Según Carlos Mesa y Álvaro García
Genocidio indígena, el mestizaje y el Estado Plurinacional
12/06/2014
- Opinión
Carlos Mesa Gisbert (CMG) y Álvaro García Linera (AGL) intercambiaron opiniones recientemente sobre el “colapso demográfico” consecutivo a la destrucción del imperio Inca, así como sobre el mestizaje y el Estado Plurinacional. (Nueva Crónica 139, marzo 2014). Las opiniones de estos intelectuales fueron expresadas inicialmente por CMG en su libro La sirena y el charango (2013) y respondidas por AGL en el texto Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad (2014).
Respecto al primer tema, AGL observa una afirmación de CMG de que “no se puede decir que durante la Colonia española se habría cometido un genocidio hacia las naciones indígenas pues Bolivia no tendría hoy treinta y seis pueblos indígenas”. CMG explicita en su artículo que habría dicho “no se puede hablar de genocidio en tiempos de la conquista española dada la evidencia no solo de que la propia CPE reconoce 36 naciones indígenas sino que el 40% de la población se autoidentifica hoy como indígena.” AGL le recuerda a CMG que esa afirmación contrasta con los datos de investigadores serios que muestran “que en menos de 30 años, de 1520 a 1550, cerca de 7/10 partes de la población indígena habría perecido a causa de guerras, enfermedades y asesinatos masivos” (según Carlos Sempat Asadurian, Lima 1994). CMG responde en su artículo “Cierto, se produjo una caída demográfica devastadora cuyo origen fundamental estuvo vinculado a la transmisión de enfermedades como la viruela, el sarampión o la gripe, que diezmaron a la población indígena en una relación incomensurablemente mayor que la violencia del hecho mismo de la conquista, o que la propia explotación brutal de los mitayos con las minas.”
Mientras para CMG la “causa fundamental” del genocidio estuvo en las enfermedades, para AGL, inspirado en Sempat Assadurian, la causa se encontraría en una especie de “mentalidad o voluntad” de los españoles de provocar guerras, enfermedades y asesinatos masivos. Mientras el primero intenta justificar a los conquistadores proyectando las causas “fundamentales” hacia “los factores de salud”, alejados de la voluntad de los conquistadores, la segunda se inclina más bien por endilgarles una voluntad deliberada de racismo y genocidio.
Estas interpretaciones no están basadas en realidad en el análisis histórico de lo que significó la conquista del Estado, del imperio y de la sociedad inca. Este defecto proviene no solo de los autores en cuestión sino de las doctrinas históricas y antropológicas dominantes desde hace mucho en Bolivia y en América Latina. Las limitaciones institucionales de la academia boliviana y latinoamericana en general no lograron contrarrestar las interpretaciones superficiales de las doctrinas mencionadas. El defecto de estas últimas es, primeramente, su escaso conocimiento de las características de la sociedad, de la economía, del Estado y del imperio Incas. El segundo defecto es que no lograron interpretar el efecto de la destrucción brutal del Estado y de la economía inca en el colapso demográfico.
La sociedad y la economía inca
La sociedad inca era en realidad una sociedad de clases organizada en torno a familias grandes y chicas. En los ayllus, a la cabeza de las grandes familias o extensas se encontraban los nobles y sus familias y, de manera subordinada dentro de estas familias, los yanaconas hombres y mujeres. Al lado de estas familias, pero separadamente, se encontraban las familias pequeñas de los campesinos “libres” o jatunrunas. Los yanaconas pertenecían como propiedad privada a la nobleza, que podía disponer de sus vidas de acuerdo a su rendimiento en el trabajo. Los yanaconas cumplían un trabajo productivo en favor de los nobles en la minería, las manufacturas, la ganadería, los textiles y en la agricultura principalmente. El número de yanaconas en las familias extensas podía variar desde algunas decenas hasta centenas e incluso miles. Los yanaconas no debían prestar ningún trabajo obligatorio para el Estado.
Los jatunrunas, por el contrario, no pertenecían en calidad de propiedad privada a la nobleza, eran ciudadanos libres del ayllu, pero debían sumisión al Inca, es decir, al Estado. El Estado podía exigir a estos el trabajo obligatorio en los trabajos públicos o mit’as durante alrededor de 10 meses por año y, en cuanto a los hombres jóvenes, el servicio militar obligatorio durante dos o tres años. El jatunruna trabajaba en las mit’as tales como en la construcción colectiva de caminos, puentes, obras hidráulicas, terracerías, edificaciones y en las tierras del Estado y de la Iglesia. La familia jatunruna trabajaba durante el año en su propia parcela de tierra. Al llegar los españoles, el ejército imperial estaba constituido por más de 250 mil soldados y oficiales.
El ejército constituía una institución muy importante para el Estado, para la sociedad y para la economía. El ejército se ocupaba de la seguridad interna, la protección de las fronteras y, en particular, las acciones de guerra y de conquista periódica, cada dos a tres años, de nuevos territorios y pueblos. Un objetivo principal de las conquistas era la captura de prisioneros, hombres y mujeres, que eran luego distribuidos a las familias nobles de las diversas regiones del imperio. Los yanaconas, como se mencionó, debían luego trabajar exclusivamente para la nobleza en las actividades productivas mencionadas. Los yanaconas constituían el medio de producción principal de las familias nobles y de la economía inca. Como se puede apreciar, el Estado y el imperio existían como consecuencia de los intereses económicos de la nobleza y actuaban en función de sus intereses. Esta dinámica explica la necesidad de la expansión económica permanente del imperio.
El Estado también organizaba, en otra función económica, las mit’as o los trabajos “públicos” con los jatunrunas. Estos debían trabajar hasta alrededor de 10 meses por año en la construcción de caminos, puentes, edificios públicos, así como terrazas en los flancos de montañas para habilitar las tierras del Estado y de la Iglesia. Construían también canales de irrigación para la expansión de las superficies productivas de las familias nobles. Los caminos servían para el desplazamiento del ejército y para el transporte de bienes generados tanto por las grandes familias de la nobleza como de los excedentes estatales para los “tampus”. Los campesinos iban entusiastas a las mit’as porque en estas ocasiones recibían los “regalos” del Inca tales como la vestimenta para la familia, alimentos, bebidas, coca y, en particular, la taclla en bronce, la nueva “alta tecnología”, útil para el incremento de la productividad agrícola en sus parcelas. Como se aprecia, todas las actividades productivas, familiares, sociales, ceremoniales, militares y estatales de la sociedad inca se encontraban estrechamente relacionadas entre sí en base a un funcionamiento anual. El Estado jugaba el papel de coordinador a escala imperial de las actividades productivas, tanto privadas como públicas.
La llegada de los españoles significó una sorpresa mayúscula para los incas que creían que se trataba de seres sobrenaturales. El asombro se tradujo inmediatamente en la parálisis de las actividades estatales e imperiales. El ejército más disciplinado y gigantesco del continente americano se sometió a la autoridad de los recién llegados. La caída brutal del vértice del Estado, del Inca, repercutió en la interrupción de las actividades organizativas y productivas de la economía de las grandes familias nobles y de los campesinos. La parálisis repercutió finalmente en la destrucción definitiva de la economía y la sociedad inca. Los españoles exacerbaron también, simultáneamente, las contradicciones existentes entre las clases sociales del imperio al lanzar la consigna de que “venían a liberar a los yanaconas y a todos los oprimidos”. Esta consigna contribuyó a desestabilizar y a destruir definitivamente el poder político y económico de la nobleza. Además, grandes sectores campesinos y fracciones importantes de la nobleza se plegaron a los españoles.
El colapso del Estado y el debilitamiento de la nobleza significaron inmediatamente la interrupción inmediata de los mecanismos económicos y productivos del imperio, tanto los controlados por el Estado con los campesinos (las mit’as), como de las familias nobles. Desde las primeras semanas de la llegada de los españoles el hambre comenzó, por consiguiente, a sentirse en las clases sociales subordinadas de las familias nobles. Cientos de miles e incluso millones de estos trabajadores se vieron súbitamente sumidos en el hambre y la miseria. Los depósitos estatales de provisiones, los tampus, no podían abastecerlos por mucho tiempo. Los yanaconas, los primeros aliados de los españoles, fueron las primeras víctimas del genocidio. Los pequeños campesinos jatunrunas al contar con parcelas agrícolas familiares, podían contar con alimentos y pudieron sobrevivir. Posteriormente, luego del episodio general de hambre y muerte, se difundieron las enfermedades europeas y se produjeron “guerras y crímenes” cometidos por los europeos. La magnitud de la catástrofe no podía, obviamente, ser anticipada conscientemente por los conquistadores ni por alguna “voluntad genocida”. Ellos no vinieron para causar semejante desastre.
El mestizaje
El contacto de los indígenas con los españoles no generó obviamente un mestizaje “homogéneo” sino, otro heterogéneo. Las sociedades tanto española como inca, al ser heterogéneas, constituidas por clases dominantes y dominadas, solo podían crear un mestizaje de clases desiguales. El modo de organización económico y social de los españoles siendo superior al de los incas, permitió a los primeros dominar a los segundos. La formación económica y social de la nueva colonia y sus enclaves reprodujo entonces un mestizaje en que las clases dominantes mestizas ocuparon las posiciones económicas y sociales superiores y más rentables mientras que las clases dominadas mestizas las inferiores y menos rentables. Este proceso de mestizajes periódicos y de subordinación de los conquistados existía también en las sociedades precoloniales andinas.
¿Es indígena el presidente Evo Morales?
No es el nombre del presidente obviamente lo que determina que sea mestizo o indígena, sino su situación social, económica y cultural. ¿Como caracterizar en este sentido al presidente? Según los teóricos de la alta burocracia gubernamental el presidente sería “indígena” por lo que el gobierno actual sería un gobierno “indígena-popular”. Es obvio que el presidente Morales no reúne “los requisitos” para ser considerado “indígena puro” (como los del TIPNIS o los selváticos). Reúne algunos requisitos pero no los más importantes. Si bien originariamente, es decir, sus ancestros de hace dos o tres generaciones, pudieron haber sido indígenas, ya desde sus propios padres constituía pequeño “campesino parcelario”, como lo señaló la socióloga y antropóloga Silvia Rivera. El presidente Morales durante su infancia y adolescencia era en efecto pequeño campesino propietario de su tierra y no “indígena con tierra comunitaria”. Esta situación cambió radicalmente, sin embargo, desde su juventud y mayoría de edad, cuando se desplazó al Chapare y contó con mayores extensiones de tierra de su propiedad. En estas ya no cultivaba para el autoconsumo personal y familiar, como antes, sino para el mercado. Se transformó, por consiguiente, en un productor agrícola medio que cultiva insumos altamente rentables no para el mercado nacional sino exclusivamente para redes ilegales del mercado internacional. Producía por consiguiente para las empresas transnacionales del narcotráfico. La producción cocalera se realizaba no mediante la propia fuerza de trabajo o la de su familia, como lo hacen los pequeños campesinos sino mediante la contratación de mano de obra asalariada, mediante obreros agrícolas. Morales era y es, por consiguiente, un empresario capitalista productor de bienes agrícolas no para el mercado interno, no para la alimentación de la población boliviana, sino para el mercado externo, para las empresas transnacionales ilegales del mundo, que siembran el vicio, la muerte y la destrucción de la humanidad.
El Estado Plurinacional.
AGL critica a CMG por considerar éste que la nueva Constitución política del Estado sustentaría un modelo de compartimientos estancos “que niegan la ciudadanía igual para todos…” CMG, según AGL, no tomaría “en cuenta que el Estado plurinacional reconoce de manera plena, para todos los bolivianos y bolivianas, la totalidad de los derechos individuales universales, comenzando por los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y laborales… la Constitución boliviana es la más avanzada del mundo en lo que se refiere a la garantización de estos derechos conquistados por las luchas sociales mundiales a lo largo de los últimos 200 años.”
En este caso, AGL no toma en cuenta el trato constitucional “diferente y excluyente” que se otorga a los indígenas desde el capítulo tercero de la CPE relativo al sistema de gobierno. Este artículo establece que “La República de Bolivia adopta para su gobierno la forma democrática participativa, representativa y comunitaria, con equivalencia de condiciones para hombres y mujeres.” Estas formas no se aplican por igual, sin embargo, a las “naciones y pueblos indígena originario campesinos”, que son excluidos de estos derechos. Mientras para los demás habitantes se mantienen vigentes los derechos de las formas participativa y representativa en cuanto a la elección de sus representantes, a los indígenas se les confisca el derecho al “voto universal, directo y secreto” y se los enmudece con el recurso engañoso de la elección mediante “usos y costumbres” y “normas y procedimientos propios”, dirigidos y controlados desde una oficina controlada por el gobierno. El derecho al voto universal, directo y secreto fue conquistado por los indígenas hace más de 60 años, luego de la Revolución nacional de 1952, pero les fue escamoteado por el Estado Plurinacional de 2009.
10 de junio de 2014
Bernardo Corro Barrientos es doctor en Economía
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