Realidad salvadoreña:
Un par de consejos para ir a votar
07/03/2012
- Opinión
Siéntese cómodo en una silla, respire profundo, contenga el aire, cuente lentamente hasta seis, exhale lentamente, tómese el vaso de agua que sostenía en las manos mientras hizo el ejercicio de respiración. Si usted tiene nociones de yoga puede hacer el saludo al Sol. Cierre los ojos y trate de ver con su mente las siguientes escenas.
Usted es el padre o la madre de un niño que se encuentra herido, pero usted no puede socorrerlo porque está en suelo amarrado y con la bota de un soldado en el pecho. Otro soldado, a la orden del jefe militar, asesina al niño o lo estrella contra una pared.
Usted está atado de pies y manos, acaba de ser golpeado mientras le preguntaban cosas de las que no tiene la menor idea, a empellones lo suben a un avión junto a otros detenidos, hombres y mujeres, el avión despega. De repente el piloto se comunica con los soldados que están en la parte de atrás. Usted no puede oír lo que les dicen, sólo escucha que uno de ellos responde: “Sí, mi capitán”. Los soldados abren la puerta del avión y usted es el primero que lanzan al vació. Antes de ser lanzado, mientras se resiste, a pesar de la oscuridad, por la luz de la luna puede ver que abajo es el mar. Respire profundo, y como si fuera un actor experimentado, críspese, trate de sentir la sensación de este instante, y vívalo con realismo.
Ahora piense en la jovencita que se prostituye porque necesita dinero para comprarse droga.
Luego usted se encuentra en un templo católico. Si usted no es creyente, piense que lo es, como lo estoy haciendo yo al escribir. Es el momento de la consagración de las especies que precede a la comunión. Todos los fieles y usted también se encuentran arrodillados. Es el momento sagrado del culto, como en cualquier templo cristiano, poco importa la confesión: evangélica, anglicana, bautista, pentecostal u otra. Pues de repente, mientras usted se encuentra en sus pensamientos haciendo un examen de conciencia antes de recibir la comunión, escucha una detonación y ve caer a su pastor mientras sostenía el pan que simboliza el cuerpo de Cristo. Una bala ha segado su vida durante ese momento sagrado, mientras elevaba los brazos al cielo sosteniendo el pan de la comunión. Viva, sienta ese instante y piense que acaba de asistir al momento en el que un santo entrega su vida a su fe, a Dios. Acaba de asistir a un cobarde asesinato.
Ahora usted se encuentra en los terrenos de la Universidad Católica. Ese día usted se quedó en un aula estudiando para un examen. Ya de madrugada oye balazos. Alarmado, corre a ver, y se da cuenta de como un grupo de soldados bajo las órdenes de un superior, asesinan a sangre fría a los padres jesuitas. Usted vio cuando los sacaron, los empujaron al suelo boca abajo y fríamente los asesinaron. Luego sacaron arrastradas, a una mujer de mediana edad con una niña de apenas quince o dieciséis años. También las tiraron al suelo e igual que hicieron con los sacerdotes, las asesinaron para que no fueran testigos de nada. Hecho esto, y bajo las órdenes del superior, usted alcanzó a ver como los soldados escribían en la pared del recinto: “Por traidores. FMLN, patria o muerte”. Se rieron y se fueron del lugar.
Usted pasa por el externado y ve sacar a los dirigentes del FDR, organización que trata con urgencia de frenar la guerra que está por comenzar. Hombres de la Guardia, de la Policía Nacional y de la Policía de Hacienda los sacan esposados, los suben en vehículos y se van. Más tarde escucha que han sido asesinados con lujo de barbarie.
Días más tarde, usted se encuentra en una carretera y ve como unos guardias nacionales detienen un vehículo y a empujones bajan a unas mujeres. Estas se identifican como monjas, lo que provoca risas entre los guardias. Las tiran a una zanja a la orilla de la carretera, usted oye gritar a las mujeres, los guardias vociferan cualquier insulto. Las mujeres gritan y dicen ¡No, no! Piden clemencia, pero los guardias rasgan sus ropas, y mientras dos las sostienen de manos y pies, un tercero viola a una de ellas, ve más allá y puede observar el mismo cuadro: Un grupo de guardias violando a unas religiosas indefensas. Siente asco, miedo, rabia y se va del lugar, lejos, lejos… Pero al lugar a donde llega puede ver que mucha gente, viejos, mujeres con niños pequeños y de brazos, con angustia y gritando tratan de cruzar un río para salvarse de la persecución de la tropa. Del otro lado, otros soldados con uniforme parecidos, pero diferentes, les impiden avanzar. Mientras están a medio río son barridos por ráfagas de ametralladoras, y los que regresan con niños de la mano, son asesinados fríamente: Niños y adultos. Huye del lugar y llega a el Mozote y lo mismo, regresa a San Salvador pero al pasar por San Vicente ve las mismas dantescas escenas.
Al fin llega a San Salvador y puede ver a un grupo de militares, que temerosos se esconden de la justicia, con garbo explican que son héroes de la patria porque la defendieron de los comunistas que hacen jabón con los viejos, se comen a los niños y a todos los jóvenes los mandan a Cuba y a Venezuela para que los encadenen y los pongan a trabajar de sol a sol. Lo mismo que oyó de un partido político en la campaña electoral anterior, pero ahora ya no tiene miedo de que eso sea así, porque usted ha visto que nada pasó, que a los viejos el gobierno les da pequeñas ayudas y a los niños no se los comen, sino que los niños comen algo en la escuela y reciben ropa y útiles escolares. Imagínese las caras de los militares que ahora andan temerosos escondiéndose de la justicia.
Imagínese las caras de los políticos que protegen a los militares, y con todos esos rostros en la mente salga a caminar por los barrios desfavorecidos de la capital y vea las mesas en donde no hay pan, ni siquiera una taza de café para desayunar. Ve niños jugando, con hambre, que no pueden ir a la escuela pues tienen que ayudar a sus padres a conseguir algo para subsistir. Usted intuye que más tarde esos niños serán mareros que sienten odio por la sociedad.
Vea ahora en su interior a una jovencita o un jovencito, empuñando un arma durante la guerra, arriesgando su vida. Vea caer a uno de ellos, vea caer a un viejo y a una mujer madura. Pregúntese por qué arriesgaron su vida, por qué cayeron igual que el pastor de una escena anterior. ¿Se recuerda?
Sienta como está sudando, crispado, casi temblando, al abrir los ojos deje rodar una lágrima. Entonces, levántese, respire de nuevo y trate de ver la bandera del partido que piensa marcar. Deténgase a pensar en la bandera, piense si está bien, si es justo marcar así su papeleta y respire profundo. Si usted añora ese pasado y quiere que regrese, o si usted es drogadicto o vende droga, si es ladrón o ladrona, si ya ha matado, o si es borracho o borracha, y este ejercicio le parece tonto, no se preocupe, los demás comprenderán por que usted va a votar como va a votar. Todos comprenderemos su voto, aunque no diga por quien piensa votar. Si usted piensa no ir a votar, sepa que por ingenuidad por ignorancia, o usted sabrá mejor por que, usted está permitiendo que ese pasado nos alcance. Si le han dicho que eso de que hubo una guerra y violencia es pura paja; si usted es joven pregúntele a los mayores, no a uno, sino a varios. Si usted es mayor y ya se le olvido, lea, pregunte, busque en diarios viejos, vaya a una biblioteca; en fin, haga algo para saber la verdad.
Esta reflexión puede repetirla dos o tres noches antes del día de la votación, y sobretodo el día mismo de las elecciones, muy temprano por la mañana, antes de tomar un café y encaminarse a votar. Y es bueno que haga una copia o varias copias de este ejercicio espiritual del bien votar, y repártalo con sus amigos, vecinos y familiares. Hágalo y verá que satisfecho o satisfecha se sentirá por la noche el día de la votación.
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