Níger: ¿Qué esconde Trump en el desierto?
- Análisis
A ocho meses, la emboscada del cuatro de octubre en las cercanías de la aldea de Tongo-Tongo, en el norte de Níger, cercana a la frontera con Mali, sigue produciendo repercusiones y revelando información que el Pentágono hubiera preferido mantener en secreto, por ejemplo que operaciones como la que fracaso en octubre, ya se habían realizado en treinta ocasiones.
El hecho no es menor, más allá del escaso número de bajas, en total ocho, cuatro Green Berets (Boinas Verdes) norteamericanos y otros tantos miembros del ejército nigerino, además de haber resultado heridos otros dos norteamericanos y trece nigerinos, que componían en conjunto una patrulla de cerca de cincuenta hombres, en el combate habrían muerto también entre 20 y 25 milicianos del Daesh.
En primer lugar, a partir de lo sucedido quedó en evidencia que las tropas de Estados Unidos en Níger daban protección al personal que construye la Base Aérea 201 para drones, cerca de la ciudad de Agadez, epicentro de las explotaciones de uranio tanto de Francia como de los Estados Unidos, con el fin de controlar las actividades de las bandas fundamentalistas que operan tanto en África Occidental y en el sur del Magreb. También les dan entrenamiento a las tropas de Níger y participan abiertamente en el conflicto, lo que ha sido una revelación, para el mundo y fundamentalmente para los contribuyentes norteamericanos. No por nada el presidente Trump se demoró doce días en mencionar públicamente el “incidente” de Tongo-Tongo.
El ataque perpetrado por el Daesh del Gran Sahara, que recién fue reconocido por el grupo en los primeros días de este año, no fue una sorpresa para los norteamericanos, que, según la información oficial, se habían desplazado hasta allí, para una visita de “buena voluntad” a los Peul, un grupo étnico dedicado al pastoreo. En realidad iban tras los pasos de Doundoun Cheffou, un capitán de esa organización terrorista, al que la inteligencia norteamericana le había detectado una comunicación telefónica. Cheffou, a quien habían ubicado en algún lugar de la frontera entre Níger y Malí, pudo escapar de las Fuerzas Especiales norteamericanas, que llegaron a su campamento, y, según los informes, horas después dirigió la emboscada.
La demora en el reconocimiento por parte del grupo wahabita del ataque en Tongo-Tongo se adjudica a lo difícil de conseguir señales fiables para los teléfonos celulares o el acceso a Internet, para no ser detectado por la inteligencia norteamericana.
La detención de la patrulla norteamericana en la aldea de Tongo-Tongo se habría dado cuando éstos se aprovisionaban de agua, ya que en la imprevisión de la salida, los regulares norteamericanos, entre otros “descuidos”, habían olvidado aprovisionarse de agua suficiente.
Toda esa región sufre las consecuencias constantes de una guerra solapada, los Peul son obligados a entregar cabezas de ganado a miembros del ejército, lo que está provocado que el Vahes pueda reclutar jóvenes Peul para sus filas con suma facilidad debido a los resentimientos que los militares han despertado en la región.
Además, para mayor incomodidad de la población, en marzo de 2017 se decretó el estado de emergencia en siete departamentos de Tahoua y Tillabéry, el que fue ampliado en septiembre de 2017, cuando se habían producido a cerca de 46 los ataques de los grupos fundamentalistas. Esa resolución dio por resultado la clausura de 16 mercados y la interrupción de las actividades en algunas escuelas y centros sanitarios.
El grupo terrorista aprovechó el reaprovisionamiento de agua de los norteamericanos para rodear el convoy con varios vehículos 4X4 y una cincuentena de motos. La tropa norteamericana, un total de 12 hombres, había salido sin el equipo obligatorio, como chalecos antibalas y cascos, por lo que se alentó la idea de que solo habían salido en una misión absolutamente pacífica, más allá de que, en los procedimientos de los Green Berets, es esto es considerada una falta grave, ya que no existen atenuantes para poder saltar las rígidas normas de seguridad.
Tras las investigaciones posteriores al ataque, una comisión designada para ese fin ha identificado a por lo menos tres de los líderes del Daesh, vinculados a la acción de octubre. Uno de ellos es el ya conocido Doundoun Cheffou, un antiguo pastor quién habría ingresado a al-Qaeda en 2010, y se lo relaciona con el secuestro al “trabajador” estadounidense, Jeffery Woodke, el 14 de octubre de 2016 el que fue sacado de su casa a punta de pistola en Abalak, región de Tahoua, a unos 350 kilómetros Niamey la capital de Níger. Los otros dos jefes serían Tinka ag Almouner y Al Mahmoud ag Baye, quienes estaban siendo perseguidos por la patrulla emboscada.
La inteligencia francesa, que desde 2012 desarrolla una importante actividad en la región, dice que Daesh del Gran Sahara, cuenta entre 40 y 60 jefes, lo que da idea de lo numerosa que puede ser la organización, a lo que se suma las alianzas momentáneas con aldeanos locales y bandas de contrabandistas.
Los investigadores norteamericanos también habrían identificado a otros veinte muyahidines, miembros de la organización, aunque fuentes cercanas al Pentágono creen que la identificación cierta de los atacantes pueda demorarse mucho más tiempo, incluso años, en virtud de que el ataque del 11 de septiembre de 2012 a la embajada norteamericana de Benghazi (Libia), en la que fueron asesinados cuatro norteamericanos, incluido el embajador Christopher Stevens y dos agentes de la CIA, todavía ni el ejército estadounidense, ni las agencias de inteligencia han dado con los responsables del asalto.
Un desierto de uranio
Tanto Washington como París siguen ocultado la verdadera dimensión del conflicto que ocupa un gigantesco sectores del norte de Mali y el norte oeste de Níger, donde operan a ambos lados de la frontera ya que allí existen abundantes yacimientos de uranio,
El Daesh del Gran Sahara, liderado por Adnan Abu Walid al-Sahraoui, realizó su bayat, o juramento de lealtad a Abu Bakr al-Bagdadí en 2015, después de separarse del grupo ya escindido de al-Qaeda para el Magreb Islamico, al-Mourabitoun. Esta última organización hoy forma parte de la alianza denominada Jamaat Nusrat al-Islam wal Muslimeen (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes), fiel a al-Qaeda global.
La investigación sobre la emboscada de octubre ha obligado a realizar cambios en la estrategia de las tropas norteamericanas, estimada en unos mil efectivos en la región además de la dotación francesa y británica, ya que el entrenamiento previo al despliegue y el enlace con las fuerzas nigerinas fueron inadecuados.
El general Thomas D. Waldhauser, jefe del Comando de África de los Estados Unidos (Africom), ha informado que tras el incidente de octubre ha ordenado el reequipamiento de los hombres del Comando de Operaciones Especiales de África, esto incluye “más potencia de fuego para la protección de la fuerza”.
Según las investigaciones realizadas tras los sucesos del 4 de octubre se llegó a la conclusión que existió una desviación de las líneas de mando, y que la operación de búsqueda de Doundoun Cheffou, no fue aprobada por altos oficiales de África Occidental y Stuttgart (Alemania), base logística del Africom, y que la operación dependió de un oficial subalterno, el capitán Michael Perozeni, que resultó herido en la acción, cumpliendo órdenes del coronel Bradley Moses, comandante de las fuerzas especiales en Níger, en acuerdo con dos funcionarios del Departamento de Defensa.
Ahora el gobierno de Níger reconoce haber solicitado a las Fuerzas de Operaciones Especiales de los Estados Unidos (USSOF) una variedad de acciones contraterroristas y la asistencia de la fuerza de seguridad y la colaboración con el ejército de Nigeria, para llevar a cabo operaciones contra Boko Haram, al-Qaeda en el Magreb Islámico, Jamaat Nusrat al-Islam wal Muslimeen y el Daesh del Gran Sahara, por lo que se espera para los próximos meses un incremento sustancial de efectivos norteamericanos en la región.
A medida que se va conociendo más información acerca de lo sucedido en Tongo-Tongo y todas sus implicancias, queda por preguntarse ¿Cuánto más esconde la administración Trump acerca de su intervención en África? ¿Y que más deberá esperarse?
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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