Birmania: Rohingya la deriva constante
- Opinión
Con la presencia de diecisiete países y organizaciones internacionales comenzó el día veintinueve en Bangkok, capital de Tailandia, la esperada reunión para analizar y ¿resolver? la crisis del pueblo Rohingya. La reunión, que no tuvo rango de ministerial, duró tan solo unas horas y sin duda dio la razón a aquellos observadores han habían pronosticado su inutilidad.
Más allá de algunos discursos y exposiciones que hablaron de ir al fondo de la cuestión y todo el palabrerío habitual en estos casos: la nada misma. Los representantes de Afganistán, Australia, Bangladesh, Birmania, Camboya, India, Indonesia, Irán, Laos, Malasia, Nueva Zelanda, Pakistán, Papúa, Filipinas, Sri Lanka, Vietnam y Tailandia y los observadores de Estados Unidos y Suiza, más los delegados de las agencias de Naciones Unidas para los refugiados, las migraciones y contra el crimen, han vuelto a sus casas con las manos vacías sin contar la adquisiciones en los duty free.
Como hemos informado en: “Los Rohingyas más allá del mar” este pueblo musulmán sunita, originario de Bangladesh, pero establecida desde hace siglos en el estado birmano (actual Myanmar) de Rakhine, obligados por las persecuciones de gobierno birmano, se han lanzado al mar intentado dejar atrás las permanentes humillaciones a las que son sometidos por la mayoría budista del país y las estrictas leyes que cuartan sus derechos más elementales.
La cifra que se manejaba hace apenas quince días era tan incierta como la sigue siendo hoy mismo, se hablaba entonces de entre siete y veinticinco mil almas que habían optado por lanzarse al mar en todo tipo de embarcaciones, casi siempre piloteadas por inescrupulosos traficantes de personas.
La cifra oficial según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización de las Naciones Unidas para las Migraciones (OIM) es de tres mil los miembros de la etnia rohingyas y también bengalíes, que siguen a la deriva en entre el golfo de Bengala, el mar de Andamán y el estrecho de Malaca, en el sudoeste asiático.
El desorden de la crisis ha sobrepasado por mucho la acción de las autoridades de los países involucrados, sus prefecturas y marinas, no han podido dar (o no han querido dar), la cifra actual de los miembros de esta etnia que todavía siguen sin encontrar un lugar seguro donde refugiase. La situación se hace todavía más apremiante, ya que las condiciones climáticas en el mar de Andamán están empeorando. Según los informes meteorológicos se están presentado fuertes vientos y olas de hasta dos metros, anunciando la temporada de Monzones.
La reunión convocada por Tailandia, a principios de mes, después de haber descubierto varias fosas comunes en campos clandestinos para inmigrantes en Songkhla en el sur del país, donde detuvieron cerca de cincuenta miembros de la banda de traficantes. El hecho puso en alerta a las autoridades tailandesas e intentando curarse en salud Bangkok decidió denunciarlo.
Por su parte Birmania adelantó que no asistiría a ninguna reunión, ni iba aceptar que se plantee la cuestión de los rohingya. Naypyidaw, ni siquiera les reconoce la ciudadanía birmana. En el último censo publicado en agosto pasado, donde se constataron ciento treinta y cinco grupos étnicos y casi cincuenta y un millones y medios de habitantes, de los sesenta que se creía, quedaron fuera del censo el millón cien mil rohingyas.
Birmania cuenta con una gran agente de presa que atenúa en mucho la condena internacional y es nada menos que la Nobel de la Paz 1991, Aung San Su Kyi, hoy diputada, que junto a su gobierno ignora los reclamos de la minoría rohingya. Quizás su silencio se deba a las elecciones del mes de noviembre, donde el tema rohingya, sin duda pesará en contra de quien lo trate.
Las autoridades birmanas, tiene como política de estado asistir a cualquier evento en que se pueda pronunciar la palabra “rohingya”.
¿Cuándo comienza un genocidio?
El destino de estos desesperados puede ser variado, pero nunca envidiable, en algunos casos se les promete pasaje y trabajo en Malasia o Singapur, una vez que han pagado su pasaje, son embarcados y después se deshacen de ellos a como dé lugar. En muchos casos sencillamente después de terminar de quitarles lo poco de valor que llevan, la tripulación los abandona. En otros casos son obligados a lanzarse al mar, y en otros son secuestrados e internados en campos de concentración, establecidos en Tailandia, por bandas de delincuentes que luego, piden rescate a sus familias, en algunos casos han llegado a pedir dos mil dólares, para los rohingyas una cifra imposible de alcanzar, y por la que quedaran endeudados por años. Está comprobada la vinculación entre los secuestradores y algunos oficiales del ejército tailandés, que han permitido el establecimiento de estos campamentos.
Muchas de las naves que ingresaron a aguas tailandesas fueron detenidas y remolcadas por las autoridades, a alta mar y allí abandonadas. En esa dirección el primer ministro y jefe de la junta militar tailandesa Prayuth Chan-ocha, advirtió que su país no tenía capacidad para acoger inmigrantes indocumentados y que temía que robaran empleos a los tailandeses, lo que provocó una ola de xenofobia contra los rohingyas y pedidos de que no se les permita ingresar al país. Existen denuncias que la marina tailandesa después de entregar víveres a uno de los tantos barcos varados repleto de inmigrantes amenazó con abrir fuego si no se alejaban de la costa.
En sentido inverso pescadores indonesios, han denunciado haber encontrado lanchas a la deriva con docenas de personas insoladas, deshidratadas, heridas e incluso muertas, perdidos en alta mar, las que han remolcado a tierra firme. Así es como ya se han registrado la llegada a las costas de las provincias indonesias de Aceh y a la isla de Langkawi de varios miles de rohingyas.
Sobrepasado por la crisis humanitaria los gobiernos de Malasia e Indonesia en espera de la finalmente inocua reunión de Bangkok, se habían reunido de urgencia en la capital de Malasia, Kuala Lumpur, el día veintiuno para acordar dar refugio temporal a los migrantes. Con algunos condicionamientos como el apoyo económico de la comunidad internacional y el “reasentamiento” (palabra muy usada por estos días en el sudeste asiático) y la repatriación de los migrantes en un año.
Otros países involucrados, han tenido diferentes actitudes Filipinas, uno de los pocos de la región signatario de la Convención sobre los Refugiados de la ONU, anunció que aceptará siete mil por un año. Mientras que Tailandia solo se comprometió a no seguir regresando los barcos a alta mar.
El ministro del Interior de Malasia Ahmad Zahid Hamidi, ha reconocido que en la localidad de Padang Baesar, en el norteño estado de Perlis, fronterizo con Tailandia fueron halladas una treintena de fosas comunes cada una con entre tres y cuatro cadáveres. Aunque se estima que todavía se pueden hallar más tumbas. Las próximas temporadas de lluvias, que ya se aproximan, harán crecer la jungla, que no tardará en borrar cualquier vestigio de campo detención y de tumbas. Malasia, de mayoría musulmana ha recibido cincuenta mil rohingyas en los últimos años.
Por su parte el gobierno de Bangladés, anunció que tiene previsto enviar a miles de inmigrantes rohingyas a la isla de Hatiya, en el golfo de Bengala. Mientras el primer ministro australiano, Tony Abbott, a la pregunta de un periodista sobre la posibilidad de recibir migrantes declaró: “No, pues no, pues no”.
Sin duda la diplomacia internacional y particularmente Naciones Unidas, deben estar muy atentos que el número de muertos no alcance al genocidio, como para mantener tranquilas sus conciencias.
- Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC. Colabora con “Revista Hamartia”, Rebelión: http://www.rebelion.org/; “El Correo de la Diáspora argentina: http://www.elcorreo.eu.org, y América Latina en Movimiento: http://www.alainet.org/
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