Chile bajo la niebla
10/12/2014
- Opinión
En “Niebla”, Miguel de Unamuno reluce una inédita técnica literaria: enfrenta a Augusto Pérez, su personaje, frente a él, su autor. Augusto busca suicidarse, pero Unamuno, dueño de su destino, se lo niega. Le dice:
-No existes más que como ente de ficción; no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía.
En la Niebla se confunde la ficción y la realidad, personas y personajes. La niebla lo domina todo, atraviesa los tiempos y secuestra los ojos. Hoy Chile parece mirarse al espejo de Augusto. Pero antes la niebla fue una simple bruma, y comenzó su expansión cuando la Nueva Mayoría decidió utilizar el carisma de Bachelet con fines estrictamente electorales.
Antes, refrendaron una estrategia utilizada a lo largo de toda la historia política de este país: se apropiaron de un lenguaje, hicieron suyo eso de la Educación Gratuita, Reforma Tributaria y Nueva Constitución. Su idea era responder a las exigencias de “la calle” y legitimar el ámbito del poder, que se veía secuestrado por los mismos (que siguen siendo los mismos). Lo hicieron prometiendo una nueva Constitución (para redistribuir el poder político), una Reforma tributaria (para redistribuir el poder económico), y una reforma educacional (para redistribuir el poder social). Con poco, se impusieron a los bochornos electorales de la derecha, donde lo único estable era la inestabilidad.
Hoy, las encuestas los inclinan al precipicio.
Entonces surgen dudas que expanden la niebla: ¿es posible mantener un gobierno que se define como de centro izquierda con la mera adaptación de un lenguaje, pero sin un proyecto general de sociedad?
En Sudamérica, los dos países que más crecen son Bolivia y Ecuador. El primero se ha planteado la descolonización como horizonte político. Nada menos que torcerle el brazo a la historia, para hacer visible a los invisibles. En Ecuador, Rafael Correa apunta al “buen vivir” (Sumak Kawsay), consagrado constitucionalmente. Ambos proyectos levantados desde la épica. En Chile pasamos de la épica del Hombre Nuevo que buscaba la izquierda en los 70, a obviedades como considerar a la educación como un derecho, y no un privilegio para quienes puedan comprarla.
La niebla se filtra en los pasillos de La Moneda. Con una derecha que no propone, o, a lo sumo, propone no cambiar, la peor oposición está al interior del gobierno, ¿podrá Bachelet equilibrar las voces centrifugas que tiran para uno y otro lado?, ¿seguirán escuchando el eco de Patricio Aylwin, y todo seguirá siendo en la medida de lo posible?, en fin, ¿seguirá dominando la Concertación por sobre la Nueva Mayoría?...
Las dudas expanden la niebla: niebla en el laberinto inentendible de la Reforma Tributaria, niebla en una reforma educacional que el común de la gente no entiende, niebla en un posible cambio de Constitución, y más niebla en cómo y quienes la redactarán. Lo que fueron promesas, ahora son niebla de indecisión.
Densifican la niebla la incertidumbre en las deficiencias comunicacionales, y eso lo perciben los ciudadanos, por eso el bajón en las encuestas, que podríamos explicarlo desde distintos puntos de vista, podríamos decir que se debe al bajo crecimiento económico, por ejemplo. Sin embargo, basta recordar que, en promedio, el gobierno de Piñera fue el que más creció en términos económicos, pero fue el peor evaluado en su totalidad.
Es decir, los gobiernos no se miden por logros económicos.
Más que la insustancialidad de la cifra, la gente común y corriente, el hijo de vecino, hechizado por el televisor, paralizado por la deuda y dopado por la farmacia, lo que exigen del poder político (quizás sin siquiera percibirlo), es que les entreguen seguridad. Ya Hobbes hablaba del hombre como el lobo del hombre habitando un estado de naturaleza, y al Estado como el gran arbitro de lo social. Seguridad, para evitar los estados de naturaleza hobbesianos tras las fallas del Metro. Seguridad, para evitar los robos…
Pero ¿qué robos?, porque tenemos los robos de un camión Brinks, pero también los robos institucionalizados de las colusiones, evasiones, pensiones... “Aquí estamos los que robamos poco”, decía la pared de una cárcel.
La circulación del tiempo expandirá la niebla, ¿qué señales dará el inevitable cambio de gabinete?, ¿saldrá el ministro de hacienda? Si es así, ¿el gobierno optará por los cambios o por la administración paciente? ¿Por la justicia social o el crecimiento económico?...
Pero para distribuir antes hay que generar. Y para generar hay que tener a los empresarios contentos. Y los empresarios son los que más bruma le arrojan a la niebla. Y esto se debe a una razón sencilla: el poder político se ha rendido frente a los grandes poderes económicos, por eso no pueden decidir, por eso no pueden restringirlos. Aquí está la niebla de las nieblas.
El señor Saieh, por ejemplo, reparte dinero a todos los candidatos, para que nadie ose tocar sus intereses. Si llegan a saberse sus triquiñuelas, cuenta con sus propios medios de comunicación para sacudirse de malos entendidos.
Y bueno, basta recordar el caso Penta. Nada nuevo bajo el sol: el poder económico le puso un pie encima al poder político, y eso confunde a los ciudadanos. La democracia, entonces, termina siendo un simple medio para renovar candidatos, un petardo psicológico para hacer creer a la gente que está decidiendo algo. A los empresarios no les interesa que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. Y para eso, cuentan con los fantasmas del estancamiento, la recesión y el desempleo.
La niebla es densa, peligrosa, turbia. Todo se esconde bajo ella. Niebla que no ciega la vista, pero que impide ver más allá. ¿Qué habrá del otro lado?, se preguntan los ciudadanos. ¿El gobierno ocupará su mayoría o harán como que no ganaron?, ¿gobernarán para las encuestas o para la historia? Pero antes, hay otras interrogantes que expanden la niebla: ¡¿Quién manda en Chile?!, ¿el poder económico o el poder político?, ¿quién es Unamuno, quién es Augusto?, ¿cuál es la persona, cuál el personaje?.... en algún momento ¿se revelará el personaje a la voluntad externa que controla su destino?...
“A veces, el silencio es la peor mentira”, decía Unamuno.
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