El libre comercio y la lucha por un mundo mejor
12/04/2006
- Opinión
Por quinta vez nos reunimos en esta Sala los representantes de movimientos sociales que protagonizan la campaña anti-ALCA, para reflexionar, debatir y concretar acciones encaminadas a derrotar el proyecto estadounidense por la anexión y recolonización de América Latina y el Caribe.
En nombre del Comité Organizador Cubano los acogemos con la satisfacción de tenerlos entre nosotros y la conciencia del deber de ofrecerles las condiciones organizativas adecuadas para que este V Encuentro siga la tradición de los cuatro anteriores en cuanto a servir como taller de trabajo para aproximarnos a esa otra América mejor, a la “América Nuestra” que reclamó José Martí, en la que la filosofía del despojo, la trampa del libre comercio, el ALCA y el dominio imperialista, no tengan cabida.
Ha transcurrido un año desde el Encuentro anterior, en el cual se acumularon nuevas luchas de los movimientos sociales contra el ALCA y los Tratados de Libre Comercio, contra la militarización de la región que se impulsa desde Estados Unidos, contra la deuda externa y la política neoliberal. En ese lapso también hubo sucesos y tendencias en la política de Estados Unidos, actuando como centro de poder hegemónico, que es necesario recordar para extraer conclusiones que nos permitan accionar mejor en la batalla contra un poderoso enemigo que aplica nuevas tácticas para imponer su dominación.
Al igual que hace un año, la respuesta del gobierno de Bush a los múltiples problemas mundiales es la militarización y la represión. La militarización aparece crudamente en un gasto militar de unos 500 mil millones de dólares, más de la mitad del gasto militar mundial, aunque incapaz de evitar lo que ya es una evidente derrota en Iraq y la represión se expresa de variadas formas, desde una Ley Patriota que mutila los derechos ciudadanos en Estados Unidos y fortalece la acción de un estado policía, las restricciones contra los inmigrantes, hasta la escandalosa práctica de la tortura a prisioneros como sistema, mientras al mismo tiempo, el discurso en supuesta defensa de los derechos humanos, establece marcas de hipocresía espectaculares.
Al igual que hace un año, el gobierno de Estados Unidos no ha logrado otra cosa en Iraq que hacer un vano alarde de tecnología militar, pero no ha logrado someter a la población iraquí ni establecer un orden social, económico y político sostenible, ni impedir que más de 2 000 soldados norteamericanos hayan regresado a casa en ataúdes, y muchos más hayan sido heridos y otros hayan desertado.
Siguen atrapados en el dilema de hierro del invasor imperialista extranjero: no pueden irse, pero tampoco pueden quedarse.
El modelo que tercamente Estados Unidos sigue queriendo para América Latina y el Caribe es el neoliberalismo puro del libre comercio y la privatización. Sostiene que los insatisfactorios resultados hasta ahora obtenidos con su aplicación, se deben a una dosis insuficiente. Se quejan de que el camino de las “reformas” se ha recorrido a medias y que la región debe tragarse entera la cicuta neoliberal para entonces iniciar el espléndido tiempo del crecimiento económico y el derrame de riqueza.
En la revista Perspectiva, esa lujosa plataforma de propaganda neoliberal, integrada, entre otras instituciones por el Centro Internacional de la Empresa Privada de Estados Unidos, la Fundación Libertad de Argentina o el Instituto Libertad y Desarrollo de Chile y vinculada, por supuesto, al Instituto Cato puede leerse: “….en algunos de estos países se han introducido reformas parciales pro mercado sin modificar los elementos básicos de su estructura económica y casi ninguno ha perseverado durante un período de tiempo suficientemente prolongado en la dirección correcta”. Ese modelo deseado por los neoliberales tiene en el ALCA una relevante expresión, aunque no la única. Recordemos que el ALCA es una de las expresiones de un proyecto de dominación continental para el saqueo a fondo de la región, que implica una concepción sobre el desarrollo y sobre la soberanía y las funciones de los estados nacionales y que ese proyecto imperialista adopta formas y procedimientos variados que nos obligan a repensar nuestras acciones.
En cuanto al ALCA, después de la derrota que para Estados Unidos fue el arribar a enero de 2005 sin Acuerdo firmado, el gobierno de Bush hizo un esfuerzo supremo por darle respiración artificial y revivirlo en la Cumbre de Mar del Plata. Pero allí, el intento de reflotar el ALCA se fue al fondo también, por la combinación de una masiva y combativa demostración de los movimientos sociales anti-ALCA, desafiando la lluvia y el frío, y la oposición de algunos gobiernos en la reunión Cumbre.
Ahora, el proyecto ALCA original, el de los 34 países, excluida Cuba, está congelado, lo que constituye una buena noticia y la expresión de una victoria de la Campaña Continental contra el ALCA. Es una victoria en una fase de la batalla -expresándonos en términos militares- pero no es todavía el triunfo en la guerra ni ha llegado el momento de deponer las armas.
Como virus maligno el ALCA ha mutado al encontrar resistencia el gran proyecto abarcador de 34 países en una sola Área de Libre Comercio. Ahora el ALCA mantiene la esencia del proyecto de dominación para apoderarse del petróleo y el gas, el agua, la biodiversidad, los mercados y la fuerza de trabajo de la región, pero su rostro es el de Tratados de Libre Comercio envueltos en la propaganda de la liberalización comercial.
Estos tratados de Libre Comercio bilaterales o plurilaterales son pequeños ALCAS en los que se condensan los contenidos del paquete de política neoliberal, y en los cuales el énfasis propagandístico se pone en las bondades del libre comercio. Sean estos Tratados con Estados Unidos o con Europa, lo sustancial de ellos no cambia. En ellos, el neoliberalismo queda consagrado como política económica, y convertido en obligación jurídica de los estados.
Los TLC no están paralizados en su negociación. En este momento, tres países tienen Tratados con Estados Unidos en pleno funcionamiento (México, Canadá y Chile), en otros seis países se encuentra avanzado el proceso de ratificación por los Parlamentos (las cinco naciones de Centroamérica y República Dominicana) y en otros cuatro países (Colombia, Perú, Ecuador y Panamá) continúan las negociaciones. Con la Unión Europea dos países tienen Tratados vigentes (México y Chile) y las negociaciones con el MERCOSUR están detenidas por el momento.
En la reunión ministerial de la OMC efectuada en Hong Kong, su resultado no fue esta vez el sonoro fracaso experimentado en Seattle y Cancún por la liberalización comercial, sino un polémico y endeble consenso -con serias reservas planteadas por Cuba y Venezuela- que evitó el posible colapso institucional de la OMC y terminó con la promesa de una fecha no muy cercana por parte de Estados Unidos y la Unión Europea para poner fin a los subsidios a la exportación de productos agrícolas. Pero, los subsidios a la exportación no son lo únicos que se practican y se señala que mediante otras formas de subsidios Estados Unidos y la Unión Europea podrán mantener después del año 2013 un elevado monto de protección a sus sectores agrícolas.
A cambio de esa fecha, los países del Sur aceptaron la llamada fórmula suiza para determinar el acceso al mercado no agrícola, la cual reduce los aranceles más altos en proporción mayor que aquellos más bajos. De este modo países subdesarrollados que mantienen aranceles más altos para proteger sus sectores industriales y hacer sustitución de importaciones, se verían obligados a reducir sus aranceles en mayor grado. Aceptaron también los países del Sur un proceso plurilateral de negociaciones en materia de servicios, que introduce un elemento de mandato y obligará a los países más débiles a involucrarse en negociaciones sectoriales gobernadas por el afán de liberalizar a marcha forzada.
En ésta reunión ministerial nada obtuvo el Sur en cuanto a los llamados temas de desarrollo como el acceso a mercados para los países más pobres, la ayuda al comercio y en especial, el importante principio del trato especial y diferenciado en favor de los países de menor desarrollo. Éste principio volvió a ser engavetado.
De nuevo funcionó el intercambio desigual en contra de los países del Sur al intercambiar la pequeña migaja de una fecha a 8 años de distancia por importantes concesiones en el camino de la liberalización.
En la Organización Mundial de Comercio, la cual tiene mayor jerarquía institucional que Acuerdos regionales como el ALCA, y en los Tratados de Libre Comercio que proponen Estados Unidos y la Unión Europea, la filosofía y la retórica del libre comercio son de obligada presencia.
Cuando escuchamos el término libre comercio dicho por el gobierno de Estados Unidos, por el G-7, por el FMI, por el Banco Mundial y por la OMC, esto significa mucho más que comercio y conforma un paquete que incluye el ALCA y las negociaciones de la OMC, los Tratados Bilaterales y Plurilaterales de Libre Comercio y de Inversiones, los Acuerdos subregionales como el Plan Puebla Panamá, el Acuerdo Andino sobre comercio y erradicación de drogas, los planes de militarización como el Plan Colombia, la instalación de bases militares, la continuación de la deuda externa como mecanismo de expoliación, el pretexto de la lucha contra el terrorismo para justificar la represión, y la manipulación de los derechos humanos a conveniencia del imperio.
Hoy el llamado libre comercio es más que nunca antes una falacia y un señuelo para encubrir la verdadera política de dominación y explotación.
En la economía mundial globalizada y transnacionalizada, dominada por gigantescas corporaciones y donde Estados Unidos y Europa practican un cerrado proteccionismo selectivo, el libre comercio es ficción.
Los países desarrollados hacen lo que siempre hicieron a lo largo de la Historia Económica: demandan libre comercio para los sectores donde su capacidad de competencia es superior y practican la protección de los sectores donde no les conviene la competencia.
No es cierta en modo alguno la noción que el pensamiento neoliberal pretende presentar como un dilema absoluto, esto es, la elección obligada entre el libre comercio puro y acertado, o el proteccionismo erróneo y malévolo.
En rigor, el libre comercio ni es libre ahora ni lo ha sido nunca, ni es ya siquiera comercio de acuerdo al concepto clásico de éste, ni su práctica genera crecimiento económico per-se, ni reduce la pobreza, ni reporta “beneficios mutuos” entre las partes que comercian.
En efecto, el concepto de comercio supone el intercambio de mercancías que cambian de propietario al efectuarse el movimiento de ellas, pero las dos terceras partes del comercio mundial actual se estima que no es más que comercio intrafirma, esto es, comercio cautivo dentro de la cadena de filiales de grandes corporaciones transnacionales que se “compran” y “venden” entre ellas para evadir impuestos o transferir ganancias y que aparecen en las estadísticas como exportaciones de países latinoamericanos o de otra regiones, pero que en esencia, han estado siempre dentro de la cadena corporativa y gobernadas por la estrategia global de ésta.
Podemos imaginar lo ”libre” del comercio o de la formación de precios en esta caricatura de comercio entre filiales de una misma transnacional.
Un poco de Historia Económica ayuda a comprender mejor la falacia del libre comercio.
En Inglaterra, emergida del siglo 18 con la industria más desarrollada de entonces, se enfrentaron los industriales -partidarios del libre comercio- y los terratenientes beneficiarios de subsidios que encarecían los alimentos y materias primas que a su vez, elevaban los costos de los industriales necesitados de materias primas baratas para la industria y alimentos más baratos para la fuerza de trabajo. La pugna entre industriales librecambistas y terratenientes proteccionistas se resolvió con la victoria de los industriales expresada en las leyes sobre cereales de 1846, pero ésta no fue la victoria de la razón pura del libre comercio, sino la victoria de una clase social en la lucha política contra otra.
En los Estados Unidos anteriores a la Guerra de Secesión, la historia fue a la inversa. Allí, en los estados industriales del norte, la industria era incipiente e incapaz de competir con las manufacturas inglesas. En los estados agrícolas y esclavistas del sur, la capacidad exportadora era alta -especialmente de algodón- y demandaban productos industriales más baratos que los ofrecidos por los estados del norte. Aquí los industriales eran proteccionistas y los terratenientes esclavistas eran partidarios del libre comercio.
El choque de intereses se resolvió a sangre y fuego en la guerra civil.
La esencia del debate entre el libre comercio y proteccionismo la expresó Ulyses Grant, héroe de la guerra de Secesión y después Presidente de Estados Unidos, quien probablemente jamás leyó a Adam Smith. Dijo el Presidente Grant: “dentro de 200 años, cuando América haya obtenido del proteccionismo todo lo que pueda ofrecer, también adoptará el libre comercio”.
No esperaron 200 años, sino mucho menos para comenzar a imponer el libre comercio, combinándolo con la rígida protección a su agricultura y un discurso que los presenta como los heraldos del libre comercio más puro.
Muy exacta fue la definición que hizo Che Guevara sobre el libre comercio: “libre competencia para los monopolios; zorro libre entre gallinas libres”.
Tiene razón el Presidente Hugo Chávez cuando se refiere a Tratados de Comercio con Justicia, y también el Presidente Evo Morales al hablar de Tratados de Comercio Para los Pueblos. En ambos casos está presente el rechazo a la trampa del libre comercio y la búsqueda de vías para que el comercio y más que él, la integración de los pueblos, se haga realidad.
Esta ofensiva norteamericana del libre comercio transcurre ahora en condiciones diferentes a las de pocos años atrás. Ahora, el neoliberalismo ha entrado en una crisis evidente. Hace un año señalábamos aquí, que los estallidos sociales que tienen en su base el desempleo, la pobreza y la desesperación provocados por el ajuste neoliberal, habían conducido a la caída antes de terminar sus mandatos de 9 presidentes latinoamericanos de buen expediente neoliberal, en la última década y media.
De entonces acá destaca el final precario del período de mandato del Presidente del Perú, con niveles ínfimos de apoyo popular, la turbulencia política en Ecuador, y de modo muy especial, la brillante victoria electoral de Evo Morales en Bolivia, con el apoyo decisivo de los movimientos sociales, derrotando al candidato de la oligarquía neoliberal y llenando de alegría al pueblo boliviano; de modo muy merecido a su población indígena, durante siglos explotada y discriminada.
La crisis del neoliberalismo aparece de muchas formas, entre ellas se encuentra el balance económico y social de esa política a partir de 1980, según estadísticas de la CEPAL.
De esas informaciones se comprueba, que el neoliberalismo empeoró la situación entre ese año 1980 y el año 2005 en cuanto a: crecimiento económico regional y crecimiento del PIB por habitante, desempleo, ahorro interno e inversión de capital, formación de capital fijo, déficit en cuenta corriente, deuda externa y servicio de ella, participación de empresas transnacionales en el control de la economía, pobreza e indigencia, distribución del ingreso, delincuencia e inseguridad ciudadana, homicidios y corrupción. Sus logros se limitan a la reducción de la inflación y del déficit fiscal.
En 1953 América Latina y el Caribe efectuaban el 10,5% de las exportaciones mundiales. Ahora ese porcentaje es de 5,2%, la mitad inferior, a pesar de las encendidas prédicas sobre el aperturismo y el libre comercio y después de haber privilegiado las exportaciones hacia Estados Unidos y Europa por encima de los mercados nacionales deprimidos por el desempleo y la regresiva distribución del ingreso.
El neoliberalismo, que al crearse la Alianza Social Continental en 1997 parecía todopoderoso, reclamaba con arrogancia la categoría de pensamiento único y proclamaba con petulancia el fin de la Historia, se está derrumbando.
En ese derrumbe la lucha de los movimientos sociales es pieza de enorme importancia en cuanto a la crítica, la resistencia, la movilización popular y la oposición al modelo neoliberal.
Han sido los movimientos sociales las principales vallas de contención del proyecto imperialista en los años duros del pensamiento único exacerbado y la hegemonía estadounidense.
Ahora, los desafíos colocados ante los movimientos sociales son diferentes.
La crítica, la resistencia, la oposición y la movilización popular continúan siendo necesarias, pero ante el resquebrajamiento del modelo neoliberal, aparecen otras necesidades.
Una de ellas es enfrentar la capacidad del neoliberalismo para continuar determinando la política económica, incluso ya derrotado política y electoralmente.
Los movimientos sociales tenemos que criticar y oponernos a aquel modelo, pero también tenemos una tarea de construcción, de ese mundo mejor que sólo surgirá como creación colectiva y como esfuerzo concertado.
El neoliberalismo está en crisis, y cada día llegan nuevas expresiones de él, como las impresionantes manifestaciones populares en Francia contra la Ley de Primer Empleo, que obligaron al gobierno a retirar dicha ley al servicio de la “flexibilización laboral” neoliberal. Pero no basta con criticar al modelo y oponerse a él. Es necesario romper con el pensamiento y la práctica económica que siguen encerrados en el libre comercio, en el equilibrio del déficit fiscal, en las facilidades al capital extranjero, aunque la mayoría de la población esté harta de tal política.
La crisis del neoliberalismo no será irreversible y definitiva, por más injusticia que provoque, hasta que nuevos valores de pensamiento que vayan sosteniendo una nueva práctica económica basada en la solidaridad y la cooperación ocupen el lugar que el virus neoliberal de profunda penetración, ha venido ocupando.
Para esos nuevos desafíos de construcción y afirmación, es oportuno insistir en la utilidad de propuestas como la Alternativa para las Américas, elaborada por la Alianza Social Continental y la Alternativa Bolivariana para las Américas propuesta por el Presidente Hugo Chávez.
El ALBA es ya la guía de las relaciones de intercambio de variado tipo entre la República Bolivariana de Venezuela y Cuba. Es mucho más que un Tratado de Comercio. Es un proyecto para una verdadera integración moldeada por la solidaridad y la cooperación, no por el lucro de mercado. Se vale del comercio, la inversión de capitales y otros conceptos económicos, dándoles contenidos diferentes a los que pueden encontrarse en los Tratados de Libre Comercio inspirados por Washington. Hace un enfoque bien distinto a los neoliberales en cuanto a poner el énfasis y desarrollar las acciones primarias y básicas que inician y le abren el camino a la integración, en los sectores sociales donde es mayor la deuda social acumulada con los pueblos.
Es en el combate al analfabetismo, en la atención a la salud, en el acceso a la educación, en el milagro de devolver la visión o evitar que queden ciegos millones de latinoamericanos y caribeños, donde se encuentra la enorme deuda social que es de mucha mayor prioridad que la deuda externa.
En el V Encuentro contra el ALCA y los Tratados de Libre Comercio, el Comité Organizador Cubano ha tenido en cuenta el deseo de los aquí reunidos, para tener más tiempo dedicado al examen y debate de las articulaciones en el trabajo de las diferentes Redes y Campañas y elaborar un Plan de Acción concertado y eficaz contra el ALCA y los TLC, contra la militarización y la utilización del terrorismo como excusa para la represión, contra el proyecto norteamericano de dominación y reforzamiento de la hegemonía.
Los recibimos en La Habana, en momentos de lucha y resistencia frente a la guerra económica y el hostigamiento recrudecido del gobierno de Bush, pero también de ascenso económico que continúa y multiplica lo ocurrido en el año 2004, cuando logramos, entre otras cosas, retirar el dólar de la circulación y revaluar nuestra moneda. En el 2005 el crecimiento de la economía cubana fue de 11,8%, el mayor de América Latina y el Caribe.
Avanzamos en una revolución energética que abre nuevos horizontes al país y combina el ahorro sustancial de combustible con la mayor seguridad en la generación eléctrica y una elevación de la calidad de vida de la población por la estabilidad en el suministro de electricidad y la distribución masiva de efectos electrodomésticos y medios de cocción de alimentos de mejor tecnología.
Cuba es ya lo que algunos estudiosos califican como un país-universidad, donde hay ya más de 700 mil graduados universitarios, 500 mil estudiantes cursando la enseñanza superior, y las posibilidades de estudiar una carrera existen en cada municipio del país, donde en todos funciona una sede universitaria.
En el sistema de educación, calificado por la UNESCO como el mejor de América Latina y el Caribe, se ha introducido la computación, modernos medios audiovisuales y una más favorable relación alumno-profesor.
Los movimientos sociales que aquí se reúnen, cuentan ya con experiencias de luchas. Estuvieron en Seattle haciendo fracasar la reunión de la OMC, participaron en todas las ediciones del Foro Social Mundial, en Cancún contribuyeron al fracaso de otra reunión de la OMC, en Quito soportaron los gases lacrimógenos, en Miami enfrentaron la hostilidad del aparato policiaco y represivo que allí montó el gobierno de Estados Unidos, en Mar del Plata repudiaron la presencia de Bush y apoyaron al Presidente Chávez.
Los movimientos sociales, con sus luchas acercan el mundo mejor, sin ALCA, TLC ni neoliberalismo. Sin guerras preventivas, ni Ley Patriota, ni bloqueo económico genocida contra las cubanas y cubanos.
Cuan lejanas parecen hoy las profecías entonces preocupantes, que a fines de los años 80 hacía un autor al que la historia ya olvidó por tener la reaccionaria arrogancia de decretar el fin de la Historia. Ese autor describió el horrible escenario de la historia detenida con las siguientes palabras: “el fin de la historia será un momento muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica a escala mundial que exigía audacia, coraje, imaginación e idealismo, será reemplazada por el cálculo económico, la interminable resolución de problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente y la satisfacción de las sofisticadas demandas de los consumidores. En el período post-histórico no habrá arte ni filosofía, sólo perpetua conservación del museo de la historia humana”.
Ese sombrío futuro no tiene cabida más allá del delirio presuntuoso de un neoliberal post moderno.
El mundo futuro, el de la historia real nunca detenida, el de la vida, la belleza y la justicia, es el mundo mejor por el que luchan los movimientos sociales y por el que también luchamos los cubanos, dándole su nombre más exacto: Socialismo.
- Este texto del economista cubano Osvaldo Martínez, director del Centro de Estudios de la Economía Mundial, corresponde a su intervención en el acto inaugural del “V Encuentro Hemisférico de Movimientos Sociales, Redes y Organizaciones que luchan contra el ALCA y porque una América mejor sea posible” que se desarrolla desde el 12 hasta el 15 de mayo en La Habana, Cuba. Martínez es presidente del comité organizador del evento.
https://www.alainet.org/fr/node/114879
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