No podemos volver a lo mismo
- Opinión
La pandemia del coronavirus nos ha hecho caer en cuenta que los gobiernos y las Iglesias son incapaces de protegernos eficazmente. El sistema neoliberal es un fracaso total porque el dinero está en las manos de unos pocos: unas 2,000 personas en el mundo poseen 80% de la riqueza mundial para su beneficio propio. Los gobiernos están al servicio del enriquecimiento de unos pocos. Estados Unidos, que se cree el ejemplo a seguir por todo el planeta, es actualmente el país más afectados por la pandemia y no se ve cómo va a detener ni el número de contagiados ni el número de muertos.
Las Iglesias tampoco están preparadas para enfrentar tal catástrofe mundial, mayoritariamente limitándose a rezar, promover precesiones y devociones, haciendo misas por televisión, radio, Facebook, watts apps, zoom… sin mayor eficacia inmediata. Estamos lejos de la práctica de Jesús de Nazaret que dedicó su vida a andar por los caminos de Palestina para curar enfermos, enseñar a los pobres a vivir compartiendo y denunciar autoridades religiosas y militares extranjeras por dominar y explotar a las gentes: Fue el profeta itinerante del Reino de Dios.
Ahora, ¿por qué motivos hemos llegado a una tal desorganización, desprotección y mortandad? Por una parte, elegimos gobiernos de entre la gente rica y no los controlamos. Ellos hacen lo que les da la gana con nuestro voto, nuestros impuestos y los bienes del país porque se lo permitimos. Lo vemos en nuestro país: es el desgobierno total, la entrega del dinero y bienes nacionales a los grandes empresarios, la fuga de devisas en los paraísos fiscales, los millonarios préstamos al Fondo Monetario Internacional que no se sabe para qué sirven, la corrupción generalizada, la venalidad de la justicia que persigue, enjuicia, aprisiona, destierra a quiénes denuncian o se oponen a tal descalabro nacional… Hemos llegado al colapso del sistema que organiza el Estado y controla, eso sí, el país.
Por otra parte, están los medios comerciales de comunicación que pertenecen a los grandes ricos y por lo mismo defienden a los que nos gobiernan. El negocio de estos medios es colaborar al enriquecimiento de los más ricos que son los dueños de dichos medios. Por eso nos desinforman, nos mienten, nos engañan, nos manipulan… Al no tener un espíritu crítico ni muchas veces poder haber acceso a otros medios de información, nos dejamos llevar por la corriente… ‘como el camarón que se duerme’. Tampoco la educación primaria, secundaria y universitaria nos capacita para entender el mundo en el que vivimos y transformarlo para beneficio nuestro.
Las religiones han pasado a ser grandes sectas al servicio de sus intereses, con una clase que se cree superiora y enviada por Dios. Demasiado dinero y poder pasan por sus manos, atrapándola en la corrupción y las aberraciones sexuales. El papa Francisco busca volver a las fuentes y dejarse guiar por el Concilio Vaticano 2° y su experiencia pastoral en América Latina. Trata de hacernos regresar al corazón del Evangelio que son la misericordia y la opción por los pobres, las 2 caras del Reino de Dios por el que vino, vivió, murió y resucitó Jesús. Nos alienta a denunciar las injusticias, defender a los explotados, acoger a los migrantes, proteger el medio ambiente… Nos desvela la perversidad del neoliberalismo que gobierna el mundo y provoca todas estas maldiciones que padecemos ahora. Pero su voz se parece a la de Juan Bautista que “gritaba en el desierto”.
Por todo eso estamos como estamos. No podemos volver a lo mismo, porque sería preparar una catástrofe mayor: las mismos causas producen los mismos efectos… lo que sí, quieren los poderosos del mundo: “¡Menos bocas, más me toca!”. Es hora de despertar si no queremos vivir peor. Es hora de unirnos y reunirnos para entender mejor lo que está pasando y adonde están las salidas y las alternativas a la situación actual. No podemos comer como antes. Tenemos que curarnos de otra manera, trabajar más dignamente, dejar de consumir lo que nos presenta la televisión, organizarnos para hacernos respetar, hacer respetar nuestro voto y el destino de nuestro dinero… y no creer todo lo que nos cuenta la pantalla chica de nuestro celular… Tenemos que redescubrir a Jesús de Nazaret que vino a darnos otra imagen de Dios, padre y madre, compañero de nuestras desgracias y colaborador de nuestros éxitos hacia una vida más humana y fraterna.
A pensar entonces a lo que ya no vamos a hacer más y a lo nuevo que tenemos que emprender junto a otros. Si nos quedamos solos, nos perdemos, nos perderemos. El camino es la comunidad, tal como lo estamos descubriendo con esta pandemia: comunidad familiar, comunidad de vecinos, comunidad de trabajo, comunidad cristiana, comunidad política… un sueño, una utopía que, en definitiva, Dios nos pide de poner en marcha para dejar atrás la desgracia de la realidad a la que nos hemos dejado llevar. ¿No será la vida esta gran lucha por hacer realidad este sueño y esta utopía?
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