): «Informe de coyuntura América Latina y el Caribe:
cómo cierra la economía en 2001», Caracas, 2001.
20. Venezuela tuvo un superávit acumulado de cerca de 46.810
millones de dólares, y Ecuador, de 2.450 millones;
.
21. Los datos de Bolivia, cuyo déficit acumulado en el periodo fue
de 1.370 millones de dólares, no incluyen los primeros cuatro meses
de 2002.
22. «…To support U.S. prosperity, U.S. jobs and the health of the
U.S. companies», Barshefsky sta-tement before House Trade Panel,
3/18, U.S. Information and Texts Nº 011, USIS, 20/3/1997, p. 42.
23. Barshefsky testimony to Senate Finance Committee, U.S.
Information and Texts Nº 5, 5/2/1997, p. 8.
24. Barshefsky statement before House Trade Panel, 3/18, U.S.
Information and Texts Nº 011, 20/3/1997, p. 38. La parte del debate
con los senadores, en la cual se refirió al Mercosur como ejemplo de
«little units or system of rules and obligations» no fue divulgada
por la USIS en el sitio de la USTR en internet.
25. «... We must continue shaping a global economic system that
works for America», Secretary of State - Designate Madeleine K.
Albright. Prepared statement before the Senate Foreign Relations
Committee, as released by the Office of the Spokesman, Department of
State, Washington, D.C., 8/1/1997;
.
26. José Serra: «ALCA, Mercosul e Abertura Externa» en Política
Externa vol. 7 Nº 1, 6-7/1998, p. 18. au-27. Samuel Pinheiro
Guimarães: Quinhentos Anos de Periferia, Editora da Universidade do
Rio Gran-de do Sul / Editora Contraponto, Porto Alegre-Río de
Janeiro, 1999, p. 101.
28. Ibíd., pp. 101-121; J. Serra: ob. cit., p. 18.
29. Rubens Antônio Barbosa: América Latina em Perspectiva: A
Integração Regional da Retórica à Realidade, Aduaneiras, San Pablo,
1991, p. 102.
30. Samuel Pinheiro Guimarães: «Market Access in a ALCA», paper
presentado en el Fifth Colloquium of the Project IDB / Eclac (BID /
Cepal), «Support to the Process of Hemispheric Trade
Liberalization», 28-29 de septiembre de 1992.
31. Folha de São Paulo, 26/7/02. in-32. O Estado de São Paulo,
13/8/02.
33. «Estudo da Competitividade de Cadeias Integradas no Brasil:
Impacto das Zonas de Livre Comér-cio» en Jornal do Brasil, Río de
Janeiro, 11/12/02.
34. Discurso del presidente Cardoso en la apertura de la 3 a Reunión
Cumbre de las Américas, Québec, 20 de abril de 2001.
35. Gazeta Mercantil, San Pablo, 25/10/01.
36. Folha de São Paulo, 24/9/02.
37 «Exposição aos Estagiários da Escola Superior de Guerra»,
Washington, 22/6/1974; «Exposição aos Estagiários da Escola Superior
de Guerra», Washington, 17/6/1975, en J.A. Araújo Castro: Araújo
Castro (Coletânea de Discursos), Editora da Universidade de
Brasília, Brasilia, 1982, p. 285.
38. «… Look at the map and realize the vitality of Brazil. I think
that we ought to keep the sense of proportion» en Public Papers of
the President of the United States - John F. Kennedy, 1962 (Jan. 1
to Dec. 31, 1962), U.S. Government Printing Office, p. 203.
39. «… Just as the future of democracy in Asia depends considerably
on the example of India, so the future of democracy in Latin America
depends on the example of Brazil» en Memorandum for the President -
Subject: Brazil. Briefing Book, A Schlesinger Jr., Washington, Mar.
31, 1962, Confidential. John F. Kennedy Library.
40. «We know that as Brazil goes, so will go the rest of that Latin
American continent» en Jan K. Black: United States Penetration of
Brazil, University of Pennsylvania Press, 1977, p. 55.
41. «Brazil has a population of 100 million, vast economic
resources, a very rapid rate of economic development. Brazil is
become a world power, and it does not need our approval to become
one, and it is our obligation in the conduct of foreign policy to
deal with the realities that exist» en Henry Kissinger: Does America
need a Foreign Policy? (Toward a Diplomacy for the 21 st Century),
Simon & Shuster, Nueva York, 2001, pp. 159-161.
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