Institucionalización racial ¿XXVIII enmienda de la Constitución de EE.UU?
- Opinión
El asesinato de George Floyd enarbola el ejercicio de la brutalidad o abuso policial en Estados Unidos (EE.UU) como praxis de un sistema que ha venido institucionalizando la ideología del racismo, bajo el subterfugio de que la población auto identifique su procedencia étnica.
Solo faltaría que una enmienda constitucional aprobara el racismo formalmente para ratificar el segregacionismo incorporado en la planificación pública del país norteamericano, al menos desde 1977 (1).
Siendo EE.UU miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho a veto, y dado que, al menos éticamente ha de tener compromiso con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, resultaría muy pertinente su consideración sobre el documento final de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia celebrada en Durban (Sudáfrica, 2001) (A/CONF.211/8, cap. I), párrafo. 6, que:
“Reafirma que todos los pueblos e individuos constituyen una única familia humana, rica en su diversidad, y que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos; y rechaza enérgicamente toda doctrina de superioridad racial, junto con las teorías que intentan determinar la existencia de las llamadas razas humanas distintas”.
A esta altura histórica de la “humanidad”, debe ser un avance asumir que existe una sola raza: la humana. Lo demás son simples colores. Ser negro, blanco, indio o mestizo, es indiferente, pues la composición física e intelectual, salvo alguna patología, es exactamente igual para cualquiera: mismos órganos, mismos sentidos, mismo oxígeno para poder vivir, mismo planeta, misma agua necesaria para existir...
De los absurdos más grandes expresados por la élite clasista mundial, el racismo -probablemente- constituye el que produce heridas más profundas. Nadie es responsable de nacer con un color específico de piel. Una vez más, en EE.UU, este arcaico método de segregación, deja hondas lastimaduras en una familia, en una sociedad y en el planeta.
Quienes vienen formulando o permitiendo políticas públicas estigmatizantes para personas de rasgos no caucásicos -que a la vista está, comprometen el ejercicio policial, desde el exceso o brutalidad- están dejando saber claramente que la población no está siendo atendida en sus derechos humanos.
De haber sido así, Eric Garner, Michael Brown, Rodney King, Freddie Gray o los que ni alcanzaron la mayoría de edad, Rice y Martin, y muchos otros, quizás aún estarían vivos. Probablemente, sus familias y sus comunidades no hubieran tenido que protestar ni llorar su pérdida, ni desatar su rabia contra un “establishment” que grita desde sus entrañas que solo un grupo minúsculo merece ser tratado con dignidad, y que el resto -para quienes detentan el poder- solo son estadísticas para ‘control poblacional’ y de “razas”.
Si el presupuesto y la planificación de un país se deciden por “razas” -que no son más que pigmentos- tuvo que ser, y ha de ser importante, revisar profundamente los intereses que hay detrás de ello…y si el llamado “supremacismo blanco” no es una locura y un peligro para la estabilidad mundial.
La Constitución de Estados Unidos, emanada en 1787, sobre la cual se ufanan algunos catedráticos en decir que fue referencia para otras constituciones en el mundo, reconoció –prácticamente- dos siglos más tarde, los derechos de las personas “negras” y eso, gracias a las luchas férreas de los ‘afroamericanos’ que se negaron a seguir siendo subyugados bajo la excusa de una construcción sociocultural ideologizante, denominada “raza”.
Son las sociedades y la evolución en las relaciones humanas, las que deberían dictar las leyes y las reglas, de acuerdo a la necesidad de tod@s o de las mayorías. Desde esta óptica ¡Qué involucionada sociedad ésta que permite que su gente sea tratada según el pigmento de su piel! Este “apartheid” es vergonzante para toda la humanidad.
Las prácticas policiales estadounidenses que han asesinado a personas negras, denuncian el modo cómo históricamente han percibido la negritud, o afro descendencia en los espacios de poder político y económico, desde donde se impacta la vida de millones de personas en el ejercicio de sus políticas públicas. Cualquiera puede suponer lo dura que debe ser la vida en EE.UU para quienes no son blanc@s o son extranjer@s.
Desde toda perspectiva, las aspiraciones supremacistas basadas en la discriminación racial constituyen un retroceso de siglos para la humanidad. Queda preguntarse si surgirán otras "Jim Crow" o, peor, acaso ¿una nueva enmienda constitucional terminará de instaurar en EE.UU el racismo –formalmente- como fórmula hegemónica?
Ramaris Vásquez, periodista venezolana. Con estudios en Especialización de Derechos Humanos de la Universidad Nacional Abierta (UNA) de Venezuela.
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