No nos distraigamos
- Opinión
El país vive momentos difíciles, como siempre ha ocurrido en la historia de todos los países, cada vez que hay cambios sustanciales en la gestión del Estado. En El Salvador, más de doscientos años de control absoluto del Estado y represión a las fuerzas sociales progresistas por parte de la derecha, no pueden terminar de la noche a la mañana cuando llega al gobierno gente con un proyecto que beneficia a amplios sectores de la población.
Durante todo el tiempo que controlaron el Estado, los oligarcas se cuidaron bien de hacer leyes y crear instituciones que los protegen, y de corromper militares y funcionarios de gobierno. Y ahora, toda esa estructura política que montaron es a la que hace frente el nuevo gobierno. Muchos de los funcionarios que corrompieron todavía hacen parte de la administración del Estado.
Esa es la realidad política y social en la que vivimos, y por eso la derecha oligárquica se aferra al poder, es su reflejo natural de supervivencia. Cómo pueden aceptar perder sus privilegios, si son los que les han permitido enriquecerse, y además saben que todos sus actos de corrupción están quedando al descubierto y que tarde o temprano tendrán que pagar por ellos.
La burguesía es hábil, igual que lucharon por interés propio contra la monarquía al lado de los pobres y operarios de sus talleres durante la revolución francesa, ahora buscan sus aliados en gente pobre y marginada a la que engañan con falsas promesas, en funcionarios venales y corruptos que siguen en el aparato del Estado, y en militares que antes fueron sus sirvientes y cometieron crímenes de guerra y de lesa humanidad, porque también saben que tienen cuentas que rendir a la justicia.
Claro, también debemos tener en cuenta, que dentro de las fuerzas revolucionarias pueden haber, o hay, gente que trabajan para el enemigo principal: El imperio, y no debemos sentir temor de decirlo. Callarlo es ser cómplices. La historia es elocuente en este tema, y en nuestra realidad nacional hay ejemplos tan claros, que ni siquiera hace falta nombrarlos.
Estamos pues en una disputa por el ejercicio real del poder político para poder gobernar, y tampoco debemos tener miedo de llamar las cosas por su nombre; esta disputa es una guerra cruenta y silenciosa, que no por silenciosa cobrará menos vidas... y que tiene un nombre: LUCHA DE CLASES.
Ahora bien, como los intereses de la derecha oligárquica se confunden con los intereses de grupos criminales, pues lo que persiguen ambos es el enriquecimiento, aunque la manera de hacerlo sea poco ética o ilícita, es natural que surjan alianzas, o que los oligarcas utilicen en El Salvador a las pandillas, integradas en su mayoría por gente de extracción pobre y marginada, que por su poca educación ni siquiera caen en la cuenta que de nuevo son utilizados y víctimas de los voraces interese de la oligarquía.
Por eso, los desórdenes ocasionados en el transporte, la actitud de algunos dueños de buses, los 14 militares que salieron a pedir un bono, el apoyo de ARENA a estos militares sediciosos a través de sus diputados, el discurso y actuación de Raúl Mijango y de Paolo Luers, no deben distraernos de la realidad política en la que vivimos.
Todos estos son hechos que forman parte de la desesperación de la derecha, que está atacando con todo y de manera coordinada, y no sólo en El Salvador, sino en todo el continente. La arremetida de la derecha en Ecuador, en Venezuela, en Brasil, en Argentina, no son mera casualidad, la verdad es cruda: Nuestro enemigo principal es el imperio estadounidense. Las derechas locales del continente, solo están haciendo el trabajo sucio del imperio, igual que las pandillas y otros grupos criminales hacen el trabajo sucio de la oligarquía local representada en ARENA.
No debemos ser ingenuos, el modelo económico neoliberal está agotado, la derecha continental y el imperio están arrinconados y por eso atacan con todo y de manera coordinada. La derecha, no tiene nada que ofrecer, y por eso ahora utilizan hasta a organizaciones progresistas, en donde logran confundir gente para que sirva a sus intereses.
Esta es la nueva guerra, muy compleja y silenciosa, que debemos aprender a descubrir, leer e interpretar. Y por eso, los que aspiramos a una sociedad más justa debemos recurrir a los viejos métodos revolucionarios: círculos de estudio; trabajo en la célula u organismo de base; estudio, análisis de la realidad mundial y nacional; pero sobre todo, estrecho contacto y diálogo con los sectores más atrasados políticamente de la sociedad.
La cosa comienza apenas, ya veremos los nuevos embates que van dirigidos a todos los flancos, no sólo del gobierno sino de la población, porque además de desestabilizar al gobierno están intentando desesperar a la población, atemorizándola con la violencia de las pandillas, como lo hicieron antes con los escuadrones de la muerte.
El gobierno por su lado, pese al estrecho margen de maniobra con el que cuenta, debe tomar medidas radicales en el combate a la violencia. Dejar bien claro que la banca, las comunicaciones, la educación, la salud y el transporte son renglones estratégicos en la conducción del Estado y la seguridad nacional, entendiéndose seguridad nacional, no sólo el cuidado de la soberanía nacional, sino la paz, tranquilidad y el que la inmensa mayoría de la población pueda vivir dignamente y tener acceso a esos renglones mencionados arriba.
Ya es tiempo de entender que el transporte, como en muchos países, incluso capitalistas, es un bien del Estado, un derecho para toda la población, y no el patrimonio de un pequeño grupo de gente sin escrúpulos a quienes no les importa poner a circular chatarras, brindar un malísimo servicio, y exigir subvenciones que les permitan enriquecerse.
Audaces medidas que hagan saber a cualquier individuo ligado a grupos criminales, se llamen mediadores o porta voces, que serán perseguidos de oficio y puestos delante de una justicia clara y contundente, y no delante de jueces venales, ni fiscales que no ejercen sus funciones como lo manda, más que la ley, la justicia.
Y nosotros, la población, entender que los cambios son para beneficio de las grandes mayorías, que tenemos que implicarnos, entender lo que pasa, comprender que lo que se busca es la justicia social para todos, y que los revolucionarios tenemos que marchar inmerso en la columna pueblo. Entender que nuestro enemigo principal es el imperio, y la oligarquía nacional un simple aliado. Lo contrario es aceptar que la patria siga ocupada por la ILEA, con una base militar imperial en Comalapa, arrodillados frente al Fomilenio, y sumisos integrantes del llamado Triángulo Norte.
No nos distraigamos, la lucha es de todos y para todos. La lucha continúa en varios frentes. Este es nada más el inicio de una nueva etapa.
(Semanario El Independiente. San Salvador. El Salvador )
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