La mentira al servicio de los Estados Unidos
03/09/2014
- Opinión
La historia de la política exterior de Estados Unidos es muy rica en diversos tipos de falsificaciones. El uso de la mentira es sin sonrojo permitido, como arma de información bien utilizada por la Casa Blanca. Con la ayuda de la intriga política, es fácil justificar una acción militar previamente planeada. El modelo ideal modelo a seguir siempre, es la famosa operación nazi "Gleiwitz", que se convirtió en el pretexto para que la Alemania nazi atacara Polonia, el 1 de septiembre de 1939, y con ello se justificara el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Los aficionados y seguidores del "genio militar nazi" en Washington, son más que suficientes. Baste recordar los acontecimientos en la Yugoslavia de 1999, que llevaron a la desintegración del país, bajo el bombardeo masivo de la OTAN. A ello se suman otros ejemplos. Después de los ataques terroristas a las torres gemelas en Nueva York, los Estados Unidos, ininterrumpidamente desde hace 13 años, dieron inicio a la “operación antiterrorista" en Afganistán, con efectos hasta ahora casi nulos.
Siempre se utiliza como prototipo del uso de la mentira, para justificar las aventuras bélicas, la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en 2003, en la que el Secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, agitando un tubo de ensayo, argumentó la posesión de ántrax por parte de Saddam Hussein. El mensaje era claro: el dictador iraquí era una amenaza para el mundo, y por tanto debía ser aniquilado. Como resultado, las tropas estadounidenses entraron en Irak, Saddam fue ejecutado, el país ocupado se sumió en el caos y aun hoy, 2014, todavía estamos esperando la aparición de las armas biológicas denunciadas.
Algo parecido Washington intentó hacer en Siria, cuando levantó un estrepitoso ruido debido a la supuesta utilización de armas químicas por parte de Damasco contra civiles, en la lucha contra la oposición, que él mismo financiaba. Es evidente, que los estadounidenses hubiesen repetido en Siria, el mismo guión de Irak, si no hubiese sido por la intervención de Moscú, que al tiempo que detuvo el ataque, también salvó al mismo Obama, quien, enredado en sus propias intrigas, no tenía garantizado el apoyo del congreso de su país.
¿Pero acaso allí se detuvieron las acciones del presidente estadounidense, galardonado con el Premio Nobel de la Paz? Pues no, aun se busca una nueva excusa, para otra acción militar, que demuestre que el mundo sigue bajo el dominio de los Estados Unidos. A partir de allí, su atención es atraída por Ucrania, país desgarrado por el nacionalismo y los problemas económicos. Aquí, según cifras ofrecidas por los medios de comunicación occidentales, fueron distribuidos cerca de 5 mil millones de dólares, para la ejecución de un golpe de Estado y el derrocamiento del presidente legítimo. El objetivo de tal acción, consistía en dotar a las empresas estadounidenses del valioso gas de esquisto del Donbass y, de ser posible, construir en Crimea una base naval norteamericana.
De concretarse tal sueño, Obama, no solo pasaría a la historia como el primer presidente negro de los Estados Unidos, sino como el presidente con mayúscula. Para el logro de tales fines, no le ruborizó adoptar abiertamente políticas de apoyo a neonazis ucranianos, que fomentan una sangrienta guerra civil en el país. Y como las cosas no salían como lo planeado, es decir, la reincorporación de Crimea a Rusia, y el hecho de que casi medio millón de soldados del Ejército Nacional ucraniano, no ha sido capaz de aplastar a un reducido grupo de milicias pro-rusas en el este del país, que se resistían a ser tutelados por gobierno central, que incluía en su seno representantes fascistas, se hizo indispensable llegar a algo "especial": una víctima de la que, al parecer se convirtió el Boeing 777 malasio que realizaba el vuelo MH-17 de Ámsterdam a Kuala Lumpur, con 298 personas a bordo.
Mientras tanto, el Departamento de Estado norteamericano, sigue ejercitando su imaginación para fabricar los "datos" sobre las causas del accidente de aviación, culpando a Moscú y a sus aliados, sin temor al Diablo ni a Dios. Principios como: dignidad, veracidad y honestidad, al parecer, no se incluyen en las responsabilidades profesionales de sus colaboradores. Además, se sigue afirmando que no se tiene idea en la guerra ucraniana, de bajas entre la población civil, a pesar de que se bombardean ciudades.
Se dice que no se utilizan armas pesadas, ni sistemas de lanzamiento de cohetes, ni la aviación, que se discrimina objetivos tales como hospitales, escuelas, jardines de infancia, etc., y que la destrucción que aparece en videos y fotografías, son el resultado de crímenes cometidos por las milicias. Pero más audaz fue la postura del presidente de los Estados Unidos Barack Obama, quien, sin esperar resultados fehacientes que proporcionan los datos oficiales sobre las causas del accidente, acusó de antemano a Putin del horrible crimen. La situación real puede perturbar, sorprender, indignar y hasta demostrar lo inconcebible, pero desgraciadamente hay que entender que, en ocasiones, el uso de la mentira, las insinuaciones o hasta la provocación directa relacionada con la muerte de cientos de miles de personas; siempre han sido y probablemente será, una parte integral de la política exterior estadounidense. Aunque sea difícil de admitir, en Washington, existen todavía algunos dirigentes, que creen firmemente, que todo es admisible, con tal de conservar el dominio mundial.
Euclides E. Tapia C. es profesor titular de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá.
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