Los desafíos de la Asamblea Nacional Constituyente

11/03/2007
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El laberinto constitucional

El Estado pre-moderno del Ecuador hoy, según Rafael Quintero, ha tenido 19 Constituciones y unas cuantas “Convenciones” o “Congresos” constituyentes que no redactaron “cartas magnas” y fueron fallidos. En medio de una agitada y explosiva vida política, que dio cumplimiento a la forma en que nos vio el Libertador Simón Bolívar al llegar a Quito en Junio de 1822, el País se ha mantenido, sin embargo,  como un Estado relativamente independiente, unitario, en medio de tensiones regionales, republicano, aunque ha república ha excluido un buen número de años a los indios, los negros y los pobres, democrático, con formas de democracia representativa y restringida que se han ido ampliando al calor de la lucha social, con un régimen de gobierno presidencial, no exento de dictadores y dictaduras,  división de poderes y abuso de poderes; y, un progresivo reconocimiento de las garantías y derechos ciudadanos, arrancados en dos siglos de confrontación, unas veces armada y otras pacífica. Todo ello, claro está, dentro de la tradición hispánica de que las leyes se acatan pero no se cumplen.[1]

 De la Patria Grande al fraccionamiento

 Sobre la génesis de lo que hoy es el Ecuador habría que recordar que, en una fecha tan temprana como 1812, la Constitución del Reino de Quito dejaba: “a la disposición y acuerdo del congreso general todo lo que tiene trascendencia al interés público de toda la América, o de los estados de ella que quieran confederarse”.[2] Por ello nada tiene de extraño que, luego de las guerras de la independencia, las regiones de Quito, Guayaquil y Cuenca adhieran a la Colombia que, había entrevisto el precursor Francisco Miranda, y logra plasmar en realidad efímera el Libertador Simón Bolívar:

“Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación son un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse”[3]

Luego adviene la fragmentación: “El Ecuador se constituye como entidad política autónoma el 13 de mayo de 1830, cuando la Junta de notables reunida en la Universidad de Quito, resuelve disgregarse de la unión gran colombiana”[4] Benjamín Carrión dice que nadie recuerda ni conmemora esa fecha, porque “el pueblo con extraordinaria intuición, sabe que ese día no es un día grande para las gentes de esta tierra es solamente el triunfo de un espadón venezolano, que quería tener hacienda propia, como Páez y Santander, a la cual explotar”-[5]

Desde el punto de vista jurídico, el nuevo País, será llamado Ecuador, por la Asamblea Nacional Constituyente reunida en Riobamba el 14 de agosto de 1830. En los cabildeos previos y en la propia Constituyente, parece que uno de los primeros pactos fue el de no denominar al nuevo Estado con el nombre de Quito, pues no se sentían representadas en ese nombre las regiones del Austro y Guayaquil. El deseo expreso de los habitantes de Pasto de incorporarse al nuevo Estado fue ignorado por el poco seso del Presidente Flores.

He comenzado mi exposición con este recuento de la historia para que nadie se extrañe de la constante tensión, que se prolonga hasta nuestros días, entre la Patria chica y el sueño por la integración Latinoamericana.

 El poder constituyente y la Constitución en el Ecuador

Luego de la Convocatoria a la Consulta Popular, realizada el 1 de marzo por el TSE,  parecía que el nuevo proceso constituyente era un hecho en el Ecuador, pero la decisión adoptada por la mayoría del Congreso Nacional, formada por los diputados del Partido Sociedad Patriótica del Coronel Lucio Gutiérrez, del PRIAN de Alvaro Noboa, del PSC hoy liderado por Jaime Nebot y de la UDC de Jamil Mahuad de sustituir, mediante simple resolución, al Presidente del TSE  Jorge Acosta por  Alejandro Cepeda, ha traído una respuesta legal pero explosiva de ese Tribunal: la destitución de 57 diputados, en un hecho sin precedentes en un País en que el Congreso ha sido el poder intocable de los únicos autorizados para violar el Estado de derecho. La poderosa Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos( Aedep) en un Editorial de primera página, reclama actitudes que permitan superar la crisis, demanda el fin de las movilizaciones y el radicalismo y advierte sobre los peligros del fraccionamiento territorial, en una reedición de los viejas tretas de la oligarquía.[6]

En éstas circunstancias, vale la pena hacer algunas reflexiones sobre el origen del poder constituyente, la Constitución y sus elementos, pues la Asamblea Nacional Constituyente de plenos poderes que el pueblo ecuatoriano resolverá en la próxima consulta del 15 de abril puede ser una oportunidad para que el País defina las nuevas reglas de juego de cara a los imperativos del siglo XXI.[7]

Los regímenes políticos actuales proclaman el principio democrático de que es el pueblo el titular del poder constituyente. En la historia constitucional del Ecuador se advierte que las doctrinas sobre el origen del poder constituyente han fluctuado entre las teocráticas providenciales, las que atribuyen ese poder a la “nación” ( Ver las Constituciones de 1851,1884,1897 y 1906) y las que señalan, expresamente, que son adoptadas por el pueblo y/o que la soberanía radica en el pueblo.[8] Fruto del ejercicio de ese poder constituyente originario son las Constituciones, sentencia Julio César Trujillo.

Los procesos constituyentes en la historia

En historiador Enrique Ayala señala que las asambleas constituyentes “no han sido motor de transformaciones. Al revés, han venido luego de procesos de cambio social y político, y los han consolidado en el ámbito jurídico. Al país lo cambian los grandes procesos de movilización social, de los que el pueblo es protagonista. Las instancias jurídicas vienen después. Así ha sucedido, por ejemplo, luego de la revolución que comenzó en 1895 y culminó once años más tarde con la Constituyente que estableció en 1906 el Estado Laico; o en 1944, luego de la “Gloriosa”. Las constituyentes progresistas han seguido un proyecto ya delineado por un proceso social previo. Ahora no hay ese proyecto, ni siquiera unas pocas ideas claras sobre los cambios propuestos. Solo el deseo de librarse de la clase política, sin tocar el poder económico real” (Documento enviado por Internet, 2006,1).

Una lección necesaria que no debemos olvidar

 Para mayor asombro, la Asamblea Nacional Constituyente que resultó de la revolución del 28 de mayo de 1944 y su hija la Constitución de 1945, “la más progresista de nuestra historia” fueron también actos fallidos. Revisemos la lección que extrae de esos hechos - uno de sus grandes protagonistas - Manuel Agustín Aguirre:

 “La convocatoria apresurada de la Asamblea Nacional, … constituyó el primer paso en falso de la revolución. Toda revolución significa una transformación: no un simple cambio de fichas en el viejo tablero político. Tiene que destruir para luego construir. Tiene que plasmar en realidad los propósitos revolucionarios antes de inmovilizarnos en la frialdad del modelo jurídico. Porque, en verdad, “son las revoluciones las que hacen las Constituciones; luego vienen los legisladores, los juristas a extenderlas por escrito, dando sanción jurídica, en un nuevo juego de instituciones, al hecho social consumado”.

Aguirre concluye:

“Entramos precipitadamente en un régimen legal sin haber realizado ninguna reforma fundamental de carácter económico ni mucho menos haber quebrantado las fuerzas contrarrevolucionarias, que se mantuvieron intactas y prestas al asalto”[9]

Mientras los mejores cuadros de la izquierda y el movimiento popular agotan sus talentos en el debate de la Constitución, la contrarrevolución avanza y destruye brutalmente todo el movimiento social y político. Quema y destroza el Diario Socialista “La Tierra”. “Persigue, encarcela, tortura, confina y destierra a los mejores luchadores de los partidos de izquierda, especialmente a los socialistas” Todo concluye con un baño de sangre el 30 de marzo de 1946.

 ¿La reforma política es una coartada?

En tiempos más recientes el ahora superministro Fernando Bustamante constaba que: “La reforma política en el Ecuador es un tópico o lugar del discurso que recorre la historia nacional con la persistencia de una obsesión”. Agregando: “Todo gobierno que se precie de tal, todo actor mínimamente pretencioso, ha debido poner sobre el tapete una nueva constitución, unas reformas a la carta fundamental…” Precisando: “La reforma política ilumina el espacio político (tomado en el sentido literal de espacio de representación) y concentra la atención en una actividad que no es más que coartada y trompe l’oeil de una acción decisiva que se desarrolla en las sombras de no iluminada por los reflectores”. sic. Y concluye: “El espacio agazapado, en cambio, es el de la imperturbable continuidad de las formas de reproducción del modus operandi de la sociedad ecuatoriana”.[10] ¿ Qué o quién nos garantiza que hoy  estemos ante un proceso diferente?

 La victoria electoral de Rafael Correa y la Constituyente

En
la victoria electoral de Rafael Correa desempeñó un papel destacado la crítica a las instituciones del Estado – especialmente al Congreso – y la denuncia de la corrupción y el agotamiento del sistema político.[11] Sin embargo, el costo que ha debido pagar el gobierno de Correa por la ausencia de un soporte legislativo propio me parece muy alto, y, además, tengo la creciente preocupación de que sus bases de sustentación integradas por “la autoconciencia de que las cosas deben cambiar de un heterogéneo pero creciente movimiento ciudadano”[12]  no sea suficiente para sostener y profundizar un proceso de cambios impostergables.

“El pueblo ecuatoriano está compuesto de fuerzas sociales vivas, de pueblos indios y afroecuatorianos, de montubios y proletarios urbanos, de desocupados y trabajadores ocasionales, de intelectuales, empleados, maestros, estudiantes, de los movimientos de mujeres, ecologistas”. Son éstas fuerzas la columna vertebral de un genuino proceso de cambio.
El enemigo político que debemos derrotar está plenamente identificado es  “un Estado pre-modernizado, que funciona sobre la base de un sistema de privilegios, prebendas, corrupciones, clientelismos, nepotismos muy resistente en tanto se sustenta sobre pactos con una diversidad de actores (oligarquías, burócratas, gremios, etc.) que se benefician de su acceso a éste, pero que al mismo tiempo es excluyente de la mayoría de la población.”[13]

 Al rescate de la soberanía nacional

Pero ese enemigo es parte de una estructura de dominación global que nos ha sumido en el neoliberalismo y el neocolonialismo, por ello, “Urge la construcción de la soberanía del pueblo sobre todos los órdenes de la vida nacional y que requiere de la soberanía plena del Ecuador sobre su patrimonio, declarándolo inmune e inembargable, inalienable e irreductible con la estricta prohibición de bases o tropas extranjeras; de la soberanía plena del Ecuador sobre sus recursos naturales, servicios fundamentales y áreas estratégicas; de la reversión de las privatizaciones y del corporativismo privatizador; de la soberanía plena del Estado sobre la conducción de la economía, manteniendo total independencia frente a los organismos financieros internacionales, los conglomerados transnacionales y las presiones geopolíticas norteamericanas”

“Pero tal aspiración quedará en letra muerta si no se enfrenta de manera decidida la deuda externa-interna, cuyo pago condena a nuestros países a la agonía perpetua. Mientras más pagamos más endeudados quedamos: tal es la tragedia de nuestras patrias.”

“El desarrollo del país requiere de la reactivación de la producción agrícola y pecuaria a partir de una auténtica reforma agraria que, entre otras metas, integre los minifundios en unidades productivas técnicamente recomendables, distribuya las tierras no cultivadas o de urgente necesidad social, desprivatice el agua para el regadío y se constituya en soporte de la reconstrucción de la industria y de la manufactura y de la promoción de la grande, mediana y pequeña producción manufacturera, en especial aquella comunitaria y autogestionaria.”

"Torcerle el cuello" a la banca y el capital financiero que sacrifica el país al consumo suntuario por la vía de las importaciones y que expresa los intereses antinacionales de esa burguesía de distribuidores que ha perdido toda sangre ecuatoriana, es el único camino para construir el Ecuador de los productores y de los trabajadores.”

Estas transformaciones deben hacerse en el contexto de de “una integración sudamericana, latinoamericana y caribeña de nuevo tipo, fundada en la complementación, la cooperación y la solidaridad, antes que en criterios puramente crematísticos”.[14]

Hay claridad en por qué cambiar pero también debemos disponer de la lucidez suficiente para establecer con precisión qué cambiar, sin fomentar falsas ilusiones, “es un error crear una expectativa exagerada sobre el resultado de la Asamblea Constituyente. Un País no se cambia con la leyes. La sustitución de las relaciones de poder existentes por otras de naturaleza solidaria, humana, comunitaria y colectiva, intercultural e inclusive, inclusiva, sólo se alcanza mediante la construcción de un nuevo poder”. [15]

La urgencia de la reforma política

El razonamiento anterior no implica que desaprovechemos la oportunidad de invertir todos los talentos y las fuerzas sociales movilizadas de la Patria en una nueva Asamblea Nacional Constituyente que diseñe una nueva arquitectura que articule la economía, la sociedad y la política. Una Asamblea que tensione las demandas populares porque se superen las desconexiones, las contradicciones y hasta el extrañamiento que hoy existe entre la parte dogmática de la Constitución, que define los principios, los derechos y los deberes sobre los que se sustenta el Estado Nacional, y la parte Orgánica que parece disolverse por el alarmante proceso de erosión de las instituciones

En la conciencia mayoritaria del pueblo parece estar presente la urgencia de una reforma política que transforme el actual sistema electoral en base de la elección por méritos de una Corte Electoral que transparente los procesos, que ponga topes al gasto y que supere la era de los tribunales cautivos que hacen de juez y parte. .Ojala la nueva constitución y la ley de elecciones proscriban las prácticas denigrantes de los que compran votos a punta de dádivas. Una democracia participativa sólo será posible con partidos políticos, ideológicos y programáticos, que practiquen la democracia interna, la alternabilidad, las elecciones primarias en la designación de candidatos. Caso contrario la Asamblea Nacional Constituyente deberá pensar en la necesidad de disolver todos los partidos políticos existentes para llamar a su reinscripción general bajo el fundamento de rigurosas definiciones ideológicas y programáticas.[16]

Urge además perfeccionar los métodos de control, veeduría y revocatoria del mandato a los dignatarios electos por votación popular a fin de superar el mito de la representatividad.  La relación entre el Ejecutivo y el Legislativo parece estar diseñada para un juego perverso de zancadillas cuyas víctimas inevitables son las mayorías postergadas de la Patria. ¿Podrá la planificación estratégica de grandes objetivos nacionales desactivar esta mina de conflictos interminables?

¿Qué se puede hacer para superar la corrupción y el sicariato judicial que ha establecido su reino detrás de la independencia de poderes? ¿Es que al paso que vamos, la única víctima del mayor atraco bancario de la historia republicana - perpetrado en 1999 - será Wilma Salgado por haber intentado un baño de verdad y de justicia contra los banqueros corruptos y los grandes deudores vinculados? ¿Será necesario instituir, como lo quiso la Asamblea de Quito de 1812, un Cuarto Poder del Estado que controle a los anteriores? Aunque nos quede el sabor amargo de que por muchos controles que se establezcan nunca se pueda responder a la esfinge: Quis custodet custodem?

¿Dónde estaban los organismos de control cuando se perpetró el mayor atraco bancario y financiero  de la historia republicana? ¿Podemos seguir adelante con una Contraloría que semeja una momia milenaria que no ve, no oye ni siente como se pasea la corrupción sobre el rostro de la Patria herida?

¿Qué podemos y debemos hacer con los aparatos armados que parecen confabularse para intensificar la inseguridad interna y complotar contra la soberanía nacional?

¿Qué debemos hacer con el Estado bicentralista que excluye de su lógica de funcionamiento a las otras regiones y provincias?

 ¿Es o no posible construir un genuino Estado de derecho en el que las ciudadanas y los ciudadanos puedan vivir con dignidad y seguridad?.

La democracia participativa y el socialismo del siglo XXI

 Por desgracia, hay demasiados síntomas que demuestran que la democracia formal burguesa se ha vuelto estéril e incapaz de resolver las apremiantes necesidades de las masas. Por ello, en todas las provincias se multiplican las voces de seres humanos luchan por la democracia participativa, entendida como el derecho de los ciudadanos a decidir sobre los principales asuntos de la nación de modo permanente. El desarrollo de la ciencia y la tecnología, por primera vez en la historia, hace posible el ejercicio de esta democracia participativa. Esta nueva democracia, cuyos contornos definitivos deben asimilar las prácticas democráticas reales de los pueblos en su vida cotidiana, debe, adicionalmente, alimentarse de una ética de vida, cuyo

Primer principio debe ser luchar porque los que no pueden vivir puedan hacerlo con dignidad.

Segundo, establecer que la posibilidad de la vida debe incluir la necesidad de la libertad. Tercero, señalar que lo que es válido y verdadero debe ser factible y posible.

Cuarto, poner en evidencia de que estamos saliendo del túnel de la explotación por el desarrollo de la conciencia crítica de los explotados y marginados.

Quinto, advertir que la comunidad de las víctimas se reúnen y deciden cambiar su propia historia.

Sexto, que es deber de los seres humanos pasar del diagnóstico de los problemas actuales al diseño de utopías y finalmente, el deber y principio prometeíco de luchar por esa transformación posible.

La ética de vida que plantea el socialismo del siglo XXI se resume entonces en la consigna de que vivan los que no podían vivir y participen los que no podían participar.[17]

La urgencia de diseñar un nuevo modelo de desarrollo económico

 En la Constitución hay también un amplio espacio para lo que podemos llamar el derecho constitucional económico y el sistema económico. Las y los diputados constituyentes deberán establecer una propuesta que supere la codificación del neoliberalismo vigente en la actual Constitución, corresponsable de lo que el Jefe de Estado ha denominado la “larga noche neoliberal”. Allí debemos diseñar el modelo económico que pueda resolver los problemas apremiantes de las mayorías. Establecer los sectores de la economía. El régimen de propiedad, la concentración y la distribución de la riqueza social. Los sectores estratégicos de la economía..El régimen monetario, bancario, tributario y de presupuesto. El papel de la planificación económica y social. Las relaciones económicas internacionales y la integración.

“En la esfera de la política económica, los vectores de un modelo nacionalista serían del tenor siguiente:

a) conversión de un redefinido y depurado Estado en eje y  protagonista del desenvolvimiento nacional,

b) recuperación y administración estatal de los recursos naturales, energéticos y acuíferos,

c) renegociación/moratoria de la deuda externa/interna,

d) reasunción de la función reguladora del sistema financiero,

e) retorno al proteccionismo en materia de comercio exterior,

f) reforma agraria para resolver tanto el problema de concentración de los recursos territoriales (tierra y agua) como el problema del minifundio, amén de lograr un eslabonamiento orgánico entre agricultura e industria y artesanía;

g) derogatoria de las leyes de desprotección laboral tanto para revalorizar al trabajo como para sustentar la demanda interna,

h) conceptualización de la salud, la educación y la cultura como derechos connaturales a los seres humanos y no como mercancías,

i) desterrar de la educación/instrucción nacional en todos sus niveles las nociones alienantes del exitismo y la competencia,

j) impulso a la investigación científica básica.”[18]

Hay pues espacio para un largo, tenso y apasionado debate. Con estas ideas, armadas en buena parte como un juego de voces amigas, no hemos hecho otra cosa que contribuir a que el mismo se inicie con la convicción de que todas y todos apuntamos a que vuelva la Patria, como quería Benjamín Carrión, y se regeneren sus instituciones fundamentales. Sólo de ese modo demostraremos que hemos comprendido la verdad profunda de que: “La Constitución del Estado es una forma abierta a través de la cual pasa la vida, vida en forma y forma nacida de la vida”.[19]

Quito, 10 de marzo del 2007.

- Manuel Salgado Tamayo
Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central del Ecuador.

Notas:

[1] Ideas construidas sobre un texto de Juan Larrea Holguín, Derecho Constitucional, Corporación de Estudios y Publicaciones, , Sexta versión, Quito, 2.000, Volumen 1, p. 30.

[2] Joaquín Santana Castillo, Utopía y experiencia de la idea americana, La Habana, Imagen Contemporánea, 1999, p. 80.

[3] Simón Bolívar, Obras Completas, Caracas, Librería Piñango(s.f.) tomo 1, p.p. 169-172

[4] Enrique Ayala Mora, Lucha política y origen de los partidos en el Ecuador, p. 51

[5] Manuel Benjamín Carrión, El cuento de la Patria, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1973, p. 266.

[6] Ver Diario “El Comercio” de Quito, viernes 9 de marzo del 2007, primera página.

[8] Julio César Trujillo, Teoría del Estado en el Ecuador, Corporación Editora Nacional, p. 68.

[9] Manuel Agustín Aguirre, Marx ante América Latina, pp. 105-111

[10] Fernando Bustamente, La Reforma Política como Mito, Ecuador Debate, No.55, abril del 2002, p.p. 21, 26 y 27.

[11] Primera vuelta, 15 de octubre, segunda vuelta, 26 de noviembre del 2006.

[12] Rafael Quintero López, artículo “El significado de la Asamblea Nacional constituyente”, 2007.

[13] Rafael Quintero, artículo citado.

[14] Alejandro Moreano, et. al. Carta a la sociedad ecuatoriana.

[15] Hugo Moldys, Crónica del proceso constituyente boliviano, Revista Contexto Latinoamericano, No.1, Sep.Dic. 2006, Ediciones Oceansur, p. 22.

[16] Luis Galarza Izquierdo, Documento de Ciencia Política y Derecho Constitucional, 2005, p. 8.

[17] Enrique Dussel, El reto actual de la ética, detener el proceso destructivo de la vida, Op. Cit. P.p. 199-203.

[18] René Baéz Tobar, Memorando a la Asamblea. Documento enviado por Internet.

[19] Hermann Heller, Teoría del Estado, p. 268.

https://www.alainet.org/es/active/16245
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