Einstein y la locura de las negociaciones climáticas

19/06/2015
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Después de veinte COPs las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en ascenso y los pronósticos son que seguirán subiendo. En el año 1990 eran 38 Gt de CO2e y veinte años después llegaron a 50 Gt de CO2e[2]. Para evitar un incremento de consecuencias catastróficas de 2ºC en la temperatura mundial promedio, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero debieron haber alcanzado su pico máximo el año pasado para empezar a reducirse este año. Sin embargo, ese año pico de emisiones no se alcanzará con toda seguridad esta década y probablemente tampoco la siguiente.

 

¿Será la COP21 capaz de cambiar esta trayectoria suicida de las negociaciones climáticas? ¿Qué hará la COP21 de diferente para que el resultado sea distinto? O ¿Asistiremos a más de lo mismo sólo que mucho peor porque ahora se consolidara un acuerdo hasta el año 2030 que nos conducirá a un planeta en llamas?

 

Lo lógico

 

Lo lógico sería que se establezcan metas mundiales a corto plazo que sean consistentes con el objetivo de limitar el incremento de la temperatura a 1,5ºC o 2ºC como máximo, tomando en cuenta que con 0,8ºC de incremento ya estamos viendo consecuencias muy graves. Si tomamos como referencia el estudio del PNUMA (UNEP) del 2013, para limitar el incremento de la temperatura a 2ºC las emisiones mundiales deben reducirse a 44 Gt de CO2e para el año 2020, 40 Gt para el 2025 y 35 Gt para el 2030[3]. Esas son las metas que debemos alcanzar en 5, 10 y 15 años.

 

Una vez establecidas las metas para esta década y la próxima el siguiente paso lógico es distribuir la contribución de cada país en la reducción de emisiones de acuerdo a: 1) el tamaño de su población, 2) sus emisiones históricas y 3) su capacidad económica y tecnológica. En otras palabras, si la meta es no emitir más de 44 Gt de CO2e para el 2020 y China representa el 19,14% de la población mundial sus emisiones anuales no deberían superar las 8,4 Gt de CO2e ese año y las de Estados Unidos que representa el 4,45 % de la población mundial no debería ser superiores a 1,9 Gt de CO2e a fines de esta década.

 

A esto habría que añadir variables que sean más exigentes con aquellos países que más han contaminado históricamente como los EE.UU. responsable del 28% de las emisiones acumuladas entre 1890 y el 2007 o la Unión Europea que contribuyó con el 23% de las emisiones históricas[4]. Por último, habría que tomar en cuenta la capacidad económica (ej. el PIB per cápita) y tecnológica de cada país para lograr una distribución lo más equitativa posible de lo que cada país debe reducir para alcanzar la meta de no más de 44 Gt de CO2e el año 2020.

 

Pueden haber variantes a esta metodología y se deben considerar diferentes escenarios para cuando un país no pueda alcanzar su meta (apoyo económico y/o tecnológico, ampliación de plazos, compensaciones, etc.) pero lo lógico sería partir de una meta concreta a alcanzar en un tiempo determinado y negociar la forma más equitativa de distribuir el esfuerzo de cada país tomando en cuenta los criterios mencionados y otros que se pueden acordar.

 

Lo ilógico

 

Las negociaciones en la COPs son exactamente todo lo contrario. El texto de negociación para la COP21 habla de “cero emisiones para la mitad o el final del siglo” pero no pone metas para 5, 10 o 15 años[5]. Esto no es algo nuevo. Es un enfoque que viene de antes y que se consolidó en el Acuerdo de Cancún del 2010[6]. Esta ilógica se resume en que cada país diga lo que puede hacer y luego veamos qué pasa.

 

La aplicación de esta metodología del “laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar) está llevando a un resultado catastrófico esta década. Con el Acuerdo de Cancún, en vez de reducir las emisiones mundiales a 44 Gt de CO2e superaremos posiblemente las 56 Gt de CO2e para el 2020. Como referencia, el 2012 las emisiones mundiales ya alcanzaron los 53,5 Gt de CO2e.

 

La COP21 de Paris en vez de corregir la ilógica del Acuerdo de Cancún la va a profundizar y extender hasta el 2030. El acuerdo que se está negociando se basa igualmente en contribuciones voluntarias con la única diferencia que ahora se llaman INDCs (Intended Nationally Determined Contributions / Contribuciones Previstas Determinadas a nivel Nacional).

 

En el estudio titulado “What will global annual emissions of greenhouse gases be in 2030, and will they be consistent with avoiding global warming of more than 2°C?[7]” Nicholas Stern muestra que las ofertas de reducción de emisiones de Estados Unidos, Unión Europea y China, que representan el 45 % de las emisiones mundiales, serán de 20,9 a 22,3 Gt de CO2e al final de la próxima década y que en total las emisiones de todos los países podrían llegar a las 59 Gt de CO2e, una cifra que casi duplica la meta de las 35 Gt de CO2e donde deberíamos estar en el 2030.

 

Pero la locura de las COPs va mucho más allá. En la COP21 en Paris, al igual que en las anteriores, no se hará ninguna referencia al hecho de que para reducir las emisiones de carbono hay que dejar de extraer los combustibles fósiles que están bajo la tierra. Los estudios son muy claros al respecto. Para limitar el incremento de la temperatura a 2ºC el 80% de las reservas de combustibles fósiles conocidas deben dejarse bajo tierra entre ahora y el 2050. En el texto de negociación del nuevo acuerdo a adoptarse en Paris no se menciona en absoluto este tema. ¿Cómo vamos reducir las emisiones de CO2 si no hay un acuerdo para dejar bajo tierra el 80% del “oro negro” descubierto hasta la fecha?

 

Otra de las irracionalidades de las COPs es que estas se enfocan en las emisiones que se realizan en un país y no toman en cuenta las emisiones que se consumen en un país. En otras palabras, un país puede estar reduciendo la producción de emisiones en su territorio pero contribuyendo a la generación de emisiones en otra parte del mundo a través del consumo de mercaderías que producen emisiones. Una parte de la reducción de emisiones que se ha operado en la Unión Europea ha sido trasladada a otros países (outsourced). Aproximadamente un 30% de las emisiones que se generan en la China son “consumidas” en otros países.

 

Este tema no es menor ya que apunta a uno de los problemas de fondo de las COPs y es que estas no quieren ver las causas estructurales del cambio climático. Las negociaciones climáticas sólo buscan tratar los efectos del problema y no resolver sus causas. Las emisiones de gases de efecto invernadero son el resultado de un patrón de extracción, producción, consumo y deshecho insostenible. Querer resolver el tema de las emisiones sin afectar sus causas es la expresión de un alto grado de esquizofrenia que desconoce la realidad. Un acuerdo climático realmente efectivo debe tener compromisos sobre la reducción de extracción de combustibles fósiles, el cambio de la matriz productiva y energética, y la transformación de los patrones de consumo y basura que se generan.

 

Si no se toman en cuenta todas las variables que están inmersas en una enfermedad es imposible tratar la misma. Las COPs son en ese sentido reduccionistas y unidimensionales. Sólo toman en cuenta las emisiones emitidas, ni siquiera las consumidas y menos las fuentes que las originan. Imagínense un médico que sólo quiere controlar una fiebre sin preocuparse por las causas del incremento de la temperatura ¿Será posible que en la consulta numero 21 ese medico descubra y controle la enfermedad? Con toda seguridad que no y si seguimos creyendo que nos curará acabaremos en el cementerio.

 

Otro de los aspectos que las COPs se resisten a discutir y encarar es el tema del cambio que se debe operar en la relación con la naturaleza para enfrentar efectivamente el cambio climático. Para las COPs los bosques, la tierra, la agricultura sólo existen en tanto sumideros o generadores de emisiones de gases de efecto invernadero. Lo único que cuenta son las emisiones, lo demás está fuera de “La convención”. Pero si hemos llegado a esta situación de crisis climática es porque hemos alterado procesos y ciclos vitales de la naturaleza, el ciclo del carbono, el ciclo del agua, del nitrógeno y la destrucción de la biodiversidad y de la gran mayoría de los ecosistemas. No es posible salir de la crisis climática sin cambiar esta relación depredadora con la naturaleza. La economía humana tiene que dejar de tratar a la naturaleza como una colección de recursos que están allí para su explotación y goce. Tiene que respetar y preservar sus procesos vitales, su integridad y su capacidad de regeneración. Sin un verdadero accionar a este nivel a través del reconocimiento de los derechos de la naturaleza, el reconocimiento jurídico legal del crimen de ecocidio y un conjunto de regulaciones para salir del antropocentrismo será imposible atender la crisis climática.

 

La lógica de la ilógica

 

Las COPs no son ilógicas porque sí. Detrás de la sinrazón existe una razón o mejor dicho dos grandes lógicas: la del capital y la del poder.

 

Una vez cuando era jefe negociador para cambio climático por Bolivia pregunte a otro negociador que había estado en las negociaciones desde antes de la adopción de la Convención de cambio climático ¿qué ha cambiado en las negociaciones en estos 20 años? Sin pensar mucho me respondió con una sinceridad pocas veces vista en la diplomacia: “Antes los negociadores éramos personas más preocupadas por el medio ambiente, ahora –como veras- la mayoría se preocupan más por los negocios”.

 

Para quienes están más preocupados por sus ganancias que por el clima lo que pasa en las COPs tiene mucho sentido. Para el capital lo mejor es tener un acuerdo que no le restringa en sus negocios, que no le obligue a hacer inversiones que reduzcan sus utilidades, que no le limite en la extracción de recursos naturales que ya ha declarado en la bolsa de valores, que no reduzca el nivel de consumo del cual dependen sus ventas, que no le imponga un ritmo de transformaciones aceleradas que afecte sus utilidades y que además le ayude a lavar su imagen. ¡Ese es el tipo de acuerdo que las COPs producen!

 

Pero por si esto fuera poco, la lógica del capital quiere mecanismos que le ayuden a una empresa a escapar de sus compromisos de reducción de emisiones y a hacer nuevos negocios. Por eso la proliferación de mecanismos de mercado de carbono a través de los cuales pueden “cumplir” sus obligaciones comprando certificados de carbono de algún proyecto en alguna otra parte del mundo, y además, también pueden hacer más dinero especulando con esos créditos de carbono.

 

El acuerdo de Cancún y el futuro acuerdo de Paris son lo mejor para la lógica del capital: todo es voluntario y no hay realmente disposiciones que obliguen y sancionen a los infractores. Es el acuerdo climático ideal para el capital porque no limita los acuerdos de libre comercio sino que los complementa y allana el camino para nuevos mercados como los de bienes y servicios medioambientales.

 

Para la lógica del capital la crisis climática no es un problema sino una oportunidad, no cualquiera sino una grande, porque las grandes fortunas se amasan en las crisis y después de un gran huracán hay muchos servicios e infraestructuras por reconstruir.

 

La lógica del capital mira esencialmente el corto plazo porque si hoy es desplazado del mercado no habrá mañana. Por eso antepone siempre la ganancia fácil e inmediata a postergar sus utilidades en pos de un futuro para todos. Para la lógica del capital no existe humanidad o naturaleza sino consumidores y materias primas. Su existencia depende de su crecimiento. Su vida es la competencia, no la solidaridad. Su misión es desplazar al otro primero, antes de que lo desplacen a él.

 

La lógica del capital tiene sus más grandes exponentes en las grandes transnacionales y la banca privada. Cuando las negociaciones de cambio climático empezaron hace 25 años el sector privado era uno más de los sectores de la sociedad civil que participaban como observadores en las COPs. Ahora es el sector más importante y reconocido en las COPs, con miles de delegados que sobrepasan en número a todo el resto de observadores de la sociedad civil. Greenpeace, Corporate Europe Observatory y TNI han producido diferentes informes sobre el lobby de las transnacionales en las negociaciones del cambio climático.[8][9]

 

Además, cuenta con el respaldo de actores claves como el Banco Mundial y los Bancos Regionales. Se mueve de manera muy articulada y coordinada en la China y en Estados Unidos, en el África y en Europa. Si en un principio la contradicción era entre países desarrollados y países en desarrollo ahora los representantes de unos como de otros siguen sus consignas. Las negociaciones de cambio climático han sido capturadas por las corporaciones. No solo en sentido figurado sino concreto, directo, pues muchas de sus actividades dependen de su financiamiento como es el caso de varias empresas patrocinadoras de la COP21.[10] La ilógica de las COPs responde a esta lógica del capital.

 

Pero la lógica del capital no actúa sola. Se combina y articula con la lógica del poder. Los gobiernos que son los que mandan las instrucciones desde las capitales responden ante todo a la lógica del poder que les dicta que lo más importante es no complicar su paso por el poder y de ser posible hacerse reelegir. Para ello lo mejor no son los compromisos precisos de reducción de emisiones para los próximos cinco o diez años porque ellos tendrán que dar la cara, ni tampoco es conveniente aceptar disposiciones que les limiten la extracción de combustibles fósiles porque sus programas sociales de los cuales dependen sus ambiciones electorales pueden ser afectados, mucho menos acordar mecanismos que sancionen sus incumplimientos.

 

Varios de los gobernantes pueden ser personas muy bien intencionadas, medio ambientalistas, “verdes”, “pachamamistas” (defensoras de la Madre Tierra) pero una vez en el gobierno sus prioridades empiezan a cambiar. Para mantenerse en el poder deben hacer alianzas con otrora enemigos, callar frente al atropello y a veces corrupción de algunos de sus seguidores, crear círculos palaciegos para controlar estructuras de poder y desarrollar planes que tengan impacto inmediato en su popularidad, que amplíen su poder y les permitan ganar más votos en la próxima elección.

 

La gran mayoría de los partidos que llegan al gobierno ya están coaligados con sectores del capital. Responden a uno u a otro sector de las clases dominantes. Están allí principalmente para garantizar los intereses del sector económico que financio su campaña. En el caso de los Estados Unidos el 94% de las contribuciones de la Cámara de Comercio de ese país fueron a financiar campañas de negacionistas del cambio climático.[11] Como individuos algunas autoridades pueden estar muy convencidos de la gravedad del cambio climático pero no van a llevar las cosas al extremo de poner en riesgo sus alianzas con el capital porque pueden ser removidos como ya ha ocurrido muchas veces en la historia de varios gobiernos.

 

Para los políticos capturados por la lógica del poder “la política es el arte de lo posible” y lo posible no es bajar tanto las emisiones sin confrontar al capital y arriesgar su permanencia en el poder. En consecuencia, un acuerdo laxo en el corto plazo, aunque suicida en el mediano plazo, es lo indicado… es lo posible para la lógica del poder.

 

Algunos gobiernos pueden romper el esquema de “las negociaciones de lo posible” pero para disciplinarlos están las estructuras de poder que se articulan entre los estados y a nivel internacional. Si tu me das esto en cambio climático yo te daré este préstamo, o te ayudaré en tu relación con este otro país o te apoyaré en este tema económico o político. Al final las negociaciones entre bastidores no son sobre cambio climático sino sobre las urgencias que muchos gobiernos tienen para preservarse en el poder. Y así, una COP tras otra COP, los negociadores reciben la instrucción desde sus capitales y alzan la mano a último minuto sabiendo -y me consta- que lo que aprueban es malo para el clima… pero “era lo posible”.

 

En síntesis, la lucha real contra el cambio climático está íntimamente ligada a la lucha contra las lógicas del capital y el poder. Sin construir una relación de fuerzas que desde la sociedad civil altere estas lógicas dominantes será imposible evitar un planeta en llamas.

 

Notas

 

[2] EDGAR, Emission Database for Global Atmospheric Research, European Comission. Gases de efecto invernadero incluyen CO2, CH4, N2O, HFCs, PFCs y SF6 y están expresados en CO2e

 

[3] UNEP, United Nations Environment Programme, The Emissions Gap Report 2013 – Executive summary

 

[4] World Energy Outlook 2009 (PDF), Paris, France: International Energy Agency (IEA), 2009, pp. 179–180

 

[5] http://unfccc.int/documentation/documents/advanced_search/items/6911.php?priref=600008407#beg

 

[6] Decision 1/CP.16 http://unfccc.int/documentation/decisions/items/3597.php?such=j&volltext=%22cancun%20agreements%22#beg

 

[7] http://www.lse.ac.uk/GranthamInstitute/wp-content/uploads/2015/05/Boyd_et_al_policy_paper_May_2015.pdf

 

[8] CEO and TNI, The COP19 Guide to Corporate Lobbying. http://corporateeurope.org/sites/default/files/cop19_guide_to_corporate_lobbying-with_references.pdf

 

[9] Greenpeace, Who’s holding us back?

 

http://www.greenpeace.org/international/Global/international/publications/climate/2011/391%20-%20WhosHoldingUsBack.pdf

 

[10] CEO, Friends of the Earth, ATTAC France, WECF and 350.org. COP21 sponsors are not so climate friendly! http://corporateeurope.org/pressreleases/2015/05/cop21-sponsors-are-not-so-climate-friendly

 

[11] Ibid nota 9.

 

Pablo Solón

Activista e investigador en temas climáticos. Trabaja en la Fundación Solón. Fue jefe negociador para cambio climático de Bolivia y embajador ante las Naciones Unidas (2009-Junio 2011).

 

https://www.alainet.org/es/articulo/170501
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