Repensar a la agrobiodiversidad desde el enfoque agroecológico
- Análisis
Desde hace meses se vienen realizando intercambios de planteamientos entre organizaciones campesinas sobre la agroecología[1]. Dichos intercambios pretenden establecer una definición de la agroecología que se ajuste a la nueva agenda de desarrollo sostenible, asunto que traté en un texto anterior[2]. En este texto presento algunos aspectos del debate entre los diferentes actores en la mesa agrobiodiversidad y cambio climático del Encuentro Internacional de Economía Campesina y Agroecología en América Latina[3].
Lo primero es partir de una redefinición de la agrobiodiversidad entendiéndola como el conjunto de interacciones entre genes, especies, variedades y organismos que van más allá de la producción en la milpa y el solar, y que abarca todo un mosaico de agroecosistemas dentro de los territorios comunitarios, es decir los montes, barrancas, acahuales o barbechos, áreas de pastoreo, bosques y los manantiales, ríos y lagunas. Vista desde una perspectiva ampliada, la agrobiodiversidad no se refiere solamente a las interacciones ecosistémicas entre especies sino a toda una imbricación compleja que incluye lo social. La agrobiodiversidad es la suma de las relaciones entre lo humano, sus herramientas de trabajo y la naturaleza que se construyen a partir del manejo integral del territorio. Es en el territorio en donde se reproducen las relaciones de género, de los modos de vida y las cosmovisiones que conforman la identidad cultural de los pueblos y las comunidades campesinas.
La agrobiodiversidad es por lo tanto, un patrimonio biocultural de los pueblos campesinos e indígenas que se transmite de generación a generación y contienen la cultura, formas de organización locales (usos, costumbres, valores y normas), la identidad, la gastronomía y la memoria colectiva de los ancestros mesoamericanos. Sin la cultura viva de los indígenas y campesinos no habría reservorios de agrobiodiversidad que garanticen la reproducción, adaptación y preservación de las semillas nativas frente a las interacciones biofísicas y alteraciones del cambio climático. Es por ello que se sostiene que la reproducción de la agrobiodiversidad requiere también de la reproducción de sujetos sociales campesinos que se apropien de sus territorios según su herencia cultural y de sus aspiraciones para el futuro dentro de los ecosistemas.
La reflexión lleva a considerar es que no es posible preservar la agrobiodiversidad adaptable ante los cambios climáticos sin campesinos que interactúen en territorios sanos, y que para ello se requiere trabajar con matrices agroecológicas para conservar los ecosistemas que nos permitan regenerar los suelos. Asimismo también es fundamental re-dignificar el trabajo e identidad de las mujeres y hombres campesinos e indígenas quienes con su esfuerzo –y a pesar de tener al Estado y a las políticas agrícolas en su contra– rescatan y reproducen las semillas nativas comestibles, textiles, medicinales y maderables que permiten la vida de los ecosistemas. Es necesario construir un marco legal sobre la agrobiodiversidad que replantee la conservación de la agrobiodiversidad existente y realizar una declaración de emergencia excepcional para proteger al maíz frente a los acuerdos comerciales actuales (los formales y aquellos que se firman en secreto como el Tratado Transpacífico).
Desde esta perspectiva, los suelos, el agua, los bosques, las selvas y todos los recursos naturales como la agrobiodiversidad están en riesgo de ser apropiados o destruidos. En la actualidad, existen millones de campesinos que reproducen una agrobiodiversidad nutritiva y valiosa para alimentar a las ciudades. Desafortunadamente en lugar de ciudadanos alimentados por campesinos que cuiden los ecosistemas, tenemos masas de habitantes urbanas con bajos salarios y que dependen de todo un sistema agroindustrial que produce chatarra a bajo costo y que genera graves daños ecológicos
Como mexicanos podríamos conservar y mantener espacios naturales que generan agua, limpian la atmósfera y en donde habiten campesinos que produzcan comida de calidad, adaptada a nuestra cultura, y que puedan vivir dignamente de su trabajo. En lugar de ello se promueven minucias asistencialistas y políticas agrotóxicas convencionales que perjudican la salud de productores y consumidores, erosionan los conocimientos y formas de vida de aquellos quienes mantienen la agrobiodiversidad para el beneficio de la sociedad general. Un ejemplo claro es la apicultura maya de la península de Yucatán actualmente amenazada por los monocultivos de soya transgénica.
Por ello, entender lo que significa la Agrobiodiversidad, incluye la necesidad de abordar más profundamente aspectos que resultan claves como la creación de registros o catálogos de recursos genéticos que, poco o nada sirven a los hombres y mujeres del campo sino que por el contrario, abren la puerta a la privatización y mercantilización de los recursos genéticos en manos de las corporaciones biotecnológicas. También la necesidad de ampliar y convocar a una discusión con otros sectores sociales sobre si debe haber o no compensaciones económicas por la reproducción y conservación de la agrobiodiversidad, para lo cual es necesario evaluar los efectos de las políticas de pagos por servicios ambientales (sobre todo en este momento en el que el gobierno federal está suprimiendo recursos para la conservación de áreas naturales protegidas).
Por todo lo anterior, es necesario tener una postura más contundente de cara a reuniones internacionales como la COP21 a realizarse el 7 y 8 de diciembre en Francia, o como la sostenida en Septiembre pasado en Nueva York en la Cumbre de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible donde la agrobiodiversidad nuevamente fue tratada como un tema de acceso a “bancos de semillas y plantas a nivel nacional, regional e internacional, y promover el acceso a los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y los conocimientos tradicionales y su distribución justa y equitativa”. Es importante mencionar que estos mecanismos de repartición equitativa de beneficios han fracasado y no pueden plantearse a partir de indicadores económicos basados en el aprovechamiento de los recursos genéticos. El diálogo transversal y horizontal debe aprovechar las aportaciones de sectores sociales, de la ciencia comprometida y de los conocimientos de los campesinos y campesinas para construir aprendizajes mutuos, que permitan acercarnos a un beneficio conjunto de la sociedad mediante la mejora de la vida de quienes producen y mantienen las semillas, que los resignifique, dignifique y fortalezca desde su actividad productiva y las semillas-emociones de los muchos pueblos que son.
[1] El Simposio Internacional sobre Agroecología para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición realizado en Roma e septiembre del 2014, asimismo el “Seminario Regional sobre Agroecología en América Latina y el Caribe” celebrado en Brasilia del 24-26 Junio 2015 y recientemente el Encuentro Internacional de Economía Campesina y Agroecología celebrado en México, DF, del 31 de agosto al 2 de septiembre de 2015.
[2] ¿Agroecología comunitaria o demagógica? http://www.alainet.org/es/articulo/172222
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