Geopolítica del (redivivo) Plan Colombia
- Opinión
En su visita relámpago a la histórica Cartagena, en agosto del 2000, el demócrata William Clinton habría expresado: "Señor Presidente Pastrana, aquí están los hombres y mujeres más poderosos de Estados Unidos; creemos en usted y en su honradez, nos jugamos por usted".
¿A qué apostaba el Presidente de la superpotencia?
Cuando los conquistadores españoles arribaron a estas tierras, hace ya medio milenio, lo hicieron para anunciar la Buena Nueva a los aborígenes, previa la entrega de espejuelos y otras baratijas a los caciques indios. ¿Qué mensaje salvacionista proclamaba Cristóbal Colón Clinton a Moctezuma Pastrana? ¿Cuál el Verbo y cuáles las cuentas de vidrio? ¿Cuáles las verdaderas razones de la gira del jet-set imperial por esa esquina de América Latina?
Analicemos, aunque sea lacónicamente, esas cruciales cuestiones.
Al despuntar el nuevo siglo, el discurso (re)colonizador tenía/tiene dos contenidos cardinales: a) consolidar la democracia formal y b) fomentar la libertad de comercio e inversiones. Subrayarlos, para que se escucharan en Colombia y a escala de nuestro subcontinente, es lo que hizo el mandatario estadounidense en la bella Cartagena.
En cuanto al principio democrático, complementado a esas fechas con la retórica de los derechos humanos, habría que recordar que Colombia fue identificada por el ex canciller de ese país Alfredo Vásquez Carrizosa como "una fachada de régimen constitucional que disimula una sociedad militarizada" y que, en concomitancia, encabezaba el cuadro latinoamericano por violación de los referidos derechos. (1) Todo lo cual, por cierto, no resultaría óbice para que la administración Clinton, poco antes de la visita de marras, confiriera al gobierno oligárquico de Andrés Pastrana el certificado de buena conducta "por razones de seguridad nacional de Estados Unidos". Una reedición del clásico doble discurso imperial.
En lo que concierne a la esfera económica, Clinton apenas se comprometió a respaldar la renovación de preferencias arancelarias para productos colombianos y a estimular el flujo de inversiones y préstamos metropolitanos a la atribulada nación suramericana. Amén de confirmar un paquete de 1.300 millones de dólares de asistencia financiera para el combate al narcotráfico, asignación del Congreso de la Unión que infundió vida al Plan Colombia, y que sólo marginalmente llegaría a Ecuador.
Las aludidas declaraciones y acciones, dado su carácter más bien rutinario para el inquilino de la Casa Blanca, obviamente que no habrían justificado el desplazamiento de Clinton hasta las heredades de Aureliano Buendía. Si esto es así, ¿cuáles los motivos verdaderos del periplo?
Exploremos algunas hipótesis.
Para analistas de izquierda, el objetivo principal de Estados Unidos en la post Guerra Fría no era otro que consolidar su hegemonía en el Nuevo Orden Mundial, lo cual presuponía sostener un ejército poderoso. El Plan Colombia constituiría un medio apropiado en esa dirección: permitiría elevar el presupuesto militar del Pentágono, reforzar la dominación de América Latina y apropiarse de los territorios amazónicos poseedores de grandes reservas de agua, minerales y petróleo. Desde luego, el logro de las señaladas metas requería liquidar a los grupos insurgentes, llámense guerrillas, movimientos indígenas y afroamericanos o simplemente campesinos.
Conforme a otra explicación -coherente con la anterior- el Plan Colombia no sería más que un pretexto para reforzar las columnas del capital financiero con sede en Wall Street. Entre tales pilares destacan la fabricación de armas, la industria química y el tráfico internacional de drogas psicoactivas. Los beneficios del Plan Colombia -preparado por funcionarios del Departamento de Estado- para los "señores de la guerra" fueron evidentes y seguros. Esto se verificó en la propia coyuntura inicial del Plan cuando se conoció que una fracción sustantiva de los 1.300 millones de dólares acordados para el mismo fue destinada a la adquisición de helicópteros Blackhaw, que únicamente se fabrican en USA. En cuanto a los réditos para los industriales químicos, igualmente, el favoritismo fue confirmado por informaciones del Nuevo Herald anteriores al "puntapié inicial " de Clinton en el puerto atlántico, según las cuales Estados Unidos había comenzado a fumigar plantaciones de coca en la frontera colombo-ecuatoriana con el hongo Fusarium oxisporum, así como por declaraciones de la embajadora de la Casa Blanca en Quito, Gwen Clare, quien habría admitido la utilización del Raundup, un agrotóxico fabricado por la Monsanto y cuyo principio activo es el glifosato. La guerra química y biológica tenía, pues, beneficiarios con nombres propios. (2) A todo esto habría que agregar que, de acuerdo a un informe de la ONU, las rentas mundiales anuales de las organizaciones criminales transnacionales (OCT) se aproximaban al billón de dólares, dinero sucio lavado principalmente por la banca estadounidense. (3)
Una teoría contundente sobre el aludido Plan la formularon por esas fechas campesinos y líderes políticos y religiosos del país neogranadino ante una representación diplomática de Washington. “Con el Plan Colombia -dijeron- el único ganador va a ser Estados Unidos. Su preocupación por acabar los cultivos de coca es falsa. El Plan Colombia sólo va a erradicar el 50 por ciento de las plantaciones en seis años. Y el otro 50 por ciento lo va a dejar para que los narcos de dentro o fuera de los Estados Unidos puedan continuar con el negocio. Las fumigaciones destruirán las pocas plantaciones de maíz y yuca que fueran cultivadas por la presión de los grupos armados”. (4) (Curiosa paradoja ésta del discurso y la práctica del Gran Hermano que, para imponer la lógica económica de la modernidad capitalista, tiene que aplicar una política de "tierra arrasada" tanto para las "racionales" plantaciones de coca o marihuana, como para los "irracionales" cultivos destinados al autoconsumo de humildes campesinos del hermano país).
Continuando el análisis del Plan Colombia desde la óptica de la economía política -la Economics no tiene respuestas para este tipo de problemas- aparece pertinente hacer referencia a la cuestión medular de la legalización de las drogas psicoactivas.
A este respecto, hacemos nuestro el punto de vista del columnista colombiano Omar Ospina cuando escribía: “Las drogas naturales son tercermundistas y aunque sean un gran negocio para Estados Unidos, es necesario criminalizarlas y perseguirlas. Pero no acabarlas. Son el pretexto para mantener a raya a naciones díscolas, controlar espacios geopolíticos y acrecer su principal negocio: las armas. Acabar con el narcotráfico es posible, pero no es deseable de verdad para el Imperio; para ello, bastaría legalizar las drogas”. (5)
Este patrón de conducta guiará ulteriormente las gestiones del republicano George W. Busch, el demócrata Barack Obama y el neofascista Donald Trump.
Notas
(1) Cf. Pensamiento crítico vs. pensamiento único, Debate, 1998.
(2) Hoy, 30 de julio del 2000.
(3) Michel Chossudovsky, en Pensamiento crítico…, Op. cit,
(4) El Comercio, 13 de septiembre del 2000.
(5) Hoy, 27 de agosto del 2000.
Elaboración: May./2001
Reelaboración: May./2018
Capítulo I de un libro en preparación dedicado a discernir las causas y consecuencias de la incorporación del Ecuador al inveterado conflicto civil colombiano.
René Báez
Ex decano de Economía de la PUCE. Autor de Antihistori ecuatoriana (Universidad Central del Ecuador, Quito, 2010) y miembro de la International Writers Association.
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