Nueva guerra de identidades en Bolivia

29/09/2013
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El Estado Plurinacional de Bolivia se enfrenta con una “nueva" e inesperada realidad después de conocidos los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2012. ¿Cuál es esta inesperada realidad? Pues se podría decir que se produjo un etnocidio censal del indígena al caer éste a un 41% con relación al 62% del censo de 2001. La otra “novedad” es que estos datos han sido festejados efusivamente por los ideólogos del mestizaje, lo que, al parecer, encubre viejas ideas darwinistas. Entre ellos está Andrés Soliz Rada (exministro de Hidrocarburos de Evo Morales) o Carlos Cordero (analista político). Sólo para nombrar a algunos como referencia.
 
Lo que más llama la atención es que aquí se reveló la vieja idea de “por fin los indígenas ya no existen” en perspectiva de levantar nuevamente la vieja hegemonía del darwinismo criollo.
 
Cordero, por ejemplo, considera que este hecho ocurrió como rechazo al “racismo indígena”, y es así que explica el 58 % de personas que en la pregunta censal referida al origen étnico se decantaron por la opción “ninguno”.
 
Aquí, los racializados históricamente ahora aparecen como racistas. Finalmente todo ello pone a Bolivia ante el viejo problema existencial de ser o no ser.
 
¿Esto es parte de la matriz colonial del Estado boliviano? Sin duda que sí. Ocurre que la historia del Estado boliviano siempre ha estado cifrada en el exterminio físico de los pueblos precoloniales, combinada con una política integracionista para hacer desaparecer a estos pueblos por la vía de la autonegación.
 
¿Por qué pensar que se mantiene la matriz del exterminio del indio? Aquí algunos datos históricos que deben contextualizarse con los “festejos” que hoy observamos.
 
En el censo de 1900 se festejó la desaparición del indígena. “En la actualidad, la proporción de la raza indígena, incluyendo los salvajes, es la misma que hace 54 años, con la circunstancia de que las razas blanca y mestiza han aumentado considerablemente. De manera que en breve tiempo, ateniéndonos a las leyes progresivas de la estadística, tendremos a la raza indígena, si no borrada por completo del escenario de la vida, al menos reducida a una mínima expresión” (censo general de la población de la república de Bolivia, 1900).
 
Los darwinistas de aquel tiempo tenían una fe ciega en las leyes de la estadística. Hecho que se produjo en la presidencia de José Manuel Pando, “liberal ” que gobernaba el país gracias al ejército aymara del general Pablo Zárate Willka, al coadyuvar a la derrota de los conservadores de Sucre en la Guerra Federal de 1899.
 
En ese periodo se vivió un profundo racismo antiindio, según se puede leer en el trabajo de Ramiro Condarco sobre el “temi - ble” Willka. Por eso y por vergüenza por el indio se le negó el gran aporte a la causa liberal de los tres Willkas.
 
Así, aquel contexto cobra hoy en día mucha actualidad. ¿Por qué? Pues la celebración del país mestizo nos remite exactamente a aquel hecho que lleva detrás el sueño de un nuevo final del indio ya sea como identidad o como pueblo.
 
Un final que debería dar paso a una fervorosa modernidad y al triunfo último de la civilización capitalista y su culturalismo totalitario, sin negar que los aymaras tienen un gran manejo del mercado.
 
Y ¿quiénes están en la mira? Serían los pueblos aymara y quechua, dado que son el grueso de la población total indígena en Bolivia. Sólo así se entiende el festejo por el etnocidio censal del aymara y del quechua. Así se espera el final de los dos pueblos en tanto parte sustancial de la civilización colla.
 
Y esto ¿es un mero hecho estadístico, o tiene un sentido político? Se puede sostener que está dado por lo político, pues lo aymara y quechua en la historia, y hoy mismo, son los núcleos duros de un proyecto político antidarwinista y anticolonial, aunque tienen sus propios problemas.
 
Desde hace 13 años reclama y lucha nítidamente por un Gobierno propio del país hoy muy mal representado por el MAS. En este sentido, los darwinistas del siglo XXI ven como un real peligro a los aymaras o quechuas porque son una amenaza a los intereses de los grupos de ascendencia de los Pizarro y Almagro.
 
Entonces la idea del país mestizo no es más que un país con imaginario criollo y oligárquico. De hecho, la reivindicación del mestizaje es un artificio discursivo para reconstruir el viejo darwinismo criollo al estilo de Nicomedes Antelo o Gabriel René Moreno.
 
Aunque el darwinismo criollo de hoy ha mutado porque el blanco-mestizo adula al indio ideal y simbólico, cosa impensable en el pasado, no ocurre lo mismo en relación con el indio real y autónomo. A este último se lo criminaliza y se lo minoriza.
 
En otras palabras, se adula al “buen indio”, al sumiso, y se declara enemigo interno al “indio rebelde”; principios básicos del Gobierno colonial. De hecho, el Gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera ha enaltecido al indígena simbólico para criminalizar al indio autónomo y crítico.
 
Aquí la nueva regla es alabar al indio ideal para asesinar al indio real, típico del indigenismo de los estados en América. Y esto tiene lógica por el pésimo levantamiento del Censo Nacional de Población y Vivienda 2012, en el que hubo una notoria falta de interés por actualizar la cartografía censal, mala planificación y pésima capacitación de los censistas.
 
Varios aymaras, por ejemplo, han denunciado que los empadronadores no llegaron a sus hogares, por lo que tuvieron que ir a buscarlos, hecho muy curioso en tiempos de tecnología digital y satelital.
 
En perspectiva, parece que todo esto va a tener sus remesones porque se ha abierto una nueva guerra de identidades. En el mundo aymara o quechua ya se observan varias reacciones en forma de una indignación ante el peligro de “volver a desaparecer”, lo cual podría radicalizar la lucha identitaria.
 
Ser minoría conlleva grados de incriminación, discriminación y pérdida de representación política. Así, se están volviendo a levantar los históricos muros de frontera social entre q’aras e indios, lo que daría pie a señalar que la guerra de identidades es una nueva realidad.
 
Pablo Mamani
Sociólogo
 
Fuente: Página SIETE, Domingo 1 de septiembre de 2 013
 
https://www.alainet.org/fr/node/79686
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