Fuerzas Armadas- UNASUR: Tradiciones y traiciones

15/06/2014
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En el marco de una Conferencia organizada por el Ministerio de Defensa local y la UNASUR, el argentino Alfredo Forti,  director del Centro de Estudios Estratégicos de Defensa (CEED),  organismo creado al siguiente año de la conformación del Consejo Sudamericano de Defensa(CSD), presentó un proyecto para crear una Fuerza Militar Sudamericana (FMS) que defienda los recursos naturales e intereses comunes de Suramérica  frente a posibles avances de “actores extra-regionales”, subordinada a las autoridades políticas de los países de la región. Al cónclave concurrió el ministro de Defensa local, Agustín Rossi, el presidente de la UNASUR, el venezolano Alí Rodríguez Araque,  y participaron en la Conferencia los viceministros de Defensa de Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Surinam y Perú. A los que se sumaron sus pares de Bolivia, Venezuela y Ecuador, países que integran la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que a su vez está implementando una Escuela de Defensa del ALBA que comenzaría a funcionar en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
 
El proyecto de Forti, vinculado a diversos cargos ejecutivos en el ministerio de Defensa  desde el 2007 hasta el 2011 e hijo de Nélida Sosa, secuestrada-desaparecida por la dictadura militar en Tucumán, planteado en esta Conferencia llevada a cabo del 9 al 11 de junio, coincidente con la celebración en Argentina del Día de la Reafirmación de los Derechos sobre las Islas Malvinas- 10 de junio- , contempla una estructura integradora castrense que estaría conformada por un Estado Mayor Conjunto Combinado, integrado por los representantes de los Estados Mayores Conjuntos de las fuerzas armadas regionales que, según sostuvo, se ocuparían de “aquellos factores comunes al interés regional, dejando de lado cualquier intervención en los asuntos internos de los países que conforman la UNASUR”. Durante la Conferencia el director del CEED también hizo hincapié en la necesaria conformación de la ya proyectada Escuela Sudamericana de Defensa (ESUDE), a fin de consolidar una doctrina militar común para la región y una estrategia regional a ser implementada en ese campo.
 
Desde el 2008, año en que se creó en San Salvador de Bahía, Brasil- cuyo representante no concurrió a la Conferencia citada- el Consejo Sudamericano de Defensa (CSD) de la UNASUR , se conformó al siguiente año el Centro de Estudios Estratégicos (CEED) y se proyectó la creación de la Escuela de Defensa (ESUDE), la región se planteó la autonomización de la colonización militar norteamericana, instrumentada, entre otras instancias, a través de la Junta Interamericana de Defensa (JID) y el Colegio Interamericano de Defensa (CID), con sede en EE.UU., que se encargó de de-formar uniformados latinoamericanos y caribeños para servir a los intereses estratégicos de la potencia del Norte de América.
 
 Integración continental
 
La propuesta de Alfredo Forti en esta Conferencia tiene antecedentes, algunos no tan cercanos en el tiempo. Uno de ellos, sino el más importante, fue el “Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar”, Proyecto Original  de una “Conferencia de Representantes de los Veintiun Estados integrantes de la Nacionalidad Latinoamericana”, esbozado por el General de Hombres y Mujeres Libres de Nicaragua, Augusto C. Sandino, en su cuartel de El Chipotón de Las Segovias, norte de Nicaragua, el 20 de marzo de 1929. En este Proyecto, de 44 artículos y una Conclusión, se proponía una Alianza Latinoamericana que, entre otros puntos, contemplaba en su artículo 7 “proceder a la inmediata organización de un Ejército compuesto por cinco mil doscientos cincuenta ciudadanos pertenecientes a la clase estudiantil (…) contando con profesores de Derecho y Ciencias Sociales”. (…) Este Ejército no constituye el efectivo de las Fuerzas de Mar y Tierra de la Alianza Latinoamericana, sino la base fundamental de los efectivos con que habrá de contar la Nacionalidad Latinoamericana para la defensa y el sostenimiento de su Soberanía”. Los citados efectivos, sostenía Sandino, constituirían una “base de Representación simbólica del acuerdo existente entre los veintiun Estados latinoamericanos, así como su decisión por cooperar conjuntamente a la defensa de los intereses” comunes a todos. En el artículo 9, el Proyecto sugería que “cada uno de los gobiernos mandantes aporte de sus tesoros públicos una cantidad fija y proporcional para el sostenimiento de la Base del efectivo” de esta Fuerzas, que estarían a la orden de un Comandante en Jefe, a la par Presidente de la Corte de Justicia Latinoamericana, elegido por los representantes de los 21 Estados, revocado cuando su cargo constituyera “una amenaza para la buena marcha de las funciones encomendadas”.  El Estado Mayor de este Ejército se conformaría con representantes de los Estados Mayores de cada uno de los Ejércitos de la Alianza, que no intervendrían en los asuntos internos de los países conformantes, cuya primera reunión se habría de haber producido en Buenos Aires. En su artículo 29, el Proyecto establecía que la “Conferencia de Representantes…”acordara que, “en los casos de agresión por una o varias potencias contra uno o varios Estados de la Nacionalidad Latinoamericana, los Estados latinoamericanos procederán a expresar su protesta oficial contra la o las potencias agresoras bajo la amenaza de que efectuarán el retiro inmediato o conjunto de sus representantes Diplomáticos”. Este Proyecto de Alianza Continental no llegó a concretarse. Sandino fue perseguido, traicionado y asesinado en 1934 junto a dos de sus generales y familiares por orden de los EE.UU., que invadieron Nicaragua, como ya lo habían hecho antes, desde 1926 hasta 1933. Sandino había proyectado este Plan para evitar “que la voracidad imperialista” construyera un canal interoceánico y una base militar en el Golfo de Fonseca, y llamaba a los pueblos y gobiernos a resistir “la actitud agresiva e insolente asumida por los EE.UU. en contra de una vasta porción de este continente”.(1)
 
 Tradiciones y traiciones
 
El licenciado Forti, en una frustrada conversación radiofónica con quien esto escribe y una compañera de trabajo que, evaluando el momento político y la información pública sobre sus declaraciones, sugirió la entrevista con él y participó en ella, manifestó entre otras cosas que:
 
- la doctrina del CSD y su Escuela en formación se hallaba en consonancia con la nueva situación de autonomía regional, anteriormente sujeta al hegemonismo de potencias que argumentaban su estrategia en el contexto de la Guerra Fria;
 
- que el ejercicio aeronaval argentino-norteamericano denominado “Gringo Gaucho”, llevado a cabo en el Atlántico Sur a partir de los años 90 y en el que participaban, entre otras naves y aeronaves de uno y otro país, un portaaviones tipo Nimitz de la IV Flota, dependiente del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de EE.UU. (SOUTHCOM), ya se había suspendido.
 
 La importancia de las declaraciones de Forti en el marco de esta Conferencia de la UNASUR nos lleva a reflexionar sobre las tradiciones y traiciones de las instituciones castrenses a lo largo de nuestros dos siglos de independencia formal de potencias extrarregionales. Los ejércitos, por su estructura y funciones, son jerárquicos y tradicionalistas. Teniendo en cuenta que los ejércitos del subcontinente latinoamericano, organizados previamente como milicias, se conformaron en la lucha por la independencia frente a España- e Inglaterra, contando la lucha contra las Invasiones Inglesas a Buenos Aires en los albores del siglo XIX- las tradiciones de éstos deberían ser independentistas y anticolonialistas. Pero además de combatir en sus orígenes contra los colonialistas españoles u otros, los ejércitos- ó Fuerzas Armadas, precisando más el término- fueron utilizados por los sectores dominantes de los países del subcontinente no solo para defender los intereses de esas clases emergentes  frente a las potencias extranjeras, con las que seguidamente negociaban cuotas de poder, sino también para combatir a sectores levantiscos populares, o desechables, en relación con la introducción del sistema capitalista en el subcontinente, a través de las exportaciones de productos primarios hacia el mercado mundial, fundamentalmente Europa. Algunos conspicuos represores uniformados del pasado próximo declamaron: “el ejército nació con la Patria”. Claro, pero ¿la Patria de quien? La de aquellos que, defendiendo sus intereses de clase, combatieron al colonialismo pero también oprimieron  y explotaron a sus propios pueblos. En nuestro país, las Campañas militares contra indios del Desierto y el Chaco, a fines de siglo XIX, se homologan con la función de los ejércitos subcontinentales, y aún de los EE.UU., en relación con el exterminio o la esclavitud de los originarios y la rapiña de sus tierras comunales para convertirlas en emprendimientos capitalistas de cualquier tipo. Y la represión a inmigrantes indeseables y a trabajadores alzados contra la explotación de empresas extranjeras, y sus socias locales, fue moneda corriente en lo que hace a las tradiciones de esos ejércitos. Por ello, las tradiciones, caras a los ejércitos, pueden considerarse reaccionarias, o revolucionarias, tal como se dio cuando fueron creados cuerpos armados en los inicios y mediados del siglo XX, vinculados con los triunfos populares en las luchas anticapitalistas y anticolonialistas del mundo, y obviamente Nuestra América. No son las mismas tradiciones las que signan al Ejército Rojo ex soviético, al de ka República Popular China, al ejército vietnamita, al norcoreano, cubano, Egipto-nasserista, por nombrar algunos, que las que signan a los ejércitos europeos colonialistas, al norteamericano y, en nuestro caso,  a sus discípulos de Nuestra América.  Si los ejércitos son un factor determinante en los países capitalistas, tanto centrales como periféricos,  para que se impongan sobre el resto de la población los intereses de los sectores dominantes, ello tiene que ver con sus tradiciones deformadas y con la también deformada educación de sus cuadros, incluida la historia y cultura del país. La conformación de los ejércitos, entonces, si bien es técnica en cuanto al arte de la guerra y otras cuestiones, es fundamentalmente político-ideológica , que fundamenta o cuestiona la defensa de un modo de vida o, mejor dicho, una forma de producir y distribuir la riqueza material, que comprende también la reproducción de la misma y la cultura que hace posible la aceptación de los valores que las sostienen.
 
Los intereses materiales, la deformación de las tradiciones y los porqué del combatir contra un enemigo pintado por la potencia del norte de América y sus socios de la OTAN y otras regiones del planeta fueron el abc de las traiciones de los ejércitos del subcontinente a los intereses populares, que no son otros que los nacionales, regionales, continentales y mundiales, o sea, los intereses de los trabajadores y los pueblos oprimidos por el capital, con su secuela de represiones y genocidios.
 
 La creación de una fuerza militar de la UNASUR para proteger intereses comunes y recursos naturales, de los cuales el pueblo trabajador es el fundamental, de la rapiña, la explotación y las apetencias de potencias extraregionales; la creación del CSD, del CEES, de la Escuela de Defensa de la Unasur y la del ALBA, así como otros emprendimientos similares del subcontinente, son pasos importantísimos a dar en lo que hace a la fundamentación de una Patria Grande que habrá de derivar en el futuro en una Patria Para Todos, sin explotadores ni explotados.
 
Si las tradiciones fundacionales libertarias, sin deformaciones, se imponen a las traiciones auspiciadas por el imperio, las Fuerzas Armadas de la UNASUR serán el brazo armado del Pueblo productor, en una Patria subcontinental libre de toda cadena colonial e imperial capitalista.
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