Los Beatles: el sueño terminó, el sueño se renueva
Al entrar en el siglo XXI los principales elementos culturales se plegaron a eventos de puro entretenimiento, y así también el arte, el cine y la pintura se pusieron al servicio del mercado.
- Análisis
No pasa una semana sin que nos topemos en las redes sociales con una información acerca del grupo musical The Beatles. Con una insistencia que pudiera parecer enfermiza, las noticias acerca de este cuarteto, disuelto como tal hace más de medio siglo, siguen invadiendo las redes como si tal suceso hubiese ocurrido ayer. Siendo como fue el grupo musical más destacado de la era pop, Los Beatles continúan generando un volumen de información usado como señuelo publicitario para llamar la atención, y como elemento comercial. Google, especialmente, divulga una y otra vez pormenores, noticias, dimes y diretes, rescata fragmentos de antiguas frases, pesca trozos de viejas entrevistas y realiza montajes con fotos a objeto de usarlos para captar lectores de modo subliminal, entreverándolos con otras noticias políticas, económicas o sociales. Lo más asombroso de este hecho es que varias personas, incluyendo al propio Paul McCartney, se presten para tales fines, alimentando toda clase de rumores superficiales.
La calidad musical y creativa del grupo está fuera de toda duda, aparte de la inmensa fama y carisma de sus antiguos integrantes. Sin ser magníficos ejecutantes, grandes virtuosos o prodigios musicales, estos jóvenes provenientes de los barrios obreros de Liverpool, parecían experimentar una transformación apenas llegaban al escenario, tocaban y cantaban juntos, generando un sonido muy particular y un perfecto ensamblaje vocal. Alrededor del mundo se han producido miles de reportajes, biografías, discos, películas. Se inspiraron en el rock and roll estadounidense de los años 50, en Little Richard y demás rocanroleros de ese país, y en otros cantantes como Elvis Presley y cantantes de blue y jazz, y les imprimieron su toque particular, impregnado de canciones populares inglesas. Desde su separación desde el lejano año de 1970, no se ha cesado de especular sobre su división, que muchos lamentaron, aunque era inevitable.
Después de la muerte de John Lennon en 1980 y la de George Harrison en el 2001 se produjo, como era natural, una mayor cantidad de noticias al respecto, casi todas movidas, como ya he referido, acerca de quién fue el verdadero responsable de la separación del grupo, cuestión que carece de importancia, pues se trataba de una sociedad musical, una empresa comercial con sus altos y bajos como cualquier otra, la disquera Apple Records. Diez años después, la trágica muerte de Lennon a manos de un psicópata, precipitó una serie de fenómenos relacionados con el fanatismo, las neurosis derivadas de la idolatría hacia los músicos –especialmente hacia los de rock y pop-- que en los años 60 habían hecho eclosión mediante la llamada Beatlemanía, un fenómeno de histeria colectiva que fue analizado por psiquiatras y psicólogos de masas. Las chicas, que antes habían adorado a Sinatra y luego a Elvis, se volcaron sobre los Beatles de manera aún más frenética y multitudinaria.
Los Beatles, en efecto, no se redujeron a su papel de músicos, sino que se convirtieron en emblemas culturales: transmitían libertad, alegría, buen humor, hacían desplantes inteligentes y contribuyeron a conformar la sensibilidad pop, esto es, una mixtura de música popular y cultura de masas que produjo un híbrido muy atractivo (y tremendamente lucrativo) a la industria de la música, el cine y el video. De hecho, las travesuras alocadas de los Beatles dieron origen al video-clip (entresacados de sus películas La noche de un largo día y luego de Help!), se convirtieron en cortos promocionales de discos por vía del cine y la televisión, formatos que surtieron un efecto comercial sin precedentes en la llamada industria del entretenimiento. Los Beatles se habían convertido en una especie de golosina publicitaria para vender discos, revistas, diarios, ropa, perfumes, comidas, bebidas, es decir, fueron tomados como emblemas culturales para ser usados en la sociedad de consumo.
También, por supuesto, corrieron con la suerte de encontrarse con un gran manager del momento, Brian Epstein, que los descubrió, les construyó una imagen permanentemente renovada y les diseñó una carrera casi perfecta, una fama veloz. Epstein tenía en cuenta todos los detalles en cuanto a vestimenta, corte de cabello, costumbres, entrevistas, estilos de vida, para adaptarse a los nuevos requerimientos de la moda. Les planificó las giras y las presentaciones de manera impecable; hizo relaciones con cineastas, periodistas, surgieron así películas como El submarino amarillo (una verdadera obra maestra del cine pop mundial) tiras cómicas, libros, programas televisivos.
Otro personaje clave en la carrera de Los Beatles fue George Martin, arreglista musical, que les asesoró sobre la mejor manera de orquestar las composiciones de la época propiamente pop (cuya cúspide es El club de corazones solitarios del sargento Pimienta) pues si algo caracterizó al grupo, fue precisamente su voluntad de experimentar siempre con nuevas formas, y Martin lo logró con creces, aprovechando al máximo la capacidad musical de los jóvenes músicos --sobre todo en la parte orquestal-- para que las composiciones ganaran mayor prestigio y calidad dentro de lo que se llamó el canon clásico, culto o de cámara, asunto que consiguieron rápidamente. Las instrumentaciones y arreglos propuestos por Martin dieron como resultado una mezcla brillante de lo viejo con lo nuevo, y todo ello contribuyó a forjar una imagen de Los Beatles que, aun siendo desenfadada, no se pasaba de la raya, no se volvía vulgar o grosera, se cuidó de no incluir aspectos escabrosos ni sórdidos de sus vidas personales. En efecto, los cuatro Beatles contrajeron matrimonios “normales”, tuvieron hijos, se divorciaron y volvieron a casarse. Todo parecía normal. Pero tras bastidores había historias menos felices, adicciones, rupturas, aventuras tristes, problemas de convivencia.
De muerte natural
En verdad, el grupo como tal murió de muerte natural. Nadie tuvo la culpa de ello ni se debió a tal o cual motivo específico. Ya a finales de los 60 las giras del grupo se habían convertido en una maquinaria delirante de compromisos, presentaciones, conciertos, giras, que ya habían comenzado a cansar a los miembros de la banda, sobre todo a Harrison y a Lennon. Ya George había dado muestras de tener un tipo de espiritualidad distinto con respecto a los ideales occidentales, buscando otros rumbos en la filosofía y la música hindú (se recuerda mucho su afinidad musical con Ravi Shankar y su conexión con Marihishi Yogi) mientras que John Lennon hacía críticas severas a la guerra, al establecimiento y al sistema capitalista de vida, pero sobre todo al modo occidental de compartir la existencia con sus semejantes. Lennon bebía mucho alcohol; Paul siempre fue adicto a la marihuana: George tenía el nefasto hábito del cigarrillo. Al conocer a la japonesa Yoko Ono, Lennon se aferró a ella y comenzó a mirar sus realidades de modo distinto, menos apegadas al narcisismo y al egotismo de los ídolos occidentales, mientras que Paul McCartney se limitaba a ser un músico casi exclusivamente, y a promover su propia imagen. Siempre fue una persona muy obcecada por mantenerse en el primer puesto de la popularidad, y a hacer grandes negocios.
Cuando Los Beatles se reunieron para hacer su última película con Lindsay Hogg en 1969, McCartney ya había tomado distancia de intereses con George y con John, a la vez marcaba también distancia con Yoko Ono, a quien veía como una intrusa durante las grabaciones del último disco y la película. Pero John y George ya estaban cansados de la imagen que proyectaban los Beatles como grupo, causando ataques de histeria en las chicas; era ciertamente una imagen estereotipada, y necesitaba cada uno de ellos desarrollar su potencial, sin percatarse acaso de que la química que hacían juntos era incomparable. Paul fungía de director musical y gerente de la banda, coordinador, planificador, pero en realidad todos deseaban hacer las cosas a su manera. En efecto, poco después Paul perdió su liderazgo. La banda se disolvió de manera gradual: por ello digo que el grupo murió de manera natural.
McCartney grabó un primer disco como multi-instrumentista y no lo hizo mal, aunque lo fuerte en él siempre fue la ejecución del bajo, instrumento en el que es un verdadero maestro. Lennon siempre fue segunda guitarra y George la primera; mientras, Ringo en la batería hacía voces ocasionales. Lennon siguió con sus piezas de contenido social y antibélico, utopista o existencialista, mientras Harrison se concentraba en las suyas, de tipo meditativo y filosófico. All things must pass de Harrison e Imagine de Lennon fueron muestra de ello. Las diferencias con Paul se hicieron notorias, incluso en el campo musical. Sin embargo, McCartney siguió empeñado en culpabilizar a Yoko Ono de la separación de Los Beatles, cuestión que molestó mucho a John y en su disco Imagine lo ridiculiza en la contratapa del álbum mostrándolo como un cerdo; además, en la canción How do you sleep? (¿Cómo duermes?) hace una letra bastante ácida y mordaz acerca de su viejo amigo.
Mientras tanto, Paul comenzaba a organizar su temporada con el grupo Wings, con el cual grabó varios álbumes dentro del más puro estilo pop (Ram, Band of the run, Wings at the speed of sound, Junk, Wild life, Venus and Mars London town, Back to the egg, Off the ground, etc) donde dio muestras una vez más de su versatilidad, junto a su esposa Linda Eastman, que le dio varios hijos y le acompañó cantando; mientras George se concentró en sus búsquedas acústicas de grandes ensamblajes barrocos electro acústicos como los de Dark horse, Living in te material world, Extratexture, Electric sound, somewhere in England, Gone troppo, Lei it roll, Cloud nine, Brain washed y otros que revelaron ciertamente a un músico muy por encima de las posibilidades que se le habían presentado en su época Beatle. La producción de Ringo Starr en estos años es en verdad muy escasa; siempre se limitó a su excelente ejecución de la batería y la percusión y a una que otra interpretación vocal mediante su voz nasal, que no dejaba de tener su gracia.
Cualidades del grupo
Otra de las grandes cualidades de Los Beatles, además de su enorme facilidad para componer las piezas, fue su acoplamiento en escena, los cuatro juntos ejecutando voces, coros e instrumentos. Tenían una empatía perfecta, y sus composiciones mantenían una combinación justa de frescura en las letras y en la armonización musical. Las voces Lennon- McCartney –Harrison sonaban armoniosas, frescas, poderosas, parecían hechas para complementarse, en uno de los estilos más originales en el momento de asumir el escenario, de moverse, de gritar, de sonreír. Cada uno de los compositores, por lo general, hacía la primera voz de la canción que componía, y sus compañeros lo seguían en las segundas o terceras voces, de una manera impecable. Recuerdo que, siendo muchachos, cada uno de nosotros tenía su favorito, y no las pasábamos oyéndolos y comparándolos. traducíamos sus canciones al castellano para practicar el idioma y poder cantarlas más fácilmente, y así fuimos cultivando esto siempre. Pero la época de la Beatlemanía pasó más rápido de lo que pudiéramos esperar.
Lennon encontró en Yoko Ono una gran interlocutora para sus ideas de paz, amor y utopía. Recordemos que Yoko es artista plástica de arte conceptual, una mujer centrada que no se dejaba influir por chismes de farándula. En el texto que acompaña el disco Mind games (1973), John y Yoko proponen fundar la idea de Nutopia: “Anunciamos el nacimiento de un país conceptual: Nutopia. La ciudadanía del país puede ser obtenida por declaración a esa conciencia de Nutopia. Nutopia no tiene barreras, tampoco tiene pasaportes, sólo personas. Nutopia no tiene leyes que no sean las cósmicas. Todas las personas de Nutopia, son embajadoras del país. Como embajadores de Nutopia solicitamos inmunidad parlamentaria y reconocimiento de las Naciones Unidas de nuestro país y de nuestra gente”, concluye el texto.
A estos extremos llegaban los sueños de justicia social de John y Yoko, quienes pregonaban además la paz y el amor libre, de la mano de la música y de la poesía, negando la guerra, en clara disidencia con las grandes potencias como Inglaterra, Israel y Estados Unidos. Fueron muchas las imágenes posibles que ellos y muchos otros músicos afines lograron en conciertos y en festivales como los de Woodstock y Bangladesh, y otros movimientos que fueron creando un sentido de la contracultura, que produjo ideas distintas del sistema capitalista, las cuales han demostrado su ineficacia, y aún más: su completo fracaso e incapacidad para lograr una convivencia efectiva entre los seres humanos. Quienes hemos seguido el pensamiento contracultural en América desde el nacimiento de los beatnik (Kerouac, Ginsberg, Corso, Ferlinghetti, etc.) y de Bob Dylan, Joan Báez, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Susan Sontag, Norman Brown, Ángela Davis, Johnny Cash, Bruce Springsteen y otros escritores como Charles Bukowski, se les une una generación de filósofos marxistas y freudianos que intentamos deslindarnos del pensamiento neoliberal, el cual no hace sino dar más y más vueltas sobre la misma idea: la concentración de poder en pocas manos, empresas y gobiernos empeñados en trabajar para las mismas minorías y empresas que los explotan.
Me permito por eso una digresión. Una de las cosas gratificantes que percibimos en los medios musicales, ocurre cuando nos cercioramos de que un cantor, trovador, artista o escritor tiene sus propias ideas acerca del mundo que le rodea y las expresa de modo asertivo; cuando puede absorber temas y tópicos más allá de su propio “éxito” personal de su trayectoria como creador, sus bellas canciones, etc. y se pronuncia con claridad y valentía acerca de los fenómenos del mundo circundante. En la mayoría de los casos, los periodistas son personas frívolas que hacen preguntas mecánicas o superficiales, que solo aderezan determinado momento, y después se olvidan. Eso es lo que solemos hallar a diario en los medios. Pero cuando vemos a un músico con ideas sólidas y propias, abordando tópicos centrales de la sociedad o el arte, pensamos que ese músico o artista está consciente de su rol formativo, más allá de sus dones artísticos, su buena voz o su suerte personal, y puede brindarnos sus ideas para la construcción colectiva de la ciudadanía.
Ideas conectadas
Es así como la irrupción de las ideas de Lennon, Harrison, Roger Waters, Eric Clapton y otros se conectaron con las de varios trovadores latinoamericanos como Víctor Jara, Violeta Parra, Fachudo Cabral, Alí Primera, Silvio Rodríguez y otros tantos que se hicieron eco de las preocupaciones sociales, estéticas, musicales e históricas que han hecho de Nuestramérica un proyecto realizable si nos despojamos de las ideas melladas del capitalismo salvaje y del estado liberal burgués.
Lo cierto es que Los Beatles tuvieron mucho que ver con la ignición que se produjo en América y Europa para poner a circular las propuestas de una nueva música, de un nuevo arte, y por qué no, de una nueva sociedad. Lástima que después, en los años 90, aparte de la rica producción musical de McCartney y de Harrison, los grandes músicos de esos años como Pink Floyd, los Rolling Stones y figuras del pop inglés como Eric Clapton, --quien terminó siendo un excelente intérprete del blue-- y Elton John, Sting, Phil Collins, y luego en América las importantes propuestas del jazz latino y de la música caribeña, sufrieron un proceso de degradación muy grave debido a la ideologización, y a una cultura de masas muy agresiva. No pretendo exponer aquí cómo se produjo este fenómeno, pero si tuvo que ver con la utilización excesiva de la música serial y a una reducción de los contenidos literarios y filosóficos, que comenzaron a debilitarse. Se entró en una etapa de facilismo musical que permitió luego la banalización de las letras y la simplificación de los acordes, y ello generó una pobreza armónica sin precedentes. Todo ello fue desembocando en expresiones débiles y superficiales de fácil comercialización.
El siglo XXI
Al entrar en el siglo XXI el jazz, el rock, el pop y la salsa latina ya habían bajado de nivel expresivo y los trovadores habían perdido su fuerza social. Se plegaron a eventos de puro entretenimiento, y así también el arte, el cine y la pintura se pusieron al servicio del mercado. Vemos con tristeza cómo Paul McCartney ofreció conciertos para promocionar presidentes de la derecha radical como el chileno Sebastián Piñera (lo cual le valió un gran abucheo a McCartney) y al parecer, aun ofrece con frecuencia conciertos privados a multimillonarios, aparte de no emitir casi nunca un juicio crítico al actual sobre el estado de las cosas, desigualdades, injusticias, crímenes, guerras, agresiones contra la naturaleza que se ejecutan precisamente con la anuencia de las grandes potencias de Europa y Norteamérica. Tenemos el caso extremo de un concierto efectuado hace pocos años en la ciudad de Cúcuta, Colombia, donde participaron numerosos cantantes de América y Europa apoyando una invasión militar a Venezuela desde Colombia.
En contraste, recordamos a otros músicos solidarios produciendo conciencia social y política como en los casos de John Lennon y Roger Waters, a Víctor Jara, a Violeta Parra, Ali Primera, Facundo Cabral, Alberto Cortés, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez y otros tantos, siempre con mensajes de conciencia y sensibilidad social, que han dejado una huella indeleble en la historia cultural de América Latina y el mundo.
Se han cumplido hace poco 50 años del clásico de John Lennon Imagine donde éste soñó con un mundo mejor, una utopía conjugada en presente (Nutopia), y nosotros, sus fieles seguidores, continuamos luchando para que ese sueño se haga algún día realidad.
Gabriel Jiménez Emán recibió en 2019 el Premio Nacional de Literatura de Venezuela, por el conjunto de su obra.
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