Iraq: ¿qué vendrá luego del caos?
13/04/2003
- Opinión
Las secuelas de la guerra estadounidense contra Iraq
dominarán el panorama internacional durante bastante
tiempo. Por lo pronto, varias realidades quedaron
severamente dañadas y no todas podrán reconstruirse en
igual grado. De inmediato, urge restaurar los servicios
básicos --agua potable, alimentación, electricidad,
comunicaciones, asistencia sanitaria-- del país agredido,
así como instalar alguna forma de administración y
gobernabilidad que sus pobladores puedan aceptar. Aparte
de los incalculables costos humanos, se estima que
rehabilitar la economía iraquí demandará cerca de 100 mil
millones de dólares.
La comunidad internacional hará contribuciones de corto
plazo para fines humanitarios, pero no estará en
disposición de hacer grandes desembolsos para reparar las
destrucciones que Estados Unidos decidió unilateralmente.
En realidad, según la letra y espíritu del derecho
internacional, quienes hicieron o apoyaron hacer la guerra
son los responsables tanto de resolver los problemas
humanitarios como de hacerse cargo de la reconstrucción.
A la vez, está el problema de financiar y resarcir los
gastos efectuados para causar esos daños. En 1991, la
llamada Guerra del Golfo costó algo más de 60 mil millones
de dólares, pero Estados Unidos sólo pagó unos 4 mil
millones, puesto que aquella acción --que sí estuvo
autorizada por el sistema de Naciones Unidas-- fue
costeada por un conjunto de países. Ahora, el presidente
George W. Bush obtuvo del Congreso 80 mil millones para
este fin, y no habrá aportaciones de otros países. Antes
bien, Washington deberá resarcir los gastos en que
incurrieron los poco copartícipes que lo acompañaron en su
invasión a Iraq.
Esto ocurre luego de que la Administración Bush había
decretado importantes recortes a los impuestos pagados por
las grandes empresas --compensándolos con reducciones de
los gastos sociales--, lo que pronto se traducirá en un
rápido incremento del déficit fiscal. Entre otras
secuelas, ello mantendrá creciendo la tasa de desempleo, y
en no mucho tiempo veremos subir de nuevo los intereses
bancarios. A nadie debería sorprender que reaparezca el
fantasma de la recesión.
De ahí que la Casa Blanca, después de hacer a un lado a la
ONU, ahora parece dispuesta a reconocerle un papel medular
en la reconstrucción física del país agredido, aunque no
en la búsqueda de una nueva legitimidad política. Eso no
es más que una fórmula para prorratear entre todos los
miembros del organismo mundial los enormes gastos de una
destrucción que Washington decidió por sí sola, sin el
aval de Naciones Unidas. El otro recurso es financiar la
reconstrucción --y los jugosos contratos que ésta
conlleva-- pagándola con un intenso incremento de la
producción petrolera iraquí. Pero esto sólo será posible
sosteniendo por largo plazo un gobierno entreguista en
Bagdad, lo que, conociendo los pasados 50 años de la
historia iraquí, no será fácil lograr.
Por otro lado, están los daños causados a los sistemas
mundiales de las relaciones, el derecho y los organismos
internacionales. Además de matar personas, destruir
patrimonios y generar grandes resentimientos, esta guerra
ha sido muy corrosiva. Deterioró las relaciones entre
Estados Unidos y Europa, las relaciones inter europeas, la
validez del derecho internacional y la vigencia de los
organismos que deben instrumentarlo. Como también
damnificó las relaciones de Estados Unidos e Inglaterra
con el mundo árabe y con el Vaticano, y las de la Casa
Blanca con las comunidades católica y musulmana de su
propio país.
Así, esta es una victoria costosa y "vacía". Desde luego,
la capacidad estadounidense para machacar, invadir y ocupar
a un país cuya capacidad militar ya había sido desbaratada
en 1991 y que luego padeció 12 años de bloqueo, se daba
por descontada. Pero quedarán por verse los beneficios
que eso pueda depararle a la humanidad del siglo XXI e,
incluso, al grupo de intereses que hoy gobierna a la
superpotencia agresora. Aunque esta segunda
Administración Bush en Iraq ha dejado en claro quién
impera en este desolado mundo bajo la ley del revólver, a
mayor plazo ni siquiera el desfrute de los dividendos del
petróleo es una ganancia que pueda considerarse segura.
En Iraq los invasores abrieron la caja de Pandora. En el
norte del país, sus aliados kurdos no combaten sólo al
odioso régimen de Sadam, sino a cualquier hegemonía
iraquí: su objetivo es la liberación nacional y sus éxitos
alientan la rebelión de sus hermanos kurdos de Turquía.
En el sur, la mayoría chiíta del pueblo iraquí repudia al
régimen de Sadam pero simpatiza con la Revolución islámica
de Irán, y no con las autoridades angloamericanas de
ocupación. Al centro, la minoría sunita --cuyo
nacionalismo centralista ha controlado el poder en Bagdad
incluso antes de Sadam-- no permanecerá obediente a la
tutela foránea, ni dispuesta a ceder los recursos
naturales del país. A lo que se agregan los rencores
ahora incrementados, y las formas irregulares e
imprevisibles en que de aquí en adelante podrán
manifestarse.
Es en ese entrono donde la administración militar
extranjera pretende instalar un nuevo gobierno iraquí,
supuestamente democrático. Pero, ¿cómo legitimarlo tras
haberlo impuesto por medio de una agresión ilegítima? En
realidad, al concluir su brutal capítulo primero, esta
historia apenas comienza.
https://www.alainet.org/pt/node/107322
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