La redolarización parcial: una mirada desde el mediano plazo
- Opinión
Para cualquier economía, sobre todo en el contexto de globalización actual, es un requerimiento lograr el equilibrio de sus finanzas externas como premisa fundamental para garantizar la sostenibilidad de los equilibrios macroeconómicos y, con ello, propiciar un ambiente microeconómico favorable para alcanzar las metas de desarrollo propuestas.
El caso de la economía cubana no es la excepción; el objetivo de garantizar la disponibilidad de divisas necesaria para satisfacer las demandas de los objetivos de corto, mediano y largo plazo de nuestra estrategia de desarrollo es fundamental. Nótese que me refiero al concepto de disponibilidad de divisas y no al incremento per se de los ingresos en divisas; la intención es inducir un enfoque más abarcador e integral, sobre todo a la hora de pensar y diseñar una estrategia de desarrollo económico, político y social.
La disponibilidad de divisas incluye, por un lado, a los ingresos derivados de las exportaciones, de la inversión extranjera y de las diversas modalidades de financiamientos externos; por el otro, contempla a los egresos, es decir, los gastos por importaciones y los pagos de los compromisos financieros adquiridos a partir de endeudamientos de periodos anteriores.
La estrategia dirigida a incrementar la disponibilidad de divisas es sostenible y coherente desde la perspectiva del desarrollo, si los ingresos en divisas impactan de manera positiva en la disminución relativa de los egresos y se genera una interrelación proactiva entre ambos.
Esto quiere decir: a) que los sectores exportadores arrastren y contagien con su dinamismo al resto de los actores económicos; b) que la inversión extranjera contribuya a la transformación estructural de la economía y no a consolidar y perpetuar las deformaciones que se quieren modificar; y c) que los financiamientos externos garanticen sostenibilidad y holgura financiera futura a partir de propiciar procesos inversionistas y productivos eficientes y efectivos.
No basta con la convocatoria a reforzar la vocación exportadora y desterrar la mentalidad importadora; deben implementarse las transformaciones estructurales que propicien que los diseños operativos para el funcionamiento y la gestión del modelo económico garanticen la coherencia entre las señales e incentivos que estos generan y los propósitos de tales convocatorias.
Es esencial que el fundamento de la estrategia de transformación estructural y desarrollo mantenga un enfoque integrador que contemple a la economía nacional como un sistema único de interrelaciones productivas. Este enfoque y su consolidación generarían, en el mediano plazo, un círculo virtuoso con aportes muy importantes para la estimulación de las fuerzas productivas y la consolidación de encadenamientos generadores de una mayor integración del tejido productivo nacional que propicie una inserción internacional sostenible desde el punto de vista político, social, económico y medioambiental.
La dolarización parcial de la economía, implementada a través de la dualidad monetaria, cambiaria, la sobrevaloración de la tasa oficial y los mecanismos de segmentación asociados, no apuntan hacia esa dirección, más bien trasforma este círculo virtuoso en uno vicioso.
La experiencia de las últimas tres décadas nos ha demostrado que sus aparentes beneficios de corto plazo no compensan sus costos en el mediano y largo plazo. El sistema económico dual implementado ha sido la causa fundamental de diversas y profundas distorsiones, que a pesar de intenciones consensuadas y grandes esfuerzos no hemos podido eliminar.
Tal situación es una de las cuestiones más negativas que hoy gravitan sobre la economía cubana, cuya persistencia impacta como un campo magnético que disloca la brújula utilizada para diseñar la secuencialidad e integralidad requeridas para encontrar un camino de implementación efectivo y ágil que permita concretar el proceso de trasformaciones demandado y consensuado para nuestro modelo económico.
Lo anterior se reconoce en el Informe Central al VII Congreso del PCC presentado por el primer secretario de su Comité Central, General de Ejército, Raúl Castro Ruz, cuando afirmaba que:
«la muestra más elocuente de la complejidad del proceso de implementación radica en la dualidad monetaria y cambiaria (…) aunque no representa la solución mágica a las distorsiones estructurales de la economía, [la unificación monetaria] significará un impulso fundamental para avanzar en el resto de las tareas de la actualización de nuestro modelo económico».
El pasado 16 de julio, siguiendo esta misma línea, el presidente de la nación, Miguel Díaz-Canel manifestaba:
«…cuando la implementemos — refiriéndose a la unificación monetaria — se eliminará casi la totalidad de las trabas que hoy tenemos para el desarrollo de las fuerzas productivas».
Sin embargo, dentro de las medidas anunciadas con mayor definición para su implementación, precisamente el pasado 16 de julio, se destacan aquellas que profundizan el proceso de redolarización parcial de la economía iniciado en el mes de noviembre del pasado año. Estas son: la ampliación de las ventas minoristas en dólares, la creación de mercados mayoristas en esa moneda, la proliferación de cadenas productivas «hechas a mano» y que se fundamentan en lo que se conoce como esquemas cerrados de divisas, acceso directo a la exportación e importación de las formas no estatales siempre y cuando operen con divisas propias, el resurgimiento y consolidación de Finatur como entidad financiera bancaria cuyo propósito es realizar préstamos en dólares con el objetivo de cerrar ciclos productivos, la creación de espacios monetarios especiales para la inversión extrajera y, en particular, para la Zona Especial de Desarrollo y aquellas entidades que se relacionen con estas; entre otras.
La profundización de la segmentación monetaria y cambiaria en los procesos productivos y de gestión, conspira contra el enfoque sistémico del modelo, contribuye a la proliferación de los marcos paralelos de gestión y, con ello, a la diversidad de estancos y de reglas discrecionales, profundizando la diferenciación entre formas de gestión y formas de propiedad. Lo anterior imposibilita el uso y desarrollo de los instrumentos indirectos de regulación económica, y no permite la necesaria corrección del concepto de planificación financiera. Ya hemos señalado en ocasiones anteriores la interrelación existente entre los componentes del sistema de dirección; la planificación no puede estar desconectada de la regulación, la gestión y el control.
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