Bolivia a contrapelo y el destino de la región
- Opinión
¿Es exagerado decir que en las elecciones del 20 de octubre en Bolivia se juega el futuro de América Latina? Probablemente, pero no lo es decir que en octubre de 2019 se define la posibilidad de profundizar o no los proyectos emancipatorios del Continente, si agregamos a nuestra ecuación las elecciones de Argentina y Uruguay una semana después de las bolivianas y, más aún, si esta contempla como tercer elemento a la actual insurrección indígena y popular ecuatoriana.
Y es que el penúltimo octubre de los primeros 20 años de este siglo contiene definiciones tan fuertes que pueden ser la estocada final al retorno del neoliberalismo en la región. El proyecto neoliberal regresó en buena parte de los países latinoamericanos de la mano de las derechas locales que ocuparon el gobierno tanto de forma “legítima” (Macri y Cambiemos en Argentina) como ilegitima (Jair Bolsonaro post impeachment y encarcelamiento de Lula, o post golpes blandos contra Zelaya en Honduras o Lugo en Paraguay).
La idea tan celebrada del “fin de ciclo latinoamericano”, representada por el retorno de las fuerzas más reaccionarias a los gobiernos otrora “progresistas”, “de izquierda” o “populares”, se desfonda. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México ya lo anunciaba y el golpe decisivo sería el triunfo electoral de Evo Morales el 20 de octubre para un nuevo periodo.
Bolivia representa no el único, pero quizá sí el más profundo proceso político que plantó cara al neoliberalismo de fines de los noventa y hoy lleva a cabo un peculiar proceso de rediseño económico, social y político soberanos. Sin mencionar la carga simbólica de esta experiencia que tiene a un indígena y sindicalista como su dirigente. No es gratuita entonces la intensa campaña contra la candidatura de Morales, favorito en todas las encuestas de intención de voto realizadas desde enero de este año a la fecha.
Los incendios en la Chiquitanía boliviana a fines de agosto usados en una intensa guerra mediática contra Morales, afectaron unos puntos al candidato del MAS pero, hay que decirlo, las derechas latinoamericanas son el jefe de campaña de Evo: Argentina hundida en una de sus peores crisis económicas de la historia (derrumbe de su moneda; la tasa de interés más alta del mundo; la segunda inflación más alta del mundo y la segunda deuda externa más alta de la región; con el incremento de la pobreza que a junio de 2019 llegaba al 35,4% de la población); Brasil en decadencia social y entreguismo absoluto a Estados Unidos (la desaprobación de Bolsonaro llega al 53,7 % de la población); Perú con un Parlamento disuelto y la esperanza de una Asamblea Constituyente; en Paraguay continúan las masivas movilizaciones populares exigiendo juicio político al presidente tras la firma del acuerdo de Itaipú; en Colombia se vive un incremento de la ya profunda y persistente crisis de derechos humanos con el asesinato de 30 dirigentes campesinos en lo que va del año; y finalmente Ecuador en vilo tras el retorno del FMI al país, con decreto de Estado de excepción y toque de queda, tanquetas militares en las calles, cientos de detenidos y cinco muertos entre los manifestantes[1], un Parlamento tomado por el movimiento indígena y el traslado del poder Ejecutivo a Guayaquil, reducto de la elite ecuatoriana.
Sin duda, la inestabilidad económica y política que experimenta América Latina es resultado de la crisis del propio capitalismo, una crisis que es multidimensional, es económica y financiera, pero también es climática, social, migratoria, alimentaria, energética. Es la crisis del sistema, de su modo de producción-reproducción, de ahí el retorno de los organismos internacionales a los países de la región, para recobrar el control sobre las economías, reprivatizar, achicar el Estado y recortar los derechos sociales y laborales.
Y en el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, América Latina cobra relevancia como territorio en disputa, como mercado para sus mercancías y reservorio de materias primas. En esa línea es la soberanía y la autodeterminación lo que está juego, por ello la importancia del resultado de los próximos procesos electorales en Bolivia, Argentina y Uruguay, porque redibujarían el mapa político hacía la izquierda, o en favor de los de abajo, porque con gobiernos populares y de las mayorías se estaría en mejores condiciones de enfrentar la arremetida imperial de viejo o nuevo cuño. Además tendrían futuro los proyectos de integración económica, cultural y política para seguir ensayando formas de organización de la vida alternativas.
Las fuerzas más reaccionarias de la región ya demostraron su incapacidad para dirigir nuestros países, la pobreza se incrementó en los gobiernos de Mauricio Macri, Jair Bolsonaro y Lenin Moreno, deshaciendo lo conquistado con sangre en las luchas contra el neoliberalismo. Bolivia tiene la disyuntiva de optar por el “cambio” y rifar su futuro o profundizar e intensificar su proceso de cambio sociopolítico, que hoy por hoy le brinda estabilidad política y económica, con crecimiento, reducción de la pobreza y mayor equidad. No, no es exagerado decir que este octubre se define la suerte de Nuestra América.
- Rebeca Peralta Mariñelarena, mexicana-boliviana, es Magister en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y Coordinadora del GT “Geopolítica, integración regional y sistema mundial” de CLACSO.
[1] De acuerdo a la información brindada por la Defensoría del Pueblo el 10 de octubre de 2019.
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