Volver a Mariátegui

14/06/2006
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Si en José Martí, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, y otros hombres de ideas y acciones trascendentes podemos encontrar la creación heroica capaz de remontar el dominio colonial desde un liberalismo profundamente democrático y de gran calado (social, alborada de las críticas a todo lo injusto, incluso al porvenir capitalista dependiente), en José Carlos Mariátegui, destacado intelectual y dirigente comunista peruano de principio del siglo XX, nos encontramos con un pensador-luchador que remonta el capitalismo naciente en nuestra América desde una postura visionaria, cargada de rebeldía frente al anquilosamiento staliniano de la teoría y la práctica anticapitalista y socialista de entonces, y repleta de lo propio indo-americano. Mariátegui insistió en los límites de la razón y la ciencia, adentrándose en el ser humano, en su condición de ser sensorial necesitado de fe, de mito, de certeza en los propósitos de sus luchas y esfuerzos. La inspiración marxista de su obra política y social es indiscutible y preminente. Pero esto no lo llevó a despreciar otras fuentes para explicar lo propiamente existencial, emocional, sentimental: los motivos de la acción del ser humano de su época. Enfatizó en la necesidad de la acción individual y colectiva para transformar la sociedad, presentándola como el lado activo el materialismo, capaz de superar el materialismo pasivo muy en boga en aquellos tiempos. Opuso a la copia la “creación heroica”, pensamiento y acción fundidos para remontar el dominio de la burguesía e impulsar el socialismo indo-americano. Ciencia y fe, razón y mito aparecen de la mano en su innovadora concepción. Herejía para el marxismo “oficial” de esos tiempos. Herejía mayor en el seno de la “civilización burguesa”, Habló de un pensamiento creador y de una mística nueva, tan necesaria entonces como ahora. Una “mística susceptible de milagros, apta para llenar a los desgraciados de esperanza, –decía- a suscitar mártires y a transformar el mundo con promesas de bondad y virtud” (José Carlos Mariátegui, El hombre y el Mito, Textos básicos, colección Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica 1991, pags. 11 y 12). Posiblemente por no valorar a Mariátegui el siglo XX concluyó con la muerte de no pocos proyectos a nombre del socialismo. Se clausuraron esperanzas y se estropeó gravemente la mística revolucionaria, abriendo paso no solo a una nueva época, sino a un periodo de grandes confusiones. Esta nueva época contrarrevolucionaria se inició con serios nubarrones que ya han comenzando a despejarse, a disolverse. Un nuevo pensamiento revolucionario de fuerte inspiración marxista, pero también vinculado a otras fuentes y creaciones (cosmovisiones indígenas, feminismo revolucionario, ambientalismo social, teología de la liberación…), está en proceso de desarrollo hacia un nuevo proyecto emancipatorio. El puente hacia la nueva democracia y el nuevo socialismo, que deberían remplazar la democracia podrida y decadente de la burguesía, y el socialismo asesinado por la burocracia y el autoritarismo, ha sido una camada de revolucionarios (as) de ayer y de siempre, que a pesar de las derrotas y reveses sufridos en el Siglo XX, firmes en las convicciones socialistas, recomenzaron después de la experiencia frustrada porque jamás los asaltó la idea de que la solución no existía. Persistieron en encontrarla y la están logrando junto a las nuevas generaciones de revolucionarios (as). En todo esto el peso determinante del pensamiento de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, Trosky y otros grandes pensadores, así como de la propuesta socialista que sustentaron, estaba (como le decía Benedetto Groce a los que intentaron condenar sumariamente el marxismo): “En el hecho de que el “presupuesto socialista” no es una filosofía de la historia, sino una concepción histórica, determinada por las condiciones presentes de la sociedad y del modo como ésta ha llegado a ellos. Y agregaba Mariátegui: “La crítica marxista estudia concretamente la sociedad capitalista. Mientras el capitalismo no haya transmontado definitivamente, el canon de Marx sigue siendo válido. El socialismo, o sea la lucha por transformar el orden social de capitalista a colectivista mantiene viva esa crítica, la continua, la corrige” (Obra citada, La Filosofía Moderna y el Marxismo, Pág. 15). El capitalismo y el imperialismo existen, no han sido trasmontados definitivamente. Existen y han variado para peor: mas explotación asalariada, mayor apropiación de plusvalía, mayor concentración de riquezas y poder, mayor saqueo de recursos naturales, mas usura, mas exclusión social, mas discriminación patriarcal y adulto-céntrica, mayor dominio oligopólico mundial, mayor explotación y exclusión de su periferia. El sistema ha sufrido cambios, pero no ha sido reemplazado por otro: la propiedad privada capitalista y la apropiación por ella de las riquezas generales por el trabajo y la naturaleza sigue siendo su eje dominante y degradante. La crítica marxista actual debe estudiar el capitalismo y el imperialismo de hoy y las experiencias fallidas del “socialismo real”, del estatismo que aplastó el colectivismo alternativo inicial. EL marxismo no es hijo de un siglo determinado, sino un producto de la crítica al capitalismo que perduró en el siglo XX y continúa en el siglo XXI, con sucesivas modificaciones. Al marxismo debe dársele continuidad, corregirlo, enriquecerlo en función de los cambios acaecidos, de nuestras realidades latinoamericanas y caribeñas y de las condiciones presentes. Eso hizo Mariátegui en su tiempo. Y eso debemos hacer los que reconocemos sus consistentes aportes al revivir de la obra de Marx y de los precursores del socialismo. Marx y Mariátegui están vivos “en la lucha que por la realización del socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres” contra los efectos degradantes de la globalización capitalista, del neoliberalismo que la inspira y la guerra de reconquista; nutridos ese combate de sus aportes transmitidos de generación a generación. “Ortega y Gasset -nos dice José Carlos Mariategui- habla del “alma desencantada”. Romain Rolland habla del “alma encantada”. ¿Cuál de los dos tiene razón? Ambos almas coexisten. El “alma desencantada” de Ortega y Gasset es el alma de la decadente civilización burguesa. El “alma encantada” de Romain Roland es el alma de los forjadores de la nueva civilización. Ortega y Gasset no ve sino el ocaso, el tramonto…Romain Rolland ve el orto, el alba”. La decadencia del capitalismo, la decadencia del imperialismo estadounidense, el jefe máximo de los imperialismos, ha vuelto tomar cuerpo y alma. El “alma desencantada” se expresa en la multitudes que cuestionan la globalización neoliberal, su guerra infinita, sus masacres en Afganistán, Irak, Palestina… en el empobrecimiento brutal de sus dependencias, colonias y neo-colonias, en los abusos y la discriminación contra los (as) inmigrantes, mujeres, negros (as), indios, mulatos, mestizos, en el saqueo de lo recursos vitales, la contaminación de tierra y mares. En sus fortunas acumuladas, sus derroches y orgías ofensivas. El “alma encantada” esta presente en las resistencias e insurgencias heroicas (Irak, Afganistán, Palestina, Colombia, México…), en las protestas sociales, en los nuevos gobiernos progresistas, en lo movimientos antiglobalizadores, en lo foros sociales alternativos, en la rebeldía de las juventudes de Francia y otros países de Europa, en el hermoso despertar de los (as) inmigrantes tercermundistas en EEUU, en las rebeldía estudiantiles en Chile, en la Revolución Bolivariana de Venezuela y su influjo en todo el continente…. En el ALBA contra el ALCA. En el debate sobre el socialismo en el siglo XXI. En el neo-bolivarianismo. El alma de nuestra América se ha vuelto a “encantar” Por eso se necesita volver a Mariátegui. Y se necesitan, hombres y mujeres de acción y pensamiento como él, listos para la “creación heroica” y para “vivir peligrosamente” como lo exigen las épocas propicias para tomar el cielo por asalto y reemprender los sueño realizables. Épocas como ésta.
https://www.alainet.org/fr/node/115587?language=es
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