Estados Unidos. ¿Destitución de Donald Trump?
- Opinión
El proceso de destitución (impeachment) del presidente Donald Trump podría ser el primer capítulo de las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos de América (EUA). El proceso comienza el 21 de enero: Un día después del tercer aniversario, de la entronización del multimillonario neoyorkino cuyo mandato se ha caracterizado por “realidades alternativas” y la ley del más fuerte en política estadounidense e internacional.
A pesar de la ausencia de un registro histórico del impeachment de un presidente por el Congreso, en vísperas del inicio del proceso de destitución, aunque muchos duden de su inocencia, hay consenso en que este fracasará, gracias a una mayoría republicana senatorial sumisa a Donald Trump.
Sin embargo, como la inusual de la tentativa de impeachment del presidente se explicaría precisamente por el estilo Trump hay incertidumbre que aunque no prospere, si tenga un impacto en sus posibilidades de reelección en noviembre.
Esta incertidumbre abarca también los efectos del proceso de destitución, sobre una política exterior Trumpista, que ya es caótica, improvisada y ritmada por los estados de ánimo del presidente, lo que lleva a frecuentes renuncias ó demociones de sus consejeros.
Es así como algunos temen que el asesinato del General Iraní Qasem Soleimani, sólo buscaba distraer la opinión pública estadounidense del impeachment. En América latina, también se temen acciones imprevisibles por el contexto de ofensiva de Washington y de la Organización de estados Americanos (OEA) contra gobiernos progresistas y Cuba.
Otros lamentan que un sistema político considerado como un modelo de democracia liberal, se transformara en una plutocracia desembozada, una oligarquía. Otrora un ejemplo a seguir por líderes democráticos, el presidente estadounidense actual es imitado por gobernantes como el brasileño Jair Bolsonaro, por autócratas como Rodrigo Duterte (Filipinas) ó aliados serviles como el presidente chileno Sebastián Piñera.
Un proceso de destitución justificado
Aunque dudó meses, fue en septiembre de 2019, por las revelaciones de un dador de alerta de la CIA, que Nancy Pelosi, líder del Partido Demócrata en la Cámara de representantes, lanzó el impeachment del presidente de Donald Trump por el escándalo ucraniano.
Una transcripción confirma que Trump telefoneó al recién electo presidente ucraniano Volodymyr Zelensky el 25 de julio de 2019. Trump le pidió que investigara a Hunter Biden, hijo del posible candidato demócrata a las elecciones de noviembre, Joe Biden, por corrupción. Es así como un informe acreditó que Trump usó la presidencia para “solicitar la interferencia de un país extranjero” en política interior contra la ayuda militar de 391 millones de US$.
Abundan las fuentes que confirman que el presidente bloqueó la ayuda militar antes de la conversación telefónica. Gordon Sondland, embajador de EUA ante la Unión Europea, dijo que fue bajo una orden expresa del presidente que presionó Ucrania para que investigara los Biden, implicando al ex Consejero en Seguridad Nacional, John Bolton. El embajador de EUA en Ucrania, David Holmes, también lo confirmó. El abogado personal de Trump, Rudy Giuliani y el Secretario de Estado Mike Pompeo, piezas claves del rompecabezas, fueron asignados a testimoniar y entregar documentos relativos a Ucrania pero se negaron por orden expresa del presidente.
La Cámara de representantes votó el impeachment, el 18 de diciembre por dos acusaciones: La primera, abuso de poder, Trump usó su cargo para obtener un beneficio personal, en detrimento de la seguridad nacional de EUA. La segunda, Entrabe al funcionamiento del Congreso por prohibir que varios testigos presentaran sus testimonios ante la Cámara de representantes. El 15 de enero, Nancy Pelosi, envió el caso al Senado que se transforma en tribunal para decidir la destitución por una mayoría de dos tercios.
Nunca ha sido destituido un presidente estadounidense
Será difícil obtener 2/3, porque significa 67 senadores sobre 100, porque el Senado comprende 53 republicanos y 47 demócratas. Aunque todos los senadores hayan jurado imparcialidad, solemnemente, ante el jefe de la Corte Suprema John Roberts, nadie cree que abandonen la línea de partido. 37 de ellos ya declararon que no cambiarán de opinión. Como se requiere que nada menos que 20 senadores republicanos cambien su voto, hay casi consenso de que el proceso de destitución fracasará. El proceso debiera durar un par de semanas, si se prolonga tendrá gran impacto en la opinión pública.
El Senado nunca logró destituir un presidente: En 1868, fracasó por un voto el impeachment de Andrew Johnson, por un conflicto de poderes entre el Congreso y la Presidencia. En 1974 Richard Nixon, prefirió renunciar antes que enfrentar la ignominia de una destitución por Watergate. Luego de años de investigarlo sobre Whitewater, cuando Clinton era gobernador de Arkansas, terminaron acusándole en 1998 de perjurio y obstrucción a la justicia por mentir sobre sus relaciones con Mónica Lewinsky y, por pedirle a ella que mintiera: Sin conseguir destituir Clinton en 1999.
Por lo pronto, serán el demócrata, Adam Schiff y seis representantes de la Cámara, los acusadores. Por los republicanos, el líder de la mayoría Mitch McConnell, intenta imponer un voto de partido, pero hay senadores que pueden flaquear porque sus escaños peligran en noviembre si no se distancia de Trump. El presidente cuenta con abogados experimentados, entre ellos, el constitucionalista Alan Dershowitz que obtuvo la absolución de O.J. Simpson y, Ken Starr autor del impeachment contra Clinton.
Aunque los dados parezcan cargados, antes que el resultado legal, la contienda política con vistas a las elecciones de noviembre y el juicio popular sobre los daños de Trump a la democracia liberal estadounidense, ha comenzado.
Un impacto incierto sobre las elecciones presidenciales
Aún descartando la improbable destitución de Donald Trump, hay varios escenarios posibles:
En un primer escenario es que todos los senadores republicanos votan contra el impeachment, favoreciendo así la reelección de Donald Trump en noviembre. Funcionaría entonces el argumento de que el impeachment es una caza de brujas de los Demócratas y de los medios de comunicación, basada en fake news, contra el derecho de los “americans” de elegir su presidente. Que Trump es un gran presidente; que la economía va bien, América es más fuerte por lo que hay que reelegirlo. Pero, muchos temen que eso profundice la crisis de la democracia estadounidense reduciendo el equilibrio de poderes, el “check and balances”.
El segundo escenario es, que aunque fracase el impeachment porque todos los republicanos votan en contra, Trump no es reelecto. Aunque Trump, conserve su base de apoyo, perdería porque los demócratas consiguen movilizar nuevos electores. La derrota de Trump se explicaría por la acumulación de denuncias contra su estilo, desde Al Green representante demócrata de Houston, hasta el movimiento feminista, a favor de los migrantes, etc.
Un tercer escenario también llevaría a la derrota de Trump producto del impacto político del impeachment en la campaña, que William Howell considera posible. Algunos Republicanos se darían cuenta que están del lado equivocado de la historia al apoyar sin reservas a Trump, a pesar de las pruebas en su contra. Se necesitan cuatro de ellos (Lisa Murkoski, Susan Collen, Cony Gardue, Mitt Romney ó Lamar Alexander) para alcanzar la mayoría simple para convocar testigos claves del entorno presidencial como John Bolton, Mick Mulvaney, Robert Blair y, Michael Duffey.
Las nuevas revelaciones incitan a que otros republicanos voten contra Trump, pero no los suficientes para que gane el impeachment, empero se transforman en temas movilizadores anti-Trump en la campaña presidencial.
Con efectos inciertos a nivel internacional
El consenso internacional es que el impeachment contra Trump fracasará. Los mercados si reaccionaron ante el acuerdo comercial con China, o ante la adopción por el Senado del nuevo Acuerdo entre EUA, México y Canadá (USMCA): Trump se salvará como ante la acusación de injerencia Rusa o ante el informe del el ex jefe del FBI Robert Mueller. The Guardian, considera que es otra guerra entre demócratas y republicanos.
Pero hay otro impacto internacional. La candidata demócrata Elizabeth Warren acusó a Trump de asesinar al General Iraní Qasem Soleimani, para distraer la opinión pública del impeachment. Clinton ya había hecho lo mismo atacando Afganistán y Sudán en 1998. Analistas de Foreign Policy afirman que ahora es diferente: Fuera de la distracción, nada justificaba el asesinato de Qasem Soleimani. No hay pruebas que Soleimani preparara un ataque contra intereses de EUA, ni era un personaje clandestino como Bin Laden. Trump no respetó los convenios de Ginebra, sobre el derecho de guerra. La BBC coincide. Lo cierto es que Trump llevó los dos países al borde de la guerra.
El analista Aaron David Miller afirma que la política exterior de Trump seguirá igual. Ello significa, confusa, caótica, prepotente e ineficaz como lo revelan los tratos con Corea del Norte, en Siria, en Irak, el retiro del Acuerdo de Paris y del Acuerdo Nuclear con Irán, el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.
Para distraer del impeachment, el imprevisible Trump puede apoyar con más fuerza sus aliados democráticos en la OEA y la guerra híbrida contra los gobiernos latinoamericanos enemigos de EUA; con sanciones y “distracciones”.
Desde una perspectiva histórica, la presidencia Trump desvela la decadencia de la democracia liberal estadounidense; su sistema electoral indirecto y arcaico; y sus reglas de financiamiento de campañas que serían consideradas corruptas en otros países.
http://marcelosolervicens.org/2020/01/estados-unidos-destitucion-de-trump/#more-1739
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