Quién amnistiará al amnistiador?

12/05/2010
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De una entrevista con el señor Eduardo Tarragona, procurador en Cortes (Diario de Barcelona, 21 de abril de 1975):
 
“De la guerra civil no quiere hablar.
 
- Uno de los defectos de los españoles es hablar de la historia. No se debe hablar de la historia. Considero que es una equivocación de la humanidad. Ahora que se está tratando de la Reconciliación Nacional no es conveniente hablar de cosas que puedan dividir.
 
Se enfada. Sube el tono de voz.
 
– ¿Por qué no les preguntas a los del otro lado por las checas de la calle San Elías…? Parece que sólo tengáis ganas de poner a parir a los de un lado.
 
Para colmo, la pregunta siguiente del cuestionario decía: ¿Es usted franquista?
 
- Hay preguntas que no tienen contestación. Preguntas con poca educación”
 
Se habla todo el tiempo de reconciliación y se pide una amnistía. Se discute la diferencia entre indulto (que supone el perdón de quien delinquió) y la amnistía (que implica reconocer que no se delinquió). Tal vez habría que dar una amnistía o indulto a personas como Fraga (ministro del gobierno que asesinó a Grimau y a otros), o a Pío Cabanillas (ministro del gobierno que asesinó a Puig Antich), o a Areilza, alcalde de Bilbao al ser conquistado por las tropas franquistas: todos ellos, y muchos otros, parece que están dispuestos a reconocer sus errores pasados y lo estarán cada vez más. Pero hay mucha distancia entre amnistiar a unos cuantos arrepentidos y dar una amnistía general a todos los que han llevado a cabo la represión franquista: hay que exigir responsabilidades políticas no sólo a los policías torturadores sino a los organizadores y cómplices de la represión. ¿Por qué? No por ansia de venganza, sino porque la petición de responsabilidades políticas lleva aparejada una necesaria discusión y esclarecimiento a fondo de la represión desde 1936 hasta la fecha, lo cual evidentemente perjudicará mucho más a la derecha que a la izquierda. Una vez esclarecidos y discutidos los hechos, una vez la derecha colaboradora con el franquismo haya sido desacreditada por su papel en la represión, entonces sí que podrá dárseles un indulto o amnistía, y podremos reconciliarnos.
 
Entre los franquistas pasados a la “oposición” el caso de Ruiz Giménez es particularmente instructivo. Ruiz Giménez afirma siempre, y es de suponer que sinceramente, su aprecio personal al general Franco. Los periodistas que le entrevistan, evidentemente no pueden preguntarle: ¿Cómo explica usted ese aprecio y lealtad a una de las personas más crueles de la historia de España, a una persona que mandó ejecutar a cientos de miles de compatriotas? Ese silencio cómplice de Ruiz Giménez ante el hecho fundamental de la vida política española puede ser utilizado por la izquierda como un arma contra la democracia cristiana, y eso dejando aparte la propia actuación de Ruiz Giménez en la administración de los reforma- torios juveniles donde se *reeducaba* a los hijos de rojos.
 
Pero lo que resulta realmente curioso es que la izquierda, o la llamada izquierda,  no está discutiendo si va a exigir responsabilidades políticas a los franquistas o si les va a perdonar ya de entrada sin una investigación previa y detallada de la represión desde 1936 hasta ahora, sino que la izquierda está reclamando que los franquistas le den una amnistía ¡a la propia izquierda! Realmente, el colmo. La izquierda solicita perdón y clemencia en vez de denunciar la ilegitimidad de los poderes actuantes, y en vez de insistir en la cantidad de muertos que Franco y los franquistas han producido, ante la complacida aquiescencia de obispos y generales y del borbónico sucesor (de quien no se recuerda que, por ejemplo, intercediera cuando Puig Antich fue asesinado ni que denunciara la brutalidad policial cuando, poco tiempo después de ser nombrado sucesor, varios obreros fueron asesinados en Granada, El Ferrol y otros lugares. Ni que, ya más cerca de la herencia, hiciera otra cosa que aprobar mediante hipócritas cláusulas de estilo el asesinato de las últimas cinco víctimas de Franco. La izquierda, así, ayuda a que el poder se consolide.
 
Y es que, además, el poder se permite no hacerles caso y, conociendo las verdaderas tensiones dentro del país mejor que la llamada izquierda, recurre como siempre a la porra y a los estados de excepción.
 
Así, pues, eso de pedir amnistía no es sólo desmovilizador sino que es un poco ridículo. En todo caso, a la vez que se pide amnistía, habría que discutir si se amnistiará a los eventuales amnistiadotes. Una amnistía que permitiera al franquismo y a la sucesión del franquismo sacarse de encima, a última hora, como quien no quiere la cosa, a cientos de miles de muertos y todo lo que cuelga, sería una mala operación para la izquierda, pues le privaría de una buena arma de ataque contra la derecha. La izquierda debería anunciar que exigirá responsabilidades políticas (que no quiere decir, necesariamente, penas de muerte, sino, por ejemplo, inhabilitación para la vida pública) a los miles de personas que desde 1936 han colaborado activamente, e incluso con silencio cómplice, en la represión.
 
Publicado en Cuadernos de Ruedo ibérico nº 46/48, junio-diciembre 1975
 
https://www.alainet.org/es/articulo/141396
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