Derechos de la Tierra en la agenda de la ONU
18/04/2010
- Opinión
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 454: Por un nuevo amanecer para la Madre Tierra 06/02/2014 |
Para Bolivia, el pasado mes de diciembre marcó un paso adelante importante e histórico en materia de políticas frente al cambio climático. Por supuesto, no nos referimos a "Brokenhagen" (1), donde vimos lo peor de las tácticas intransigentes, antidemocráticas y cínicas, por parte de los mayores emisores mundiales de dióxido de carbono. El acontecimiento que nos interesa, al que la prensa hizo caso omiso, sucedió en Nueva York el 22 de diciembre, cuando la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución que colocó el tema de los derechos de la Madre Tierra como punto de agenda de las Naciones Unidas. Ello puede sonar bastante esotérico, si se considera que en Copenhague fue la negación de los países ricos de fijar metas específicas, ambiciosas y vinculantes, lo que llevó a que la conferencia culmine en un justificado descrédito. Para Bolivia, que ya enfrenta sequías sin precedentes, la desaparición de los glaciares y escasez de agua, la diferencia entre una meta de 2 grados o de 1 grado (2) es una cuestión de vida o muerte para muchos. Pero también creemos que, incluso si hubiésemos logrado un consenso sobre estos importantes asuntos, igual nos habríamos quedado con un acuerdo defectuoso.
Esto sucede porque el marco de negociaciones de la ONU sobre el cambio climático no se ocupa de las causas de éste, ni del problema más amplio de la explotación del medio ambiente. El cambio climático es como la fiebre sintomática de una enfermedad subyacente, la que debe ser curada para que la fiebre se disipe. La causa subyacente es la creencia de que los seres humanos estamos separados de y somos superiores a la naturaleza, y que más es mejor. Estas creencias han alimentado los intentos erróneos y condenados al fracaso de las sociedades industrializadas, basadas en el consumo, de lograr el bienestar humano duradero, mediante la explotación y desgaste de la Tierra.
La propuesta de Bolivia por los Derechos de la Madre Tierra apunta, por lo tanto, a hacerle frente a estas cuestiones fundamentales subyacentes. Durante siglos, los pueblos indígenas han advertido que si las comunidades humanas han de seguir siendo parte de la comunidad terrestre, deben comportarse como miembros respetuosos de ésta. Llamamos a nuestro planeta Pachamama, Madre Tierra, porque sabemos que no podemos vivir sin ella. Esta comprensión es respaldada no sólo por antiguas tradiciones espirituales, sino también por la ciencia contemporánea, que sigue revelando la compleja interdependencia de la vida en la tierra. Estas perspectivas están confluyendo en lo que se conoce como "la jurisprudencia de la Tierra".
La estabilización del clima en los niveles que permitan el florecimiento de la vida humana requerirá que las sociedades humanas satisfagan nuestras necesidades de una manera que contribuya, y no degrade, a la salud de las comunidades ecológicas que nos sostienen. Para ello será necesario equilibrar los derechos humanos frente a los derechos de todos los demás miembros de nuestro planeta.
Este postulado no es simple palabrería. Bolivia, Ecuador y otros países de América Latina ya han iniciado el proceso de definir una vía de desarrollo en este sentido, al utilizar términos como "vivir bien" para describir una forma de vida que no busca vivir "mejor", a costa de los demás y la naturaleza, sino en armonía con todos. Las luchas de los pueblos indígenas y movimientos sociales en América Latina han permitido que esta perspectiva sea consagrada en las constituciones de Bolivia y Ecuador.
El 22 de abril de 2009, el Presidente Evo Morales Ayma de Bolivia pidió a la Asamblea General de las Naciones Unidas elaborar una Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra. Su propuesta ha recibido el respaldo de nueve países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Ahora, la reciente resolución de la Asamblea, aprobada en diciembre, hace un llamamiento a todos los países y al Secretario General a compartir sus experiencias y perspectivas sobre cómo crear la "armonía con la naturaleza". En Bolivia, esperamos que esta propuesta salga adelante en la Conferencia sobre el cambio climático que estamos organizando en torno al Día de la Madre Tierra, el 22 de abril de 2010.
Entonces, ¿a qué podrían parecerse los derechos de la naturaleza? Una de las implicaciones más importantes es que permitirían que los sistemas jurídicos mantengan un balance ecológico vital, al equilibrar los derechos humanos frente a los derechos de los demás miembros de la comunidad de la Tierra. En la actualidad, muchas actividades humanas perjudiciales al medio ambiente (incluyendo las que causan el cambio climático) son plenamente legales. La mayoría de los sistemas jurídicos definen a todo lo que no es un ser humano o una corporación, como propiedad. Así como las leyes esclavistas, que convirtieron a seres humanos en propiedad, afianzaron una relación de explotación, nuestros sistemas jurídicos han consolidado una relación inherentemente perjudicial de explotación entre nosotros y la Tierra. Incluso la mayoría de las leyes ambientales no hacen más que regular la velocidad a la cual la destrucción del medio ambiente puede llevarse a cabo.
Si los sistemas jurídicos reconocieran los derechos de otros seres que los humanos (por ejemplo, las montañas, ríos, bosques y animales), los tribunales podrían ocuparse de las cuestiones fundamentales de la contaminación ambiental en lugar de quedar atascados en los detalles técnicos de los contaminantes y emisiones permitidos. Por ejemplo, un enfoque basado en los derechos podría evaluar si los derechos de los seres humanos de desforestar los bosques tropicales para la cría de carne vacuna deban dejar sin efecto el derecho de especies a continuar existiendo en esos bosques.
En lugar de diseñar sistemas cada vez más complejos para autorizar los daños ambientales y el comercio del derecho a contaminar, podríamos concentrarnos en la mejor forma de mantener la calidad de la relación entre nosotros y la Tierra. En 1948, cuando se proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos, era una declaración de esperanza en un mundo post-guerra. Carecía de fundamento legal en tanto documento. Sesenta años después, la Declaración ha sido incorporada a las legislaciones de muchos países y ha sido la base para la Corte Penal Internacional. Enfrentada a una crisis mucho peor que cualquier guerra mundial, ¿no habrá llegado la hora para que la humanidad ponga en marcha una nueva declaración, una que defienda a nuestro planeta y su biodiversidad de una extinción que avanza cada día más? (Traducción ALAI)
- Pablo Solón es embajador de Bolivia ante las Naciones Unidas.
Cormac Cullinan ejerce como abogado ambiental y es el autor de Wild Law: A Manifesto for Earth Justice (Ley Salvaje: Un Manifiesto por la Justicia para la Tierra).
(1) NDT: "Brokenhagen" una referencia irónica a la Conferencia de Copenhague que resultó un fracaso.
(2) NDT: Se refiere a la meta máxima de alza de la temperatura global promedio.
Publicado en América Latina en Movimiento Nº 454, abril de 2010, “Por un nuevo amanecer para la Madre Tierra”, coedición ALAI – Fundación Solón.
https://www.alainet.org/es/articulo/140768
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