Níger, sin lugar para la paz
- Opinión
Al menos 73 soldados del ejército nigeriano fueron asesinados en la tarde del martes 10, en un ataque contra el campamento militar próximo a la aldea de Inates, una comunidad de pastoril, cercana del río Níger a 250 kilómetros al norte de Niamey la capital del país y a unos cinco de la frontera con Malí, de donde provenían los atacantes, según lo han reconocidos comandos del Daesh para el Gran Sahara. A pocos kilómetros del lado malí, se encuentran las aldeas de Akabar y Tabankort, importantes cruces de caminos tanto de narcotraficantes como de terroristas que, en noviembre pasado, en proximidades de Tabankort, en una embocada asesinaron a una treintena de militares.
Con la ya clásica estrategia de las organizaciones wahabitas, cuyas operaciones se extienden por el norte de Burkina Faso, el norte de Mali y el oeste de Níger, unos 200 muyahidines llegaron en motos, unidades blindadas y vehículos todo terreno, abriendo fuego contra la base por tres flancos diferentes, combinando fuego de artillería y ataques de vehículos cargados de explosivos, conducidos por combatientes suicidas o shabib (mártires) que se lanzaron contra diferentes objetivos de la base.
El combate, que se extendió al menos durante seis horas, según el vocero de ejército, se convirtió en el más letal que haya sufrido el ejército nigeriano a lo largo de su historia. Entre los muertos se encuentran el jefe de la guarnición y su segundo. Además de las bajas mortales, se registraron una docena de heridos y un número no especificado de soldados desaparecidos. Algunas fuentes, no oficiales, especulan que serían una treinta. El informe del Ministerio de Defensa también refiere a un “número significativo” de bajas entre los terroristas.
Los atacantes recién habrían abandonado el lugar del ataque cuando se vieron sobrepasados por la llegada de unidades del ejército movilizadas en socorro de sus camaradas. Los terroristas se retiraron incautando una gran cantidad de armamento, municiones, 16 vehículos, entre ellos algunos blindados. La operación se produce a pesar de que, desde principios de noviembre, el mando nigeriano dispuso el despliegue en el área de tres batallones adicionales, concentrándose en controlar las fronteras con Mali.
Según el diagrama del ataque, los terroristas habían preparado meticulosamente la operación, ya que en la primera oleada concentraron sus esfuerzos en la destrucción del arsenal y el centro de comunicaciones, cortando así a la tropa nigeriana la posibilidad de reabastecerse de municiones y pedir refuerzos al exterior. Varias horas después de los primeros disparos y la destrucción de la centro de comunicaciones, un vehículo del campamento atacado pudo llegar a el puesto militar de Ayorou, a 80 kilómetros de Inates, para pedir apoyo.
Conocida la gravedad del ataque, el presidente Mahamadou Issoufou se vio obligado a suspender la gira oficial por Egipto para retornar el día miércoles a su país.
Durante 2019, el área de Inates fue particularmente violenta, ya que los integristas más allá de atacar a unidades del ejército (en dos operaciones de los meses de mayo y julio, el Daesh del Gran Sahara, asesinó a cincuentas efectivos del ejército e intentan ejercer el control en las comunidades rurales) también han agredido a autoridades civiles: en esta última operación habrían ejecutado a los líderes aldeanos que se habían negado a colaborar con ellos. Este último asalto se produce a solo 80 kilómetros de donde en octubre de 2017, en una emboscada, fueron asesinados cuatro boinas verdes junto a cinco efectivos nigerianos, hecho que dejó al descubierto que los Estados Unidos estaban operando en Níger, más allá de la excusa de la construcción de una base para el despliegue de drones (Ver: Níger: Cacería en el Sahel).
Todo el Sahel se encuentra en estado de alerta por la proliferación de grupos insurgentes vinculados tanto al Daesh, como Jama'at Nasr al-Islam wal Muslimin (Grupo Apoyo al Islam y los musulmanes o GSIM), tributarios de al-Qaeda. Recordemos que en la región, tras el martirio del coronel Muhammad al-Gadaffi en 2011 y el posterior desmembramiento de Libia, los arsenales fueron literalmente vaciados, para abastecer a estos grupos insurgentes que operaron hasta 2014 con cierta autonomía y hoy se encuentran alineados con alguna de las dos organizaciones terroristas, que cuentan desde siempre con el apoyo material de Arabia Saudita y al menos la complacencia política de Estados Unidos e Israel, con lo que perturban las importantes inversiones francesas fundamentalmente en la explotación de los yacimientos de uranio, vital para el abastecimiento energético francés.
El clásico toque francés
Tras tomar conocimiento del ataque del último martes, el presidente de Francia Emmanuel Macron, después de una conversación telefónica con el presidente Issoufou, decidió aplazar hasta enero la cumbre prevista para el próximo 16 de diciembre, con los países del grupo G5 Sahel (Malí, Burkina Faso, Níger, Chad y Mauritania) enfocada a tratar la evolución del conflicto saheliano, en el que Francia se encuentra atascada desde 2013 con la operación Barkhane, en la que el último 24 de noviembre murieron 13 militares, en un choque entre dos helicópteros. Ellos formaban parte de la dotación de 4500 militares que Francia tiene desplegada en la región. Aunque el Eliseo se apuró en reconocer el hecho como un “accidente”, el Daesh del Gran Sahara se adjudicó haber provocado la colisión.
La reunión, ahora postergada, para enero, se iba a realizar en la ciudad de Pau, en el suroeste francés, de donde eran originarios la mayoría de los 13 soldados muertos en noviembre.
Macron debe tratar con cada uno de los países del G5 Sahel el tema de la presencia militar de su país en la región, dado que la opinión pública de esos países cada vez están más en contra de la presencia francesa.
Según un comunicado en la conversación entre Issoufou y Macron quedó clara la determinación de continuar unidos frente a la amenaza terrorista y de redefinir, en enero, el marco político y operativo para dar seguridad a las poblaciones del Sahel.
Por su parte Paris, ha vuelto a solicitar a sus socios europeos que se involucren más en la lucha contra el terrorismo en el Sahel, para apoyar a los ejércitos locales y evitar, ya quizás demasiado tarde, que la región se convierta en un santuario de los grupos fundamentalistas, que operan con absoluta libertad en varios países cruzando sus fronteras sin ninguna dificultad.
En los últimos meses, los ataques y atentados en Burkina Faso se han hecho muchos más frecuentes ya que estas bandas están concentrando sus operaciones en torno a la mina de oro de Boungou, explotada por la canadiense Semafo en la provincia de Gnagna, en el este burkinés.
Por su parte los Estados Unidos siguen colaborando con el gobierno de Níger, apenas un día después del ataque en Inates, Washington, realizó la entrega, pautada con anterioridad, de equipo militar para la Fuerza Conjunta del G5 Sahel, valorada en unos veinte millones de dólares, que incluye 13 vehículos blindados de transporte de personal, 86 equipos de radio y cuatro contenedores de armas de diferentes calibres.
La primera entrega se realizó en Niamey, el 6 de junio, e incluyó transportes para combustible y agua, sistemas de navegación con GPS, contenedores de combustible, carpas militares y uniformes completos. En 2016, ya había donado cuatro aviones de sanitarios, con la capacitación correspondiente para pilotos y los equipos de mantenimiento, y otros cuatro aviones Cessna 208 Caravans configurados para vigilancia. En febrero último el Pentágono otorgó 16.5 millones de dólares al ejército nigeriano en módulos para la construcción de edificios, dos centros de operaciones tácticas móviles, equipos de comunicaciones especializados y radios.
A cambio de ello, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) desde principios de noviembre opera la Base Aérea 201 en Agadez, en el centro de Níger, que construyó para inteligencia, vigilancia y reconocimiento con drones, UAV MQ-9 Reaper armados y desarmados para monitorear y contrarrestar las acciones de las organizaciones terroristas en la región. En la base, con una pista de aterrizaje de 1 900 metros de largo por 50 de ancho podrán operar grandes aviones como el C-17 Globemaster III.
La base, que se construyó a un costo de 110 millones de dólares en un predio de unas 10 hectáreas cuadradas, que fue otorgada por el gobierno nigeriano en 2014, en plena expansión del terrorismo, una región sin lugar para la paz.
-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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