Una crisis en capítulos previsibles
Comfortably cracked (Plácidamente quebrado)
21/09/2008
- Opinión
El sector financiero otra vez tiende nubarrones sobre el horizonte económico mundial. El librecambismo proclamado dio paso, otra vez, al intervencionismo estatal para salvar el patrimonio de los accionistas.
“El niño ha crecido/ el sueño se ha esfumado/ y yo me he quedado/ plácidamente paralizado…” (Pink Floyd, Comfortably numb, Letra Roger Waters, Música Pink Floyd, “The Wall”, 1979).
Roger Waters componía el mejor tema de Pink Floyd y de todos el último año de la década de los ´70, y nos dejaba esa inolvidable imagen del niño que abandonaba la niñez en forma traumática pero comfortably (plácidamente, confortablemente, cómodamente). El capitalismo se mundializó a mediados del siglo XIX, y se expandió bajo los principios dominantes por entonces del libre mercado. Fueron ochenta años (1850-1930) en que la economía mundial se expandió sin cesar y casi sin intervención estatal.
Este ciclo terminó en forma abrupta en 1929. El jueves negro del 24 de octubre de ése año se fue todo al demonio. El mundo se sumió en una depresión de la que se salió casi una década después. Pero el mundo ya no volvió a ser el mismo. Si hasta entonces se habían obedecido las ideas de Adam Smith, ahora surgía como contrapartida conceptual la idea de la intervención estatal de la mano de John Keynes.
El “New Deal” de Franklin Roosvelt, el nacionalsocialismo de Adolf Hitler, el propio keynesianismo en Gran Bretaña, de a poco, sacaron a los países de la depresión, aunque el mayor impulsor del crecimiento fue la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Una vez finalizada la contienda, en las naciones occidentales había un consenso casi absoluto en la necesidad de la intervención estatal en la economía. De hecho, las instituciones de Bretton Woods (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) eran de neto cuño keynesiano.
A su vez, en los años ´50 comenzaron los 25 años de oro del capitalismo, que las Ciencias Económicas señalan a la primer mitad de la década de los `70 como su final. La economía mundial se expandió, las diferencias sociales se redujeron, pero el mundo comenzó a estancarse y la inflación aumentó. Este fenómeno se lo conoce como “estanflación”.
Y es aquí donde se despierta de su letargo el viejo liberalismo, aggiornado y rebautizado como neoliberalismo. Su mentor fue Milton Friedman, y sus seguidores, la mayoría de ellos graduados de la Escuela de Economía de Chicago, bautizados los “Chicago boys”. Primero el gobierno de Augusto Pinochet en Chile, luego la Argentina de Jorge Videla, los Estados Unidos de Ronald Reagan y la Gran Bretaña de Margaret Thatcher fueron quienes primero adoptaron este paradigma.
¿Por qué esta extensa introducción? Porque se trata de un caso en el cual parecía que la Humanidad había aprendido la lección. Pero no fue así. La semana que comenzó el domingo 14 de setiembre demostró que volvimos a hacer lo que habíamos hecho. Tuvimos un “dèjá vu”.
En lo que va de siglo, el mundo atraviesa un período de “vacas gordas”. Crecen la mayoría de los países y regiones, y los precios de los bienes básicos se mantienen altos, impulsados por la demanda. Los valores de los commodities alcanzaron valores históricos, lo que generó una enorme liquidez en el denominado Tercer Mundo.
Cuando existe una gran liquidez, este dinero se canaliza hacia los mercados financieros básicamente, y en especial en el de los países centrales. Se invierte en distintos activos sin mayores controles. A su vez, los bancos suelen reducir sus exigencias a la hora de otorgar créditos. Los ingredientes para una burbuja ya están en el tazón.
No obstante, el paradigma económico dominante impide algún tipo de regulación, como en la década del `20. Y todas las burbujas estallan.
Y eso pasó. A la fecha de publicación de este artículo el contador continúa corriendo y nadie sabe ya a cuánto asciende el valor del rescate de la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra y otros. Una cifra que ya superó el medio billón de dólares, o un 25 por ciento más del Producto Bruto Interno de Argentina.
Es decir, a los librecambistas los debió salvar, nuevamente, el intervencionismo estatal.
¿Y ahora qué? Por un lado, siempre las crisis graves que se inician en el sector financiero de la economía, que no crea riqueza, termina afectando a la economía real que sí generan riqueza, ingreso y empleo. Si las expectativas eran halagüeñas hasta hace pocos días, el horizonte cambió radicalmente.
Como los intereses en juego son los de los financistas y corporaciones, las potencias del Primer Mundo, esas mismas que presionan a las naciones pobres para que no intervengan y dejen a la “mano invisible del mercado”, salieron a inyectar cantidades inmorales de dinero fresco para salvar a instituciones que no supieron/quisieron/pudieron controlar.
Un capítulo aparte merecen las “calificadoras de riesgo”. Este tipo de institución financiera tiene por función estudiar a los posibles objetos de inversión (estados y empresas) para recomendar o no a sus clientes el desembolso de dinero. Tienen un sistema de de medición desde la A hasta la D, donde la triple A es la mejor calificación.
Lehman Brothers era una de estas calificadoras. Lehman Brothers Holdings Inc. fundada en 1850, fue una compañía global de servicios financieros de Estados Unidos, hasta el 15 de setiembre pasado donde se declaró en bancarrota. Diez días antes, había emitido un crítico informe sobre el futuro de la economía argentina, que llevó incluso a que la presidenta Cristina Fernández le conteste públicamente.
¿Habrá recomendado a sus accionistas que se desprendan de sus acciones porque en una decena de días la compañía nacida en 1850 se encaminaba en forma irreversible a la quiebra?
Los próximos días van a ser importantes por dos cuestiones: conocer la magnitud de la crisis financiera y hasta cuándo va a extenderse, por un lado, y qué paradigma económico va a utilizarse para superar la tormenta en ciernes.
La crisis financiera, quizás, sea controlada con algunas medidas ortodoxas en los próximos días. Pero la recesión o depresión mundial va a ser más difícil de evitar. Del mismo modo que Pink aceptaba el fin del sueño placidamente adormecido, los actores económicos mundiales parecieran emular a Bob Geldof en ése ícono de la cinematografía llamada “The Wall”.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
http://www.prensamercosur.com.ar
“El niño ha crecido/ el sueño se ha esfumado/ y yo me he quedado/ plácidamente paralizado…” (Pink Floyd, Comfortably numb, Letra Roger Waters, Música Pink Floyd, “The Wall”, 1979).
Roger Waters componía el mejor tema de Pink Floyd y de todos el último año de la década de los ´70, y nos dejaba esa inolvidable imagen del niño que abandonaba la niñez en forma traumática pero comfortably (plácidamente, confortablemente, cómodamente). El capitalismo se mundializó a mediados del siglo XIX, y se expandió bajo los principios dominantes por entonces del libre mercado. Fueron ochenta años (1850-1930) en que la economía mundial se expandió sin cesar y casi sin intervención estatal.
Este ciclo terminó en forma abrupta en 1929. El jueves negro del 24 de octubre de ése año se fue todo al demonio. El mundo se sumió en una depresión de la que se salió casi una década después. Pero el mundo ya no volvió a ser el mismo. Si hasta entonces se habían obedecido las ideas de Adam Smith, ahora surgía como contrapartida conceptual la idea de la intervención estatal de la mano de John Keynes.
El “New Deal” de Franklin Roosvelt, el nacionalsocialismo de Adolf Hitler, el propio keynesianismo en Gran Bretaña, de a poco, sacaron a los países de la depresión, aunque el mayor impulsor del crecimiento fue la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Una vez finalizada la contienda, en las naciones occidentales había un consenso casi absoluto en la necesidad de la intervención estatal en la economía. De hecho, las instituciones de Bretton Woods (el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) eran de neto cuño keynesiano.
A su vez, en los años ´50 comenzaron los 25 años de oro del capitalismo, que las Ciencias Económicas señalan a la primer mitad de la década de los `70 como su final. La economía mundial se expandió, las diferencias sociales se redujeron, pero el mundo comenzó a estancarse y la inflación aumentó. Este fenómeno se lo conoce como “estanflación”.
Y es aquí donde se despierta de su letargo el viejo liberalismo, aggiornado y rebautizado como neoliberalismo. Su mentor fue Milton Friedman, y sus seguidores, la mayoría de ellos graduados de la Escuela de Economía de Chicago, bautizados los “Chicago boys”. Primero el gobierno de Augusto Pinochet en Chile, luego la Argentina de Jorge Videla, los Estados Unidos de Ronald Reagan y la Gran Bretaña de Margaret Thatcher fueron quienes primero adoptaron este paradigma.
¿Por qué esta extensa introducción? Porque se trata de un caso en el cual parecía que la Humanidad había aprendido la lección. Pero no fue así. La semana que comenzó el domingo 14 de setiembre demostró que volvimos a hacer lo que habíamos hecho. Tuvimos un “dèjá vu”.
En lo que va de siglo, el mundo atraviesa un período de “vacas gordas”. Crecen la mayoría de los países y regiones, y los precios de los bienes básicos se mantienen altos, impulsados por la demanda. Los valores de los commodities alcanzaron valores históricos, lo que generó una enorme liquidez en el denominado Tercer Mundo.
Cuando existe una gran liquidez, este dinero se canaliza hacia los mercados financieros básicamente, y en especial en el de los países centrales. Se invierte en distintos activos sin mayores controles. A su vez, los bancos suelen reducir sus exigencias a la hora de otorgar créditos. Los ingredientes para una burbuja ya están en el tazón.
No obstante, el paradigma económico dominante impide algún tipo de regulación, como en la década del `20. Y todas las burbujas estallan.
Y eso pasó. A la fecha de publicación de este artículo el contador continúa corriendo y nadie sabe ya a cuánto asciende el valor del rescate de la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra y otros. Una cifra que ya superó el medio billón de dólares, o un 25 por ciento más del Producto Bruto Interno de Argentina.
Es decir, a los librecambistas los debió salvar, nuevamente, el intervencionismo estatal.
¿Y ahora qué? Por un lado, siempre las crisis graves que se inician en el sector financiero de la economía, que no crea riqueza, termina afectando a la economía real que sí generan riqueza, ingreso y empleo. Si las expectativas eran halagüeñas hasta hace pocos días, el horizonte cambió radicalmente.
Como los intereses en juego son los de los financistas y corporaciones, las potencias del Primer Mundo, esas mismas que presionan a las naciones pobres para que no intervengan y dejen a la “mano invisible del mercado”, salieron a inyectar cantidades inmorales de dinero fresco para salvar a instituciones que no supieron/quisieron/pudieron controlar.
Un capítulo aparte merecen las “calificadoras de riesgo”. Este tipo de institución financiera tiene por función estudiar a los posibles objetos de inversión (estados y empresas) para recomendar o no a sus clientes el desembolso de dinero. Tienen un sistema de de medición desde la A hasta la D, donde la triple A es la mejor calificación.
Lehman Brothers era una de estas calificadoras. Lehman Brothers Holdings Inc. fundada en 1850, fue una compañía global de servicios financieros de Estados Unidos, hasta el 15 de setiembre pasado donde se declaró en bancarrota. Diez días antes, había emitido un crítico informe sobre el futuro de la economía argentina, que llevó incluso a que la presidenta Cristina Fernández le conteste públicamente.
¿Habrá recomendado a sus accionistas que se desprendan de sus acciones porque en una decena de días la compañía nacida en 1850 se encaminaba en forma irreversible a la quiebra?
Los próximos días van a ser importantes por dos cuestiones: conocer la magnitud de la crisis financiera y hasta cuándo va a extenderse, por un lado, y qué paradigma económico va a utilizarse para superar la tormenta en ciernes.
La crisis financiera, quizás, sea controlada con algunas medidas ortodoxas en los próximos días. Pero la recesión o depresión mundial va a ser más difícil de evitar. Del mismo modo que Pink aceptaba el fin del sueño placidamente adormecido, los actores económicos mundiales parecieran emular a Bob Geldof en ése ícono de la cinematografía llamada “The Wall”.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
http://www.prensamercosur.com.ar
https://www.alainet.org/fr/node/129903
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