Estrategia de daños colaterales y campaña humanitaria
31/03/2003
- Opinión
Ataque dedicado
Cortesía por delante. Los primeros cuarenta misiles fueron
una dedicatoria especial de Bush a todos los miembros del
Consejo de Seguridad de la ONU. A Blair y a Aznar, de pasada y
entre amigos, con un guiño cómplice y el pulgar hacia arriba.
Con particular atención vengativa y cínica, el presidente de
los EEUU brindaba los misilazos que intentaron asesinar al
presidente iraquí y a los miembros principales de su gobierno
y de sus fuerzas armadas, a Francia, Alemania, Rusia, China y
todos aquellos países que se habían resistido finalmente a
respaldar la destrucción-matanza de Irak pero que habían
colaborado intensamente para que aquél intento de asesinato
múltiple, de alta tecnología y enorme poder explosivo,
alcanzase el éxito esperado.
En la última comparecencia televisada de los inspectores de
la Unmovic, el inefable Powell insistía a Blix que debería
extremar la búsqueda de los refugios subterráneos secretos en
los que podrían ocultarse "armas de destrucción masiva". El
jefe de los inspectores daba cuenta de la utilización de
radares especiales y de los intensos esfuerzos dedicados por
los expertos de las Naciones Unidas a esa tarea supuestamente
realizada para evitar la guerra. Todos los demás países
estimulaban a Blix para que realizase meticulosa y rápidamente
su trabajo de investigación, y exigían a Irak la colaboración
más diligente.
Como había hecho ya en 1998, los Estados Unidos utilizaban
descaradamente a los equipos de inspectores para completar la
"lista de blancos" de una guerra que ya habían decidido antes
del 11 de Septiembre. En realidad nada importaban las
inexistentes armas de destrucción masiva sino la posibilidad
de terminar la guerra con un solo golpe certero.
Burla y complicidad en la ONU
La burla a la ONU -con la complicidad entusiasta de los
aliados fieles, la complicidad más o menos forzada de los
demás, y la indignidad de todos los funcionarios de la
organización empezando por el Secretario General, Annan- fue
despiadada como corresponde a un Imperio que se anuncia a
tambor batiente, y que no sólo arrolla sino que humilla y
denigra a los organismos multilaterales.
Todo el proceso de inspecciones había sido una auténtica
trampa para Irak que tuvo que destruir una parte de su pobre
equipamiento militar y condicionar gravemente su seguridad.
El ataque inicial, con un objetivo tan preciso como la
"decapitación del gobierno", ha sido posible gracias a la
información recogida por los inspectores.
Otras Naciones Unidas contra el Imperio
La ONU tiene un grado de complicidad importante con ese
primer ataque de intenciones criminales. La supuesta
"comunidad internacional" ha obligado a Irak a desarmarse en
presencia de un enorme y poderosísimo ejército, y a pesar de
que los EEUU hacían declaraciones continuas de que harían la
guerra fuesen cuales fuesen los informes de los inspectores.
La ONU no fue capaz de concebir ni de exigir ninguna garantía
para que el trabajo de la Unmovic no se convirtiese en la
primera tarea para esta guerra-matanza que estamos viviendo
ahora.
Todo el proceso que ha conducido a la invasión de Irak por
la más terrible máquina de matar que haya presenciado el
mundo, ha demostrado que sólo sería posible reorganizar una
institución supranacional para garantizar la paz si esto se
hace con el objetivo claro de oponerse a los planes
desarrollados en la Nueva Doctrina de Seguridad Nacional de
los Estados Unidos. Los Estados Unidos son el verdadero
enemigo de toda "comunidad internacional" que no sea la
jerarquizada bajo el poder y la voluntad del Imperio. Ésta es
la percepción compartida por las inmensas multitudes que se
manifiestan contra la guerra en todos los rincones del
planeta.
Los prisioneros de guerra
De manera acelerada los miembros de los organismos
internacionales de todo tipo se están convirtiendo en
funcionarios imperiales. Tal como están los tiempos no es nada
sorprendente.
Ahora les ha tocado el turno a los responsables
institucionales de la "humanización de la guerra". Todos ellos
mostraron repentinamente su congoja por el trato a los
prisioneros de guerra cuando las cámaras de televisión
mostraron las imágenes de dos grupos de marines prisioneros de
Irak. En el primero de ellos los militares estaban sentados y
respondían a preguntas elementales en relación con la
identidad de cada uno. En el segundo grupo –los dos pilotos de
un helicóptero Apache- uno de los soldados tomaba un té y
comía una galleta. Todos tenían, naturalmente, aspecto
desconcertado e inquieto, sin duda miedo, pero no parecían mal
tratados.
El problema para la credibilidad de esos funcionarios que
reclamaban castigo, es que todos los espectadores del mundo
llevaban varios días viendo las imágenes, distribuidas por el
mando aliado, en las que los prisioneros iraquíes de los
ejércitos de EEUU y el RU, arrodillados y amarrados, eran
cacheados por los soldados que no dejaban de apuntarles con
sus armas. Las imágenes, demasiado frescas y procesadas sin
descanso por el mecanismo de multirrepetición de Falsimedia,
todavía no se habían desprendido de la memoria corta de los
ciudadanos-portadores de "opinión pública". Y lo peor fue que
estas imágenes inmediatas, contrastadas con el escándalo
artificial y excesivo de los nuevos serviles(1) del Imperio,
arrancaron de la memoria ya casi enterrada algunas un poco más
viejas. Aquellas otras de los "prisioneros no de guerra" de
Guantánamo: primero conducidos a la base militar
norteamericana encuclillados, amordazados, encapuchados y
enguantados, amarrados como carga pesada, con tensores
radiales, en los aviones-bodega de los EEUU; después esposados
y argollados de pies y manos, silenciados, cegados,
ensordecidos y vendados, "insensorializados", enjaulados bajo
el sol de fuego del trópico.
La confluencia de las devociones excesivas de los portavoces
de las instituciones humanitarios supranacionales y los
errores graves de los propagandistas, provocaron que la
esperada ira de los "occidentales" se quedase en verdadero
pasmo ante el escándalo, enormemente parcial, de sus censores
de los derechos humanos.
Pero lo más "asombroso" de todo era el motivo elegido para
el concierto repentino de lamentos. La acusación del
funcionariado de control humanitario se centraba precisamente
en la mera difusión de las imágenes de los dioses vencidos, al
parecer lo único "punible" del comportamiento iraquí. Durante
los tres días anteriores, las cámaras de la Falsimedia
"encamada" en el Estado Mayor del ejército norteamericano,
ávidas por transmitir el derrumbe de la resistencia iraquí y
la victoria instantánea de las legiones del Imperio, se habían
lanzado alegremente a la caza y captura de imágenes de
prisioneros.
Los muertos
Los muertos norteamericanos e ingleses, todos militares
profesionales, hombres o mujeres adultos, están completos. Han
muerto en suelo ocupado, con las armas en la mano, después de
matar mucho.
Los muertos iraquíes, civiles pobres o soldados mal armados,
en buena parte mujeres, ancianos y niños, están rotos,
incompletos; en algunos casos, como en el mercadillo de
Bagdad, los muertos iraquíes han perdido la integridad
personal de los cuerpos para incorporarse a la solidaridad
colectiva de los fragmentos humanos, sin distinción de edades
ni sexos. Mueren en su tierra, muchos bajo los escombros de
sus casas, hechos pedazos. Son los muertos de la campaña
"Conmoción y Pavor" que Rumsfeld y sus militares bautizaron
para sintetizarle a Bush el carácter y el sentido real de las
operaciones militares.
Huidos de Basora
En Basora -aseguran los cronistas integrados en el estado
mayor civilizado- los que huyen, ocho días después de iniciada
la guerra, lo hacen de las carencias: alimentos y agua, pero
de ninguna manera de las bombas, los proyectiles y los misiles
del ejército angloyanqui. Y eso a pesar de que la ciudad está
siendo bombardeada con ferocidad y sin descanso, y lleva días
envuelta por el humo de las explosiones y los incendios.
Escudos humanos
Los generales-portavoces de los marines –fuente casi
exclusiva de información para muchos medios occidentales-
demuestran una y otra vez que han comprendido -sino mucho
mejor, sí con más descaro que la mayor parte de los
periodistas de Falsimedia- cuáles son las normas que rigen
este negocio de la Verdad y de la Opinión Pública.
A pesar de que los edificios oficiales –desde los cuarteles
a los ministerios- están evidentemente vacíos para evitar
matanzas inmediatas, y de que es absolutamente imposible
cubrir Bagdad o Basora de fuego sin provocar cientos o miles
de víctimas civiles, cada iraquí muerto –dicen los voceros
pentagonales- es un "escudo humano" utilizado por la Guardia
Republicana y los "fedayines de Sadam Hussein". Gracias a esa
conversión diabólica de cada "persona cuerpo humano" -
incomprensiblemente presente, al parecer, en una ciudad de
cinco millones de habitantes; incomprensiblemente alcanzada y
destrozada por el bombardeo de miles y miles de misiles y
bombas de gran potencia que caen día y noche- en una víctima
indeseada para los que disparan y sacrificada por los
disparados, el presidente Bush y su compinche Blair, se
liberan de la evidente cualidad de asesinos masivos y ejercen
su papel favorito de cazaforajidos. Y Aznar, el pequeño y
cínico cómplice hispano de los crímenes de lesa humanidad y de
guerra que están asolando Irak, organiza su "contraofensiva
moral" y refuerza la ofensiva represiva.
Errores fatales, daños colaterales
Los casos menos justificables con este "argumento" de los
escudos humanos –un mercado bombardeado, un edificio de
viviendas, por ejemplo- son trasladados al capítulo de los
"posibles pero no probables errores humanos". Serán
"investigados" cuando sean ocupadas Bagdad o Basora. En
principio para no crear huecos informativos en el mosaico de
la Verdad se atribuyen al propio fuego de las milicias
iraquíes. Sadam mata a su propio pueblo. Así de fácil.
Cuando todo esto no sirve para mantener la credulidad de los
receptores de información occidentales entonces se puede
hablar de "daños colaterales".
La estrategia de los daños colaterales
La ecuación estratégica era expresada hace unos días, entre
líneas y con lenguaje de guerra colonial, por los medios
occidentales. Deslastrada de simulaciones y de la liturgia de
la guerra de los Arcángeles contra el Maligno, la fórmula es
la siguiente: si el pueblo iraquí resiste en las ciudades
entonces será imposible ganar la batalla sin sufrir grandes
pérdidas, en consecuencia, habrá que intensificar y
generalizar el fuego contra las ciudades. O legionarios
muertos o ciudades arrasadas.
Aunque parezca de una atrocidad incomparable, esa
alternativa estratégica en relación con la matanza masiva de
civiles -que se está resolviendo con masacres indiscriminadas
en las ciudades asediadas y asaltadas como Basora, y que es
admitida como natural por el modelo ético de Falsimedia- no es
la peor expresión de la infamia. En el rincón más oscuro de
esta guerra-matanza está la estrategia operativa de los "daños
colaterales" que se desarrolla en las grandes ciudades, sobre
todo en Bagdad.
Los "daños colaterales", que en la expresión Pentagonal que
transmiten los medios de comunicación se refieren a muertes y
efectos destructivos de los bombardeos, producidos al margen
de los deseados, limitados en los daños, ocasionales, casi
excepcionales; son en realidad enormes masacres cada vez más
repetidas. La brutalidad extrema y la frecuencia –creciente
hasta llegar a lo continuo- con que se producen estos daños
colaterales tiene una función militar programada.
El objetivo de los daños colaterales es aterrorizar a la
población civil y desmoralizarla, derrotarla, rendirla,
terminar con la resistencia. Al mismo tiempo representan una
presión gigantesca sobre el gobierno y las fuerzas militares
iraquíes a los que le presentan una alternativa insoportable:
genocidio o rendición. Esa es la función estratégica de los
daños colaterales que no son para Bush, Blair, su cómplice
menor Aznar, y sus estados mayores, marginales sino
principales, de destrucción material sino de matanza humana
civil, fortuitos sino planeados, ocasionales sino regulados.
Es la estrategia de "dejar sin agua al pez" trasladada desde
el campo a las zonas urbanas, de la población dispersa a la
población concentrada, del napalm a las enormes bombas y a los
misiles perforantes.
Cuando empiezan tienen una función de advertencia. Señalan
la ausencia de límites en la ferocidad del ejército del
Imperio. Presionan para invitar al ejército iraquí a rendirse
o para forzarle a desarrollar el "combate" elegido por los
EEUU.
Para la estrategia inicial del Pentágono, la gran ventaja
operativa del ejército enviado a Irak es que la propia
población civil está muy lejos del campo de batalla.
El Imperio no puede hacer su guerra
Los valientes soldados del Tío Sam están acostumbrados a
colocar coordenadas de blancos en los sistemas de guiado de
los misiles y a abatir siluetas verdes en los visores de sus
helicópteros y carros de combate. Quieren combates nocturnos
en terreno abierto que ellos pueden convertir en una sesiones
de videojuego. Los iraquíes deben combatir al aire libre y en
descampado, concentrando sus unidades y volcándolas en una
gran batalla, o encerrados e inmóviles en los acuartelamientos
y bunkers localizados por la CIA o por los equipos de
inspectores.
Pero la guerra va por otros derroteros. En el momento en que
escribo estas líneas el Gran Ejército de los EEUU y el RU se
ve obligado a pelear un combate que no esperaba, contra un
pueblo unificado, a lo largo de un enorme eje longitudinal,
sin retaguardia asegurada, con la incapacidad de concentrarse
en Bagdad sino duplica sus efectivos, condicionado a una
guerra mucho menos rápida de lo previsto y con un frente
político exterior que puede convertirse en catastrófico.
En estas condiciones, la guerra directamente dirigida contra
una población civil que ha tenido la osadía de empuñar el
fusil o alentar a los combatientes, en lugar de agitar
banderitas norteamericanas recogidas de las manos de los
soldados del V de Caballería, va a alcanzar una dureza
extrema.
El papel estratégico de la revuelta contra la guerra
La guerra-matanza, más larga que el fulgurante paseo militar
que iba a tener lugar después de unas primeras salvas
terroríficas, coloca en primer plano la revuelta popular que
se está extendiendo y afirmando por el mundo.
La protesta social se ha situado en el escenario global de
la guerra cuando ha alcanzado la perseverancia y la
radicalidad que la convierten en algo muy distinto del mero
testimonio de oposición dentro de un marco político
controlado. Todo indica que –como intuyó Saramago- está
surgiendo un verdadero y sorprendente antagonista contra el
rápido y brutal despliegue del poder del Imperio. La
movilización social está adquiriendo rápidamente la
comprensión del mundo como el escenario de una explotación
feroz, de violencia extrema, cuyos instrumentos de poder
funcionan al amparo de un sistema institucional, político y
cultural que tiene que ser revolucionado. Esta nueva
conciencia de que estamos en una batalla humana que desborda
totalmente el escenario electoral vigente es lo que convierte
a la protesta contra la barbarie en un factor estratégico de
primer orden.
El resultado de la guerra de Irak es en estos momentos una
cuestión de resistencias y de tiempos.
Una mano mata, la otra reconstruye
La resistencia empecinada del pueblo iraquí ha
desenmascarado los planes imperiales y ha destrozado toda su
campaña de propaganda.
La euforia de primera hora ha mostrado a un Bush que está
manejando la guerra en Irak con dos planes de operaciones. En
uno de ellos se detallan y se actualizan las etapas de
destrucción y de matanza que se corresponden con las distintas
alternativas de resistencia y las fases de la guerra. En el
otro se desarrollan los planes paralelos de "reconstrucción" y
se asignan los correspondientes negocios. Con un "pequeño
beneficio empresarial" -dicen los responsables de la
administración norteamericana-, las grandes corporaciones
vinculadas directa o indirectamente a los miembros del
gobierno se hacen cargo nada menos que de la administración
del puerto de Um Qasr, o del apagado de los incendios en los
pozos y –se dice con letra pequeña- la "reconstrucción de la
infraestructura petrolera". Todo ello con el primer aporte
financiero de 1.700 millones de dólares iraquíes retenidos en
los bancos norteamericanos desde 1991.
Nada más expresivo de la naturaleza de esta guerra de Irak y
de las sucesivas guerras que tiene previsto el Imperio que el
programa global que componen esos dos planes de operaciones.
La destrucción y el negocio son la misma cosa. Dentro del
negocio se enmascara la más fabulosa transferencia de
propiedad que ha ocurrido en el mundo.
Acción humanitaria y "consenso de futuro"
El tercer elemento que están poniendo en marcha Bush y Blair
–con la colaboración entusiasta y activa del también implicado
Aznar-, buscando de nuevo la complicidad del Consejo de
Seguridad de la ONU y la de la UE, es el de un enorme plan de
propaganda con el que contrarrestar las protestas por las
atrocidades de la guerra. También buscan –sobre todo los dos
socios europeos- modificar la acusación precisa y exacta que
como genocidas, criminales de guerra y criminales contra la
Humanidad les dirigen cientos de millones de personas en el
mundo.
Blair y Aznar, los compinches europeos de la guerra-matanza
tienen todavía una preocupación adicional, la del riesgo grave
en el que están situando a sus sistemas políticos.
¿Para qué empecinarse en la oposición a la guerra? nos
dicen, una y otra vez. Hay que terminar esto rápidamente y
olvidarlo a toda prisa para que no resquebraje el consenso
interno, tan democrático él, y la feliz armonía internacional
de los pueblos civilizados. Con ello nos están sugiriendo que
seamos tolerantes con un incremento de la barbarie de los
bombardeos, de las matanzas colaterales para la
desmoralización del pueblo iraquí, y de las masacres de una
guerra lanzada claramente contra la población civil.
Blair y Aznar, que ante las coléricas manifestaciones que
revuelven sus países de punta a punta, no tienen ya muy claro
si los perseguirá la gloria o los requerimientos judiciales
del TPI, han propuesto como fórmula para simular una Europa
que ellos han colocado al servicio del Imperio y, sobre todo,
para recuperar la seguridad de un sistema que se resquebraja,
el "consenso de futuro". Algo así como:
Déjennos matar ahora sin demasiados contratiempos, y no
pongamos en riesgo el fabuloso y lucrativo consenso
institucional de los últimos años.
* Antonio Maira. Cádiz Rebelde
(1) Los serviles eran, en la España de comienzos del XIX, los partidarios del déspota, absolutista y felón,
Fernando VII.
https://www.alainet.org/pt/node/107222
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