Mundialización: Naufragio de derechos humanos
29/06/1998
- Opinión
Lyon.- En 1998 se cumplen cinco años de la Cumbre de Viena y 50 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos. Si se podría sintetizar en una frase el balance - más bien de cincuenta años
que de cinco- diríamos que el sistema internacional de derechos humanos construido desde la
Declaración Universal está naufragando y está siendo sustituido por la Declaración de los Derechos
de las Transnacionales concretado en el proyecto de Acuerdo Multilateral de Inversiones. Alguien
ha dicho que el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos está siendo sustituido por el
derecho de las transnacionales a disponer de los pueblos.
Cualquier balance que se pretenda hacer sobre la evolución de los derechos humanos en el mundo,
y cuando decimos derechos humanos nos referimos a todos los derechos humanos: civiles políticos,
económicos, sociales y culturales, debe hacerse en el contexto de lo que se ha dado en llamar
mundialización.
La mundialización no es un fenómeno nuevo: comenzó con el descubrimiento y la conquista de
América y continuó desarrollándose con las guerras coloniales en Africa y Asia y la subordinación
de los países independientes de América Latina primero a Gran Bretaña y luego a los Estados
Unidos. Esta mundialización, que describieron con precisión a principios de este siglo Hilferding
(El capital financiero, 1910) y Lenin (El imperialismo, 1914) se caracterizó por un centro industrial
y financiero dominante y una periferia colonizada suministradora de materias primas y
eventualmente de mano de obra barata en industrias de transformación primaria implantadas en los
países coloniales y dependientes.
Nueva etapa
Pero la mundialización contemporánea, que data de solo algunos decenios, tiene rasgos específicos
propios, que se deben en gran medida a los vertiginosos progresos científico-técnicos en los
dominios de la producción y de la comunicación.
Estamos entrando en una nueva etapa de la historia de la humanidad en que la revolución
tecnológica (robótica, cibernética, etc.) permite producir bienes prescindiendo del trabajo humano
físico. Lo que por un lado genera un desempleo creciente, con la consiguiente disminución de la
demanda de bienes y servicios y por el otro acelera la producción de dichos bienes y servicios, con
el resultado de las crisis de sobreproducción a repetición y la competencia encarnizada de las
empresas para dominar los mercados.
Al mismo tiempo, la robotización y la cibernética ponen nuevos límites al proceso de concentración
de la riqueza en pocas manos a través de la explotación del trabajo humano y el gran capital busca
otras formas de apropiarse de la riqueza fuera del ciclo de producción de bienes y servicios. Estas
nuevas formas son la especulación financiera, que las nuevas tecnologías de la comunicación
permiten realizar instantáneamente a escala mundial, la gestión mafiosa de la economía y de la
finanzas, el tráfico de drogas, la explotación sexual a escala mundial de adultos y menores, con el
consiguiente tráfico de seres humanos, etc.
La especulación financiera tiene la característica de producir enormes beneficios pese a que no
realiza ninguna actividad productiva, ni de bienes ni de servicios e inclusive sin financiar
actividades
productivas. Esos beneficios se logran simplemente transfiriendo el resultado del trabajo y los
ahorros de otros mediante distintos mecanismos: quiebras de grandes bancos, privatización de
fondos de pensiones, crisis financiera nacionales o regionales, crecimiento constante y
desmesurado
de la deuda externa, etc.
Las grandes potencias están preocupadas por las crisis a repetición que provoca la total autonomía
del mercado financiero y han decidido dar nuevos poderes y funciones al Fondo Monetario
Internacional como forma de controlar y prevenir las crisis. Es decir, un nuevo paso en el proceso
de concentración del poder en manos del exclusivo club de los ricos.
Efectos contradictorios
El proceso de mundialización, tal cual se está dando, tiene resultados que pueden calificarse de
paradójicos: pese a que la producción de bienes y servicios en el mundo se ha multiplicado varias
veces en los últimos decenios, la alimentación insuficiente, la falta de cuidados de salud, un hábitat
miserable, etc. son problemas que no sólo perduran sino que se agravan.
Y otro resultado paradójico del proceso de mundialización es que, contrariamente a lo que previó
Marx hace 140 años en los "Grundrisse" (Elementos fundamentales para la crítica de la economía
política (borrador) 1857-1858) en el sentido de que la revolución científico-técnica liberaría al ser
humano de la alienación, la explotación y la miseria, procurándole cada vez más tiempo libre para
su plena realización material y espiritual, éste está siendo sometido a condiciones de vida cada vez
más degradadas y alienantes.
Actualmente, todo lo relacionado con la vida humana y con las actividades humanas: el trabajo, la
salud, la educación, la cultura, la investigación científica, la creación artística, el derecho, etc., está
determinado por el principio del cálculo económico costo-beneficio y no por el principio del
bienestar y progresiva realización del ser humano en el contexto de una sociedad justa y solidaria.
Es el modelo de existencia impuesto a la sociedad humana por el gran capital en la era de la
mundialización.
Hay innumerables publicaciones y estadísticas que corroboran esta apreciación y a ellas nos
remitimos. Solo damos algunos ejemplos:
* En el plano laboral aumenta la desocupación, se deterioran los derechos sindicales y la capacidad
negociadora de los trabajadores y empeoran las condiciones de trabajo. Es la llamada flexibilidad
laboral al servicio de la competitividad.
* En cuanto a la salud, la Organización Mundial de la Salud trabaja hace años por establecer listas
de medicamentos esenciales con el fin de evitar la dilapidación de recursos de los países pobres que
se emplean en la adquisición de medicamentos innecesarios producidos por las grandes
transnacionales farmacéuticas. Muchos de tales medicamentos son meras copias de medicamentos
anteriores, dice la OMS, y expresa su temor sobre las consecuencias negativas que el Acuerdo
sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio
(ADPIC) de la OMC puede tener para esta política de medicamentos esenciales (OMS, Legislación
sobre productos farmacéuticos en los países en desarrollo: problemas y posibles soluciones (1985)
y Boletín de medicamentos esenciales, N1 22 (1996), Editorial).
* La explotación de los niños, particularmente su explotación sexual, no cesa de aumentar y se
produce lo que se ha denominado la feminización de la pobreza: las mujeres son las primeras
víctimas -en todos los órdenes- del proceso de pauperización de una buena parte de la población
mundial.
Concentración del poder
Estas consecuencias nefastas de la mundialización se han podido producir porque el gran capital,
con la connivencia de las élites políticas, ha confiscado el poder de decisión en detrimento de los
Estados, de la comunidad internacional y de los pueblos.
La clase política se ha subordinado al poder económico y a nivel mundial el poder real no lo ejerce
la comunidad internacional de Estados como representantes de sus ciudadanos sino un aparato
formado por el G7, el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, el Consejo
de Seguridad y la NATO, que cubren los aspectos político, financiero, económico y militar del
sistema piramidal de dominación mundial.
Se asiste a una crisis profunda de la democracia a nivel nacional e internacional.
El proyecto de Acuerdo Multilateral de Inversiones, cuyo tratamiento se ha postergado por el
momento, es la tentativa más audaz de someter totalmente a los Estados a los designios de las
empresas transnacionales.
Se trata pues, de reflexionar acerca de cómo los pueblos, a través de instituciones democráticas
nacionales e internacionales, recuperan los derechos fundamentales a decidir sobre su propio
destino, a procurar su realización individual y colectiva, material y espiritual, que les han sido
confiscados.
Las Naciones Unidas
Demás está decir que en las condiciones de la mundialización, el papel de las instituciones
internacionales, en particular del sistema de las Naciones Unidas, es de fundamental importancia
para tratar de recuperar el control de la sociedad civil sobre la economía, dicho en otros términos,
para tratar de que la economía esté al servicio de la sociedad y de los seres humanos que la
componen y no al servicio del beneficio máximo de los monopolios.
Pero hay que constatar que desde hace años las Naciones Unidas siguen una línea regresiva de
concesiones al poder económico transnacional, como ha sido la transformación en 1993, por
decisión del Sr. Butros Ghali, del Centro de Empresas Transnacionales, organismo autónomo
dentro de la Secretaría de la ONU que se desempeñaba como secretaría de la Comisión de
Sociedades Transnacionales, en una División de Sociedades Transnacionales y de Inversiones
Internacionales en el seno de la CNUCED y la disolución, en 1994, de la Comisión de Sociedades
Transnacionales, que intentó vanamente durante años elaborar y hacer aceptar un Código de
Conducta para las Sociedades Transnacionales. El señor Butros Ghali se manifestó en diversas
oportunidades partidario de asociar más estrechamente a la empresas transnacionales a las
decisiones internacionales.
Estas tendencias han sido confirmadas por el actual Secretario General, señor Koffi Annan, que en
el punto 17 de su programa de reestructuración de la ONU de julio de 1997 atribuye una
participación de primer plano a las grandes empresas en las decisiones de las Naciones Unidas.
El documento A/52/428 de la Secretaría de la ONU "La capacidad empresarial y la privatización
como medios de promover le crecimiento económico y el desarrollo sostenible", es una verdadera
elegía al neoliberalismo. Hay que deplorar que la Asamblea General de la ONU, adoptó sin voto el
18 de diciembre de 1997 la resolución 52/209, en la misma línea neoliberal del documento del
Secretario General, celebrando la privatización de las empresas y la liberalización de la
reglamentación administrativa, la participación cada vez mayor del sector privado en la prestación
de servicios, etc. etc.
Contradictoriamente, la Asamblea General adoptó en el mismo período de sesiones, el 12 de
diciembre de 1997, la resolución 52/136 sobre el derecho al desarrollo, donde, entre otras cosas, se
habla de la necesidad de la participación de la sociedad civil para la realización del desarrollo
sostenible con una dimensión social y orientado al ser humano; se constata la falta de participación
de los países en desarrollo en el proceso de adopción de decisiones a nivel mundial y se señalan los
efectos negativos de la mundialización sobre el derecho al desarrollo. Esta resolución fue
adoptada por 129 votos a favor, 12 votos en contra y 32 abstenciones.
El papel de ciertas ONGs
La adaptación al proceso de mundialización dominado por las grandes potencias y las empresas
transnacionales es un fenómeno que se manifiesta en todos los sectores de la sociedad: político,
económico, profesional, académico, sindical, y, por cierto, también se manifiesta en algunas
organizaciones no gubernamentales.
Aparte de ciertas organizaciones llamadas no gubernamentales que se ocupan de planes de
desarrollo, calurosamente apoyadas por Hillary Clinton y Al Gore en la Cumbre Social de
Copenhague, que administran decenas de miles de millones de dólares y que constituyen
verdaderas
puntas de lanza de la empresas transnacionales en los países pobres, algunas grandes ONG que se
ocupan de los derechos humanos dan signos de adaptarse bien al sistema mundial dominante.
Por ejemplo el señor Pierre Sané, Secretario de Amnesty International, en un artículo publicado en
el número de mayo de 1998 de Le Monde Diplomatique hace un llamado a las empresas
transnacionales, en tanto órganos de la sociedad, a respetar los derechos humanos de sus
empleados y sus clientes (sic), y las exhorta a que... "utilicen su influencia para tratar de poner fin
a
las violaciones de los derechos humanos perpetradas por los gobiernos o por los grupos armados
de oposición...". El señor Sané anuncia además en su artículo una "lista de control" elaborada por
Amnesty Internacional "que debería integrarse en los códigos de conducta de las sociedades".
En cambio el señor Sané no menciona en absoluto en su artículo el proyecto de Acuerdo
Multilateral de Inversiones, pese a que significa una amenaza sin precedentes para las soberanías
nacionales y para el derecho de autodeterminación de los pueblos.
Este enfoque es, por un lado, un intento de legitimar el papel preponderante que desempeñan las
empresas transnacionales en la escena internacional, paralelo e incluso por encima de las
instituciones de la sociedad civil. Y, por otro lado, significa la pretensión de sustituir el
indispensable control social del conjunto de la sociedad civil sobre la economía y en particular
sobre
las sociedades transnacionales, por una "etiqueta de calidad" en materia de derechos humanos
otorgada por Amnesty Internacional (u otras ONG) a dichas sociedades transnacionales.
Esta es una actividad a la que se dedican no pocas reales o supuestas organizaciones no
gubernamentales que "controlan" que las empresas transnacionales sean "ecológicamente
correctas" e incluso que respeten los derechos laborales. Es, diríamos, un contrato de mutua
legitimación de ciertas ONG y de las sociedades transnacionales.
Se trata de cubrir con un maquillaje ético la búsqueda despiadada del beneficio máximo que
practican las empresas transnacionales y de eludir la cuestión de fondo: que las actividades
económicas se encuadren en normas obligatorias emanadas de las instituciones representativas del
conjunto de la sociedad civil, a fin de que se garantice el respeto estricto de todos los derechos
humanos.
Hay otras formas más sutiles de servir la estrategia del poder mundial. Por ejemplo, el proyecto de
Estatuto para una Corte Penal Internacional, en su redacción inicial, es un intento de crear un
mecanismo judicial internacional al servicio de las grandes potencias a través del Consejo de
Seguridad. Para impulsar la acción del proyectado Tribunal, el papel de los Estados en general es
muy restringido y el de las víctimas es inexistente.
Sin embargo, algunas ONG, financiadas por la Fundación Ford y la Fundación McArthur,
explotando el legítimo deseo de las víctimas, de sus parientes y de los militantes por los derechos
humanos de contar con un tribunal internacional que siente en el banquillo a los grandes violadores
de los derechos humanos, pretenden establecer como plataforma común de las ONG que se cree,
sea como fuere, tal tribunal, relegando a segundo plano o simplemente ignorando la cuestión
crucial de para qué y para quién va a servir dicho Tribunal.
Las organizaciones no gubernamentales que se identifican realmente con las reivindicaciones
populares tienen una enorme responsabilidad, en el plano de la reflexión y de la acción, en la difícil
lucha por la recuperación de la democracia y por la vigencia plena de los derechos humanos.
* Alejandro Teitelbaum, es representante permanente en Ginebra de la Asociación Americana de
Juristas.
https://www.alainet.org/pt/node/104238
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