Julio Borges o la vocación antinacional

19/02/2018
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Julio Borges
Foto: CELAG
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A contramano de sus aspiraciones, Julio Borges siempre pasó bastante desapercibido como líder de la oposición venezolana, quizá opacado por la juventud y el dinero de sus antiguos compañeros de partido Leopoldo López y Henrique Capriles Radonski. Así mismo le ocurrió en las elecciones presidenciales de 2006 cuando Manuel Rosales le desinflara las ganas de ser candidato presidencial. Para consumar su rol secundario, en 2015, el veterano del partido Acción Democrática, Henry Ramos Allup, le traba sus aspiraciones de ser presidente de la Asamblea Nacional (recién ganada por mayoría opositora, luego de quince años de ser derrotados en el poder legislativo por los candidatos del Gobierno bolivariano).

 

En el año 2017 Borges logra ser la cara protagónica de la oposición al Gobierno de Nicolás Maduro. Esto a costa de convertirse en uno de los políticos venezolanos que más intervenciones extranjeras ha solicitado en la historia de Venezuela. La vocación antinacional de Borges, compite con la de su correligionaria María Corina Machado, y se circunscribe a la lógica injerencista como única propuesta de país, incluso a costa de un latente conflicto militar. Las múltiples giras y entrevistas que ha realizado Borges para solicitar ante tribunales extranjeros y organismos internacionales la intervención foránea se ven coronadas por su frase: “Venezuela puede ser una enfermedad contagiosa”1, al referirse a los venezolanos que han decidido emigrar a otras naciones vecinas; matriz instalada con la eficiente ayuda de las corporaciones mediáticas para acorralar y aislar al Gobierno de Nicolás Maduro.

 

De la televisión al partido

 

Abogado de profesión, Julio Borges se dio a conocer a finales de los años 90 a través del talk show de televisión “Justicia para todos”, en donde al estilo del programa “Laura en América”, Borges en un remedo de juez se dedicaba a “impartir justicia” en casos de robos de mascotas, disputas familiares y otros melodramas domésticos interpretados por personas que en la mayoría de los casos convenían en llevar a cabo un libreto por pequeñas sumas de dinero.

 

Hijo del médico venezolano Julio Borges Iturriza y de Rosa Junyent, exiliada catalana, Julio Andrés Borges Junyent estudió bachillerato en los liceos católicos Juan Bosco y San Ignacio, ubicados al este de Caracas. A diferencia de Leopoldo López o María Corina Machado, Borges no proviene de familias de la oligarquía caraqueña, sin embargo, se codeó desde muy joven con los hijos de la clase alta de la ciudad. En 1987 ingresa a la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello, donde se graduó de abogado. Posteriormente realizó estudios de postgrado en el Boston College y en la Universidad de Oxford.

 

Desde la Universidad Católica Andrés Bello impulsó el programa “Justicia de paz” que años después devino en la Asociación Civil Primero Justicia, la cual recibió contribuciones fraudulentas de la empresa estatal PDVSA mediante dos cheques emitidos en 1998 por la entonces gerente de Asuntos Públicos de la División de Servicios de PDVSA, Antonieta Mendoza de López –hija de Eduardo Mendoza Goiticóa, hermano y socio fundamental del empresario Eugenio Mendoza (Empresas Polar) y también madre de Leopoldo López–. El monto total de la “contribución” ascendió a los 20 millones de dólares. Ambos cheques fueron firmados como recibidos por el propio Julio Borges.2

 

Con el dinero obtenido de esta flagrante corrupción, en el año 2000 funda junto a Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López el partido Primero Justicia y se lanza al ruedo político como candidato a la Asamblea Nacional por el estado Miranda. Desde ese curul se concentró en sacar del poder al recién electo presidente constitucional Hugo Chávez Frías.

 

Participación en golpes y sabotajes

 

Primero Justicia jugó un rol protagónico durante el golpe de Estado del 11 y 12 de abril de 2002, que derrocó al presidente Chávez e instaló un Gobierno de facto encabezado por el empresario y presidente de Fedecámaras Pedro Carmona, quien se autoproclamó como presidente y disolvió poderes y cargos de elección popular rompiendo el hilo constitucional durante tres días. El mismo día del golpe, Julio Borges, rodeado de Gerardo Blyde, Leopoldo López y otros miembros de su tolda, leyó un comunicado televisado en el que exigía, entre otras cosas, la “renuncia” del presidente Chávez, violando la Constitución que dos años antes había jurado cumplir.3

 

Borges ha intentado desdecirse en innumerables ocasiones, desmarcándose de posiciones radicales que él y su partido han suscrito, de intentos de desestabilización que han llevado a cabo o de su constante filiación con organismos desestabilizadores estadounidenses como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Fundación Nacional para la Democracia (NED), de quienes ha recibido enormes pagos en dólares para promover golpes, paros y sabotajes.4

 

Durante el paro petrolero que inició la oposición venezolana luego del fracaso del golpe de Estado, Borges renovó en pocos meses su ímpetu golpista. Junto a Primero Justicia apoyó un sabotaje empresarial a PDVSA que arrancó el 2 de diciembre de 2002, hasta llegar a convertirse en un lock out indefinido que costó al país más de 30 mil millones de dólares, además de la pérdida de vidas por falta de combustible y transporte para movilizar personas que requerían desplazarse hacia centros de salud. En enero de 2004 confesó en una entrevista al diario Últimas noticias: “Me arrepiento de nuestra posición durante el paro”, corroborando una participación que hasta el momento había negado.5

 

En el año 2005 se abre una fisura dentro de Primero Justicia: ante las elecciones parlamentarias varios líderes opositores se negaron a participar, pretendiendo además que su abstención restara legitimidad a la nueva Asamblea Nacional. Un sector encabezado por Liliana Hernández, Gerardo Blyde, Delsa Solórzano y Leopoldo López decide plegarse al abstencionismo, mientras que otra ala dirigida por Borges, Capriles y Carlos Ocariz pugnaba por participar. Los primeros lograron imponer su decisión lo cual le acarreó a Borges la derrota a lo interno de la fracción y significó en años posteriores una ruptura que resultó en la creación del partido Voluntad Popular, encabezado por Leopoldo López.

 

Al fin presidente

 

En las elecciones parlamentarias de 2009 Borges es electo nuevamente como diputado a la Asamblea Nacional y en 2015 repite tras una victoria electoral de la oposición que se alzó con la mayoría de los escaños6. A partir de otra disputa interna –a pesar de que el partido de Borges, Primero Justicia, fue la fracción que más puestos obtuvo– fue nombrado como nuevo presidente de la Asamblea Nacional Henry Ramos Allup, secretario general del partido Acción Democrática, segunda fuerza política dentro del bando ganador. Ramos Allup comienza su gestión clamando a toda voz la salida del presidente Maduro, promete que en menos de seis meses Venezuela tendrá otro presidente y confronta abiertamente a los demás poderes públicos (Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral). Al pasar el año, Maduro sigue siendo presidente de la República y la tolda opositora designa a Julio Borges presidente de la Asamblea Nacional para el período 2017-2018.

 

Sin embargo, esta designación estuvo viciada de ilegalidad pues el 11 de enero de 2016, la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) declaró en desacato7 a la Asamblea Nacional por no desincorporar a los candidatos a diputados Julio Ygarza, Nirma Guarulla y Romel Guzamana, a los que se les comprobó el delito de fraude electoral cometido en el estado Amazonas.

 

Desconociendo la sentencia del máximo tribunal del país, Julio Borges llevó a cabo una presidencia de facto, desde la cual promovió otro intento por derrocar al presidente Nicolás Maduro, esta vez a través de las denominadas “guarimbas”: un plan desestabilizador inspirado en estrategias de “golpe suave” al estilo Gene Sharp, que generó decenas de muertos, heridos e innumerables daños materiales.

 

De las guarimbas a las giras

 

Paralelamente, Julio Borges se dedicó a realizar una serie de giras internacionales buscando directamente el aislamiento político y financiero de Venezuela y promoviendo sanciones contra la nación. Reunión tras reunión, Borges se tomó la foto con el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, con el presidente de España, Mariano Rajoy, con el presidente de Francia, Enmanuel Macron, y, por supuesto, con el senador Marco Rubio, representante del lobby de ultraderecha de la Florida estadounidense.

 

El resultado ha sido la feroz campaña de la “comunidad internacional” encabezada por los gobiernos de EE. UU., desde el decreto ejecutivo que promulgara el expresidente Barak Obama declarando a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria” hasta las recientes amenazas de embargo petrolero e intervención militar hechas por distintos voceros del Gobierno estadounidense incluido el mismo presidente Donald Trump.8 En nombre de la “restauración democrática” o de la supuesta lucha por los derechos humanos, Borges ha servido bien a la estrategia de injerencia económica, política y cultural llevada a cabo por los centros mundiales de poder contra Venezuela.

 

Para finales de 2017, Julio Borges encabeza la delegación de la oposición venezolana que trabajó el Acuerdo de entendimiento entre el Gobierno y la oposición, a través de una mesa de diálogo instalada en República Dominicana impulsada por el presidente Nicolás Maduro y auspiciada por el jefe de la isla caribeña, Danilo Medina, con la mediación del expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Como ya es su accionar habitual, mientras por un lado afirma dialogar, por otro lado, Borges realiza esfuerzos ante diversos países y organismos internacionales para profundizar el bloqueo económico, solicitar más sanciones y clamar por la intervención extranjera en los asuntos internos del país. El resultado evidente fue el retiro de la mesa y la no firma del Acuerdo por parte de la oposición.

 

Ante estas circunstancias, el expresidente Rodríguez Zapatero instó, mediante una carta pública, a cumplir los acuerdos que hasta ahora se venían trabajando y de forma sutil reveló que el presidente Maduro había cumplido con su parte en dicho tratado y que tocaba a la oposición honrar el Acuerdo que fue torpedeado en el último minuto9. En consecuencia, luego de varias declaraciones contradictorias, Borges rechazó el llamado a elecciones hecho por el Centro Nacional Electoral venezolano, el mismo organismo que lo ha ratificado como ganador en las diversas elecciones en que ha resultado electo diputado.

 

La carrera política de Julio Borges, nacida con la búsqueda de rating televisivo y desarrollada en lo más turbio de la confabulación permanente contra los gobiernos bolivarianos, se consolida hoy mediante la solicitud desmedida de intervenciones extranjeras a su país, lo que sin duda lo convierte en uno de los líderes opositores más cercanos al Departamento de Estado de EE. UU., pero sin embargo, no parece ser aún suficiente para ser considerado candidato presidencial por las diversas fracciones opositoras. Quizás a Borges hoy más que la presidencia de la República, le interesa el pedazo de país que le tocaría si llegase a alcanzar el poder la fragmentada coalición comandada desde otras latitudes muy distintas a las venezolanas.

 

Giordana García Sojo

@giordanags

Investigadora de CELAG

 

http://www.celag.org/julio-borges-la-vocacion-antinacional/

 

 

 

 

 

5 En entrevista con Celina Carquez, Últimas noticias, domingo 18 de febrero de 2004. P. 20.

https://www.alainet.org/fr/node/191106
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