Guerra: sí, pero no; no, pero sí

20/02/2003
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  • Opinión
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Desde aquí honro a los
cómicos que han dedicado su
principal rito anual a lanzar
un grito de repulsa, sin
matices, contra la guerra.
Una batalla moral con cientos de miles de muertos Bush le ha llamado "batalla moral" y también "defensa de la civilización occidental" al inminente ataque a Irak para el que ha preparado una enorme fuerza militar con 150.000 soldados, decenas de lanzadores de misiles, y varios cientos de aviones. Una batalla moral con todos los rasgos de un asesinato masivo, alevoso y premeditado, preparado minuciosamente durante año y medio, con decenas o cientos de miles de muertos. Para ese peculiar acto civilizatorio el presidente de los EEUU ya ha autorizado la utilización de "agentes químicos no letales de control", es decir -obviando los eufemismos con los que los aliados incondicionales, los aliados "condicionados" y los órganos de Falsimedia tratan estos asuntos-, armas químicas similares seguramente a las utilizadas por el ejército ruso en la matanza del teatro Dubrovka de Moscú. Además hemos sabido que el Pentágono ha deliberado sobre la utilización de armas nucleares –eso sí, no se escandalicen ustedes, de pequeño tamaño- en ese ataque al que el feroz Rumsfeld y alguno de sus centuriones gustan de denominar "devastador". Probablemente la deliberación haya finalizado en una resolución condicional: se utilizarán bombas nucleares si las armas "convencionales" de destrucción "casi masiva" no logran arrasar los refugios en el que se protegerán los mandos políticos y militares iraquíes. La exigencia moral de matar, que ha ido fortaleciendo el proceso de "crisis de Irak" y que ha desatado unilateralmente Washington desde el 11 de Septiembre, es tan grande que Bush repetía hace unos días que sólo aceptará una resolución de la ONU si es inmediata e implica la guerra. A la paloma se le ven las garras La dualidad halcones y palomas –Rumsfeld vs. Powell- con la que Washington iba facilitando las alianzas incondicionales como la de Blair, y las servidumbres desvergonzadas como la de Aznar, y de paso arrastrando hacia sus posiciones a los aliados "condicionales", se ha venido abajo. La cosa era ya muy artificial y se sustentaba en una desmemoria sospechosa y en el simulacro de desconocimiento de las estrategias de propaganda de Washington. En primer lugar la "paloma Powell" había sido el responsable directo del bombardeo nocturno del barrio de El Chorrillo en Panamá con centenares o miles de civiles muertos, y también el máximo responsable militar de la operación Tormenta del Desierto en la que se produjeron tremendas brutalidades de castigo, como los enterramientos de soldados iraquíes vivos e indefensos, y las matanzas de soldados rendidos y en retirada como la realizada bajo su mando por el general McCaffrey. Por otro lado la aportación de Colin a la estrategia militar, su famosa "Doctrina Powell", encaja muy bien en ese ataque demoledor del que alardea su colega de gabinete Rumsfeld. Para Colin, el ataque militar sólo es recomendable cuando la superioridad es tan gigantesca que esté asegurada la victoria y la ausencia casi completa de bajas en el ejército de los EEUU. Los métodos de ataque, claro está, son aquellos que se ajustan y confirman esa enorme superioridad y que garantizan la victoria más rápida posible, desde los enormes bombardeos de ciudades hasta el planeamiento de "daños colaterales" para disminuir el apoyo civil a la resistencia, pasando por la utilización masiva de uranio empobrecido o, para la próxima guerra, de "pequeñas" armas nucleares o de "armas químicas de control". La guerra no tiene límites en esa concepción en la que la diferencia de fuerza tiene que ser la máxima posible. Powell aportó algo más a la Guerra de Destrucción Masiva Unilateral –GDMU- para la que se han armado los EEUU. Fue el control absoluto de la información sobre la guerra, la posibilidad de convertir los terribles bombardeos en hermosos "árboles de navidad" o en operaciones de cirugía limpia para ser vistos placenteramente por televisión. La costumbre de Powell de fabricar la verdad para ser aceptada sin discusión alguna le ha llevado a la bochornosa presentación de "pruebas" que realizó el día 5 de febrero ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Fragmentos de conversaciones grabadas quien sabe dónde, afirmaciones atribuidas a disidentes o a espías no identificados, y fotografías sin sentido preciso alguno, constituyeron los "argumentos" de autoridad que debían ser aceptados por los aliados de los EEUU y también por los jefes de los equipos de inspectores. Como ha dicho con claridad el embajador USA en Berlín: "Esperamos de un amigo y socio que no nos obstaculice cuando persigamos nuestra política e intentemos convencer a otros. En otras palabras no queremos que Alemania trabaje en contra nuestra"(1) . La diplomacia de Powell, "paloma" que se sirve y dirige a auténticos halcones como Otto Reich, Elliot Abrams, John Bolton o John Negroponte, es la de imposición de una obediencia ciega. La prueba irrefutable La inexistencia en Irak de armas de destrucción masiva es algo que se deduce de las largas, sistemáticas e ilimitadas inspecciones que desarrolló la Unscom hasta finales de 1998, y también del severísimo sistema de control de importaciones vinculado al embargo. La culminación de los trabajos de inspección había sido certificada en los apartados de armas nucleares y misiles, y las búsquedas en los capítulos de armas químicas y bacteriológicas se consideraba también residual. No obstante, la prueba irrefutable en relación con el artificial "debate" de si Irak tiene o no armas de destrucción masiva se presentó estos días y estuvo siempre a la vista de todos: fue la "sorprendente" y reiterada negativa de los EEUU de entregar las pruebas a los inspectores de la ONU. La cuestión es evidente: sólo los inspectores estaban en condiciones de verificar las pruebas sobre el terreno, finalidad principal en una búsqueda real; pero también sólo ellos tenían la posibilidad de desmentirlas, posibilidad indeseable en una denuncia falsa. La desvergüenza Las intervenciones de Powell ante el Consejo de Seguridad en las sesiones de los días 5 y 14 de febrero fueron totalmente desvergonzadas. Después de imponer -bajo el supuesto del ocultamiento y la fabricación por Irak de armas de destrucción masiva y de la existencia de conexiones de Bagdad con Al Qaeda, y con una estrategia de presión y de chantaje continuos sobre la ONU y sobre los miembros particulares del Consejo de Seguridad- el retorno de los inspectores a Irak en las condiciones draconianas de la resolución 1.441 elaborada por los EEUU, Washington se dedicó a devaluar sistemáticamente el trabajo de la Unmovic para terminar afirmando que las inspecciones son inútiles. "La cuestión –afirmaba cínicamente Powell- no es cuanto tiempo vamos a conceder para que los inspectores se sientan frustrados por el obstruccionismo iraquí...". Powell, en el informe en el que presentó las "pruebas" de la peligrosidad de Irak, seguía la estrategia general de suplantar a la Unmovic y lo hacía tramposamente al denunciar obstrucciones de Irak a las inspecciones días antes del informe de Blix y Al Baradei. Con ello dejaba a los jefes de los equipos de inspección ante la muy comprometida decisión de desmentir al representante del Imperio. El secretario de Estado desarrolló el guión de una verdadera película de terror al más genuino estilo americano. Colin mostró dramáticamente un pequeño frasco de sal para explicar como un sólo pellizco de ricina podía sembrar la muerte y afirmar la existencia de toneladas de armas químicas y bacteriológicas –millones de pellizcos, sin duda- en poder de Irak. Afirmó también que 1.600 prisioneros fueron utilizados como conejillos de indias para pruebas bacteriológicas por el gobierno de Irak. Los datos truculentos, que incluían el relato de estas espantosas muertes, no estaban sostenidos por prueba alguna. Powell tuvo además la cara dura de recordar –como otra prueba de cargo- los efectos de las cucharadas de ántrax enviados en sobres en el otoño del 2001 en EEUU. Se olvidó de decir que el ántrax era de fabricación norteamericana y distribuido también por ciudadanos de los Estados Unidos. "No hace falta una segunda resolución" aseveró Powell con contundencia ante una audiencia excesivamente trabajada por la secuencia interminable de afirmaciones de irrelevancia, chantajes, consignas imperiosas, amenazas y desprecios de los EEUU. Le replicó el representante de Siria recordando que la unanimidad en la aprobación de la resolución 1441 se había producido después de la garantía estadounidense de que no se estaba votando una autorización automática para hacer la guerra. Sí, pero no; no, pero sí La poca vergüenza reside en otros lados. En esos que dicen luchar por una extraña y precaria paz que sólo pide más tiempo antes de empezar la guerra. Guerra no, pero sí. Podemos encontrar algunos ejemplos de esta peligrosa hipocresía de los que se apuntan como luchadores por la paz para facilitar la guerra, en las intervenciones de buena parte de los representantes en el Consejo de Seguridad de la ONU, y también en los discursos pacifistas de algunos partidos políticos que en realidad están intentando colar su guerra entre los gritos de protesta de millones de personas. Pero en donde probablemente encontremos los mejores ejemplos de esas ambigüedades calculadas es en determinados medios de comunicación. Guerra sí, pero no, por el momento. Veamos para comprobarlo las principales afirmaciones del Editorial de "El País": "Las razones de EE UU... y la soledad de Aznar", del día 6 de febrero un día después de la intervención de Powell: "Estados Unidos ha afianzado su caso contra Sadam Husein tras la extensa intervención de su secretario de Estado, Colin Powell... "retahila de indicios que refuerzan la presunción de que el dictador iraquí ha violado la unánime resolución 1441 a través del ocultamiento de armas químicas y biológicas." "La exposición del jefe de la diplomacia estadounidense... ha venido a confirmar el diagnóstico de Hans Blix... según el cual Bagdad nunca ha acabado de aceptar el desarme al que le conminó la ONU en noviembre, después de 12 años de incumplimiento." "De los documentos que Washington ha decidido finalmente compartir con la comunidad internacional se desprende para un observador de buena fe que Bagdad se ha embarcado antes de la llegada de los inspectores en un plan de ocultamiento y traslado de agentes químicos y biológicos, que sigue fabricando en laboratorios móviles". "Washington no debe perder la razón que le asiste ignorando la legalidad internacional. El largo currículo de Sadam le consagra como amenaza y le priva de toda credibilidad... pero el peligro que representa en estos momentos... no justifica una acción unilateral, inmediata y a todas luces desproporcionada." "Y si hay alguna posibilidad de que una extensión del trabajo de los inspectores evite la confrontación y aglutine la opinión del máximo órgano decisorio de la ONU, Bush debe plegarse." "El incumplimiento de la resolución 1.441 no debe acarrear automáticamente la devastadora respuesta de la única superpotencia contra un sátrapa agresivo... Pero hay indicios suficientes para calibrar que los riesgos son de tal naturaleza que hacen de la opción bélica la última de las posibles". Como podemos apreciar, El País, ilustrísimo y habilísimo representante de Falsimedia, otorga a EEUU el premio principal: la completa razón en los hechos y en las denuncias. Mientras semejante falsedad se va sedimentando en sus lectores el periódico matiza la necesidad inmediata de la guerra. El discurso común de la paz y de la guerra Por eso, porque los discursos intermedios se asientan fundamentalmente en una aceptación de la "verdad norteamericana", tenemos que ser muy precavidos frente a las expectativas de resistencia a la política imperial de los EEUU que se han levantado a partir de las posiciones de Francia, Alemania y Bélgica. De hecho estas posiciones diplomáticas, como las de algunas de las fuerzas políticas que se han incorporado en los últimos días a la resistencia contra la guerra, suponen la aceptación de buena parte de los argumentos de los Estados Unidos y son fácilmente reversibles hacia una "defensa razonable de la guerra". Aznar dispuesto al genocidio para "salvar la paz" En la sesión del 14 de febrero, la ministra Palacio representó bien la posición del gobierno español. Nada importa el informe de las inspecciones –sobre todo, la realidad de la no aparición, después de muchas semanas de búsqueda intensiva, de armas de destrucción masiva en Irak-. La postura gozosamente humillada y ostentosamente servil de Aznar es irreductible. Trabucándose por la necesidad de emitir con tomo persuasivo un discurso extremadamente incoherente y mentiroso, apoyándose ante Blix y Al Baradei en fragmentos del informe de la Unmovic a los que Loyola encontraba una interpretación exactamente opuesta a la emitida por los responsables de los equipos de inspección, la ministra de exteriores le ha mostrado al mundo lo que debe ser la obediencia sin reserva alguna. Si no hubiésemos sentido cólera por la disponibilidad absoluta para apoyar un genocidio, si no nos hubiese llenado el asco ante un pronunciamiento miles de veces asesino, hubiésemos sentido vergüenza. Lucha contra la guerra, lucha contra el Imperio Con las enormes manifestaciones del día 15 de septiembre -posibles por un trabajo muy largo de aclaración de la estrategia de dominación del Imperio, y de denuncia de la preparación de una matanza impune en Irak con los objetivos de la realización de un acto de imperio, de la reordenación política de Oriente Medio y del control de los yacimientos petroleros-, la lucha contra la guerra ha entrado en una fase decisiva. Es fundamental no permitir que se deformen los objetivos de las manifestaciones. La gente no salió masivamente a la calle para pedir un plazo al trabajo de los inspectores sino para afirmar que la guerra contra Irak responde a una intención latrocida y será un crimen de lesa humanidad, una matanza cobarde y un genocidio. La gente salió a la calle para denunciar la hipocresía que envuelve una crisis absolutamente fabricada por los EEUU, y para denunciar y oponerse a una una guerra imperialista. La gente salió a la calle para llamarles fascistas a Bush, Blair, Berlusconi y Aznar. La gente salió a la calle para afirmar que Irak no es un peligro para nadie, y desenmascarar el discurso feroz de Bush y Powell y el discurso hipócrita de quienes van colocando escalones para ascender hasta la guerra. La gente salió para denunciar las complicidades con la política imperialista de EEUU, y para denunciar también las presiones y los chantajes de Washington sobre todos los miembros del Consejo de Seguridad, especialmente sobre los países más débiles. Por eso la guerra es absolutamente inaceptable. La gente salió para definir como crimen contra la Humanidad y genocidio, a la guerra planeada por los EEUU con la complicidad de otros países como el Reino Unido, Italia y España, y para proclamar su exigencia de que en caso de guerra se castigue a los culpables. Cualquier intervención justa de la ONU tendría que comenzar con una nueva resolución que afirme el desarme realizado de Irak, levante inmediatamente el embargo que está matando, día a día, a miles de personas, y ordene a Israel destruir sus armas de destrucción masiva. Complicidad en el genocidio o desobediencia Es necesario reiterar la llamada a la desobediencia de los funcionarios civiles y militares que de ninguna manera pueden encubrir tras la "obediencia debida" su participación en lo que será una matanza cobarde y un genocidio premeditado. El movimiento contra la guerra debe reclamar ante a Fiscalía del TPI el juicio, por crímenes contra la Humanidad o por genocidio, de las autoridades políticas y militares de los países que participen en la contienda y que estén bajo la jurisdicción del tribunal, y realizar juicios populares, sentenciando en rebeldía, a aquellas cuyos países, como EEUU, no hayan reconocido la jurisdicción. Si la guerra tiene lugar el crimen no debe quedar impune. * Antonio Maira, Cádiz Rebelde Nota: (1) Citado por El País 7 febrero 2003.
https://www.alainet.org/pt/node/107002
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