La situación en Venezuela y las acusaciones a los y las adherentes al “Llamado internacional urgente a detener la escalada de violencia en Venezuela”

04/06/2017
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Me ha llegado el artículo mencionado, firmado por Ollantay Itzamná en el que destaca mi nombre junto a una media docena de respetables pensadores, intelectuales y activistas. Viendo la lista de los cientos de nombres que firmaron, me siento honrado de ocupar un puesto destacado entre la media docena de nombres mencionados en el artículo.

 

Al releer el comunicado “Llamado Internacional Urgente a Detener la Escalada de Violencia en Venezuela”, compruebo el cuidadoso argumento del “llamado a detener la escalada de la violencia en Venezuela¨ frente a la prosa combativa, polarizadora y binaria del artículo de Ollantay Itzamná. Esta es la primera razón por la cual me solidarizo con el llamado a detener la violencia y no con los reclamos de Itzamná.

 

Aquí quiero destacar dos puntos: uno la acusación de que el llamado internacional clama por una intervención extranjera y promueve el retorno del neoliberalismo en Venezuela. El segundo punto es aclarar mi posición con respecto a lo que se afirma en el artículo de Itzmaná.

 

En cuanto al primer punto, es la afirmación de lo que el llamado internacional clama. Itzmaná afirma:

 

 “Aunque Ud. no lo crea. Claman por una intervención extranjera internacional para aplastar los procesos de cambios emprendidos por el digno pueblo de Venezuela. Es decir, ¡que se restaure el criminal sistema neoliberal!, y que los pozos petroleros vuelvan a manos de las corporaciones transnacionales.”

 

En tanto que el “llamado” dice todo lo contrario:

 

“[…] no creemos, como afirman ciertos sectores de la izquierda latinoamericana, que hoy se trate de salir a defender a ‘un gobierno popular anti-imperialista’. Este apoyo incondicional de ciertos activistas e intelectuales, no sólo revela una ceguera ideológica sino que es perjudicial, pues contribuye lamentablemente a la consolidación de un régimen autoritario. La identificación del cambio, aún de la crítica al capitalismo, no puede provenir de la mano de proyectos antidemocráticos, los cuales pueden terminar por justificar una intervención externa, ‘en nombre de la democracia’. Desde nuestra óptica, la defensa en contra de toda injerencia extranjera debe basarse en más democracia, no en más autoritarismo.”(Itálicas agregadas, WM).

 

Adherí al llamado a detener la violencia puesto que, si bien responsabiliza al Estado venezolano de la situación actual (con la cual no concuerdo y lo explico más abajo), también subraya la complejidad de la situación:

 

No dudamos de que la situación de violencia en la que está sumida Venezuela tiene orígenes complejos y compartidos, en el marco de una polarización política cada vez más virulenta y de un escenario de desintegración del tejido social. Así, el conflicto venezolano tiene diferentes rostros.”

 

No es ésta la ocasión para debatir las responsabilidades del Estado venezolano y el rol de la oposición en el conflicto, pero sí de recalcar que el comunicado enfatiza la creciente tendencia que éste viene demostrando de constituirse como autoritario. Mi lectura de estos párrafos distingue entre, por un lado, la tendencia autoritaria del Estado de, por otro lado, las razones por las cuales tal tendencia fue creciendo en el conflicto venezolano desde hace varios años.

 

La intensificación de la oposición política en la historia local de Venezuela, enganchada con los diseños globales de la colonialidad del poder, están llevando al Estado venezolano hacia el autoritarismo. Ahora bien, criticar al Estado por no haber sabido manejar la situación de otro modo no debe dejar de lado las razones por las cuales el Estado venezolano está llegando a actuar como hoy actúa. La oposición, local y global, ha sido y sigue siendo consistente y sin treguas, en especial la global la cual tiene por diseño que el Estado venezolano derive en un Estado autoritario. A esa oposición global ni le interesa la paz ni la democracia en Venezuela.  

 

Mi posición con respecto a Venezuela y Bolivia reiteradamente manifestada desde el 2011, no ha cambiado en su lógica tal como fue esbozada en un artículo de opinión publicado en Pagina 12, Buenos Aires. [i] En pocas palabras, el argumento es el siguiente: desde el 2006 en adelante, la elección de Evo Morales y Rafael Correa a la presidencia, Ignacio Lula en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y Hugo Chávez en Venezuela, hubo un gran entusiasmo en torno el ¨giro a la izquierda en América Latina¨ que llamó la atención en Europa. En España, el surgimiento de Podemos tuvo tanto que ver con las situación interna de la UE y de España como de las promesas de los gobiernos en América Latina.

 

En diciembre del 2005 publiqué un artículo de opinión en América Latina en Movimiento Online titulado “¿Giro a la izquierda o giro descolonial?” [ii] En ese momento intuía que la celebración de un giro a la izquierda no armonizaba ni con los tiempos históricos ni con lo que el conjunto de gobiernos elegidos por votación encarnaba. El binarismo derecha/izquierda ya no era suficiente, a mi manera de ver, para dar cuenta de lo que estaba ocurriendo. Por eso entendí que la posibilidad en ese momento era la decolonialidad. Había razones para ello: desde la Conferencia de Bandung en 1955 (transformada luego en el Movimiento de los No-Alineados a partir de 1961), en la que se advertía que la descolonización era un horizonte posible distinto del de derecha o de izquierda, pues rechazaba tanto al capitalismo liberal como al estado comunista. Se podía entonces pensar que ese legado subterráneo del sur del mundo colonizado, se encarnaba en América Latina con otro lenguaje y en otras circunstancias.

 

En esa misma línea reflexiva y analítica publiqué, en octubre del 2006, un artículo de opinión en Counterpunch sobre la nacionalización del gas en Bolivia,[iii] en el que sostenía lo siguiente:

 

The strengthening of the State that we are witnessing around the world (from Vladimir Putin in Russia to Mahmoud Amhadinejad in Iran; from Hugo Chávez to Evo Morales) is a response to the danger of a private sector, as Joseph Stiglitz has analyzed in the case of the collapse of the Soviet Union, and also of the end of the ten years of privatization in Argentina under Carlos Ménem.


El fortalecimiento del Estado que estamos presenciando en todo el mundo (desde Vladimir Putin en Rusia a Mahmoud Amhadinejad en Irán, de Hugo Chávez a Evo Morales) es una respuesta a las amenazas del sector privado, como ha analizado Joseph Stiglitz en el caso del colapso de la Unión Soviética, y también el final dramático de los diez años de privatización en Argentina bajo Carlos Menem.

 

Hacia el 2011 los acontecimiento me llevaron, por un lado, a cambiar de opinión en cuanto al giro descolonial y, por otro, a revisar la intuición de que el binarismo derecha/izquierda ya no era suficiente para entender lo que estaba ocurriendo no sólo en América Latina, sino también en el orden mundial, del cual América Latina no está aislada. Formulé esta posición en el artículo de opinión ya mencionado, publicado en Página 12 en diciembre del 2011, titulado “Hacia la desoccidentalización.” [iv]

 

El impacto en la formación del grupo BRIC primero y BRICS después de que Hu Jintao propusiera la inclusión de América del Sur en el grupo, me dio la pauta de lo que estaba ocurriendo y que todavía no llegaba a entender: no se trataba ni de giro a la izquierda ni de giro descolonial, sino de la emergencia de la desoccidentalización. Esto es, ninguno de los estados del grupo BRICS ni ninguno de los estados en América Latina, supuestamente girando a la izquierda o a la decolonialidad, rechazaban la colonialidad económica (“capitalismo” en el vocabulario de la derecha liberal y de la izquierda). Desde entonces he visto las cosas de esta manera, y ello incluye la situación actual en Venezuela y Bolivia, a las que refiere el articulista.

 

La situación en Venezuela es dramática y lo ha sido por algún tiempo, sin miras de mejorar. De ahí el “llamado urgente” al que adherí junto a una centena de intelectuales, activistas, personas que veo en la lista y que conozco desde hace tiempo. Entiendo, por ello que Venezuela (así como otros estados en América Latina que ilustraban el giro a la izquierda) ha sido, desde Chávez, un estado desoccidentalizante. La forma-Estado desoccidentalizante tiene que ser fuerte (como lo son China, Rusia e Irán). De lo contrario la re-occidentalización los derriba, como ocurrió en Brasil. La cuestión que se dirime hoy es la de mantener un Estado venezolano fuerte sin que llegue a constituirse en Estado autoritario.

 

La trayectoria desoccidentalizante se apropia de la colonialidad económica hasta hace poco generada y gestionadas por los estados industrializados y “democráticos”, pero desobedece los dictados y las órdenes del FMI, del BM, de la Casa Blanca y confronta las políticas menos visibles del Pentágono, cuestiones que en América del Sur y El Caribe conocemos sobradamente. Juan Bosch lo argumentó con convicción en su momento. [v] Por ello, la desoccidentalización no es conveniente para las políticas neo-liberales que promueven estados débiles e intentan la homogeneización del planeta liderada por EEUU vía “democracia mercantil financiarizada”.

 

Por otra parte, los diseños globales dirigidos a la occidentalización del planeta (desde el siglo XVI), siempre necesitaron colaboradores regionales. Los colaboradores regionales se consolidaron con la formación de los estados nacionales en las ex colonias. En América del Sur y el Caribe la trayectoria es larga desde comienzos del siglo XIX, fenómeno conocido como “colonialismo interno.”

 

Lo que ocurrió con el giro desoccidentalizante en América del Sur de mediados de la primera década del s. XXI, fue que se le quitó el liderazgo a las elites colaboracionistas con los dictados imperiales, ya sea a través de Inglaterra y Francia en el siglo XIX y primera mitad del XX, sea o a través de los EEUU a partir de 1949 cuando el ideal de “desarrollo y modernización” se implantó como el horizonte civilizatorio.

 

Las políticas desoccidentalizantes (en América del Sur, de los BRICS, de China, de Rusia, de Irán), son inconvenientes para el proyecto neo-liberal de re-occidentalización, es decir, de re-planificación después del descalabro y las consecuencias de la invasión de Iraq. El giro desoccidentalizante en América del Sur fue un despertar de la oposición política, tanto en cada Estado latinoamericano y caribeño como en la política exterior de US, que condujo a lo ocurrido en Brasil con la acusación (impeachment) a Dilma Rousseff y la persecución de Lula da Silva.

 

En Venezuela este matiz, que ya estaba en ciernes durante la presidencia de Hugo Chávez, fue creciendo y la oposición anti-desoccidentalizante fue ganando fuerzas. Ello fue forzando la política desoccidentalizante del Estado a responder con actitudes cada vez más a la defensiva que hoy están rayando en acciones autoritarias.

 

De modo que en esta coyuntura me lleva al desenganche decolonial tanto de lo uno (un estado con características autoritarias) como de lo otro (oposición anti-desoccidentalizante), a sabiendas que las circunstancias están conduciendo al primero, al autoritarismo, y al segundo, a reafirmarse, aun más, en el neoliberalismo. Sin embargo, sostengo que la opción desoccidentalizante necesita un estado fuerte para confrontar las constantes agresiones de la re-occidentalización. Ya sabemos cuáles son los intereses, locales y globales, que promueve la caída del gobierno de Maduro. El “llamado urgente” explicita esta coyuntura después del párrafo en el que tiende a ver la responsabilidad del gobierno actual en la escalada de violencia.  El párrafo dice:

 

           Por otro lado, como intelectuales de izquierda, tampoco desconocemos la realidad geopolítica regional y global. Queda claro que existen sectores extremistas de la oposición (la cual es muy amplia y heterogénea), que también buscan una salida violenta. Para éstos se trata de exterminar, de una vez por todas, el imaginario popular asociado a ideas tan "peligrosas" como la organización popular, la democracia participativa, la transformación profunda de la sociedad en favor del mundo subalterno. Estos grupos más extremos de la derecha han contado, por lo menos desde el golpe de Estado del año 2002, con apoyo político y financiero del Departamento de Estado norteamericano.

 

Por eso no entiendo muy bien a qué comunicado se refiere el artículo de Itzamná cuando sostiene que los firmantes apoyan la idea de una intervención extranjera en Venezuela y el retorno del neoliberalismo. Dejo de lado la parte de Bolivia pues el autor no me involucra, pero anoto que mi razonamiento es paralelo al expuesto con respecto a Venezuela si bien, afortunadamente, la situación en Bolivia no llegó a este extremo.

 

De modo que mi adhesión al “llamado urgente” no lo fue por identificarme con los intelectuales de izquierda que el llamado invoca y lo fue a pesar de no compartir enteramente el párrafo sobre el gobierno de Maduro. Si hubiera participado en la redacción del hubiera sugerido otra formulación. No obstante, ante la urgencia de contribuir a detener la escalada de violencia, estos dos “desacuerdos” con la convocatoria no me parecieron razones suficientes para no adherir a ella.

 

El texto de Itzamná propone y provoca una confrontación y división de la izquierda “Latino” Americana con la que, como intelectual decolonial, no me identifico. Por esa razón, el relato anterior intenta ofrecer algunos elementos de análisis que buscan aclarar por qué adherí y por qué continúo adhiriendo al “llamado internacional.”

 

Finalmente, el tono detractor del artículo de Itzamná provoca una disputa paralizante y disgregadora que poco contribuye a la reflexión, comprensión y orientación de lo que ocurre en Venezuela y lo que ocurrirá en los próximos meses, tanto si el gobierno de Maduro continúa, como si cae y la oposición toma las riendas del gobierno. Lo ocurrido en Brasil con y después del “impeachment” de Dilma Rousseff es un escenario que podría repetirse en Venezuela, como también ya ocurrió en Paraguay.

 

Para abundar en lo que acabo de decir, invoco conversaciones con Enrique Toledo Hernández (Puerto Rico) a propósito de la entrevista con Edgardo Lander (Venezuela) publicado en La Diaria, de Montevideo. [vi] Puse esta entrevista en mi portal de FB con el título “Excelente entrevista a Edgardo Lander.” El calificativo se debió a que conozco la posición de Edgardo desde hace varios años y esta entrevista la explicaba con rigor e información. El hecho de que no me identificara con sus argumentos no era obstáculo para no apreciar el razonamiento de la entrevista.

 

Enrique Toledo respondió en FB, manifestando su desacuerdo. Continuamos la conversación por e-mail. Sus razonamientos se extendieron a tal punto y también con tal rigor argumentativo que le sugerí editarlo como artículo más que como un mensaje a personal, y que lo publicara. Al hacer la sugerencia consideré que son debates de este nivel intelectual y político lo que nos hace falta. La respuesta de Enrique fue también publicada en La Diaria.[vii] Comparto la posición de Enrique más que la de Edgardo, lo cual, una vez más, no es obstáculo para apreciar el rigor y la sinceridad de la posición de Edgardo.

 

Cito este ejemplo para subrayar que este es el nivel de debate que necesitamos impulsar. Cualquiera sea la continuación, desenlace o re-orientación de la situación en Venezuela en estos próximos meses, lo que hoy la provoca viene de lejos y va para rato. Detracciones y acusaciones mutuas entre distintas posiciones auto-identificadas en la izquierda desvían la atención de los acontecimientos que las sostienen al con-fundir, en última instancia, la experiencia del acontecer con las interpretaciones y explicaciones del acontecer. Lo deseable y necesario es la convergencia y diálogo constructivo entre personas e instituciones que marchan en la misma dirección por distintos caminos.

 

Shanghái, junio 4, 2017

Notas

https://www.alainet.org/fr/node/185906
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