La devaluación, mecanismo de empobrecimiento

23/01/2015
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Explicamos que la especulación es la causante de la crisis continuada que padece nuestra economía desde la década de los años 70, crisis que creó las condiciones para el ascenso de Chávez al poder.
 
Consecuencia y complemento de esa especulación han sido las devaluaciones.
 
El mecanismo como funciona es muy sencillo:
 
Primero la especulación origina un excedente de liquidez en las clases dominantes y en sus empresas quienes se históricamente se han volcado hacia las compras de divisas para drenar su liquidez, originando una escasez de las mismas y que ha obligado en sucesivas oportunidades a los diferentes gobiernos a utilizar el expediente del control de cambio.
 
Como la especulación continúa, surge la inevitable devaluación.
 
Históricamente las principales devaluaciones siempre ocurren en los primeros meses del año. Así pasó en 1983, en 1989, en el 1994, y hasta en el 2013.
 
¿Por qué sucede esto?
 
La explicación es que las empresas tienen plazo hasta el 31 de marzo para liquidar el poco impuesto sobre la renta que pagan, y como la gran mayoría de ellas han convertido el dinero de la especulación en dólares a través del año, proceden a ofertar parte de esos dólares para adquirir bolívares para liquidar sus impuestos.
 
Al ocurrir esas devaluaciones antes del pago de impuestos, les permite a las empresas obtener más bolívares por sus divisas de los que le costaron. Esas devaluaciones siempre han constituido una forma en que los gobiernos de la MUD ayudaban a las empresas especuladoras a disminuir sus impuestos.
 
Lo anterior explica la enorme presión que vemos en estos días por parte de las cúpulas empresariales y sus lacayos de la MUD para forzar una devaluación.
 
La devaluación y el acaparamiento
 
Este año la esperada devaluación ha servido para que algunos comerciantes hayan utilizado el expediente del acaparamiento, con el fin de que cuando aquella se produzca dupliquen o tripliquen el precio de la mercancía acaparada.
 
A esa conclusión llegué al observar, por casualidad, la fecha de elaboración impresa en algunos productos que “aparecieron de repente” en los supermercados que frecuento regularmente.
 
Por ejemplo vi como una lata de leche condensada había sido elaborada en septiembre de 2014 y vencía en los primeros días de febrero de 2015. Es claro que había sido acaparada hasta el límite posible, a la espera de una devaluación.
 
Igual sucedió con una margarina suave, que fue elaborada en julio de 2014 y también “apareció de repente” la semana pasada, cuando su fecha de expiración era del 15 de enero de este año.
 
Asimismo, un familiar que no conseguía en octubre un remedio llamado Iridus, “milagrosamente” lo logró en diciembre pasado, claro, su fecha de expiración era abril del 2015.
 
Pudiésemos presentar infinidad de ejemplos, y lo más seguro es que en estos momentos existan millones de productos almacenados esperando la devaluación para colocarlos a la venta al precio que les venga en gana a los empresarios y así ganar centenares de millones.
 
Es lo que explica que las cúpulas empresariales hayan solicitado una prórroga en la impresión del PVP en los productos para después del 23 de enero, es decir, para después de la fecha que ellos estimaban ocurriría la supuesta devaluación y así poder colocar el precio a su antojo.
 
En esa lucha el papel de la Ley que fija el PVP es crucial y hay que desechar esos argumentos traídos por los cabellos de que fijar el precio “descapitalizaría” a los comerciantes ante la inflación. Argumento que se cae por si solo al ver los altísimos índices de rotación de los inventarios.
 
Esa conducta delincuencial lo que demuestra es la calaña de estos “empresarios” a los cuales no les importan las necesidades y sufrimientos de la población, y muchos menos si se mueren por falta de los medicamente. Lo importante para ellos es el “puñado de dólares”.
 
Ante la casi segura continuación de la guerra económica con su acaparamiento, es imprescindible que en la Ley del PVP se incluya la obligatoriedad de imprimir la fecha de elaboración.
 
Eso permitiría establecer mecanismos de inteligencia que lleven a la localización de los depósitos de acaparamiento. Asimismo, debería habilitarse canales de denuncia de productos que “aparezcan” en los estantes con tres o cuatro meses de elaboración.
 
Es que a la población hay que darle protagonismo, ya que es ella la principal víctima de tales delincuentes.
 
Los pendejos habituales
 
Que ocurra o no la devaluación va a ser para el gobierno, lo que la prueba ácida es para los contadores. Se sabrá de verdad si gobierna para el pueblo o para los poderosos.
 
En mi opinión no se justifica ninguna devaluación ya que el parámetro fundamental a tomar en cuenta, el salario mínimo, luce moderado al cambio actual
 
Quienes ganan con las devaluaciones son los dueños de activos y de mercancías que se aprecian con el nuevo valor, o los que tienen divisas en el exterior que se vuelven más ricos con relación a los venezolanos que vivimos aquí. En realidad los que pierden son los que para ellos son los pendejos habituales, es decir los trabajadores y obreros que en cada devaluación ven profundamente mermados sus ingresos.
 
Un debate necio
 
Por eso me parece una necedad que, tanto la jerarquía católica ante tal desvergüenza aparezca pontificando que el “modelo socialista fracasó”, como que el Ministro de Educación la emplace sobre si defiende al capitalismo o no.
 
Aquí no estamos en presencia de debate de modelos económicos, aquí lo que hay simplemente es una delincuencia organizada que debe ser castigada con todo el peso de la Ley. Y un poquito más. Que es lo que espera la población.
 
Conclusión
 
A lo largo de estos artículos hemos visto como los sectores económicamente poderosos y sus lacayos de la MUD tejieron desde los años 70 un entramado de mecanismos, leyes y normas, como la de establecer bajísimos impuestos, eliminar el PVP, planificar las devaluaciones, etc., todo con el fin de garantizar el funcionamiento de un sistema de especulación en el sector privado y de corrupción en el público, que les permitiese apropiarse de la mayor parte de la renta petrolera en desmedro de la inmensa mayoría de la población.
 
Es lo que Chávez bautizó como la cuarta república.
 
Mientras ese entramado no se desbarate completamente, no se podrá hablar de revolución ni, mucho menos, planificar algo serio para alcanzar nuestro progreso y desarrollo soberano.
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Esa para mí, y no otra, es la tarea primordial del proceso.
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