Vienen por el oro, vienen por todo

Nuevo sistema para el saqueo de los recursos naturales, quinientos años después

08/11/2005
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Hacia el año 1500, los galeones cargaban el oro y la plata con la tecnología experimentada del observador humano para detectar las vetas, el ojo. Cinco siglos exprimiendo la Tierra con la exclamación "vale un Potosí", calificación suprema de cosa o persona de incalculable valor. Toda América era un Potosí. Durante quinientos años de insostenible extracción, los minerales del planeta se fueron agotando. En 1900, el primer mundo obtenía cobre con el 5% de Ley mientras que en la actualidad debe conformarse con menos del 0,4% de Ley. Entender y razonar este dato es imprescindible: la diferencia abismal marca la escasez del recurso. El planeta no resiste la explotación descontrolada de lo que se dio en llamar recursos naturales y está a la vista que la eclosión demográfica demanda cada vez más insumos, digitados de manera desigual por unos en desmedro de otros pueblos. El agua, la irracional explotación de los suelos, la concentración de la energía, la diversidad biológica y los minerales críticos y estratégicos, conforman el paquete voraz para dominar el mundo, con infaustos resultados de un desarrollo cientificista y tecnócrata que en realidad fabrica calentamiento global, cambio climático y más hambre. Estados Unidos reconoce que cada uno de sus habitantes consume anualmente 19 toneladas de minerales. El Norte consumista no sólo derrocha, necesita mantener su hegemonía imperial, de tal modo que el 20% de la población mundial concentra el 80% de la energía del planeta y usufructúa las utilidades obtenidas con la explotación del resto de sus semejantes, los que naturalmente comparten y conviven en la misma biosfera. Ahora bien ¿cómo podemos explicar el actual método extractivo de las corporaciones transnacionales que deben atrapar los minerales invisibles al ojo humano, ya que las vetas de alta ley se agotaron? El método, es siniestro, y es nuestro deber denunciar hoy que la historia continúa peor que hace quinientos años. Los yacimientos se detectan por satélite, aquellos sitios donde hay más concentración de minerales, generalmente diseminados en extensiones kilométricas, y poli metálicos. Se pulverizan suelos y montañas y se vierte un cóctel de sustancias químicas para obtener los minerales deseados, sin importar secar acuíferos, desviar ríos, deshacer glaciares y volar cerros con promiscuidad dinamitera a cielo abierto, a tajo abierto, a rajo abierto. El método no se caracteriza por mantener normas industriales de desarrollo sostenible, ni por remediar el daño producido, tarea por demás imposible; para las empresas mineras lo vital consiste en capturar entre el 96 y 99 % del oro contenido en la roca, en invisibles partículas diseminadas en miles de hectáreas. Ahora, donde no alcanza el ojo humano, llegamos con el compuesto químico y hacemos que el mineral de baja ley sea un buen negocio. En el camino aparecen metales pesados propios de la actividad realizada por esta mal llamada industria, como plomo, mercurio, zinc, cadmio, cobre, entre muchos otros, además de metaloides como el arsénico, frecuente en la Cordillera de los Andes, movilizados por la acción de las soluciones de cianuro y de ácido sulfúrico, parte de las múltiples sustancias que disemina este tipo de minería en el suelo. La rentabilidad del mineral pasa por extraerlo sin mayores gastos, sin pagar impuestos, con leyes permisivas apropiadas para consumar el saqueo, que incluye degradación y contaminación ambiental. El agua es el principal insumo de este sistema extractivo. Mezclada con la sopa química les permite a los nuevos mineros lixiviar (regar) apiladas concentraciones de roca que quedarán eternamente contaminadas, abandonando tóxicos que llegarán a las aguas superficiales y subterráneas a veces muchos años después de cerrada la mina" (1) En definitiva, cuanto más baja es la ley del mineral más agua se requiere, más voladuras y más degradación de suelos y geografía, más erosión, mayor daño ambiental. Cuanto más baja es la ley del mineral mayor cantidad de escombros, residuos que degradan y modifican el hábitat. Un anillo de oro de menos de una onza, genera 20 toneladas de escombros. Haga el lector el cálculo que mejor desee, pero resuelva antes otro enigma: el 85 % de la producción anual de oro se destina a la joyería; la mayor parte restante, a las bóvedas bancarias como reserva. Esta minería destruye las economías regionales, expropia tierras y desplaza, hasta el paulatino exterminio, a los pueblos originarios. Inutiliza las fuentes productivas genuinas, ahoga la actividad agropecuaria y agroindustrial, es incompatible con la actividad turística, produce pérdida del valor del paisaje y empobrecimiento de los pueblos y de sus economías, obligados a un régimen temporario de explotación insostenible de la tierra. La minería deja desolación y más pobreza a su paso. Genera diversas enfermedades con patologías terminales por polución y emanaciones tóxicas, drenajes ácidos y contaminación de acuíferos con metales pesados. La flora y la fauna sucumben y la cadena trófica multiplica el impacto en ecosistemas que concluyen endémicos y degradados, erosionados y estériles. Las transnacionales que se reparten el botín mineral, avasallan los derechos humanos, protegidas por un marco jurídico cómplice del despojo. No pagan impuestos provinciales o municipales, se les devuelve el impuesto al valor agregado (IVA), no tributan derechos de importación, ni tasa de estadísticas; se los favorece con deducciones en el impuesto a las ganancias, no abonan impuesto a los combustibles ni al cheque; transfieren libremente el 100% de sus capitales y de sus ganancias, y se las autoriza a liquidar en el extranjero el total del dinero de sus ventas. Por treinta años no serán modificadas sus cargas impositivas y por cinco años se las exime de abonarlas. Mientras tanto, el canon que se les cobra del 3% en boca de mina, merced a la generosidad legislativa, queda largamente compensado con los reembolsos. A decir verdad, se llevan los minerales y les pagamos encima para que lo hagan. Un tratado binacional entre Chile y Argentina, impulsado por el gobierno de George Bush, padre, les otorga la cima de la Cordillera de los Andes en toda su extensión y cien kilómetros de cada lado, fijando protocolos adicionales que les conceden el dominio de un tercer país virtual. En definitiva, la minería extrae, no produce, y en nuestros países sólo deja escombreras y un pasivo ambiental secular, en tanto la legislación intenta inútilmente legitimar la entrega. Tal saqueo queda legalizado con informes de impacto ambiental inmorales. Sus consultoras dibujan evaluaciones hasta falsificar los proyectos de factibilidad.. Es común leer en sus informes que la cal y el cianuro de sodio son sus insumos principales (Barrick Gold, proyecto Veladero), cuando en realidad el principal insumo es el agua (que no pagan), y omiten deliberadamente calificar y cuantificar la energía. El complejo Veladero, Penélope y Pascua Lama, explotación minera de la empresa canadiense Barrick Gold, de G. Bush, requiere utilizar energía equivalente a la que produce la central nuclear de Atucha, más de 300 MW de potencia instalada. Para que esa energía le llegue, contará con una línea de 500 KV que paga cada habitante sanjuanino con la factura del servicio eléctrico y, por supuesto, completará su cuadro energético quemando gasoil para movilizar equipos y la planta; las mineras son responsables de un alto porcentaje del efecto invernadero. Pero el agua es el mayor despropósito. Para la explotación de Veladero Barrick declara consumir 110 litros de agua por segundo y para Pascua Lama considera que serán 350 litros de agua por segundo, abastecida por el río Las Taguas, en sus nacientes. Falso. El complejo minero Veladero, Penélope y Pascua Lama, en el momento que funcionen al unísono, utilizarán más de tres metros cúbicos (tres mil litros) de agua por segundo, y no pagarán por ella. Leemos en el Manual de la Oficina de Minas de los Estados Unidos (creado por la Oficina de Minas del Departamento del Interior del Gobierno de los Estados Unidos) que el valor del agua en la minería, en 1978, era de 0,10 dólares el metro cúbico. Si le exigiéramos pagar por el vital elemento, tal como ocurre en otras latitudes, Barrick al cabo de veinte años tendría que desembolsar más de setecientos cuarenta y seis millones de dólares. Entonces diría con nosotros que el agua vale más que el oro. Barrick consumirá en San Juan, en un segundo, la misma cantidad de agua que una familia tipo, de esa provincia, en un día. ¿Cómo es posible todo esto? Ante semejante cuadro, cabe preguntarse cómo es posible que nuestros gobernantes permitan tanta injusticia, daño ambiental y despojo. Las políticas oficiales no sólo accedieron a las leyes del saqueo extractivo, sino que alentaron la radicación de transnacionales, encubiertas con la teoría inversionista. Los bancos mundiales les adelantan créditos avalados por las mismas naciones que vienen a vaciar y los yacimientos se convierten en garantías reales. Por otra parte, la mano de obra se halla cautiva, esclava de una desocupación incapaz de negociar dignidad laboral. La respuesta popular no se hizo esperar. Las comunidades afectadas empezaron a levantarse exigiendo el cese de estas prácticas mineras, reclamando que se las expulse de sus territorios. Los fuertes rechazos obligan a los municipios a efectuar consultas populares. Los plebiscitos se han convertido en una herramienta de poder en manos del pueblo movilizado, y el poder político, que defiende los proyectos mineros, se ha visto acosado por las movilizaciones sociales. El pueblo, en estas circunstancias, suele enfrentar a la abroquelada unión de transnacionales y gobernantes sobornados, en una relación de fuerzas desigual. El arribo masivo de las transnacionales mineras, es acompañado por mercenarios y trae consigo la firme decisión de dominar medios de difusión, corromper funcionarios, ejercer chantajes y operar al mejor estilo mafioso. Tan pronto construye burdeles como practica donaciones a escuelas y hospitales o entrega, en comodato, tractores y cosechadoras. El estilo minero de los negocios es el soborno. Pero tanta adversidad no impide que las asambleas populares se multipliquen y se organicen. De tal manera que vecinos auto convocados de la Patagonia confluyen con los de las regiones de Cuyo y del noroeste. Las asambleas regionales son una firme realidad y lo son también los congresos, el intercambio de información y los foros de chilenos y argentinos, coincidiendo en acciones conjuntas. Todo cuanto sucede, de un lado y del otro de la Cordillera de los Andes es fiel reflejo de lo que ocurre en el resto del continente. Los pueblos de Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y Argentina, deben enfrentar el nuevo desembarco del invasor minero, tan mezquino y doloroso como hace quinientos años. Para algunos, la interpretación de la historia parece reducirse a poéticas frases colgadas en los pizarrones escolares, como la escarapela que se prende en los trajes de las fiestas patrias. Solemnes actos de abundantes palabras. En realidad, somos dueños de una carga de pobreza que nos hipoteca a perpetuidad y, para colmo, merced al despojo de las riquezas de nuestros territorios. Debemos el mismo volumen de oro que fue saqueado de nuestro propio suelo. - Javier Rodríguez Pardo es integrante del Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH), Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA), Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE). Esta es una síntesis de la exposición en la Cumbre de los Pueblos, en Mar del Plata, Argentina, el 3 de noviembre de 2005. Documento del taller La falsa Sustentabilididad de las Corporaciones. Notas 1) Fragmento de "Tecnología letal para extraer minerales de baja ley", artículo del autor de esta nota. 25/4/2005.
https://www.alainet.org/fr/node/113438?language=en
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