Falsos opuestos: reelección indefinida y alternabilidad democrática

12/03/2014
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Luego de los resultados electorales del 23 de febrero, y parecería que en respuesta a ellos, el legislador por el Partido Socialista – Frente Amplio, Fabián Solano, anunció su intención de presentar una propuesta de enmienda constitucional para permitir la reelección indefinida del Presidente de la República.[1]
 
Sin perder tiempo, el 5 de marzo, el bloque legislativo de Alianza País y de sus aliados del Partido Socialista – Frente Amplio se reunió para analizar el mecanismo de reforma de la Constitución, que permita que el presidente Rafael Correa pueda ser candidato en el 2017.[2]
 
En la sabatina del 8 de marzo, el Presidente Rafael Correa señaló: "Yo no he tomado una decisión al respecto, pero creo que la realidad política ha cambiado... El pasado de esa banca corrupta, política corrupta, de esa prensa corrupta que todavía es presente, esos son los factores que me motivan a revisar mi decisión".[3]
 
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“Yo no he tomado una decisión al respecto, pero creo que la realidad política ha cambiado...”
Rafael Correa
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Esta propuesta, sin embargo no es nueva. Ya el 6 de agosto del año pasado, el Secretario Ejecutivo de Alianza País, junto a varios dirigentes del Movimiento de la Provincia de Guayas, informó sobre la intención de impulsar las respectivas acciones para hacer posible la reelección del Presidente Rafael Correa. En esa ocasión, en una especie de confrontación creada con el Alcalde de Guayaquil, los dirigentes de AP señalaron que si Nebot puede reelegirse, también Correa lo puede hacer. Es más, el Secretario de AP instó a Nebot, en rueda de prensa, a impulsar juntos todas las acciones para que la Asamblea Nacional de paso a una Reforma Constitucional que permita la reelección indefinida de toda autoridad electa mediante voto popular, incluyendo el Presidente de la República y los alcaldes. En el documento firmado por el Secretario de AP, se dice que esta organización política estaría dispuesta a rever su postura respecto del límite constitucional a la reelección, impulsada por esa tienda política en Montecristi, "ante la insistencia de la prensa 'libre e independiente' que santifica la continuidad y los 18 años del gobierno local (...) con el objetivo de que el poder político y mediático sean escuchados".[4]
 
Resultó extraño este considerando en la carta de Alianza PAIS que continuamente pone en entredicho a las grandes cadenas mediáticas. No obstante, parece que es coherente con la estrategia oficial –de Alianza PAIS y del gobierno-, que han impulsado el objetivo del Partido Único –en los hechos- y la reelección indefinida del líder político y electoral de esa organización y del gobierno.
 
Esta estrategia quedó mucho más clara a partir del cambio de vocales del Consejo Nacional Electoral en noviembre del 2011, cuando se puso en marcha un sistema de calificación y descalificación de movimientos y partidos, cuyo objetivo fue reducir la representación política nacional a Alianza País y a pocos partidos atomizados en la derecha y en la izquierda. Luego, para las elecciones presidenciales del 2013 el oficialismo aplicó una estrategia legal, administrativa, económica, comunicacional, para lograr la elección del Presidente en Primera Vuelta (El Presidente Correa alcanzó el 57 % de los votos) y una mayoría total de parlamentarios. Esto último implicó el cambio en el método de asignación de escaños del de Webster al denominado D´Hont, que restringe la representación de las minorías, a través de las Reformas al Código de la Democracia aprobadas por la Asamblea Nacional en julio del 2012. De esta forma, con el 53 % de los votos obtenidos por AP en las urnas en las elecciones del 2013, obtuvo el 69 % de los asambleístas.
 
Con esta estrategia, el oficialismo logro –amen de los propios errores de las organizaciones políticas- "descomponer al límite de su liquidación a los partidos tradicionales; suprimir el espacio de la centroizquierda y debilitar significativamente a la izquierda".[5]
 
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El oficialismo logró “descomponer al límite de su liquidación a los partidos tradicionales; suprimir el espacio del centroizquierda y debilitar significativamente a la izquierda”
Francisco Muñoz
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En las elecciones para los gobiernos locales del 23 de febrero, la estrategia oficial orientada a copar la representación política siguió en marcha. La figura del Presidente Correa, considerado Gran Elector, acompañó a todos los candidatos a Prefectos, Alcaldes, Concejales y miembros de las Juntas Parroquiales a lo largo y ancho del país. La campaña electoral impulsada colocó en el centro al Presidente y a la obra gubernamental, dejando de lado a los propios candidatos locales, a las particularidades de la obra local y a la comunicación publicitaria local. Evidentemente, no se puede decir que no haya pesado la condición personal de cada candidato. Sin duda el papel jugado, por ejemplo, por la candidata a la alcaldía de Guayaquil Viviana Bonilla es destacable.[6] No obstante, fue la figura del Presidente la que se sometió a escrutinio público, más que la de los candidatos locales. Este hecho entregó una señal equivocada a los propios candidatos, quienes por el solo hecho de figurar a la sombra del Presidente creyeron que tenían la elección asegurada, con lo cual descuidaron su esfuerzo electoral propio.
 
La estrategia electoral no dio el resultado esperado. Alianza País y el oficialismo disminuyó la votación con respecto a lo alcanzado en anteriores elecciones.[7]
 
La respuesta política inmediata del oficialismo ha estado marcada por un discurso que pone el énfasis en el triunfo electoral de AP y los aliados. La necesaria autocrítica frente a los resultados electorales ha sido muy somera. Un importante señalamiento por parte del Presidente de la República de lo que llamó "sectarismo" de AP como una de las causas del "revés electoral" y el resto marcado por un discurso triunfalista.[8]
 
Como corolario de este proceso, el legislador Solano del PS – FA –al parecer sin el completo respaldo de otras figuras del socialismo- propone, a menos de una semana de las elecciones del 23 de febrero, una enmienda constitucional para posibilitar la reelección indefinida del Presidente de la República.
 
El PS – FA, aliado del oficialismo en la Asamblea Nacional obtuvo el 2,68 % de los votos para alcaldes en las últimas elecciones. Este hecho muestra que la vía burocrática y tecnocrática, juridicista y clientelar, ajena a la formulación original de la Revolución Ciudadana se ha consolidado.
 
El revés del 23 de febrero es un revés político. "El remezón es político. Y cabe advertirlo como la acumulación de reacciones, en tan solo un año, expresadas en una especie de voto-castigo sobre diversos motivos: el "sectarismo" (reconocido por el Presidente Correa); poses arrogantes y verticalistas en diversas instancias; el tema Yasuní; el del aborto; las cadenas mediáticas; las descalificaciones a críticos u opositores; el trato a los médicos, los estudiantes o los indígenas; el código penal; los dogmatismos en la categorización de universidades, etc".[9] Mal haría el oficialismo al pretender una salida únicamente jurídica, sin resolver lo que está en la base del problema y que la voz de Poder Ciudadano lo advirtió con mucha anterioridad, con la consecuente arremetida de persecución sectaria y exclusión de la que fue objeto a partir de ese momento –pero ese es otro cuento-.[10]
 
La Revolución Ciudadana es un proceso que emergió del hastío popular del viejo régimen de la partidocracia y el neoliberalismo. Emergió del cansancio colectivo, con un régimen político que perennizó la falta de soberanía nacional, que perdió la autonomía monetaria, que entregó la base militar de Manta a la mayor potencia militar extranjera, que convirtió a las instituciones del Estado en los espacios donde se fraguaban los negocios de los oligopolios nacionales y extranjeros, que le impuso a la mayoría de la población los dictados del neoliberalismo que eran sinónimo de pobreza e inequidad. Emergió de la lucha social, del movimiento indígena, de trabajadores y de ciudadanos contra ese viejo régimen.
 
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La Revolución Ciudadana es un proceso que emergió del hastío popular del viejo régimen de la partidocracia y el neoliberalismo.
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En los últimos siete años de gobierno, el Presidente Rafael Correa ha sido el líder que supo expresar, representar y canalizar el deseo popular, mediante hitos históricos como la Asamblea Nacional Constituyente, la reestructuración de la deuda externa y el uso del excedente petrolero para obras de beneficio social (en la infraestructura, la educación, la salud, la vivienda, el crédito productivo). Igualmente, mediante la recuperación de la soberanía del país en instancias internacionales, coadyuvando a procesos trascendentales como la formación de UNASUR y la CELAC, y su claro alineamiento en contra de eventos antidemocráticos como el golpe de Estado contra los Presidentes Zelaya en Honduras y Lugo en el Paraguay, y contra viejas posturas imperialistas y colonialistas como el bloqueo norteamericano a Cuba y la injerencia británica en las Malvinas.
 
El Presidente se ha convertido en el indiscutible líder del proceso de la Revolución Ciudadana y, hasta antes del 23 de febrero, en el Gran Elector del País, debido a un combinado de méritos personales como líder nacional, una estrategia de comunicación que ha usado con eficacia los medios y al accionar de su gobierno, que ha dado respuesta a sentidas reivindicaciones económicas, culturales y políticas de la mayoría.
 
Los efectos políticos de los resultados electorales del 23 de febrero son importantes porque precisamente cuestionan el carácter de Gran Elector del Presidente. Como lo han reconocido algunos –en realidad pocos- dirigentes de AP, hubo un revés electoral para esa organización y en la medida que la figura del Presidente fue destacada en toda la campaña, hay un revés para él también. A este argumento, contribuye la pérdida del candidato oficial en Quito, donde la presencia de Rafael Correa en la campaña fue incluso desmedida, a tal punto que llegó a opacar la propia presencia del candidato a la alcaldía. Pero igualmente, resalta la pérdida de los candidatos oficiales en la mayoría de las capitales de Provincia.[11]
 
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… los resultados electorales del 23 de febrero son importantes porque precisamente cuestionan el carácter de Gran Elector del Presidente.
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Las voces que se han pronunciado cuestionando la reelección indefinida lo han hecho magnificando la llamada "alternabilidad democrática". Dan a entender que, en sí mismo, este mecanismo es bueno e insuperable. Habría mucha evidencia histórica para cuestionar este argumento llevado a la categoría de "única y absoluta".
 
Se podrían nombrar cientos o quizás miles de ejemplos en contrario. Para centrarnos en nuestro país, desde 1979 hasta el 2005 el Ecuador vivió, el sistema de la "alternabilidad democrática" y la pregunta evidente es si aquello fue lo mejor a lo que la sociedad ecuatoriana podía aspirar. La respuesta afirmativa, no será ni tan contundente, ni tan evidente.
 
Hay muchos ejemplos en otros países del continente e incluso en otras latitudes donde la "alternabilidad democrática" ha sido más una mascarada que una realidad. En varios sitios, en varias épocas, la "alternabilidad democrática" ha devenido en un bipartidismo que al final de cuentas terminó gobernando para los mismos grandes intereses económicos y políticos, con distinto color de partido, pero con la misma agenda. En otros, no ha sido el bipartidismo, sino algo más amplio lo que se ha presentado como "alternabilidad democrática" y sin embargo, aquello al final ha terminado sirviendo a esos mismos intereses de poderosos grupos económicos y políticos.
 
Evidentemente, las voces en contrario dirán, "pero es peor aún la eternización de una misma persona en el poder"; y los ejemplos históricos les dará la razón: Stalin en la Unión Soviética posterior a Lenin, Mussolini en Italia, Hitler en Alemania, Pinochet en Chile, Fujimori en Perú, etc.
 
De ahí que, la pregunta pertinente es: ¿qué sería mejor que esa "alternabilidad democrática" y que la "eternización de una misma persona en el poder"?
 
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Las voces que se han pronunciado cuestionando la reelección indefinida lo han hecho magnificando la llamada “alternabilidad democrática”.
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Vale señalar los caminos que le han llevado al Ecuador al sendero en el que la reelección indefinida del Presidente Correa, aparece como la única alternativa para la continuidad de la "Revolución Ciudadana", en la versión que lleva adelante el Gobierno.
 
El viejo régimen político, al que se le ha conocido con el nombre del régimen de la "partidocracia", perdió toda legitimidad. Luego de casi diez años de corrosión, desde la caída de Bucaram en febrero de 1997, hasta el reemplazo de Lucio Gutiérrez por el entonces Vicepresidente Palacio –con la sucesión constitucional de abril del 2005-, se cerró el ciclo de su muerte y se abrió el camino para el nuevo régimen. Correa gana las elecciones del 2006 y consolida su proceso con el plebiscito para convocar a la Asamblea Constituyente, su posterior instalación a finales del 2007 y la aprobación, también en plebiscito de la nueva Constitución redactada en Montecristi, en septiembre del 2008.
 
A lo largo de sus gobiernos, el régimen de Correa ha configurado una institucionalidad que sostiene su poder en el Estado y lo legitima en la sociedad. Los viejos partidos vaciaron su representatividad y fueron reemplazados por el partido oficial, el Movimiento Alianza PAIS, quien ha ganado consecutivamente amplias mayorías, desde la Asamblea Nacional Constituyente hasta la actual Asamblea Nacional.
 
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A lo largo de sus gobiernos, el régimen de Correa ha configurado una institucionalidad que sostiene su poder en el Estado y lo legitima en la sociedad.
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La cultura de gobierno de Correa ha sido marcada por su cercanía mediática al electorado: la permanente rendición de cuentas de cada sábado, transmitida en vivo por cientos de cadenas de radio y televisión en todo el país y en los países de mayoría de inmigrantes ecuatorianos; las reuniones del gabinete ampliado del Presidente en distintos cantones de todo el país, cada 15 o 21 días; la presencia del Presidente cada martes en la ciudad de Guayaquil; los recorridos y visitas del Presidente a distintos ámbitos de la vida ciudadana; el eficaz manejo mediático por parte del aparato publicitario del gobierno, que ha batallado por imponer la verdad oficial; el control por parte del gobierno de importantes medios televisivos, radiofónicos y escritos, desde donde se impulsa el discurso oficial, en contraposición a la agenda de los medios privados; la batalla política, jurídica y económica del Presidente y del gobierno, contra la oposición concentrada en los medios de comunicación privados.
 
Luego está la configuración de las instituciones de la Revolución Ciudadana, que consagran legalmente el nuevo régimen: la reforma del sistema judicial, con fuerte intervención del Ejecutivo en distintos ámbitos de la administración de justicia; la estructuración de un sistema electoral, tanto en la parte administrativa, como en la parte jurídica, favorable al Ejecutivo, como muchas agrupaciones pudimos constatar en el proceso previo a las elecciones del 2013; un sistema, llamado del Poder Ciudadano, estatizado, encargado del nombramiento de los representantes del Sistema de Regulación y Control. La modernización de las instituciones del Estado en general y del ejecutivo en particular, mediante nuevas Leyes y normas, sistemas de gestión e información y la presencia de un ejército de burócratas, entronizados por una razón de estado extremadamente favorable al quehacer tecno-burocrático.
 
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La cultura de gobierno de Correa ha sido marcada por su cercanía mediática al electorado….
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Además, un aparato productivo, que se ha mantenido mayoritariamente intocado, con lo cual el gobierno impulsó en los hechos la misma estructura económica dominante, lo cual le ha permitido contar con el apoyo de importantes grupos económicos –incluyendo los oligopolios- que han visto crecer sus negocios y fortunas, mediante un fuerte entrelazamiento con una acrecentada inversión pública en distintos e importantes sectores de la economía.
 
Pieza clave para el sostenimiento de la institucionalidad del régimen han sido las mejoras en el reparto de los recursos fiscales alimentados por la renta petrolera y una mejor recolección tributaria. Para ello se amplió el sistema de subsidio directo la consumo instrumentado inicialmente por Jamil Mahuad y otras prestaciones públicas que han aumentado la capacidad adquisitiva de la población (educación, salud, crédito, infraestructura vial, trámites públicos, etc.). Esto sin duda, ha contribuido a la disminución de la pobreza y de inequidad. Mejoras sustanciales a los salarios de trabajadores y empleados, lo cual ha permitido incrementar el consumo de amplios sectores, sobre todo urbanos, lo que se ha visto fortalecido por un mayor acceso al crédito de las distintas instituciones financieras del Estado.
 
Finalmente, en este proceso juega un rol importante la presencia del Presidente Correa como líder latinoamericano, en distintos foros y espacios, donde se le reconoce como portador del proyecto nacional, popular y antimperialista.
 
El Presidente ha capitalizado los evidentes logros políticos en esta etapa. En el plano empírico eso se muestra no solo en los triunfos electorales alcanzados, sino en el apoyo mayoritario de los ciudadanos a sus iniciativas de gobierno.
 
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El Presidente ha capitalizado los evidentes logros políticos en esta etapa... eso se muestra no solo en los triunfos electorales alcanzados, sino en el apoyo mayoritario de los ciudadanos a sus iniciativas de gobierno.
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Claro está que esta situación se ha visto aunada por una estrategia encaminada a fortalecer la personalidad política de Correa y que ha sido impulsada por su aparato comunicacional y publicitario, su partido –el Movimiento Alianza PAIS-, los principales cuadros políticos y burocráticos de su gobierno y su propia persona. Evidentemente, todo ello ha caído en tierra fértil a causa de la tradicional cultura política del país favorable al reconocimiento personal de los líderes, lo cual en sus manifestaciones extremas –en ciertos sectores de la ciudadanía- raya en el caudillismo y el mesianismo.[12]
 
Esa estrategia, en sus aristas deleznables, ha significado su contribución al debilitamiento de la organización social de los trabajadores, los indígenas, los campesinos, los movimientos sociales –ambientalistas, mujeres, pobladores-; la condena oficial de la lucha reivindicativa y la movilización social; la exclusión de organizaciones y personalidades políticas que fueron afluentes directos del proceso de la revolución ciudadana (Ruptura de los 25, Alberto Acosta, Gustavo Larrea) y de organizaciones políticas aliadas (Poder Ciudadano en el gobierno; MPD y Pachakutik, en la Asamblea Nacional Constituyente); el debilitamiento de la organización del Poder Ciudadano y del Poder Popular, como sostén de una vía popular de la Revolución Ciudadana y su reemplazo por la acción mediática y el poder tecno – burocrático.
 
La efectividad de esta estrategia se mide por la mayoritaria aceptación, apoyo y popularidad del Presidente Correa, varias veces probada en las urnas. Sin embargo, lo que hoy aparece como una gran fortaleza, tiene sus lados vulnerables, mirando desde los objetivos de profundizar, densificar y ampliar la democracia, que fue uno de los postulados esenciales de la Revolución Ciudadana, en sus primeros años.
 
El primer peligro es que el proceso, que aun enamora a la mayoría de los electores, se quede en, lo que a propósito de las masivas expresiones de descontento popular que se dieron en el Brasil, en junio del 2013, se denominó "pan y circo". Atilio Borón, intelectual comprometido con la causa de la transformación en América Latina, señalaba con claridad, "Las grandes manifestaciones populares de protesta en Brasil demolieron en la práctica una premisa cultivada por la derecha, y asumida también por diversas formaciones de izquierda -comenzando por el PT y siguiendo por sus aliados: si se garantizaba "pan y circo" el pueblo –desorganizado, despolitizado, decepcionado por diez años de gobierno petista- aceptaría mansamente que la alianza entre las viejas y las nuevas oligarquías prosiguieran gobernando sin mayores sobresaltos".[13]
 
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El primer peligro es que el proceso, que aun enamora a la mayoría de los electores, se quede en… “pan y circo”
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El segundo peligro, es que el proyecto político de la Revolución Ciudadana no dé el salto a la transformación profunda y se quede en un régimen post – neoliberal y nada más. Con ello, la reelección se convierte en un fin en sí mismo, atendiendo a intereses, razones y argumentos, alejados del proyecto de transformación profunda y que emergen, más bien, de la lógica del poder tecno-burocrático.
 
El tercero, es el peligro del "caudillismo" en un proceso de transformación. Aquello aleja la posibilidad de configurar direcciones colectivas, organizaciones políticas sólidas, enlazadas con la organización popular, con la movilización popular, con la vía popular vs la vía burocrática, de la revolución. Aleja la posibilidad de construir colectivamente líderes políticos enlazados al ejercicio real de la democracia directa, participativa, emancipadora por parte de los ciudadanos, consagrando solamente la democracia representativa, cuestionada por el discurso del Presidente.
 
En los días de las manifestaciones en el Brasil, la Presidenta Dilma Rouseff, que proviene de una larga militancia en la izquierda brasilera, en el PT, anunció que estaría dispuesta a convocar a una Asamblea Constituyente en el gigante Suramericano. Esta declaración inicial pronto se desvaneció. De haberse dado aquello, ¿cuál habría sido el tema de fondo en las discusiones de una Constituyente en el Brasil, luego de más de 10 años de gobierno del PT? Seguramente se habrían tratado temas de la reforma del Estado con el fin de cumplir la deuda social impaga en ese país; pero sobre todo se habría abordado el tema del ejercicio real del poder por parte de los ciudadanos. Esto es, el tema de la democracia participativa, deliberativa, emancipadora, más allá de la mediación partidaria y del exclusivo sistema de representación. Esto, es lo que rondó en estas manifestaciones de descontento, espontáneas, con poca organicidad política.
 
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El segundo peligro, es que el proyecto político de la Revolución Ciudadana no dé el salto a la transformación profunda y se quede en un régimen post – neoliberal y nada más.
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De ahí que, en este nuevo ciclo de ascenso de las luchas populares, que tempranamente fueron anunciadas por el Brasil en junio de 2013, que se hallan presentes en las muestras de descontento en Venezuela –sobre las cuales quieren montarse las fuerzas más obscuras del poder mundial-, va a quedar claro que ni el post – neoliberalismo, en el plano económico, ni las opciones políticas que restrinjan la democracia están a la altura de lo que quieren los pueblos de América Latina. Estos pueblos, que están alcanzando mayores niveles de conciencia, se dan cuenta que otro mundo es posible, que un cambio de Era es posible, que una Revolución de verdad es posible.
 
Volvamos ahora a la pregunta: ¿qué es mejor que esa "alternabilidad democrática" y que la "eternización de una misma persona en el poder"?
 
Mejor es la construcción de una organización política de la Revolución Ciudadana que se fundamente en la Dirección Colectiva, que estructure esa dirección sobre la base de un amplio cuadro de dirigentes políticos que emerjan de la representación organizada del pueblo, de los ciudadanos. Que sean los ciudadanos organizados quienes los legitimen, les pidan cuentas –las cuáles tienen que ser rendidas- y los reemplacen o los reelijan, mediante procesos de amplia democracia deliberativa y con instrumentos transparentes para el ejercicio de la voluntad política.
 
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El tercero, es el peligro del “caudillismo” en un proceso de transformación.
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En el documento "Construir la Organización Política de la Transformación en el Ecuador", que salió para discusión pública en noviembre de 2010, afirmo: "la tarea de la transformación es demasiado amplia como para suponer que la puede dirigir un grupo, un gobierno, o peor todavía un solo hombre. Cuando eso sucede hay peligro".[14]
 
Mejor es el impulso de la organización política de los ciudadanos como agentes políticos y no como pacientes electorales y su expresión democrática. La movilización ciudadana como mecanismo de ejercicio de la democracia participativa, deliberativa y emancipadora. En tal sentido, la represión de la expresión ciudadana atenta contra la construcción de una democracia diferente en la que pueda manifestarse una praxis política y cívica de contenido distinto al que caracterizó a los regímenes de "alternabilidad democrática" y a los regímenes de "eternización de una misma persona en el poder". Mejor es el respeto oficial, incluso el incentivo a la organización y expresión autónoma de los movimientos sociales, de sus reivindicaciones, de sus culturas comunicacionales, aun cuando se opongan, contradigan, cuestionen o critiquen la "verdad oficial". Ese era la esencia del llamado Poder Ciudadano que fue elevado a Poder del Estado por la Constituyente de 2007 – 2008 y refrendado por la nueva Constitución aprobada mayoritariamente en el 2008, que hoy se ha visto reducido a una mínima expresión burocrática.
 
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“la tarea de la transformación es demasiado amplia como para suponer que la puede dirigir un grupo, un gobierno, o peor todavía un solo hombre. Cuando eso sucede hay peligro”
Diego Borja
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Mejor es la inclusión, en un fructífero proceso de debate, de las distintas corrientes políticas revolucionarias, democráticas, transformadoras, en la acción política de la Revolución Ciudadana –que no debe confundirse solo con el gobierno del Presidente Correa-. En el siglo XXI resulta altamente cuestionable la existencia de una sola organización de vanguardia. Resulta criticable hasta el mismo concepto de vanguardia. Las formas de expresión de los ciudadanos, de su organización social y política, son múltiples y diversas. El proceso de transformación social se vacía de sentido si es asumido –así sea bajo el velo de la legitimidad de las urnas- por un individuo o por un partido. El proceso de transformación solo adquiere sentido si existe transformación en la propia acción ciudadana, individual y colectiva, la cual marca su diferencia si se aleja de su abdicación de poder, como es característico en los regímenes de democracia representativa y de los "encargos" de poder en una sola persona.
 
Mejor la libre expresión de las corrientes incluso si son de oposición. Evidentemente todo proceso de transformación social y política implica construir y legitimar una nueva institucionalidad. En el siglo XX las revoluciones socialistas triunfantes configuraron nuevas institucionalidades. Estas se caracterizaron por el régimen de partido único –bajo el criterio de que era la vanguardia política del pueblo-, donde se legitimaba a una persona como el representante del colectivo. Por la presencia de una burocracia que ejercía el poder, a nombre de la sociedad, desde las distintas estructuras del Estado en los diferentes ámbitos: político, económico, cultural, social. Por la represión de cualquier voz que cuestionara la verdad oficial en cualquier plano: el arte, la cultura, la comunicación e incluso la cotidianidad, con lo cual se desarrollaron sociedades de control y vigilancia demencial. La mayoría de ellas tuvieron grandes logros en cuanto a equidad y acceso de la población a bienes materiales para satisfacción de necesidades largamente insatisfechas. Pero igualmente, la mayoría de ellas tuvieron un significativo déficit de democracia deliberativa y emancipadora, de respeto a los derechos humanos, de libertad. En el siglo XXI el desafío de la transformación social está en recuperar todos los logros históricos de la transformación social del siglo XX, más los nuevos constitutivos donde la democracia, el respeto a la diferencia y la libertad, sean incluidos como componentes esenciales y no meramente decorativos. Uno de ellos, es la convivencia política de actores políticos diferentes e incluso opuestos. Claro está, que esta tiene que darse dentro de nuevos marcos institucionales, donde los logros democráticos de la transformación sean respetados, mejorados y profundizados.
 
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El proceso de transformación social se vacía de sentido si es asumido –así sea bajo el velo de la legitimidad de las urnas- por un individuo o por un partido.
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¿Han permitido los regímenes de "alternabilidad democrática" evitar los vicios que se le endilgan a los regímenes de "eternización de una misma persona en el poder", tales como la utilización del poder político para la consecución de objetivos económicos personales o de grupo? ¿Han evitado la imposición de una verdad oficial, acallando, excluyendo, reprimiendo, las verdades diferentes, contrapuestas, contradictorias? ¿Han trazado reglas del juego equitativas para la expresión política de posturas diferentes? ¿No han usado el poder para beneficio de grupos económicos, distintos a los que logran entronizarse en los partidos políticos que gozaron de los placeres del poder, alternadamente?
 
La mayoría de las veces la respuesta a esta pregunta es un NO rotundo.
 
Del otro lado, ¿cuáles son algunos de los vicios de los regímenes que eternizan a una persona o un grupo de personas en el poder?
 
En primer lugar, se provoca la configuración de círculos de poder, que emana del control burocrático de las instituciones del Estado (Ejecutivo, Parlamento, Justicia, Poder Electoral). Estos grupos maximizan su permanencia –léase se eternizan- en esos espacios desde donde pueden asignar el poder. Para ello, acuden a mecanismos clientelares, que corroen también la expresión autónoma de grupos y movimientos sociales que algún día fueron contra hegemónicos. Igualmente, mantienen vínculos de mutuo beneficio con grupos de poder económico, interesados en resguardar el actual estado de cosas y opuestos, esencialmente, a la transformación. En esta lógica, el fortalecimiento de la democracia participativa y deliberativa de la organización política que controla los poderes del Estado, está lejos de la agenda de esos grupos que acumulan poder por medio de instrumentos profundamente antidemocráticos.
 
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¿Cuáles son algunos de los vicios de los regímenes que eternizan a una persona o un grupo de personas en el poder?
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En segundo lugar, generan una cultura política cortesana. Esto es, la práctica de quienes ya detentan el poder es servir y condescender con el gran asignador de poder –sea este una persona o un grupo-. Se instala la connivencia, es decir la cultura en la cual quienes ocupan cada uno de los eslabones en la pirámide del poder son complacientes y se complacen entre sí. Se esfuma todo espacio para la autocrítica, para la ruptura de los círculos viciosos enemigos de la transformación, para la discrepancia que contribuye a la mejora continua, para la revolución dentro de la revolución renovando las prácticas y la conciencia. La verdad emana del Gran Asignador de poder y es repetida por la resonancia cortesana en cada eslabón de la pirámide. Quien cuestiona la verdad oficial cae en desgracia y es expulsado del círculo. Se crea un incentivo permanente para callar y aplaudir, aún si se está consciente del error. Entonces quienes no detentan el poder son contaminados con esa lógica y la connivencia se instala en la sociedad. Esto, en su cara más fea, hace que también se instale el miedo, coartando la expresión creadora de los individuos y las colectividades.
 
En tercer lugar, coartan el surgimiento de nuevos liderazgos que contribuyan a la regeneración de los procesos. Se anquilosa la representación del deseo colectivo en la voluntad del personaje ungido y de su círculo, con lo cual la mantención en el poder se convierte en el único objetivo del grupo dirigente. La energía colectiva se represa, la ebullición política, alrededor del surgimiento de líderes se enfría y la sociedad entera pasa a depender de una persona con toda su vulnerabilidad humana.
 
La transformación de la democracia en el Ecuador no requiere elevar a Ley la reelección indefinida de las personas que ocupan cargos de elección popular. La democracia en el Ecuador requiere superar los límites impuestos por la "alternabilidad democrática" de viejo cuño.
 
Referencias:
[3] Esto lo dijo el Presidente en la sabatina del 8 de marzo, aproximadamente a las 12:55.
[4] Ver, http://www.movimientoalianzapais.com.ec/index.php?option=com_content&;view=article&id=8271:paispresentalapropuestaparareeleccionindefinida&catid=26:noticias&Itemid=128
 
[6] Según los datos del CNE hasta el 8 de marzo, Viviana Bonilla obtuvo el 39,12 % de los votos en Guayaquil, frente al 59,48 % que obtuvo el actual alcalde y candidato histórico de la derecha Jaime Nebot.
[7] De los datos del CNE hasta el sábado 8 de marzo, AP obtuvo el 19,19 % de los votos para Alcaldes, AP en alianzas con movimientos locales obtuvo el 15,06 % y en alianza con Avanza y el PS-FA, obtuvo el 0,31 %. En total AP solo y en alianzas obtuvo el 34,56 % de los votos para las alcaldías. Estas mismas relaciones en los votos para Prefectos fueron: 24,39 %, 24,46 y 1,38 %. En total AP solo y en alianzas obtuvo el 50,23 % de los votos para prefecturas.
[8] Sin duda los resultados electorales deben haber provocado desazón dentro de las filas oficialistas. Pero, de lo que ha trascendido, solo muy pocas voces han realizado autocríticas con sentido democrático. Una de estas posturas, es la del legislador y dirigente de AP, Miguel Carvajal. Ver:http://www.ecuadorenvivo.com/politica/24-politica/11779-arrogancia-puede-haber-en-el-hecho-de-pensarnos-imbatibles-diario-hoy-de-quito.html#.UxpIfY7tgV8
[9] Ver la nota “Triunfo o derrota” de Juan Paz y Miño en el Diario El Telégrafo del 3 de marzo de 2014.
[10] Ver la entrevista de Alfredo Pinoargote a Diego Borja el 5 de diciembre de 2011: http://m.youtube.com/watch?v=w1FJWrTY5G0. Ver igualmente, la entrevista de Rubén Darío Buitrón en el diario El Comercio del 4 de diciembre de 2011: http://lalineadefuego.info/2011/12/05/entrevista-diego-borja-la-revolucion-ciudadana-esta-debilitandose-diario-el-comercio/. La carta que le envié al Presidente de la República en esos días: http://lalineadefuego.info/2012/01/05/carta-al-senor-presidente-constitucional-de-la-republica-ecuador-de-diego-borja/.
[11] Según los datos del CNE, hasta el sábado 8 de marzo, AP habría ganado en Esmeraldas, Macas y San Cristóbal y en alianza con un movimiento local –lista 62-, en Puerto Francisco de Orellana.
[12] Recordemos a otros caudillos de la vida política contemporánea del Ecuador: Velasco Ibarra, Asaad Bucaram, León Febres Cordeo, Abdalah Bucaram.
[14] Borja, Diego, “Construir la Organización Política de la Transformación en el Ecuador”, Poder Ciudadano, Quito, noviembre de 2010.
Fuente:
https://www.alainet.org/fr/node/83894
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